martes, 25 de mayo de 2021

Mimetismo laboral


Si hace unos años, décadas más bien, los jefes gustaban de trabajadores inquietos, arriesgados y críticos, parece ser que en los tiempos que corren, la necesidad de rodearse de operarios complacientes, serviles y conformistas es más que manifiesta. Así pasa, que a quien no siga los preceptos del buen esclavo y se rebele: leña al mono. Les incomoda que alguien piense por sí mismo, diga su opinión y se oponga al dictamen del pensamiento único, ciertas injusticias o una decisión equivocada, algo por lo que son desacreditados y ninguneados.


Es por esa razón que últimamente muchos optan por el mimetismo laboral, es decir, desarrollar discursos vacuos e inertes con los compañeros de trabajo, pasar lo más desapercibidos posibles, hacer lo justo y necesario, y, si toca, ejercer de palmeros del cortijero de turno.
Una actitud que se ve más todavía en ambientes laborales donde todos se conocen y respiran ese tufillo “familiar” (observen las connotaciones negativas del vocablo) casi obsceno. Espacios donde los prejuicios y sambenitos corren como la pólvora son lo peor que le puede pasar a todas aquellas personas que NO trabajan como autómatas.


No se equivoquen. Cunde la idea de que debemos reclutar gente especial, con ideas propias, creativa, sin prejuicios y resolutiva, pero la experiencia me dice que cuando muchos la encuentran… ¡Zas! ¡En toda la boca! Simplemente porque se dan cuenta que eso poco tiene que ver con lo aburrido, estéril y políticamente correcto que empapa sus vidas y frustra sus aspiraciones de vulgares caciques.
Les azora enormemente que alguien dude sobre el orden establecido, prefieren que nadie los arrincone contra las cuerdas. No sea que se busquen algún problema, deban responder ante otros más mediocres que ellos, o tengan que demostrar su calidad y valía.
Lo peor de todo es que esos no saben que  hay muchos tipos de mimetismo. Mientras que unos solo quieren salvar su pellejo (y salario) evitando ser el tonto de turno, otros se camuflan entre la muchedumbre con peores intenciones, pues pretenden engañar sus percepciones para que, una vez se acerque el momento, sacar provecho a raudales. ¡Menos mal que la naturaleza es sabia!


Y si siguen sin entenderlo, aquí les dejo con Émilie Vast, una especialista en esto del juego mimético, y su En lo alto, el libro que nos trae esta primavera Océano Travesía para hacer las delicias de quienes gustamos de descubrir camuflados.
Coatí busca frutas en el árbol cuando de repente ocelote cae sobre él por culpa de un accidente. Ambos comienzan las pesquisas para averiguar quién es ha sido el causante de la caída. Suben poco a poco a lo alto del árbol y se topan con otros animales como el ibis o el mono aullador que también creen que hay algo raro ahí arriba. ¿Darán con el culpable?


Una fábula ambientada en plena selva amazónica que además de presentar a un buen puñado de animales propios de aquellos lares, propone un juego de descubrimiento con cierto aire de retahíla, no sin olvidar un particular lenguaje estético donde las formas planas se adecuan a la mirada de los prelectores, algo que también sucede en su Korokoro.
Así que ya saben, si quieren llegar a lo más alto: mimetícense con el entorno.

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