viernes, 10 de mayo de 2024

Ridículos


No me sorprende que a la gente le encante el pan y el circo. Lo que sí me deja estupefacto es que sean tan ridículos como para hacerlo evidente. Fíjense en todo este lío que se ha organizado por la participación de Israel en Eurovisión. Si este concurso es ya bastante pútrido, que el personal la empente con Eden Golan por el mero hecho de representar a su país, da muestra del coeficiente intelectual de los eurofans.
Que la gente reduzca un conflicto geopolítico que se remonta a la Antigüedad y tiene muchas facetas, a un linchamiento popular, me parece de lo más absurdo que he visto en mucho tiempo. Lo peor de todo es que estos mamporreros progres se creerán adalides de la humanidad mientras lanzan piedras a la vedete judía. ¡Como si no tuviera bastante la pobre con haber vivido más de una década en Rusia!


Osados. Es que somos muy osados. Y también muy ignorantes. Mira que yo soy deslenguado, pero siempre abogo por la prudencia cuando se trata de temas que no piloto. Pero aquí parece que todo quisqui se lanza al barro sin pudor alguno. Manejando cuatro datos que les mastican los medios y los cantamañanas de la propaganda, se permiten el lujo de opinar, abuchear y censurar al que no pertenece a su caverna.
Veamos el caso de Inés Hernand, una buenorra metida a Pasionaria que, a golpe de cara lavada (aderezos del relato), lanza soflamas virales a sus indignados palmeros, porque ella (ella y siempre ella) ha perdido unos trabajos (que no especifica) por denunciar el supuesto genocidio palestino (¿Sabrá la diferencia entre este término y crimen de guerra?). La pava, tomando el ejemplo de su presi, se mete a victimista y ayuda a salvar el mundo con mucha notoriedad (y publicidad). ¿Acaso preferirá formar parte del harem de un líder de Hamas?
Lo dicho, el nivel de cuñaismo que estamos alcanzando en Occidente es para mear y no echar gota. Cualquier cosa es susceptible de generar un rifirafe en esa batalla cultural a costa de todos esos incautos que, a golpe de ideal (es lo que manda en las masas), se meten en los más variopintos berenjenales.


Dejando a un lado el concurso friki (que gracias a Dios terminó el sábado) y sus derivados, hoy me voy a centrar en ¡Ri-dí-cu-lo!, el título que Niño Editor nos regala esta temporada gracias a su apuesta por recuperar libros olvidados en los anaqueles.


Polichinella y Rappel son dos esperpentos, dos monigotes que se miran de frente, se señalan y encuentran todo tipo de miserias mutuas con las que desternillarse a cuenta del otro. Si uno tiene una nariz desorbitada sobre la que hace el pino, el otro tiene un barrigón sobre el que se balancea como un tentetieso. Ellos siguen con el chiste y afirman que son unos ridículos, para luego presentarse con la burla ante el dragón de dos cabezas. ¿Les seguirá el rollo?


En otro de esos títulos que se podría adscribir al teatro del absurdo, André François, el mago que nos regaló, entre otras, obras como El pequeño Brown o Roland, se centro en el diálogo de besugos para sacarnos una sonrisa sin olvidar muchos de los clásicos componentes lúdicos. Una pizca de rima, repetitividad, exageraciones, parecidos razonables y algún susto, se conjugan en una pequeña comedia de situación que recuerda a esas representaciones que los niños crean utilizando juguetes y muñecos.


Publicado por primera vez en 1971, este álbum no solo supone un divertimento para todos los públicos, sino que también escenifica todo un ideario que indaga en el autoconocimiento desde una perspectiva singular, pues esas diferencias entre los personajes que podrían generar un conflicto, se transforman en un espacio para la seguridad y la aceptación. 
Si a todo esto unimos una portada inquietante (¿Se están señalando? ¿O son dos gólems que cobran vida?), un final sugerente (¿Qué pintan ahí el sol y la luna?) y cierto deje al Ubú rey de Alfred Jarry, el surrealismo/dadaísmo está servido. Háganse con él y luego me dicen qué les ha parecido.

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