sábado, 1 de noviembre de 2025

Bregando con la muerte



Aunque nadie en su sano juicio quiere morir, sí que existen diferentes formas de afrontar la muerte. Algo que depende, lógicamente, de las circunstancias que nos rodeen. Mientras que el niño ve el fin de la vida desde el miedo que motiva una posición inexperta en la que los sueños por cumplir marcan el rumbo, el anciano comienza a resignarse cuando ha visto cumplidas muchos (o algunos) de sus deseos. También el entorno juega un papel fundamental, pues no es lo mismo que todos tus amigos y conocidos estén vivitos y coleando, que normalices acudir al cementerio cada dos por tres.

A pesar de esto, hay muchas pinceladas que detallan la visión que cada uno tiene de esa dualidad que nos acucia. El grado de satisfacción vital, una enfermedad, muchas alegrías, las posibilidades y las imposibilidades, el azar y sus caprichos, las creencias y el hecho cultural, traumas y demás demonios. Cada percepción va moldeando la actitud con la que unos y otros generan esa lucha interna. Y así, cada uno va tomando conciencia de ese tránsito finito como puede.

Incluso los libros infantiles pueden jugar un papel muy importante en esas lides, ya que nos aproximan la perspectiva que muchos autores nos hacen llegar a través de palabras e imágenes. Percepciones que, de procedencia más que variopinta, van sumando en la de cada lector. Un concepto de múltiples facetas que nos ayuda a confrontar la realidad una vez suceda.

Es por ello que hoy les traigo tres libros de última hornada sobre un tema que tanto nos apasiona a algunos monstruos y del que hace ya tiempo realicé ESTE MONOGRÁFICO donde pueden encontrar montones de títulos relacionados.

Empezaré con El pirata. Ganador de una mención especial en el premio Bologna Ragazzi del año 2024, este libro del japonés Masakatsu Shimoda acaba de ser publicado en nuestro idioma por Corimbo.

El álbum nos cuenta la historia de un malvado pirata que, tras ser atravesado por un sable, termina con sus huesos en el fondo del océano. Mientras cae a las profundidades, se va topando con diferentes habitantes marinos. Un tiburón, un pulpo o una pareja de peces abisales van pidiéndole objetos personales o partes de su cuerpo de las que el pirata se irá desprendiendo a cada visita, hasta que…

Con un lenguaje cercano donde abundan los soliloquios y los pequeños diálogos, el autor nos plantea una reflexión sobre el ciclo de la vida en el que los seres vivos interaccionan entre sí para transformar los cuerpos inertes en nuevos espacios que habitar. Primero nos deshacemos de lo terrenal, para más tarde descomponernos gracias a la intervención de otros seres vivos. Al principio, el cadáver del protagonista intenta resistirse a los cambios, pero conforme pasamos las páginas observamos un cambio de actitud, una especie de redención que lo libera del apego a lo mundano.

Con un planteamiento que me ha recordado sobremanera a La madre y la muerte de H. C. Andersen, uno de mis cuentos favoritos, el relato se articula sobre una secuencia de imágenes donde el cambio del color del fondo y la disposición de los elementos, simulan una caída lenta desde la superficie hasta las llanuras abisales. Un recorrido vertical por los diferentes estratos marinos (zona epipelágica, mesopelágica, batipelágica, abisal y hadal) surcados por los seres más variopintos.


El segundo título del que hablaré hoy es ¡Duqui! ¿Dónde estás?, un libro de Émilie Boré y Vincent Di Silvestro. Si bien es cierto que debería haberlo incluido en la última selección de cómics por su carácter híbrido, me ha parecido conveniente abrirle un hueco es esta pequeña selección de libros dedicados a la muerte.

Cuando el protagonista despierta esa mañana, nota que su madre ha estado llorando. Cuqui, su gato de Angora, se ha ido después de una larga enfermedad. ¿Pero dónde? pregunta el niño. Su madre se monta una película para intentar responderle y termina en mitad de un buen lío. Lo que no sabe esta es que su hijo tiene una explicación mucho más bonita que la suya para explicar la muerte de su mascota.

Como otros muchos libros que abordan este tema, la muerte de un animal de compañía sirve como hilo conductor para hablar del duelo. Si bien es cierto que se centra en los tópicos (el cielo, siempre el cielo) y los mensajes positivos, esta historia da una vuelta de tuerca y confronta el (sobre)proteccionismo paternal al realismo infantil (los críos son mucho más perspicaces y naturales de lo que piensan los adultos). Además, y como sucede en la vida real, añade pinceladas de humor a la hora de tratar los recuerdos del animal perdido, lo que imprime un carácter muy entrañable a la narración.

Mucho dinamismo, una caracterización impecable de los personajes (N.B.: Me encanta la cara embobada del chiquillo, su madre sobreactuada y ese padre emocionalmente torpe) y alguna metáfora visual (por ejemplo, la capa del felino o el charco de lágrimas que asoma en la planta baja), lo hacen muy apto para lectores competentes que disfrutan de las situaciones familiares.


Para terminar, nos toca El viaje de Malka, una historia de Mónica Rodríguez con ilustraciones de Alicia Varela que acaba de ser publicada en nuestro país por Diego Pun. La abuela de Malka ha muerto y ella siente cierto extrañamiento. ¿Será verdad lo de aquel viaje en barca del que tanto hablaba su abuela? Tras compartir unas palabras con sus amigas del colegio, decide salir a buscar a su abuela con su marioneta y, de paso, aclarar la existencia de ese Dios del que han charlado.

Lejos de caer en la sensiblería, El viaje de Malka aborda el tema del duelo desde una atalaya muy plural donde caben numerosas voces e interpretaciones. Del mismo modo, la imaginación se convierte en un experimento catártico que ayuda a comprender el concepto de la muerte y a lidiar con el dolor, la pena y la incertidumbre a la que obliga el fallecimiento de un ser querido.

Nacida de una conversación entre la autora y su hija, esta historia desprende muchas cuestiones, no solo relativas a la muerte o la religión, sino que también ahonda en preguntas más o menos existenciales, más o menos filosóficas que, desde tiempo inmemorial, laceran al ser humano.

Sobre los elementos narrativos de las imágenes caben destacar la delicada relación entre texto e imágenes, las guardas peritextuales, todas las metáforas que incluye (el viaje, el mar, faros y arcoíris) y una cuidada edición.