Se
aproxima el fin de curso y con él se vacían los pasillos, deja de sonar la
campana y el calor se hace dueño de las aulas, unas en las que, dependiendo del
punto de nuestra geografía donde se encuentren, el comienzo del verano puede ser insoportable o más
llevadero. También llega el sosiego a la vida de los maestros y la desesperación
al mundo paterno (ya saben, ahora les toca a ustedes aguantar más horas de las psicológicamente
recomendadas a sus hijos)… Año escolar que termina y otro nuevo que se avecina,
el sino de nuestras vidas mientras somos estudiantes (o enseñantes...).
Si
en realidad existe algo que se eche de menos durante los meses de verano (el
profesor recuerda con la misma facilidad que olvida) es esa pregunta que
reprocha, increpa, ofende, razona y pide clemencia, “¿Por qué?”. Si no
entienden a lo que me refiero, les invito a pronunciarla en voz alta con todas
las entonaciones posibles, algo que mis alumnos están hartos de hacer durante
todas las clases de la jornada y que, no sólo se debe a unas meras ganas de aprender, sino a una
constante forma de evadirse a otros mundos paralelos, una estrategia para dejar
descansar al bolígrafo o corroborar alguna sospecha sobre algo gracioso (o
morboso).
Este
tándem formado por preposición y pronombre, se pergeña no sólo durante las
primeras etapas de la niñez, sino que nos acompaña durante el resto de nuestros
días para recordarnos que si hay algo que nos diferencia del resto de los
animales es nuestra razón... Y así podemos explicar las muchas incógnitas que
nos rodean, los cientos de interrogantes que se nos cruzan a lo largo del día,
y aprender poco a poco sobre lo fácil o difícil del mundo.
Es
por ello que aquí les traigo ¿Por qué?
una de las mejores obras de Lila Prap (Ediciones SM) que a través de esta
eterna pregunta, nos hace un recorrido por las curiosidades del mundo animal
entre las que destacan las rayas de las cebras o la sonrisa de las hienas,
aspectos todos ellos muy didácticos para el niño en ciernes que no para de plantearse el descubrir lo desconocido…, aunque a veces, todo sea dicho de paso, más nos
valdría conformarnos con lo que vemos y no buscar respuestas a lo que sentimos.
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