sábado, 22 de noviembre de 2025

Una santa muy musical



El otro día fue mi santo y yo sin enterarme. Gracias a que el móvil de un alumno tuvo a bien chivárselo y este me felicitó, pude celebrarlo. No a bombo y platillo, como sucede en países como Grecia, Rusia y Turquía, donde el santo es más importante que el cumpleaños, pero sí con un poquito de alegría.


Y es que lo de las onomásticas tiene mucha enjundia, no solo por las historias que se esconden detrás de cada mártir o beato, sino porque es difícil acordarse de los santos asignados a cada día del año y porque, a veces, estos se llamaban de la misma manera y nos encontramos, como en mi caso, con tres fechas diferentes para un mismo nombre.
Todo esto me ha llevado a echarle un ojo al santoral todos los días y hoy me he topado con Santa Cecilia. Cecilia de Roma, que así se llamaba esta mujer, fue una noble romana, convertida al cristianismo y martirizada por su fe en una fecha no determinada, entre los años 180 y 230. Según la tradición, mientras intentaban asfixiarla con el vapor de las termas de su casa, Cecilia cantaba los salmos, razón por la que, según la Iglesia Católica, se salvó. Por eso, en 1594, el papa Gregorio XIII la nombró patrona de la música. Hoy en día también de los poetas y de los ciegos (junto a Santa Lucía). Sus atributos son el órgano, el laúd y las rosas.


Para celebrarlo, hoy les traigo un título muy sonoro que he añadido a esta gran selección de libros infantiles musicales. Nadia Budde regresa a las librerías españolas con La banda que nadie conoce, un álbum publicado por Kalandraka que nos cuenta la historia de un grupo de músicos poco convencional. Llegan a la ciudad en su furgoneta para dar un concierto y, aunque nadie los conoce, todo el mundo disfruta con su música hasta que el típico vecino quejica les agua la fiesta. ¿O no?


En este libro, aunque sigue echando mano de su característico estilo (cinco frases que juegan a modo de versos), utiliza una estructura narrativa menos repetitiva a la de Uno, dos, tres, ¿qué ves?, Uno, dos, tres, Navidad es y Uno, dos, tres, vampiro es, para adecuarse a un lector más competente que necesita un relato completo (Que por cierto, se presta a la dramatización mediante gestos y movimiento. A ver quién se inventa algo y me lo cuenta). Primero nos presenta a los cuatro integrantes del grupo (mi parte favorita), después qué instrumentos tocan y por último, el desarrollo de la actuación (con alguna otra sorpresa incluida).


Con ese lenguaje visual tan desenfadado a la que la autora berlinesa nos tiene acostumbrados, nos sumergimos en un universo poblado de unos personajes quiméricos, que pueden ser tanto monstruos como duendecillos. Expresivos, simpáticos y alocados, tocan instrumentos imposibles y bailan a golpe de rima consonante.
Lo dicho, honren a Santa Cecilia, tocando, escuchando o disfrutando de la música, un tónico inmejorable para el alma. Y si no saben qué escuchar, ahí van tres composiciones que me hacen feliz últimamente.


No hay comentarios: