viernes, 29 de noviembre de 2024

Humor que divierte y engancha


Mira que me gusta un libro divertido. Y si es después de una semana como esta, mucho más. No entiendo el empeño de los llamados agentes culturales en ponerse trascendentales e intimistas. Si lo que necesitamos los seres humanos es algo de cachondeo para enfrentarnos a las miserias cotidianas, ¿por qué no nos dejarán reírnos sin mesura? Hasta se han inventado un tipo de humor para aburrir a las piedras. Dignificación, corrección política, impostura… Solo hay que ver los "late night" de moda. Para cortarse las venas...


¡Ya basta, caris! Yo lo que necesito es un libro como el de hoy, con mucho ritmo, situaciones absurdas, jocosas, humanas e ideal para celebrar el Día de las bibliotecas. Imaginen: una auxiliar le entrega el mando de la Biblioteca Nacional a un cerdo un tanto cobarde. A partir de ahí, todo es pura fantasía. Una panda de borrachos y bandarras, esa araña tocapelotas, personajes de cuento hechos un asco, limpiadoras en huelga, una ola de frío polar (como la que necesitamos), mucha escatología, mala educación y hasta un paro cardíaco. No falta de nada. Ni siquiera versos, rima consonante, consejos bibliotecarios y guardas epitextuales. ¡A disfrutarlo!


[…]
Érase un día azotado por el viento,
érase un día de clima turbulento,
érase un día tan frío que pelaba,
que llovía, nevaba, granizaba.

Cerraron calles, colegios, parques,
quedaron en casa los estudiantes,
salvo un gorrino cabeza hueca
que, sorprendido por la tormenta,
buscó refugio en la biblioteca.

Allí la encargada, una tal doña Socorro,
lo recibió con guantes, abrigo y gorro.
-Me voy –dijo-, que tengo jaqueca.
¿Cuidarás hasta las cinco de la biblioteca?

Aceptó el gorrino la propuesta
y partió doña Socorro toda presta,
dejándole con una araña peluda
que hojeaba un manual de costura.

Era el gorrino muy dulce y obediente,
pero también, ha de decirse, poco valiente.
¿Es necesario, pensaréis, ser aguerrido?
¡Cuidar de los libros es pan comido!

Veréis, todo iba a pedir de boca
hasta que entró en la sala una oca
liderando a una banda de cretinos
que venían de una cata de vinos.
[…]

Marta Azcona.
En: Desventuras de un cerdo colosal en la Biblioteca Nacional.
Ilustraciones de Anna Font.
2024. Barcelona: Takatuka.


martes, 26 de noviembre de 2024

Historias nocturnas


Durante las semanas pasadas han ido llegando a la redacción de este blog un buen puñado de libros ambientados en el maravilloso mundo de la noche y como la temporada pasada y la anterior elaboré una pequeña selección de libros dedicados a la cena, las buenas noches, las historias nocturnas o los intríngulis del sueño, este año vuelvo a hacer lo propio con libros que tratan estos temas tan recurrentes en la LIJ y que tanto gustan a pequeños y grandes antes de acudir a la cama. Sin más dilación aquí les dejo con ellos. Y no pierdan de vista esta entrada porque seguramente vaya sumando alguno más a lo largo de este curso.


Empezamos con Cuernamanteca, un libro de Magali Bonniol y Pierre Bertrand, editado por entreDos. Esta historia empieza a la hora de la cena, esa en la que Pedro se niega a tomarse la sopa, algo que trae de cabeza a toda la familia. Su padre le advierte que si no se la termina, la bruja Cuernamanteca vendrá en mitad de la noche y lo asustará hasta que se tome la sopera entera. Pedro no hace ni caso y se va a la cama con el estómago vacío como otras muchas veces. Pero esa noche, el armario se abre con un chirrido espantoso y aparece en la habitación la temida bruja que empieza a crecer y a enfurecerse. ¿Acabará Pedro comiéndose la sopa?


