Que los cuentos clásicos dan mucho juego, es una realidad impepinable, sobre todo teniendo en cuenta que las nuevas narrativas y los relatos experimentales para niños y jóvenes están a la orden del día.
Y lo mejor de todo es que jugar con el imaginario tradicional tiene muchas ventajas, sobre todo en lo que se refiere a la aceptación por parte del gran público. Como todos ¿entendemos? el simbolismo y los arquetipos, hay menos problemas a la hora de sacarles punta, o eso creo yo… (Nota: A colación de esto, les invito a disfrutar de El descrédito de los cuentos «tradicionales». (Un caso inquietante de miopía ideológica), un artículo de Antonio Rodríguez Almodóvar que encontrarán en el número 311 de la revista CLIJ).
Si bien es cierto que los cuentos tradicionales les sirven a los autores contemporáneos para hablar de feminismo, tolerancia, pacifismo, violencia de género o ecologismo, a un servidor le gusta más el cachondeo y gusta de libros como el de hoy, en el que los cuentos y sus personajes se vuelven locos y nos invitan a pasarlo bien dejando a un lado el didactismo.
Y es que el libro de hoy es bien simpático. Se llama ¡Papilla, por favor! y es un álbum de Laura Mucha y Marc Boutavant que ha publicado este otoño Combel. Antes de empezar a destriparlo, les diré que doy fe de que consigue hacer sonreír a todo tipo de público (a las pruebas me remito).
Este álbum cuenta la historia de Osito, el pequeño de la familia que se dispone a terminar su libro nuevo. Pero ¡ups!, justo cuando está terminando llama a la puerta Ricitos de Oro en busca de papilla. Osito le sirve un poco y vuelve a su libro, pero suena otra vez la puerta. ¡Es Caperucita Roja que trae mucha hambre! Le sirve otro plato de papilla y, tras dejarla acompañada de Ricitos de Oro, regresa junto al libro, pero… ¡Aparecen los tres cerditos con la misma cantinela! ¿Nadie le va a dejar terminar su libro? También les sirve papilla, se va a la habitación y ¡ahora es la abuela de Caperucita la que espera en el umbral! Un momento… Si Caperucita dijo que el lobo se había zampado a su abuelita ¿quién es esa que ha dejado cenando con sus amigos?
Además de un ritmo trepidante y una estructura de sketch (las comedias de situación siempre se agradecen en el formato del libro-álbum), tiene muchos elementos a destacar.
Este álbum hace un ejercicio de intertextualidad muy interesante gracias al nutrido elenco de personajes de cuento que amalgama en tan solo 48 páginas. Y es que el buen puñado de referencias a los cuentos tradicionales y sus personajes, permite la universalidad (al menos en occidente) y un tratamiento discursivo más que alcanzable para todos los públicos.
Del mismo modo ensalza la figura del libro y el amor por la lectura (Quien se haya visto interrumpido el momento más álgido, empatizará mucho con el protagonista) e integra el propio libro en la narración. ¿O acaso no se han fijado en la página final de la historia? El libro en el libro siempre aporta un plus en lo que metaliteratura se refiere.
También es muy interesante que toda la acción discurre ajena a las figuras paternas (Papá y Mamá Oso llevan arreglando una silla todo el santo crepúsculo), un guiño subversivo y/o fantástico que siempre deja en mal lugar al universo adulto.
Y para terminar… Un final muy humorístico, guardas peritextuales, el uso variado de la tipografía que amplía la versatilidad de las voces, la expresividad a-cartoon-ada de los personajes y ver cómo anochece conforme pasamos las páginas (¿Ven como se oscurece el cielo y la habitación de Osito entra en penumbra? Un notable ejercicio cromático) son algunas de las razones por las que se lo recomiendo en esta semana cuentera.





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