Es inevitable desmadrarse con esto de las salidas. Después
de dos meses encadenados a nuestras respectivas viviendas no sé qué esperan
unos y otros. Más todavía con este estío primaveral que invita a cualquier cosa
que se llame ocio…
Lo confieso: me dan ganas de saltarme todo tipo de franjas
horarias, abrir la puerta y echar a andar entre las calles desiertas de la
ciudad. Llegar hasta el campo para disfrutar del sol, vagar sin rumbo, mirando
el horizonte. Sin saber que nos deparará el mañana, pero al menos saber que
existe. Vivir y dejar de habitar este día de la marmota que nos ha hecho perder
la noción del tiempo, estancarnos en un dilatado paréntesis que muchos no
entendemos muy bien.
La libertad, ese bien preciado que nadie valora hasta que se
ve privado de él, nos ha sido arrebatado en pro de muchas bondades y también
maldades, pero a veces me siento frente al sol de la tarde con Schumann de
fondo y pienso “Sin libertad, ¿qué nos queda?” Y se cruzan los recuerdos, las
gentes que ya no verás, momentos que no llorarás, y sonrisas que no iluminarán
a nadie.
Esa es la razón por la que algunos han ido por primera vez a
la frutería o al supermercado, por la que han decidido pasear a un perro que
otrora les recordaba a un florero, o por la que se han convertido en padres
responsables. La misma por la que algunos han engrasado la cadena de la bici después
de muchos años o han madrugado lo que nunca han madrugado para caminar temprano.
Han sido ellos mismos los que han valorado su libertad al ponerle precio, y
eso, perdónenme que les diga, ha sido maravilloso.
Con ese anhelo de que perdure lo de hacer lo que nos
venga en gana, me ha venido a la cabeza la serie de la vaca Marta (editorial
Siruela), uno de los personajes más queridos de Germano Zullo y Albertine, autora que hoy ha
recibido el premio Hans Christian Andersen, el “Nobel” de la Literatura
Infantil, (¡Desde esta casa de monstruos le enviamos nuestra más sincera
enhorabuena!).
Y no es para menos porque Marta es un personaje muy comprometido con la libertad pues, aunque no lo crean, la vida de esta señora, a pesar de ser muy agitada y correr las más extrañas aventuras a lomos de una bicicleta, montada en un globo o descubriendo los fondos marinos, está llena de trabas y cortapisas. Que si unos no quieren ser sus amigos y otros no dan un duro por ella. Pero Marta, con mucho buen humor, gracejo a raudales y bastante educación, siempre se sale con la suya. Una abanderada de la libertad de pensamiento y de acción sin prerrogativas.
Tomen nota de ella y cuando arribe la plena libertad, disfrútenla y sobre todo, defiéndanla.
Y no es para menos porque Marta es un personaje muy comprometido con la libertad pues, aunque no lo crean, la vida de esta señora, a pesar de ser muy agitada y correr las más extrañas aventuras a lomos de una bicicleta, montada en un globo o descubriendo los fondos marinos, está llena de trabas y cortapisas. Que si unos no quieren ser sus amigos y otros no dan un duro por ella. Pero Marta, con mucho buen humor, gracejo a raudales y bastante educación, siempre se sale con la suya. Una abanderada de la libertad de pensamiento y de acción sin prerrogativas.
Tomen nota de ella y cuando arribe la plena libertad, disfrútenla y sobre todo, defiéndanla.
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