Como ya les adelanté hace unos meses en este pequeño monográfico sobre Paul Cox, gran parte de las obras de este artista seguían inéditas en nuestro país, una falta que han venido a enmendar dos de las editoriales que más se preocupan por el álbum gráfico dentro de nuestras fronteras, los Barrett y Libros del Zorro Rojo. Mientras que los primeros se han animado con Historia del Arte, los segundos se han decantado por Mi amor. Sin lugar a dudas son dos grandes elecciones de las que hay que hablar en este lugar de libros monstruosos.
Historia del arte fue publicada por primera vez en 1999 a cargo de la casa francesa Seuil Jeunesse y obtuvo el mismo año el premio Bologna Ragazzi en la categoría de ficción. Incluido posteriormente en su Coxcodex 1 (Seuil Jeunesse, 2003) y recuperado recientemente por la editorial MeMo, este libro de 166 páginas nos cuenta una historia de lo más estrambótica.
Érase que se era un reino siniestro y aburrido por culpa de un soberano que se pasaba el día comiendo helados frente al televisor (Golpe número 1: cuestionamiento del poder). Era tan mezquino, que había encerrado a su hija en una alcoba hasta que tuviera edad suficiente para casarse con el chambelán (otro deleznable tonto-el-pijo). Pero como en cualquier otro buen cuento que se precie, la princesa quería a otro: al joven pintor Paco Lux (N.B.: Fíjense en el nombre, pues está formado por las mismas letras que las del nombre del propio autor. ¿Es un juego inocente o será su alter ego? Y les advierto que no es un capricho de la traductora, pues en la versión original sucede lo mismo…).
Una noche, un anciano misterioso le da un pincel mágico a cambio de tres manzanas. Con él, los personajes que pinta cobran vida y abandonan sus lienzos (¿Cuántos libros infantiles se han escrito al calor de un lápiz mágico?). Así, tras una serie de dichas, desdichas y disparates, el artista-héroe (¡Que dualidad tan hermosa!), un rey desnudo y un explorador, se las ingeniarán para llegar hasta su doncella y darle en los morros a su padre.
Ingeniosa hasta decir basta, esta obra tiene mucha enjundia narrativa. Un sabroso batiburrillo de referencias, actuales y clásicas, artísticas y estilísticas, da vida a un libro que tan pronto nos recuerda la magia de Alicia en el país de las maravillas, el humor de El traje nuevo del emperador, la inocencia de Caperucita Roja o la mirada de la Mona Lisa. Si se fijan, verán a los pescadores en el Sena de Monet, al golem de Praga, a las mujeres de Picasso y a la Rapunzel de los Grimm. Cuentos tradicionales, personajes históricos o míticas batallas en un contexto muy disparatado, pero con mucho sentido (el ejército fotocopiado y los corazones a base de mermelada me han robado el cuore).
Si bien es cierto que muchos verán en él un libro dirigido al público adulto, lo cierto es que puede adaptarse a lectores de 10 a 100 años sin que nadie tenga que renunciar a nada, pues los niveles discursivos de este híbrido entre el álbum y la novela gráfica son de lo más variado y cualquiera puede articular una casa propia en la que deambular gracias al sentido que nos marca su autor.
Pasamos a Mi amor, un libro de pequeño formato que guarda una historia reconocible por todos. Que si sube a lo alto de las pirámides, trepa hasta la copa de un cocotero, se pone a cantar, se hace pasar por millonario, domador de fieras e incluso se disfraza de león. Mira que se esfuerza, pero nada, ella, diva y orgullosa, lo rechaza una y otra vez. Pero un día, algo sucede que consigue despertar el interés de la chavala y la cosa empieza a cambiar. ¿Qué será? ¿Logrará el amante su propósito o está condenado a la soledad?
A modo de relato por capítulos, este librito publicado por vez primera en 1992 no solo aborda el tema de las relaciones amorosas, sino que plantea numerosas cuestiones como la correspondencia entre una pareja, el poder del amor y la pasión, la pérdida de la dignidad, el problema de la toxicidad y toda esa casuística de comportamientos, intereses y casualidades que hacen de este sentimiento la fuerza generatriz del mundo.
Y ahora toca hablar un poco del estilo de Paul Cox… Si bien es cierto que el ojo poco entrenado puede ver muchas similitudes en ambos libros, sobre todo, en lo que a viñetas se refiere (todas las imágenes quedan enmarcadas en las dos historias), hay diferencias sutiles que marcan sus respectivas narrativas.
Mientras que en Historia del arte, el autor decide ubicar cada imagen con su correspondiente texto en la misma página, en Mi amor se encuentran yuxtapuestas en páginas diferentes (texto a la izquierda e imagen a la derecha). En Mi amor no utiliza cartelas y en Historia del arte sí. Incluso las colorea, forman parte de la imagen en cierto modo. Esto tiene como consecuencia un marco de lectura muy diferente.
Por otro lado, las ilustraciones de Cox se centran en la línea, en el dibujo, un modus operandi que recuerda a otros maestros del mundo gráfico como Rodolphe Töpffer, al que tanto admira. Este recurso elemental ensalza la búsqueda del significado. Basados en una iconografía casi pueril a la que cualquiera, independientemente de su edad y procedencia, se puede acercar, sus dibujos conservan el significado, una autonomía muy necesaria en un universo visual donde últimamente priman los fuegos de artificio.
Del mismo modo ocurre con el color. Una paleta limitada de colores saturados y brillantes que unas veces llena las figuras de manera homogénea y otras queda tratada a modo de serigrafía o estampado, como ocurre en Mi amor, donde utilizó las técnicas del estarcido y el linograbado. Todo ello con un equilibrio cromático donde las manchas y las tramas juegan sobre el papel en la composición de la escena o, como sucede en Historia del Arte, en las parejas de viñetas de cada doble página.
Llámenlo parquedad o simplificación, pero el caso es que Paul Cox logra llevar la armonía a cada imagen gracias a representaciones básicas, siluetas y la combinación de tintas básicas.

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