Como Mark Twain, siempre he sido gran partidario de la risa. No hay nada que una carcajada no sea capaz de arreglar. Incluso en los momentos más dolorosos, tristes y trágicos hay momento para la risa. Y si no que se lo digan a Shakespeare, que lograba hacer de cualquier tragedia un poco de chiste.
La risa es tan compleja y desconcertante que no logra poner de acuerdo a neurobiólogos filósofos y psicólogos del comportamiento. Mientras unos piensan que es una forma de comunicación innata heredada de los primates e íntimamente relacionada con el lenguaje, otros creen que constituye una reminiscencia o sinónimo del grito de triunfo del luchador tras ganar a su adversario. Los menos sostienen que la risa tiene que ver con el estado de relajación compartido que sucede tras una situación de peligro. Sea como fuere, lo que tenemos claro es que la risa tiene un origen evolutivo y genético, pues es un fenómeno que solo presentamos los monos y nosotros.
La risa puede ser de muchos tipos. Las hay silenciosas o muy estridentes, también nerviosas y que son sinónimo de alegría. Hay sonrisas para cada momento. Irónicas, despectivas, condescendientes, aprobatorias y libertinas. Muy peculiares y del montón, excesivamente contagiosas y diplomáticas ante ciertos conflictos.
Lo que está claro es que reírse es bueno. Y no lo digo yo, sino un sinfín de estudios. Se cree que libera endorfinas, reduce el estrés, aumenta el pulso y el ritmo cardiaco, ayuda a una correcta digestión y reduce el estreñimiento gracias a la contracción de los músculos abdominales, incrementa la producción de anticuerpos, y disminuye la concentración de colesterol en sangre. Vamos, que reírse es una puta maravilla.
No me extraña que el protagonista de El rey que reía y no reía, esté tan preocupado al no poder reírse con todas sus ganas. ¿Qué no lo conocen? Pues aprovechen, que hoy voy a destripar un poco este álbum con texto de Francesc Bononad e ilustraciones de Neus Caamaño, que acaba de llegar a las librerías de la mano de la editorial Thule, para hacernos más llevadera la vida.
El libro nos cuenta la historia de un rey al que le encanta reír. Ríe con la a (jajaja), con la e (jejeje), con la i (jijiji) y con la o (jojojo), pero no sabe reír con la u. Como esto le entristece y no puede reírse a sus anchas porque, como ya sabéis, la u tiene forma de sonrisa, decide comunicárselo a sus consejeros que convocan en palacio a un puñado de expertos para que resuelvan el problema del rey. ¿Lograrán que el monarca se ría con todas las vocales? ¿Quién lo conseguirá?
Partiendo de una situación muy recurrente en los cuentos populares, Francesc Bononad, recrea una historia tan surrealista, como escatológica para el disfrute de cualquier lector, donde aparecen cortesanos, bufones e incluso una niña que hace un guiño a ese otro niño clarividente de de El traje nuevo del emperador. Esa mezcla de lenguaje culto y refinado con ese otro más canalla y popular, crea una cercanía muy seductora en el lector, al mismo tiempo que le da enjundia y empaque.
Las ilustraciones de Neus Caamaño se empapan de montones de recursos narrativos y referencias. Naipes, filigranas, caricaturas, infografías y metáforas visuales se aglutinan en las páginas de un libro donde texto e imágenes nos desvelan detalles narrativos que se complementan de manera exquisita y vistosa.
No se me puede olvidar una alabanza al Apéndice sobre vocabulario paremiológico. Me parece un gran acierto, no sólo por la solemnidad con la que trata los temas escatológicos que a más de uno le roban un guiño, sino por ayudar a entender la obra desde el prisma de lo absurdo, lo irónico y lo jocoso. ¡Bravo por esta oda diferente a la risa!
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