viernes, 27 de diciembre de 2013

Un plato de sopa...


Harto de tanta comilona y después de haber sufrido una gastroenteritis de caballo, prefiero cerrar las tragaderas y tomar un ritmo más pausado en esto del arte gastronómico, satisfactorio a la vez que peligroso. Así que, ¡decidido! A partir de hoy, ¡fuera marisco, carne, dulces y vinos espumosos!... Lo mío será la sopa, el mejor de los manjares.

Casi siempre está caliente,
el que no sopla lo siente.

Si no usas la cuchara
harás una cosa rara.

[…]

Apúntalo en tu cuaderno,
gusta más en el invierno.

[…]

Es de cebolla o de pollo,
de cocido o de repollo.

Aunque te parezca feo
algunas tienen fideos.

De verduras es muy sana,
hay quien la llama Juliana.

También se hace de pescado,
si es que no está muy salado.

Puede incluso tener letras
desde la A hasta la Z.

Ten cuidado con tu ropa
pues puedes mancharte de ………..

Rafael Ordoñez Cuadrado.
En: Un buen rato con cada plato.
Ilustraciones de Susana Fernández Igual.
2004. Madrid: Alfaguara.
Imagen de la entrada: Paz Aguado. El plato de sopa. Gouache sobre papel.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Desafortunados


En estos días de dicha (y desdichas), se hace conveniente divagar sobre afortunados y otros que no lo son tanto. Dejando a un lado la lotería de navidad (¡todos los años la misma historia!), y teniendo en cuenta que la fortuna depende de un sutil rasero, a un mismo tiempo personal e intransferible, existen tantos tipos de suerte como a la que uno le toque (o no…).
Muchos de ustedes, lectores, convendrán en que es una desgracia no tener qué echarse al gaznate, en cambio, para el pudiente, lo trágico sería no conseguir caviar iraní -menudencias… ya saben…-. También fíjense en esas madres malogradas por un hijo deficiente mental u otro consumido entre las drogas, un panorama nada comparable al de una madre que no ve con buenos ojos la vestimenta de su vástago u otra que no recibe un boletín de notas impecable… También hay hijos que se quejan de padres, bien por no tenerlos, bien por no recibir un beso de buenas noches. Hay empleados que pasan las horas malencarados por las exigencias de altos cargos, políticas empresariales u horarios comerciales; por el contrario, otros no llegan a la categoría de empleados… Un sinfín de ejemplos que ilustran la percepción de la realidad desde uno u otro lado, algo que nos sirve para mirarnos en otros para consolarnos, y de paso, convertirse en algo  pasajero, acallarnos y lubricar el engranaje neuronal para buscar y administrar soluciones en cada caso. Pues la mancha de mala suerte, con unos brochazos de voluntad se quita… Con total seguridad se negarán a poner la otra mejilla (el más socorrido de los remedios, de eso sé un rato…), a ceder ante la evidencia (siempre hay gente dispuesta a hacer prevalecer su visión de las cosas), o a esconderse en un caparazón, pero serénense y piensen que nuestra felicidad no está sujeta a las normas del azar, sino al prisma con el que miremos la vida.


Miremos hacia atrás, hagamos balance y decidamos objetivamente si es preferible conformarse con las menudencias de la existencia mientras nos libramos de las desgracias que pudieron venir porque, cuanto más nos quejamos del pasado y el presente, más nos castiga el futuro. No se apenen de sus vidas pues hay otras peores, léase el caso del protagonista de Una vida cualquiera, un libro para jóvenes de Kirsten Boie (texto) y Jutta Bauer (ilustraciones) editado por Lóguez (aquí, imágenes de la edición en alemán porque no las hay en castellano) que nos narra los avatares que le suceden a un chico normal con una vida normal, hasta convertirse en un vagabundo sin ángel, ni guía. Algo a lo que sí llamo mala fortuna.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Navidades con una pizca de realidad


