martes, 24 de junio de 2014

Del circo escolar...


Recién despedido el curso escolar y habiendo aparcado las ajadas mochilas, cuadernos a medio utilizar (todavía conserva mi madre algunos de los nuestros…), desmembrado los libros de texto, las cajas de lapiceros medio vacías, descosidos estuches, bolígrafos sin virola, ceras carcomidas, rotuladores secos, la regla, la escuadra y el cartabón despuntados, y un sinfín de aperos de escritura más, aquí me encuentro ante mil documentos burocráticos que rellenar durante los próximos días (¡¡Siiii…., créanme, todavía no hemos empezado las vacaciones…!!).
Aparte de corregir exámenes, lo de escribir informes de evaluación, firmar actas, y preparar las pruebas escritas de septiembre es lo que más odio (quien quiera suscribirme, es libre de hacerlo). El mundo de la docencia está atestado de trámites que no tienen ni pies ni cabeza, una sarta de papeleo insulso que sólo sirve para que nefastos políticos den buena fe de su paternalismo hacia las generaciones venideras con el beneplácito de las que van de capa caída. Hemos convertido la escuela en un centro donde la verborrea y las fórmulas retóricas están enterrando al saber y la libertad de cátedra, los dos auténticos pilares sobre los que descansa la enseñanza.
También es cierto que muchos, entre pasillos, algarabías y pizarras, se dedican a los números de circo, es decir, a rascarse el fandango y obviar su trabajo en pro de intereses personales y otros discursos mediático... y más que enseñar, hacen que otros desaprendan (he constatado que esto es posible), por lo que la administración, el Estado o las entidades privadas, se inventan fórmulas para lavar la cara de estos elementos que poniendo serio semblante y cargando con cientos de fotocopias, no hacen ni el huevo escudándose en la poca capacidad cognitiva de sus estudiantes. Más que informes individualizados y otr, pediría resultados, y el que no los presente, que se vaya a segar alfalfa.


Y para despedir un año académico que tampoco ha sido brillante y para no olvidarnos de los que supone la alfabetización en este mundo de la tiza, aquí les dejo ABeCeCirco, una de las novedades de esta primavera que nos viene de la mano de Daniel Nesquens y Alberto Gamón (editorial Anaya) y que a través de contorsionistas, domadores, malabaristas y otros seres circenses recorren el abecedario en busca de un tren que no han de perder… Y si alguno no tiene bastante circo pueden optar por dos cosas: encender la tele o recorrerse las ferias que poblaran de acrobacias inverosímiles la geografía de este verano.


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