jueves, 4 de abril de 2024

Dinámica de poblaciones


A diario nos venden la moto de que el cambio climático tiene mucho que ver con la población humana. Ya somos más de ocho mil millones de elementos pululando por este planeta. Superados solo por los pollos y las gallinas, somos una verdadera plaga para un planeta cuyos recursos tiemblan cada vez que nos da por alguna tontuna.
Este modelo huésped-parásito por el que abogó Lovelock con su teoría de Gaia, se ha hecho realidad en menos de setenta y cinco años. Un hecho que han aprovechado los magnates de la Agenda 20-30 para plantear los famosos ODS que, inevitablemente, necesitan pasar por una reducción de la población para alcanzar esa sostenibilidad tan, tan deseada. Hasta que no controlemos el crecimiento de nuestra población, el llamado desarrollo sostenible es imposible.


Pues bien, lo están consiguiendo. Se estima que dentro de cincuenta años habrá una deceleración de nuestro crecimiento poblacional, e incluso se piensa que habrá una reducción de nuestro número de cabezas. Aunque ustedes piensen que la nuestra es una especie exponencial, ya les digo yo que cualquier población biológica se encuentra sometida a factores que modelan los modelos de crecimiento. Escasez de recursos, competencia, plagas, natalidad, infertilidad…
Si no me creen piensen en el modelo de vida capitalista occidental. Cada vez más envejecido, menos activo socialmente. Divorcios, solteros, parejas sin hijos, hombres y mujeres estériles y/o envejecidos, individualistas, hedonistas, pansexuales… No se echen las manos a la cabeza, pero da la impresión de que todo se dirige a lo mismo. Y lo peor de todo es que otras culturas empiezan a abogar por lo mismo. Chinos, indios, latinoamericanos o árabes sienten envidia y toman nota.


Y mientras unos quieren que la población descienda, otros abogan por los nacimientos. Concretamente al ganador del premio Bologna Ragazzi del 2023. No es para menos, pues Todo lo que pasó antes de que llegaras, un libro de la argentina Yael Frankel con el que la editorial Limonero desembarca en España (por segunda vez y esperemos que definitiva) para hacer las delicias de los monstruos.
La historia en cuestión trata de un crío que espera la llegada de su hermano. Mientras, le va poniendo en antecedentes contándole todo lo que ha sucedido antes de que el nuevo miembro de familia aterrice en este mundo, de paso, le hace sugerencias y descubrimientos sobre el entorno en el que va a aterrizar. Nuevos modelos familiares, aracnofobia, un perro llamado Ernesto, una pecera rota, la higiene personal o un robot que funciona a pilas. Todo eso y mucho más cabe en esta suerte de diario-manual.


Desde la mirada inocente e infantil, y con un puntito de humor muy sugerente, la autora de El ascensor, Excursión o El diminuto señor Cuidados, se pierde en su propia infancia, la de una hermana pequeña a la que los demás han tenido que traspasar su conocimiento y experiencias, un legado familiar conjunto del que todos debemos participar para comprender de dónde venimos y adónde vamos.
El concepto del tiempo, números a mansalva, momentos cotidianos, elementos infográficos, dos tipografías para una misma voz narrativa, guardas peritextuales que funcionan a modo de prólogo y epílogo, e incluso una dedicatoria muy pertinente, hacen de este libro un manual de vida infantil imprescindible para cualquier lector.


El estilo por el que Frankel apuesta en esta historia, además de recordar a ese trazo infantil tan caótico como simbólico, invita a descubrir detalles que, a simple vista, pueden pasar desapercibidos, pero que gracias al texto se revelan y nos dibujan una sonrisa donde la palabra "entrañable" lo dice todo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno.Ana Hidalgo.

Román Belmonte dijo...

¡Me alegra saber que te ha gustado! ¡Un abrazo!

Encarnita dijo...

Qué buena pinta tiene el libro, habrá que echarle un vistazo.Tengo de esta autora El hueco, y me parece precioso. Lo conocerás seguro por que es del "tema de la muerte".