Ya está aquí. Ya llegó la navidad. O eso creo…
Será una mera impresión o ¿el espíritu navideño anda por los suelos…? No es de extrañar si tenemos en cuenta que los subsidios se terminan, los pensionistas no tienen ni para tabaco y la luz está por las nubes (¿Qué nos deparará el viernes? ¿Será la pre-inocentada del 2014?).
Ya, ni en el discurso del rey se intuye un ápice de esperanza (aunque sea de la mala), dando pábulo a nacionalistas, víctimas del terrorismo, autónomos y emigrantes, que a día de hoy lo ponen a caldo. Todos la pagan con este “pobre hombre”, haciéndole responsable de que los carabineros (los buenos), no bajen de los sesenta euros y de que las bacterias intestinales no puedan amenizarse la pascua con un buen atracón de colesterol y ácido úrico.
Para más inri, gracias a la ciclogénesis de los cojones, llueve a mares en media Europa, España incluida, los apagones se suceden en Galicia y las viandas adquiridas con tres meses de antelación se pudren en los congeladores para desgracia de cuatro pobres ahorradores. Lo nuestro no tiene solución a pesar de un considerable aumento en el consumo durante estas fiestas del 2013 (ese que iba a salvar a las grandes superficies de tanto mal…)
Lo peor de todo se cuece en la hostelería, el negocio redondo que se está ensalzando como valor seguro para ayuntamientos, tontines, modernos y muertos de hambre. No hay bar ni restaurante que exprima la billetera del ciudadano (¡estos son peores que Hacienda!) a cambio de menús de tercera categoría con Salmonella incluida. Aceites industriales, salsas elaboradas, productos enlatados y vinos chilenos se agolpan en mitad de la mesa para que jefes y subordinados alternen como iguales durante unas horas.
Como supondrán y ante semejante panorama, sólo nos queda irnos a la iglesia más cercana y pedir la compasión del chiquirritín para que interceda ante los Reyes Magos, el Esteru, la Befana o cualquier espíritu navideños que se precie, para traer consigo un poquito de optimismo a nuestras vidas, ya que Papa Noel parece no haberse acordado de nuestras miserias. Algo que no es de extrañar dado que seguramente siga en la cola del INEM buscando algún puesto temporal que, a cambio de unas sonoras carcajadas, le provea de algo con lo que satisfacer sus necesidades durante estas fechas.


DAYRE, Valérie y FASTIER, Yann. 2010. La otra navidad de Papa Noel. Libros del Zorro Rojo.

sábado, 21 de diciembre de 2013

DVLM LIJ vs. "El País" y "La mejor literatura infantil y juvenil de 2013"


Estimada Virginia Collera:
A día 21 de diciembre de 2013, habiendo adquirido un ejemplar impreso del diario "El País" que en sus páginas centrales recoge el especial de Literatura Infantil, así como la selección titulada "La mejor literatura infantil y juvenil de 2013" en la que se supone he participado, he descubierto que no aparece el nombre de "Donde Viven Los Monstruos: Literatura Infantil y Juvenil" (DVLM LIJ) ni el mío propio en esta. Extrañado por ello y suponiendo que se debe a la falta de espacio (no aparecía tampoco el nombre del resto de los participantes), me he dirigido a la edición digital, constatando que DVLM LIJ ha quedado excluido de la relación de participantes en votar dicha selección, puesto que sí aparecían los nombres de otros participantes.
No sé si se debe a un error o a una intención (puede que DVLM LIJ no case con sus inclinaciones políticas, que su selección incluyese editoriales poco conocidas o poco afines a sus grupos editoriales, o que tratase lecturas variadas en cuanto a género, autor y estilo se refiere), pero lo más gracioso de todo esto es que, una vez más, constato su falta de profesionalidad, su falta de escrúpulos y su falta de agradecimiento para quienes, como DVLM LIJ y yo mismo, han prestado su nombre, criterio y tiempo de manera gratuita y altruista en beneficio de su empresa y de usted misma. Es una pena que una de las -que fueron- mayores empresas del ramo informativo actúe de esta forma.
Por nuestra parte sólo nos resta anunciarle que haremos pública, tanto en DVLM LIJ, como en las plataformas digitales que DVLM LIJ tiene en las redes sociales, esta queja formal para dar buena cuenta de que, además de enriquecerse a costa de nuestro trabajo desinteresado, no son capaces de reconocerlo de forma sana y elegante, sino que lo desprecian y ningunean.
DVLM LIJ no es sólo un blog dedicado a las reseñas de álbumes ilustrados, un lugar en el que recoger pensamientos absurdos o un sitio independiente sin intereses comerciales, políticos o empresariales. Es más que eso. "Donde Viven Los Monstruos: Literatura Infantil y Juvenil" es un espacio en torno al cual se reúnen muchos lectores que, usando como excusa el título del mejor libro ilustrado de la Historia y las provocadoras palabras de su administrador, comparten, discuten y hablan de libros. Por todo ello, excluyendo a DVLM LIJ de su selección, también callan la voz de todos aquellos que nos siguen, apoyan y aupan.
Agradeciéndole su atención y deseándole una feliz navidad, se despide,