Con elementos muy recurrentes de los cuentos de hadas (esa bruja tan estereotipada, un héroe muy ingenioso y rimas consonantes que suenan a hechizo), los autores nos presentan una historia cotidiana aderezada con la mejor de las fantasías que bebe de la literatura infantil más subversiva (el triunfo de Pedro ante las normas del universo adulto queda muy claro). De dimensiones apaisadas, seguro que este álbum les arranca más de una sonrisa cuando busquen una cuchara…


Seguimos con Buenas noches, Álex Álvarez, un clásico de Gunilla Bergström recuperado por la editorial entreDos. Publicado por primera vez en 1972, nos cuenta la historia de un chiquillo de cuatro años que ha encandilado a millones de lectores. Como cualquier otro, no para ni un segundo. Tan pronto se porta bien, como se convierte en un demonio, ríe a ratos y llora otros. Primero, el cuento, después, lavarse los dientes, luego, un vaso de agua… ¡No deja en paz a su padre! El hombre solo quiere que se quede durmiendo y deje de dar la lata. ¿Será capaz de ello?



Con mucho humor, la autora sueca nos presenta una de esas situaciones tan comunes en los hogares con niños pequeños. Así pasa, que los padres viven esclavizados por sus hijos, unos que no saben diferenciar juegos y obligaciones. Menos mal que al final será Álex Álvarez quien ponga ese puntito de ternura a un libro sin pretensiones que solo pretende robarnos una sonrisa con una realidad muy recurrente.


Buenas noches, cariñito, un álbum de Muriel Zürcher y Stéphane Nicolet (Petaletras), también se adentra en el momento de las buenas noches. A Cariñito (no les digo más...) le han contado un cuento, le han dado el beso de buenas noches y se dispone a dormir. De repente, alguien llama a la puerta. Es su madre preguntándole si ha ido al baño. Que siiii. Vuelven a llamar. Es su padre cantándole una nana. Termina y se va. ¡Toc, toc! ¿La van a dejar tranquila de una vez? ¡Ella solo quiere dormir!



Aunque utiliza el mismo escenario narrativo que el anterior, el mensaje es completamente opuesto, pues realiza una crítica a ese modelo de paternidad actual que tanto ha calado en muchas familias donde el sobre-proteccionismo y el empalague alcanzan cotas insospechadas. Apelativos edulcorados y mucho diminutivo ridiculizan a unos padres que se muestran excesivos e impertinentes ante una hija que tiene más sentido común que ellos.


Conejito de luna de Choi Young Ah y editado por Libros del Zorro Rojo es otro de esos libros que nos sumergen en el mundo de la noche de la mano de un conejito que intenta devolverle a la luna un pedazo que se le ha desprendido por culpa de una estrella fugaz. El conejito intenta alcanzar a nuestro satélite utilizando mucho ingenio, pero no consigue acercarse tanto. ¿Conseguirá llevar a buen término su reto?



Basado en una leyenda tradicional que pulula por muchos países asiáticos, este libro nos habla de cómo enfrentarnos a las adversidades, aunque sea a trancas y barrancas. La autora coreana nos presenta una historia sin palabras utilizando elementos del cómic y esas ilustraciones a caballo entre el anime, la técnica digital y el dibujo tradicional donde el paisaje y la naturaleza cobran mucha importancia. Alternancia de planos, secuencias y movimientos, mucha carga emotiva y un final lleno de júbilo juegan a favor de un libro muy agradable.


Como en una selección de libros nocturnos no podía faltar uno sobre miedos infantiles, para terminar les traigo ¿Quién dijo miedo?, el bautizo editorial de Ana Sánchez Garea, gracias a la editorial gallega Pepa A Loba. A Eli no le gusta la oscuridad y su padre le pide que cierre los ojos al tiempo que le va enumerando los montones de cosas hermosas que suceden cuando el sol se apaga. Brillan las luciérnagas, se oye el crepitar de las hogueras, estallan los fuegos artificiales e incluso florecen algunas plantas.



Con mucho virtuosismo, la autora da vida a unas ilustraciones muy evocadoras donde los planos generales y los primeros planos van dibujando estampas bucólicas y realistas que dan valor a esos momentos en los que la luz se abre paso en la oscuridad y la llena de significado. Momentos festivos, otros más íntimos, donde hay mucha belleza y también sorpresa. Aprender a poner en valor las cosas por poco que nos gusten, también es necesario a la hora de conocer el mundo que nos rodea y despejarlo de supuestos peligros y miedos infundados.
¡Buenas noches, queridos monstruos!

lunes, 25 de noviembre de 2024

Desastres cotidianos


Ayer fue un día de mierda. Sí, lo afirmo con total claridad. Los alumnos están imposibles. La primavera parece haberse adelantado unos cuantos meses (Y no me extraña… ¡Menudas temperaturas para vislumbrarse diciembre…!) y sus hormonas juegan al ping-pong en los pasillos. Son capaces de cualquier cosa con tal de hacer su santa voluntad.
Por otro lado, tengo a los compañeros. Una suerte de dinosaurios que, habiendo adquirido la condición de vacas sagradas, son capaces de defenestrarte con tal de seguir manejando el cotarro. ¡Hábrase visto tanto mangoneo! Y lo peor de todo es que se jubilan en menos que canta un gallo…
Y luego, las familias… No hay nada peor que una madre más arrogante que sus vástagos. Se retratan en un plis. Que si trabajo en tal sitio, que si conozco a no-sé-quién, que si confío en mi hijo plenamente… Menos lobos, Caperucita, que en el fondo eres una arribista de medio pelo, una lumpen teñida de clase media que intenta lavar su pasado a costa de menospreciar a todo el que te ponga en evidencia.


Menos mal que mi curso avanzado de croquetas está dando sus frutos y en nada me voy a convertir en un maestro de la bechamel y los rebozados. Un pequeño consuelo me hace brillar tras la tempestad. No hay nada como relativizar los pequeños desastres de la vida y contemplar lo acontecido desde una perspectiva más distante. Y si no sabes cómo hacerlo, he aquí una pequeña guía en la que encontrarás esa mínima situación que te saca de tus casillas.


Aquí está la Guía ilustrada de las catástrofes de cada día, un libro de Noritake Suzuki que nos regala la editorial Libros del Zorro Rojo y que se antoja uno de libros del año. Con un formato de guía comentada, este álbum que cabalga entre la no ficción y la ficción, nos hace un recorrido por situaciones cotidianas que, por suerte o desgracia, casi todos hemos experimentado alguna vez.


Una tostada que se quema, un exceso de salsa en la comida, una pajita que se cuela dentro del zumo, un helado que comienza a derretirse, el calcetín juguetón que cae detrás de la lavadora, te quedas sin papel higiénico cuando más falta hace o pisar una mierda (una de las cosas que más odio en este mundo). Todas estas desgracias y muchas más quedan recogidas en este librito donde las expresiones del protagonista nos dicen mucho.


Muchísimo humor para invitarnos a ver muchos momentos desde lo paródico, no caer en el drama y buscar la solución (o en su defecto, el lado bueno). Con juego de búsqueda incluido y un aperitivo del segundo volumen, no se pueden perder este libro que nos presenta estas desgracias en un formato muy ameno que incluye el grado de importancia, su peligrosidad, la probabilidad de que sucedan y desastres similares.
Para regalar a todos los cenizos que nos rodean, personas dramáticas o con días desastrosos como un servidor.

viernes, 22 de noviembre de 2024

En las raíces de los árboles


La omnipresencia del bosque en gran parte de los cuentos tradicionales es un hecho más que evidente, sobre todo en los de nuestras latitudes. El bosque, ese espacio ideal para ocultar un crimen, perfecto para esconderse, ese refugio ante las amenazas y escenario de aventuras inesperadas. Incluso nos provee de alimentos con los que poder sobrevivir. El bosque es un todo y por ello tiene una posición privilegiada en las narraciones que nos acompañan desde que la especie humana ha buscado en las historias una forma de entretenimiento. Y aunque hay muchos tipos de bosques, en ninguno de estos pueden faltar árboles. Árboles pequeños o grandes, de hoja perenne o caduca. Incluso un único árbol puede formar el bosque.
Por esa razón, hoy termino con este pequeño homenaje a todos esos árboles que guardan en sus raíces la magia de las palabras que los humanos nos regalamos entre nosotros por mera generosidad.


