Tras
consumir algunas horas de lunes y constatar que voy necesitando unas buenas
vacaciones, me sumerjo en las redes sociales y constato que El Retiro ha sido
el mejor lugar para perderse este fin de semana. Aunque han llegado libreros, editores, autores e
ilustradores desde todos los puntos de España, ¿habrá hueco para los lectores?
¿Los auténticos lectores?...
Está
claro que aquí, lo que interesa, es vender, y para vender, además de tener un
producto medianamente decente, hay que darlo a conocer, darle visibilidad,
exhibirlo, es decir, dejarse querer. Para eso están las pasarelas del cartoné (como
la Feria del Libro de Madrid) que ejercen de vivo escaparate en el que lucir
cultura y dignidad es el absoluto mandamiento. Por ello los estamentos
literarios acuden en masa a tales encuentros, esbozan la mejor de sus sonrisas,
se echan fotos con este y con el otro, y regalan muchos autógrafos… Hasta ahí,
todo se mantiene dentro de la lógica comercial (que se ve que últimamente es lo que menos
importa).
Lo
que resulta más fuera de órbita es toda esa caterva de enteraos, meapilas y culturetas
que intentan salir de su miseria a base de pasearse entre escritores y otros
seres editoriales (¡No se piensen ustedes que los hambrientos son patrimonio
exclusivo de políticos y millonarios!). Si no me creen, dense un paseo por las
redes sociales y corroboren por ustedes mismos las ganas que hay de decirle al
mundo lo cultos y leídos que somos, lo bien que invertimos nuestros dineros en
papel impreso, y lo íntegros que somos al enseñarle a nuestros hijos lo que de
verdad importa: pan y tinta, aunque sea con sangre (que es lo que más gusta,
aunque no sea frita).
Parafernalias
aparte (muchos apuntan a la Semana Santa sevillana o el camino rociero, pero pocos
señalan el “postureo” que acarrean los eventos culturales… la misma mierda con
saetas o sin ellas) cabe preguntarse: ¿Por qué al ser humano le gusta encriptar
sus intenciones, envolverlas de un celofán brillante y tirar “p’adelante”,
aunque sea con un libro bajo el brazo?
Sigan
mis consejos y este verano, en vez de loción solar, embadúrnense de pringue cultural,
una que enaltece el alma, nos traslada a un plano quasi-celestial y nos
facilita el voto (¿Soy el único que está hasta los cojones de que algunos
alardeen de votantes de primera por haber leído cuatro libros?… Qué lata eso de
leer a Murakami y mear colonia…). Eso sí, antes de decir cuántos libros se han
leído ante una panda de ignorantes (¡Qué costumbre tan mala esa de medirse las
fuerzas en desigualdad de condiciones!), aprendan a distinguir entre ensayo y novela,
entre un cuento y un relato, entre la rima y la narrativa, algo a lo que puede
ayudarles La vaca Victoria, un personaje muy literario creado por Nono Granero (editorial
Milrazones/Milratones) con el que bien vale mantener una conversación antes de acercarse
por el paseo de coches del citado parque y estrenar moreno intelectual.
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