lunes, 3 de noviembre de 2014

Categorías bestiales


Aunque me empeñe en no comentar la corrupta actualidad (el otro día una inepta vestida de pegamoide me gritaba aquello de “¡Antidemócrata!”… ¡Y a mucha honra, payasa!), los políticos viven empeñados en aguarme la fiesta. Así que, esto es lo que hay: ¡A joderse! Se ha dicho…
Lo de la Operación Púnica, aunque para la mayoría es el colmo de los colmos, para mi es más de lo mismo. Los mismos homínidos con distintos collares, entre los que veo a algunos de mis alumnos (los más gandules y jetas, por supuesto) en un futuro no muy lejano en el que se llenarán los bolsillos de billetes, ladrillos y langosta, que es lo que tira en un país como este en el que las arcas públicas se vacían a ritmo de retroexcavadora.
Nuestra naturaleza (si es que no hemos sido creados por algún monstruo mitológico) es la del hacer poco y trincar mucho, así que no sé de qué se queja todo el mundo cuando cualquier concejal de urbanismo de medio pelo de un municipio insignificante ha sabido sacar tajada de tanto movimiento bancario (no pongan cara de yo-no-he-sido, que hace mucho que se cayeron del guindo).


El problema de fondo es otro: ¿Para qué tanto político, tanto aforado y tanta leche? ¿Acaso no tenemos funcionarios?  Desengañémonos, a los primeros que nos les interesa disolver autonomías, diputaciones y los tropecientos mil ayuntamientos que no sirven para nada en un país en el que la mayor parte de las autovías están hechas una castaña, es a ellos. ¿Por qué? Para vivir a cuerpo de reyes, un fin al que todos aspiran sin excepción alguna, sean estos del 15M, el 20N, el 23F, el 10N… ¡Bingo! ¡Eusebio, abre el zurrón, que ahí cabe to’!
El problema está enquistado en nosotros mismos desde tiempos inmemoriales… Todos damos con compañeros de trabajo que se prestan a organizadores de eventos para ampliar sus redes lucrativas entre hosteleros y negociantes, todos tenemos algún familiar lameculos que se zampa en cualquier evento en pro de hacerse con clientela, todos conocemos al típico vecino sindicalista que quiere meter a su hijo de camillero, recadero o chófer en cualquier institución pública.


Pero… ¿En qué categoría del Bestiario de Adrienne Barman (editado por Libros del Zorro Rojo) incluirían a esta jauría de seres hambrientos y voraces? ¿Qué jungla habitarían estas fieras que, con gran afán de supervivencia, luchan por echarse algo a la boca y, de paso, trascender a base de engaños y astucias? Sinceramente, no creo que este libro de conocimientos colorista -con cierto toque de cómic- y que pretende hacer un recorrido por toda la fauna que habita el globo de una forma original, fuese capaz de albergar a la llamada clase política española.

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