¿Con qué sueñan los árboles?

Sueñan con ver la luna y las estrellas,
con los duendes y las hadas.
Sueñan con tener luz y agua,
con viento y brumas.
Sueñan con juegos de niños,
con tener nidos y casa colgadas.
Sueñan con ser verdes y altos,
con palabras de enamorados.
Sueñan con ser viejos
y caminar como sus ancestros.
Sueñan con tocar las nubes
y volar con el viento.

***

¿Tienen pesadillas?

Desiertos, antorchas, hachas,
riadas, minas, carreteras,
basuras y riquezas
asustan a los árboles.
Les secan las raíces,
les tiran las hojas,
les separan la corteza,
les cuartean las ramas.
Pero la naturaleza
les regalo dos dones:

Los árboles tienen sueños
y los árboles nunca se rinden.

Javier Sobrino.
En: Plantar el mundo.
Ilustraciones de Concha Pasamar.
2024. Barcelona: Akiara.


martes, 19 de noviembre de 2024

Cuentos mutantes


Todos los estudiosos del tema suelen aludir a la capacidad mutable de los cuentos, sobre todo si tenemos en cuenta que estas creaciones populares corren de boca en boca y de hoguera en hoguera. Como nuestros propios genes, pueden ser modificados gracias a las aportaciones que cada narrador hace en su relato, y no nos debería extrañar que existan numerosas versiones de cada uno de ellos, más todavía teniendo en cuenta la de años que han pasado desde que la especie humana comenzó a usarlos.
Bien por necesidades del guion (añadir un poco de salsa siempre realza los sabores), las tendencias y modas (como el largo de la falda, los cuentos también se adaptan al gusto del público) u otras triquiñuelas (ya saben… cuitas palaciegas, intereses maquiavélicos, revoluciones populares y doctrinas varias, también meten la cuña publicitaria en los cuentos), estas narraciones han ido cambiando su forma.


Parece que todo cambia con Gutemberg y su invento, pues eso de la letra impresa pone freno a que todo el mundo colabore con sus aportaciones en esto del entretenimiento lingüístico. O al menos, eso creemos, pues incluso de esta manera, también hay que hablar de libros destruidos o perdidos, editores entrometidos, traductores desafortunados, correctores incorregibles y lectores juguetones.


Precisamente de estos últimos toca hablar hoy gracias al último libro de Jon Klassen que se publica en nuestro país gracias a Blackie Books. La calavera, que así se llama el título de este álbum, está basado en un cuento tradicional tirolés que Klassen leyó en una biblioteca de Alaska mientras esperaba que comenzase una de sus presentaciones.
La historia nos habla de Otilia, una niña que huye en mitad de la noche. Atraviesa el bosque mientras escucha su nombre, hasta que se encuentra con una casa. Al acercarse, se da cuenta de que la puerta esta cerrada y, tras llamar y preguntar si hay alguien, una voz le contesta. Al alzar la cabeza, ve a una calavera asomada a una ventana que, finalmente, le ayudará a entrar. La calavera le cuenta su historia mientras le enseña la casa y la invita a pasar la noche no sin antes confiarle un secreto: le tiene que ayudar a escapar de un esqueleto sin cabeza que la persigue todas las noches.


En este cuento un tanto misterioso, Klassen despliega todo su arte narrativo en un álbum extenso (unas ciento veinte páginas son bastantes para un álbum) en el que utiliza diferentes recursos. Lo primero de todo es que estructura la obra en cinco partes con título múltiple. Esto es algo que extraña bastante en un relato corto como un cuento, pero del mismo modo tiene su sentido, ya que así establece una serie de ideas clave que permiten al lector, no solo recordar lo que acontece en él, sino anticipar, a modo de funciones de Propp, esos hilos argumentales que tanto resuenan en unos cuentos y otros. Del mismo modo, dilatar el lapso temporal también le ayuda a mantener la tensión en un relato intrigante y un tanto terrorífico en el que las sorpresas y el efectismo tienen su función.


