Yo no sé cómo la gente, a estas alturas de la vida, todavía no se ha dado cuenta de que los políticos viven a costa de sus respectivas leyendas. En este país donde el bipartidismo sigue siendo la lacra de una democracia insana, se hinchan a costa del relato. Que si unos son buenos, que si otros son malos. Una partida de ping-pong que legislatura tras legislatura sigue en tablas.
La izquierda se preocupa por la sanidad pública y por la educación, va a terminar con el cambio climático, con la violencia de género y el racismo, y va a repartir las riquezas equitativamente. La derecha nos trae bonanzas y trabajo, pone a raya a los nacionalismos, tiene en cuenta el estado de derecho y controla el gasto público.
En fin… Mientras José Mota, Antonio Resines y Ana Obregón se apuntan a la propaganda asalariados por el estado, ese que sirve a intereses partidistas en vez de a los ciudadanos, los que pagamos impuestos, nos ponemos enfermos viendo el resultado.
Ahora que se acerca una inevitable crisis económica, podremos asistir una vez más, a esa división de la sociedad que alimentan los mitos de la derecha y la izquierda, un teatrillo más para continuar con el juego de tronos en el que se ha convertido esta España nuestra desde hace siglos y que dista mucho de ser ese país que muchos creímos que podía ser.
Y así, con tanto cuento, lo mejor que podemos hacer es empezar la semana con Flor de leyendas, una compilación de relatos de Alejandro Casona. Aunque seguro que todos vosotros conocéis alguna edición de este clásico, la que se ha marcado Ediciones Modernas El Embudo es una locura de las buenas.
consiste en una reedición de la primera que se publicó allá por 1932 con once leyendas ilustradas por Francisco Rivero Gil. Como Alejandro Casona añadió tres nuevas leyendas en ediciones posteriores, los de El Embudo no querían que el libro de hoy quedara desprovisto de ellas y le propusieron a Elena Odriozola completar la labor ilustrada con un puñado de nuevas imágenes que siguieran la misma línea que las antiguas, pero al mismo tiempo fueran distinguibles de estas.
Así tenemos un señor libro formado por un corpus de catorce leyendas impresas a dos tintas (parda y hierba) que se acompañan de ilustraciones en color verde. Además, se añaden una serie de elementos que la enriquecen, como el epílogo que invita a los lectores a dramatizar estos relatos poniendo como ejemplo una obrita atribuida a Casona, un juego de adivinanzas (¿Sabrían decirme a qué aves pertenecen las siluetas? Si no lo saben encontrarán las pistas en casa leyenda) y la nota del editor que explica todo el proceso que se llevó a cabo para sacar a la luz este libro.
Sin lugar a dudas, una buena excusa para recuperar el legado de uno de los dramaturgos más importantes de la llamada Generación del 27, el director del teatro de las Misiones Pedagógicas que versionó estas leyendas clásicas para que el público infantil conociese un patrimonio cultural necesario a la hora de entender multitud de obras artísticas que han acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales.
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