domingo, 3 de mayo de 2020

De madres e hijos



Mi madre nunca está de acuerdo en nada. Le chirría cualquier cosa que haga y por tanto, lo comenta. Si  me voy de viaje a un lugar que no le gusta, lo comenta. Si me cuelgo un hato que ella no considera apropiado, bien por estética, bien por funcionalidad, lo comenta. Si tengo la casa llena de libros, lo comenta. Si hago la comida con una receta distinta que a ella no le apaña, lo comenta. A mi madre nunca le viene bien nada. ¿Será porque es madre?


Seguramente muchos de ustedes se habrán visto identificados en alguna de las situaciones que acabo de mencionar, así que ríanse porque es para hacerlo. Y nosotros, como hijos, tenemos esa obligación, la de quitarle hierro al asunto porque, como te dediques a la confrontación, la llevas clara. Te tachan de esto, de lo otro y de lo de más allá. Que seguramente será cierto (para qué nos vamos a engañar, pues la experiencia es un grado), pero equivocarse también es necesario.


Eso no quiere decir que todo lo que salga por la boquita de esas madres metijacas vaya a misa, porque claro, existe un cierto anacronismo en esta vida que limita a los sabios y sus sabidurías, llámense estas ciencia, tecnología, legislación o moda. La vida va cambiando a pasos agigantados y no siempre se puede estar al tanto de todos los avances por mucho que se quiera.


Que ellas lo hacen por nuestro bien es algo que no dudo, pero también adolecen de cierto deje autoritario (y afectado) que convierte lo ínfimo en algo desproporcionado, sobre todo si va a acompañado de sollozos y llantos (sí, sí, ese chantaje emocional que a los hijos nos enferma tanto).


Lo mejor es tomarse las cosas con tranquilidad, tener en cuenta algunas palabras (No hay que ser necio y desoír las palabras de los progenitores. Que siempre esconden sabiduría y nunca malos deseos) y esperar que el río vuelva a su cauce. Porque si te niegas en rotundo, te exacerbas y te pones a la gresca, la reconciliación te cuesta el doble.


Lo mejor de todo sucede cuando hijos y madres se dejan las afrentas, abren el corazón y la mente, y se trasladan a posiciones contrarias y desconocidas en loor del entendimiento. Así aprendemos todos que hay cosas en la vida que pueden cambiarse, aunque otras, como el amor de una madre, permanezcan inalterables.  



Todas las ilustraciones de este post del día de la madre pertenecen a Hadabruja, un álbum escrito por Brigitte Minne, ilustrado por Carll Cneut y editado por Barbara Fiore que va en consonancia con estas palabras.

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