Blackie Books lanza este otoño El gigante de hierro de Ted Hughes, concretamente la versión ilustrada por Chris Mould. El famoso relato del poeta inglés publicado por primera vez en 1968 y que ya había sido editado en nuestro país por las principales casas del sector como Alfaguara, Anaya o Edelvives, vuelve a estar disponible en las librerías.
Concebida en principio como una obra personal con la finalidad de consolar y animar a sus hijos tras el suicidio de su esposa, Sylvia Plath, El gigante de hierro cuenta la historia de un gigantesco engendro metálico que aparece de repente en la Tierra. Tras caer por un precipicio, termina hecho añicos y se recompone por arte de magia. Por el día vive en el mar y por la noche se acerca a un pueblo y devora maquinaria agrícola. Tras ser descubierto por un niño llamado Hogarth, los habitantes intentan destruirlo sin éxito. Un año más tarde, Hogarth cree que es inofensivo y conmina a sus paisanos a ayudar al gigante dejándole comer chatarra. Agradecido por su apoyo, el gigante de hierro demuestra su bondad y capacidad de sacrificio, enfrentándose en un duelo a una especie de dragón que quiere arrasar toda la vida del planeta.
Descrito por algunos como un cuento de hadas moderno, este libro recoge ciertos elementos ficcionales muy interesantes que lo sitúa a caballo entre la fábula moral y la novela de ciencia ficción. En primer lugar, el gigante de hierro se ajusta a la idea del mito contemporáneo debido a su misteriosa llegada desde el espacio. Nadie sabe de dónde viene ni quién lo creo. Parece una figura divina. Del mismo modo, es capaz de ensamblarse una y otra vez, una especie de resurrección con fuertes implicaciones religiosas.
En segundo lugar y como indican algunos estudiosos, también entra en la categoría del forastero incomprendido, ya que este gigante necesita ingerir objetos metálicos para seguir con vida. Esa es la razón por la que devora la maquinaria agrícola de los habitantes. En realidad no quiere atentar contra el bienestar de estos, sino que tiende a la supervivencia como cualquier otro hijo de vecino.
El tercer elemento narrativo que más me gusta es esa dualidad entre poder e inocencia, una cualidad que exhiben otros personajes de la literatura, como el monstruo de Frankestein o religiosos, como el gólem judío. Son poderosos por su gran tamaño y fuerza, pero sin embargo se rigen por un pensamiento sencillo, instintivo, casi infantil. Esta es la razón por la que establece una conexión con Hogarth, un niño que entiende a otro niño. Libre de los prejuicios que guían la actitud de sus paisanos adultos, Hogarth llega a comprender su naturaleza y le tiende la mano.
Con cierto deje ecologista y un profundo sentimiento antibelicista (N.B.: Teniendo en cuenta que el conflicto con el extraño dragón venido desde Orión se resuelve mediante un reto, no podía serlo más), esta historia narrada en cinco noches (así lo reza el subtítulo del original) tiene muchos ingredientes, tanto estéticos, como argumentales, que la hacen muy valiosa en el campo de la Literatura Infantil y Juvenil del siglo XX.
Sobre las ilustraciones de Chris Mould para esta edición, hay que apuntar al contraste entre tonos azulados y toda una gama de ocres que simulan esa “golden hour” que tan de moda se ha puesto en las redes sociales. Como a muchas otras novelas de ciencia ficción, un cromatismo crepuscular compuesto de luces tenues y sombras profusas, le viene al pelo.
Por otro lado, Mould compone las escenas en viñetas que, o bien secuencian la acción, o bien fragmentan la escena en una mosaico narrativo, un recurso muy interesante a la hora de convertir relatos de cierta envergadura en álbumes ilustrados. Del mismo modo, cabe mencionar una tipografía rotulada que juega con el tono discursivo y crea un ritmo de lectura muy interesante.
En definitiva, todo un acierto.







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