jueves, 30 de octubre de 2025

Existencias fantasmales


Si no teníamos bastante con los fantasmas de carne y hueso, esta semana nos visitan los de ultratumba. Almas errantes, espíritus o apariciones (eso es lo que, precisamente, significa esta palabra de origen griego) llenan relatos, leyendas y novelas que se han encargado de crear un espacio cultural basado en creencias muy antiguas que combinan el culto a los ancestros y la existencia de una vida después de la muerte.
Si bien es cierto que cada sociedad les otorga una fisionomía diferente (invisibles, translúcidos o corpóreos), la mayoría de estos se manifiestan a través de sonidos, olores o desplazando objetos (es lo que se conoce como poltergeist) en contextos generalmente cercanos que dejan entrever conexiones entre el mundo real y el inframundo. Familiares, amigos o personas afines se personan aquí, se comunican con nosotros y nos ponen la carne de gallina.


“Pero Román… ¡Un momento! ¿Existen los fantasmas?” Como defensor de la ciencia debería decirles que no. No hay evidencia alguna de ello. Ni se conocen espacios habitados por almas en busca de redención ni entidades energéticas con las que poder comunicarse desde el más allá. Si acaso, enfermedades nerviosas y sustancias psicoactivas que pueden desencadenar estas percepciones. ¿Pero y qué? Creer y existir no son excluyentes, sobre todo cuando hablamos de Literatura Infantil y libros que nos hacen felices.
Como el que hoy nos llega de la mano de François Blais e Iris Boudreau. El fantasma que quería existir, un libro que acaba de publicar la editorial CocoBooks con mucha enjundia visual, humorística y discursiva.


En el llamado Gran Éter vive un fantasma tan ligero que apenas existe. Está muy harto de una vida aparentemente insustancial que nada tiene que ver con ese mundo real tan sugerente y estimulante del que le han hablado. Decidido a mudarse, va a ver a la reina Mónica XVI para pedirle que le haga existir en el mundo real. Tras una charla animada, decide enfrentarse a tres pruebas, si consigue vencer en las tres, su deseo se verá cumplido.


La historia es un batido de seres mitológicos (arpías, centauros, zombis o sirenas) y conceptos inventados que responden a juegos de palabras y quimeras conceptuales que hacen disfrutar a cualquiera (¡Gianni Rodari al poder!). 


Del mismo modo, se interna en conceptos más complejos como el existencialismo, la decisión ante los cambios vitales y la atracción de lo desconocido. Del mismo modo, el discurso nos lanza un mensaje poderoso: mientras nosotros estamos aquí, hay un universo paralelo que nunca conoceremos si no creemos en él. 
También he de decir que me encanta esa querencia de aventuras que tanto se deja entrever en la figura de un protagonista ilusionado con cambiar de vida y que tanto se contrapone al frecuente miedo que nos aborda ante los grandes cambios vitales.


Todo esto y mucho más, aderezado con unas ilustraciones bien simpáticas de Iris Boudreau que no solo consiguen recrear un universo fantástico y muy enriquecido (cosa rara hoy día), sino que nos arranca montones de sonrisas gracias a una caracterización maravillosa de los personajes.

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