miércoles, 12 de noviembre de 2025

Curiosidades otoñales


Parece que el otoño ya ha llegado. Esperemos que dure porque con estos vaivenes termométricos, vamos a salir locos. No solo los humanos, sino el resto de seres vivos, plantas incluidas. Por si no lo sabías, un estudio reciente concluyó que los árboles se visten de tonos amarillos, anaranjados y rojizos cinco días más tarde que hace treinta años.
Siguiendo con el hilo, ¿a qué creéis que se deben esos colores en las hojas de ciertas especies, sobre todo las de hoja caduca? En realidad, esos colores se deben a unos pigmentos llamados xantofilas y carotenos que presentan las hojas durante toda la temporada, pero que están camuflados por el color verde de la clorofila, el pigmento mayoritario de las plantas que les permite hacer la fotosíntesis. Cuando la luz del sol disminuye en otoño, la clorofila se degrada y deja al descubierto esos pigmentos.


También es curioso como esas hojas rojas y amarillas, al principio, tienen un color muy vivo y brillante, pero, conforme pasan los días, se vuelven más tristes y apagadas para, finalmente, caer al suelo. Esto sucede porque durante los primeros días del otoño, las hojas tienen mayor cantidad de azúcares que van perdiendo poco a poco, ya que serán otros órganos, como el tallo y las raíces, zonas menos expuestas al rigor del invierno, los encargados de almacenar las reservas energéticas en forma de almidón y producir azucares (¿Has probado alguna vez la miel de arce? Pues ya sabes de dónde viene).
Todos estos fenómenos de la naturaleza no solo provocan que muchas aves migren de un lugar a otro del planeta buscando sus refugios invernales, sino que, desde hace décadas, se relacionan con el llamado “turismo de otoño”. Así, la gente se desplaza hasta lugares donde la naturaleza presenta espectaculares cambios cromáticos debido al cambio de estación. Algunos de los más famosos son Kioto (Japón), el lago Garibaldi en Canadá, la región de Nueva Inglaterra en Estados Unidos, la Selva Negra alemana, Alsacia y el Gran Este francés o la selva de Irati en Navarra.


Haciendo honor a la temática de hoy, les he traído el último libro de la colección de álbumes de Verónica Fabregat que la editorial Akiara Books nos ha ido regalando durante las estaciones de los dos últimos años. Empezó con la primavera (Jugamos al escondite), continuó con el verano (Vamos a la playa), siguió con el invierno (Jugamos en la nieve) y cierra el ciclo con el otoño.


Vamos al bosque es el título elegido para una nueva aventura de este grupo de siete chiquillos que disfrutan de los pequeños momentos en la naturaleza. Se dirigen al bosque a modo de cabalgata. Una lleva una cesta y otros un pequeño carro. Cruzan el río y llegan hasta la cabaña que hay a los pies del gran castaño. Con la ayuda de una escalera, unos trepan a lo alto del árbol, mientras otros recogen sus frutos para asarlos. Te tumban dibujando un corro y miran al cielo. Unos buscan setas y los otros ahuyentan a unas ardillas que tienen hambre. Pero ¡ups! Cae la primera gota. ¿Podrán resguardarse?


Una vez más, Verónica Fabregat defiende el medio ambiente como el escenario ideal en el que la infancia se siente libre de hacer lo que le plazca. Jugar, conocer el mundo o enfrentarse a la adversidad. Y mejor todavía si no hay adultos cerca entrometiendo sus narices. Ese es el ejercicio: desbordar su imaginación y explorar las posibilidades que nos ofrece la vida. Y si es con amigos, mejor que mejor.
Me da pena que se terminen las aventuras tan cercanas de estos críos. Sin más texto que el de los títulos, me han atrapado. ¡Exijo otra tanda de historias entrañables utilizando un nuevo hilo conductor!

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