Aunque
evito a toda costa darle rienda suelta a mis ilusiones y sueños mortales, ese
niño que habita en mí es muy insistente, y muchas veces, como si de un vendaval
se tratase, queda libre y volandero por entre las calles y sus recovecos. No lo
puedo evitar y a veces sueño despierto. Unas veces con ser un superhéroe y
acabar con la maldad que veo a diario (¡Qué ganas de darle su merecido a más de
uno!), y otras veces sueño con lo alcanzable, con lo cotidiano: una playa
desierta, una sombrilla, hamaca, un buen libro, alguien que te quiera al lado y
mucho té helado. Si muchos viven su tiempo pensando en cambiar lo que ha
pasado, un servidor es más de sueños futuros, de los que vendrán (Qué manía
tienen muchos de arrepentirse de esto, de lo otro… ¡Que no hay marcha atrás, es
siempre hacia delante!).
Cada
día tiene sus ensoñaciones… Ayer soñaba con que el día pasara pronto. Esta
mañana que el tiempo no fuera demasiado ligero (¡con la de cosas que tenía que
hacer!). En estos momentos deseo llegar a mi casa y que no haya ni una mota de
polvo (¡Eso sí es soñar!... seguramente tendré que remangarme y ponerme a la
faena) y esta noche rezaré por que mañana sea un nuevo día. También es cierto
que cada uno sueña dependiendo de sus circunstancias. Unos con ver a sus hijos
a la mañana siguiente, otros quieren que sus padres sonrían a diario, el de más
allá se conforma con una buena primitiva, aquel pobre hombre con que la muerte
le llegue pronto, y los últimos, ni sueñan ni padecen (¡De todo tiene que
haber!).
Sin
lugar a dudas, lo peor que tienen los sueños es ser capaces de darles forma, de
lograrlos. Con esfuerzo o sin él, muchos se hacen realidad, pero seguramente para
que sucedan hay que intentarlo. Demoler muchos muros, sortear trabas sin cesar,
hacer muchos agujeros en nuestros tejados y no dejar que el pesimismo de los
demás, ese que cae como una losa sobre ellos, los cubra. Háganme caso: luchen
por sus sueños. A pesar de que he visto muchos truncarse, he constatado como
otros muchos han brillado en estos tiempos en el que las frustraciones son una
constante para muchos.
Y si necesitan un buen ejemplo les dejo aquí Si quieres ver una ballena, otro hermoso
libro de Erin E. Stead y Julie Fogliano (Editorial Océano Travesía), en el que
un niño que quería ver una ballena, se acercó mil y una veces a la orilla del
mar, se dejó balancear por el vaivén de las olas y asesorar por las directrices
de la ciencia, hasta que, finalmente y por sorpresa…
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