En segundo lugar, hay que hablar de la paleta de color. Siluetas grises, sombras negras y reflejos tornasolados de hogueras y amaneceres invernales, llenan unas ilustraciones donde el uso variado de los planos imprime bastante ritmo cinematográfico. Me encanta la escena del baile de máscaras (¡Me resuenan tantas películas y novelas…!) y la plasticidad que adquieren algunas figuras (Ese esqueleto cayendo es una maravilla).


Por último, no hay que olvidar el humor que destila Klassen en todas sus obras. Por un lado, tenemos uno muy blanco que nos hace sonreír (lo de que una calavera coma peras y beba té es tan absurdo como los chistes de Faemino y Cansado). Por otro, uno muy negro, sobre todo cuando descubres que detrás de la apariencia inocente de Otilia, hay una persona con muchas intenciones y nada inofensiva, sobre todo cuando se trata de conservar el paraíso prometido y el lector conoce el final de la historia original (no se olviden de leer la nota del autor).

jueves, 14 de noviembre de 2024

¡Larga vida, Hervé Tullet!


El otro día, eché mano de este cuaderno de bitácora y me di cuenta de que nunca antes había destripado un libro de Hervé Tullet, así que hoy toca darle a la manivela, resarcirme de mi pecado y hablar un poco de este mago del álbum ilustrado que, como todos los monstruos saben, le ha dado mucho a los álbumes para primeros y no tan primeros lectores.
Nacido en 1958 en Normandía (Francia), Hervé Tullet estudió Bellas Artes y Artes Decorativas para más tarde trabajar como director de arte en varias agencias publicitarias. En 1991 nace su primer hijo y, tras diez años en el sector, decide dedicarse a la ilustración y participa en publicaciones como ELLE, Madame Figaro, Le Monde o The New Yorker.

En 1994 publicó su primer libro para niños, Comment papa a rencontré maman, en la editorial Le Seuil, un libro con el que da el pistoletazo de salida a una carrera imparable como autor de libros infantiles, dando vida a más de 80 libros traducidos a más de 30 idiomas.
Entre los espacios donde ha participado con sus talleres, se encuentran la Tate Modern, la biblioteca del Congreso, el MoMA y el Museo Guggenheim. Además ha realizado varias exposiciones en el Invisible Dog Art Center y en el Museo de los Niños de Pittsburgh, en 2018, realizó su primera retrospectiva en el Centro de Artes de Seúl, Corea.


La más conocida de todas sus creaciones es Un libro. Publicado en 2010, estuvo en la lista de los más vendidos del The New York Times en la categoría de libros infantiles durante más de cuatro años (hecho que avalan los dos millones de copias vendidas en todo el mundo).
Este álbum interactivo basado en el acto (o juego, según se mire) de pasar página y el uso del amarillo, el azul y el rojo, es una delicia para cualquier lector (independientemente de la edad), ya que es capaz de establecer un diálogo muy especial entre nosotros y ese objeto tan devaluado últimamente, además de elevarlo a una dimensión que supera a la de muchos videojuegos.


Si bien es cierto que es un ejercicio sorprendente donde la anticipación y la sorpresa van de la mano, también tiene que ver con la psicomotricidad, algo que muy pocos autores de la llamada LIJ habían desarrollado y que estableció un punto de partida muy interesante para otros nuevos productos que hoy día incorporan elementos parecidos en esa materialidad que acompaña al objeto-libro.


Partiendo de esta serie de premisas, se acaba de publicar en nuestro país su secuela, La mano mágica, un álbum que cambia de protagonista y se centra en el lector como creador de un universo que tiene su reflejo en el libro. Centrado en los diferentes tipos de trazos y los colores básicos, Tullet nos invita a despertar ese poder que todos tenemos oculto en las palmas y dedos de nuestras manos.



