lunes, 24 de noviembre de 2025

Cuitas de poder


El que piense que, después de cinco mil años de un mundo donde los poderosos siempre se salen con la suya, va a cambiar el mundo en un santiamén, está totalmente equivocado. Y es que si algo tiene el Homo sapiens es que gusta de mangonear a troche y moche. Lo que le dejen. En la familia, en la comunidad de vecinos, en la alcaldía pedánea, como diputado o en el Kremlin. No hay institución ni grupo de incautos que se salve.


Y no es que esté mal. Como en otras especies de mamíferos, siempre tiene que haber alguien al mando, preferiblemente espabilado, porque si no, la especie se va al traste. Lo realmente complicado es dar con ellos, sobre todo en este mundo de incierta inteligencia y nulo instinto, donde el más palurdo es capaz de hacerse con un sillón en el consejo de administración de algún grupo empresarial (¡Esos sí que saben y no el Fiscal general del estado!).
También suele pasar que a todo rey le llega su San Martín (¿O era cerdo? ¿O tal vez cárcel?), porque claro, el mundo es de los valientes y enfrentarse al enemigo puede salir caro. Y así se van sucediendo unos a otros, kamikaze tras kamikaze. Porque el mundo sigue girando y los poderosos, alternándose. El que no lo vea es porque está ciego o, por el contrario, bien alimentado. Quizá ese sea el problema: conformarse. Y si no lo hacemos, entramos en el juego. Repitan conmigo: Poder es querer, querer es poder… ¿Y quién no quiere una mijita de poder?


Aparcando la retórica, me meto de lleno en Los reyes del universo, un álbum de Antoine Dole y Magali Le Huche que ha editado Kókinos que les va a encantar (¡Ojalá Papá Noel se lo regalase a todos los políticos de este país!).
El día ha sido redondo y León se va a la cama. Satisfecho y como muchas otras personas, está convencido de que va a dormir como un rey, ¡el rey del universo! Cuando despierta, se encuentra con una nave espacial que ha aterrizado en mitad del jardín y de la que salen un montón de chiquillos extraterrestres. El cabecilla se le acerca y le dice que vienen del planeta Trochemoche Machín Machín y que está totalmente equivocado: ¡el rey del universo es él! Como no puede haber dos reyes en el universo, al extraterrestre le toca destruir la ciudad de León. León se acojona y le dice que dimite, pero su oponente dice que no, que la noticia ya ha trascendido y hay que buscar otra solución. ¿Cuál será?


A partir de una expresión cotidiana, los autores crean una situación alocada en la que caben muchos planteamientos. Paródico hasta extremos galácticos, este álbum plantea un conflicto, a priori desmesurado, en el que también se habla de cuestiones más profundas como la política, la paz, la cooperación entre líderes o los males del universo adulto. Y cito textualmente: Pero los adultos no pueden gobernar el Universo porque ellos piensan en pequeño. Más razón que un santo.


Diálogos de besugo, terquedad y abnegación, hipérboles y disparates. ¡Hasta un alegato en contra de la democracia! (¡Me encanta!). Son las piezas clave de este libro que incorpora formas narrativas propias del cómic para imprimir de dinamismo a un relato vertiginoso en el que el tiempo y las soluciones apremian. Como en la vida real…

No hay comentarios: