Recordar es importante, sobre todo para el ser humano. Aunque muchos desearíamos olvidarnos de todo, otros piensan que los recuerdos son un bálsamo. Pero, ¿qué son los recuerdos?
Los recuerdos son ideas que se forman a partir de experiencias, se almacenan en el sistema nervioso y se pueden recuperar. El conjunto de todas esas ideas es lo que llamamos memoria.
La biología define dos tipos de memoria, la memoria a corto plazo (nuestra agenda diaria, un número de teléfono o el estribillo de una canción) y la memoria a largo plazo (recuerdos de niñez o conducir un automóvil). Ambas son procesos muy intrincados en los que intervienen diferentes áreas del sistema nervioso central y de los que queda mucho por conocer.
Sabemos que los recuerdos son ideas complejas en las que intervienen las imágenes, los olores, los sonidos o las emociones. También sabemos que recordamos mejor sin estrés o cansancio, ya que el sueño es uno de los procesos que fija la memoria.
Al contrario de lo que opina mucha gente, los recuerdos no se suelen perder, sino que se almacenan de diferente manera, esto hace que unos se recuperen más fácilmente que otros. Esa es la razón por la que ciertos estímulos (un olor característico, por ejemplo) nos hacen recordar de manera repentina episodios que creíamos olvidados.
Además, recordar depende en gran parte del dónde y del cómo nos sentimos. Por eso cuando visitamos un lugar por segunda vez, solemos experimentar recuerdos que se relacionan con el mismo sitio en el pasado, un hecho que tienen muy en cuenta los médicos a la hora de tratar a aquellas personas que sufren amnesia o pérdida de memoria.
Por todas estas cuestiones y muchas más, me ha encantado Tortuga, el álbum de Ángela Cuartas y Dipacho que ha publicado hace poco la editorial Tres Tigres Tristes. Aunque me hubiera gustado reservarlo para más adelante, tocaba hablar ya de este librito sincero y con un mensaje que cala hondo.
A este un nieto le gustaría hablarnos de su abuelo pero no se acuerda de él, solo de las tortugas. De cómo caminan, de su cabeza, su caparazón, de su piel y de su tamaño. Ni rastro del abuelo. Qué raro… ¿Qué despiste será este?
Con formato vertical, esta narración se construye sobre un texto hilvanado con oraciones breves y unas ilustraciones de composiciones sobrias y elegantes donde la disposición de las figuras y el texto son clave en la elaboración del discurso.
Fondos en blanco y negro ayudan a contar una historia oscura pero a la vez luminosa, con los ojos abiertos y también cerrados, que miran a las tortugas y también a la imagen olvidada de ese abuelo perdido.
Y las tortugas, montones de tortugas que redundan y reverberan en la memoria, un elemento que, bien en imágenes, bien en palabras, es esencial a la hora de entender que da igual cómo se guarden los recuerdos, lo importante es que queden.
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