El segundo libro que les traigo en este pequeñísimo monográfico lo acaba de publicar para nuestro disfrute la editorial Librooks. Es ¡No confundas!, una obra estupenda que en 1998 recibió el Premio Bologna Ragazzi en la categoría de no ficción y que lleva unas cuantas ediciones por delante. Cosa que no me extraña porque, además de tener más de 140 páginas (¡Mejor! No sé qué pasa con los libros de este señor, pero uno no quiere que lleguen a su fin), es una maravilla a la hora de desarrollar conceptos opuestos o complementarios, antónimos de todo tipo y mucho vocabulario (hay tándem de palabras que me encantan… “verdadero” y “falso”, “orden” y “desorden” son mis favoritas)



Si bien es cierto que, comparativamente con los anteriores, la interactividad se reduce (si es que eso se puede decir de algún libro…), el lector-espectador recorre este imaginario gracias a unos agujeros que recorren las páginas y funcionan a modo de nexo de unión entre estas parejas de conceptos. Del mismo modo, Tullet sigue dando vueltas sobre su estilo colorista y un tanto ecléctico que combina diferentes medios para crear unas imágenes donde siempre cabe el humor.


El tercero y último de los libros que incluyo en esta multi-reseña es La expo ideal, un libro que parte del proyecto colaborativo que Tullet lanzó en 2018 para valorar el impacto de su filosofía e idiosincrasia creativa gracias a la participación de lectores de todo el mundo. Esta iniciativa, que en principio consistía en una serie de talleres visuales en forma de serie web y una exposición virtual colectiva, se materializó en el libro que nos ha traído Kókinos este otoño a las librerías.


De los tres títulos que aquí recojo, probablemente sea el más visual. En él se recogen la mayor parte de los recursos estéticos que suele utilizar el autor francés afincado en Nueva York. Páginas desplegables que recuerdan a leporellos, troqueles que seleccionan unos colores sí y otros no, series que suman y otras que restan, acumulativas o repetitivas, collages y fotografías, y los tres colores básicos se combinan en esta exposición en forma de cuaderno con gusanillo que, como otras obras de Kveta Pacovsca o Katsumi Komagata, nos sumerge en una amalgama de recursos visuales que inspiran y desbordan al artista que todos llevamos dentro.

martes, 12 de noviembre de 2024

A rebosar de recetas


Como la de media España, mi bandeja de sugerencias de Instagram está llena de recetas. No sé qué tienen esos vídeos breves que hipnotizan a cualquiera. Hasta mis alumnos confiesan sentirse irresistiblemente atraídos por ellos. Cocineros reconocidos, pinches en ciernes y gente buenorra se han lanzado a los fogones para incitarnos al “savoir faire” culinario.
Por un lado está bien eso de abogar por la cocina hecha a mano y dejar a un lado todos esos productos precocinados y ultracongelados a los que nos estábamos abocando, pero también es llamativo que a la par de todas esas buenas intenciones, se vislumbran otras no tan respetables. Publicidad encubierta, intereses colaterales, falsa modestia, egos desmesurados…


He llegado a pensar que la mayoría están subvencionados por las grandes corporaciones que manejan el cotarro alimentario. Solo hay que fijarse en la cantidad de nuevos productos que incorporan en sus platos y los precios que se estilan en los supermercados. Algunos han puesto el ojo en el negocio de la comida: oligopolios a la vista.
Lo más gracioso es que, por mucho que se empeñen, los ingredientes básicos de cualquier guiso son el tiempo y el cariño, dos cosas que empiezan a escasear en este país de familias desorganizadas, trajines laborales y conformismo gastronómico. Yo lo tengo claro: no hay comida que iguale a la que se cocina al calor de una madre.


