Aunque
me empeñe en no comentar la corrupta actualidad (el otro día una inepta vestida
de pegamoide me gritaba aquello de “¡Antidemócrata!”… ¡Y a mucha honra, payasa!),
los políticos viven empeñados en aguarme la fiesta. Así que, esto es lo que
hay: ¡A joderse! Se ha dicho…
Lo
de la Operación Púnica, aunque para la mayoría es el colmo de los colmos, para
mi es más de lo mismo. Los mismos homínidos con distintos collares, entre los que
veo a algunos de mis alumnos (los más gandules y jetas, por supuesto) en un futuro
no muy lejano en el que se llenarán los bolsillos de billetes, ladrillos y
langosta, que es lo que tira en un país como este en el que las arcas públicas
se vacían a ritmo de retroexcavadora.
Nuestra
naturaleza (si es que no hemos sido creados por algún monstruo mitológico) es
la del hacer poco y trincar mucho, así que no sé de qué se queja todo el mundo
cuando cualquier concejal de urbanismo de medio pelo de un municipio
insignificante ha sabido sacar tajada de tanto movimiento bancario (no pongan
cara de yo-no-he-sido, que hace mucho que se cayeron del guindo).
El
problema de fondo es otro: ¿Para qué tanto político, tanto aforado y tanta
leche? ¿Acaso no tenemos funcionarios?
Desengañémonos, a los primeros que nos les interesa disolver autonomías,
diputaciones y los tropecientos mil ayuntamientos que no sirven para nada en un
país en el que la mayor parte de las autovías están hechas una castaña, es a
ellos. ¿Por qué? Para vivir a cuerpo de reyes, un fin al que todos aspiran sin
excepción alguna, sean estos del 15M, el 20N, el 23F, el 10N… ¡Bingo! ¡Eusebio,
abre el zurrón, que ahí cabe to’!
El
problema está enquistado en nosotros mismos desde tiempos inmemoriales… Todos
damos con compañeros de trabajo que se prestan a organizadores de eventos para
ampliar sus redes lucrativas entre hosteleros y negociantes, todos tenemos
algún familiar lameculos que se zampa en cualquier evento en pro de hacerse con
clientela, todos conocemos al típico vecino sindicalista que quiere meter a su
hijo de camillero, recadero o chófer en cualquier institución pública.
Pero…
¿En qué categoría del Bestiario de
Adrienne Barman (editado por Libros del Zorro Rojo) incluirían a esta jauría de
seres hambrientos y voraces? ¿Qué jungla habitarían estas fieras que, con gran
afán de supervivencia, luchan por echarse algo a la boca y, de paso, trascender
a base de engaños y astucias? Sinceramente, no creo que este libro de conocimientos
colorista -con cierto toque de cómic- y que pretende hacer un recorrido por
toda la fauna que habita el globo de una forma original, fuese capaz de albergar a la llamada clase
política española.
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