Hablando de recetas, en este día luminoso, acaba de aterrizar en mi buzón lo último de Heena Baek, esa autora coreana que me tiene enamorado. Cómo hacer caramelos mágicos. Un título muy sugerente que se ha encargado de publicar Kókinos, su editorial de cabecera en el terruño.
Si recuerdan Caramelos mágicos, una de sus obras maestras, se toparán con el protagonista de este libro, el dependiente de El lucero del alba, ese badulaque en el que Dung-Dung encuentra esos dulces tan especiales, y que nos irá explicando paso por paso la manera de fabricarlos. Primero, preparar todos los ingredientes. Segundo, buscar el silencio en mitad de la noche estrellada. Tercero…


Como de costumbre, Baek, nos brinda una historia fantástica en mitad de lo cotidiano haciendo gala de tres elementos que caracterizan a su obra. Uno de ellos es la elección de una situación cotidiana en la vida de cualquier persona, en este caso, ese ritual que precede a las buenas noches. Otro es que continúa dando protagonismo a la tercera edad. Los ancianos no solo son guardianes de la sabiduría, una cuestión muy oriental, sino que también conocer la forma de hacer magia. Si además esa persona vive con un pájaro sobre la calva, no hay quien se resista a hacerle caso. Por último y como ya comenté en su día, hay que hablar de la suspensión de la incredulidad, esa característica que hace dudar a sus lectores entre la realidad y lo onírico, que despista pero embelesa.


Por último, me encanta esa pequeña guía de yoga que, aparte de darle un puntito no ficcional muy interesante, anima a mover el esqueleto de pequeños y mayores.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Solos ante la vida


No entiendo porqué mucha gente es incapaz de ir sola al cine. Es algo que siempre me ha llamado mucho la atención. Ellos me responden que siempre han acudido a ver una película con su pareja o el grupo de amigos de turno como manda la tradición, y yo pido razones.


Lo primero que se les ocurre es ponerse profundos y rondar esa idea de construir momentos colectivos en los que todo el mundo pueda dar su opinión para enriquecerse mutuamente. Luego se bajan de la burra y empiezan a largar de lo lindo. Que en aquellos años tocaba aprovechar la oscuridad de la sala para meterle mano al ligue de turno, para abrazar a alguien en caso de una escena peliaguda o que les da miedo la oscuridad.
Si bien es cierto que todas me parecen igual de válidas (cada uno que haga lo que quiera), creo que hay una asociación de ideas muy malograda con esto de la compañía de la que muchas empresas dedicadas al ocio como las aerolíneas o las cadenas hoteleras se aprovechan para sacarnos los cuartos.


Cuando te acostumbras a realizar cualquier actividad, por cotidiana que sea, con una o varias personas, también estás perdiendo la capacidad de experimentar y valorar ese momento desde un prisma individual. Esto no quiere decir que sea mejor o peor, sino simplemente diferente. La satisfacción de establecer un diálogo contigo mismo te ayuda a interiorizar la experiencia y concienciarte de tu posición en el mundo.
Y ya que me he puesto el “modo mindfulness” on, hoy me toca detenerme en Yo puedo sola, el nuevo álbum de Kathrin Schärer que acaba de editar Lóguez y que está haciendo las delicias de todos los que, de vez en cuando, nos ponemos un tanto profundos e introspectivos (sin abusar, claro está).


Como ya hizo en su Estar ahí, la autora alemana se dispone a explorar un montón de actividades cotidianas en las que participan las crías de un sinfín de animales. En esta ocasión presta mucha atención a la autonomía de los pequeños lectores-espectadores, esos que se identifican con las escenas que se van representando en cada doble página.
Lirones, ardillas, tejones, conejos, cerdos o zorros se levantan, desayunan, van al colegio, aprenden y juegan. Desde que se levantan hasta que se acuestan hacen todo tipo de tareas por sí solos. Del mismo modo, las imágenes nos hablan de esos momentos desde una perspectiva emocional en la que la alegría, la frustración, la tristeza o la sorpresa se entremezclan a lo largo del día.


Una excusa perfecta para indagar en nosotros mismos gracias a una treintena de imágenes que, acompañadas de un sinfín de verbos infinitivos, abogan por la curiosidad y la autosuficiencia durante los primeros años de vida. Aunque también me atrevo a recetarlo a muchos niñatos inútiles y adultos sin inteligencia emocional alguna, es una buena manera de echar a rodar a los prelectores en este mundo lleno de cosas disfrutonas que podemos hacer solos.