Román Belmonte Andújar
Administrador de "Donde Viven Los Monstruos: Literatura Infantil y Juvenil"

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Pequeños artistas


Durante estos días en los que despedimos el año y festejamos la Navidad, cientos de escuelas, institutos y otros centros de enseñanza, deciden programar espectáculos encaminados a integrar las artes escénicas en el currículo. Toda suerte de representaciones teatrales, exhibiciones musicales, y números circenses abarrotan salones de actos, pabellones y pistas deportivas para constatar, una vez más que, además de alumnos, educamos monos de feria. Ríanse pero un servidor (que algo sabe de instituciones educativas) certifica que todas estas actividades, además de un mero entretenimiento, constituyen un escaparate de las habilidades (o no) de las generaciones futuras, unas que, abocadas a y por el mundo televisivo, se creen resueltas a convertirse en estrellas del celuloide, la pasarela o las barras de los bares (¿cuántos estudiantes de arte dramático han terminado sus días ejerciendo de camareros?).
Seguramente ustedes, como padres, viven  encantados de que sus vástagos deslumbren al mundo con sus peripecias…, al micrófono, sobre las tablas o con su habilidad con las cuerdas de un violín, pero lo más importante de todo es saber si sus hijos, esos que reciben los aplausos o hacen el ridículo (todo cabe cuando uno desafía a la vergüenza), lo pasen bien exponiéndose al público, ese juez implacable que premia a base de aplausos o castiga a tomatazos. Muchas veces son los deseos frustrados de padres, madres y tutores, los que obligan a estudiantes a posar como Naomi Campbell, actuar como María Guerrero o tocar como Mistlav Rostropovich (algo totalmente imposible dado el grado de genialidad de los tres anteriores), una decisión que estigmatiza a los protagonistas, alimenta a los instigadores, horroriza a gente como yo y agrada a la sociedad.
Y si no me creen, lean Concierto de piano, un álbum ilustrado de Akiko Miyakoshi (editorial Ekaré) que narra las aventuras de una niña que, horrorizada por la idea de poner sus dedos sobre las teclas de un piano, termina siendo la invitada de honor a un concierto muy especial…


No diré que el deporte, la música, el drama, la comedia, la pintura y otras aficiones, deban dejarse al libre albedrío, ya que, como la lectura, tienen algo de despotismo y obligatoriedad, pero tampoco deben ser contraproducentes para la salud. Deben ser elegidas libremente por aquel que desee aprenderlas, practicarlas y disfrutarlas, porque, al fin y al cabo, es de lo que se trata.

lunes, 16 de diciembre de 2013

De recuerdos...


Los recuerdos, el mejor de los alimentos en la dieta del ser humano, son los únicos capaces de transformarnos instantáneamente en los otros que éramos, haciéndonos olvidar las penas del presente y anhelar la dicha del pasado. ¿Quién no guarda en el cajón de la memoria los hechos de otros tiempos…?
Todos creemos haber olvidado la niñez en aras de una madurez que hoy poco nos sonríe mientras la realidad cae como un crudo peso sobre nuestros hombros, pero debemos hacer un intento por recuperar esos momentos que se han quedado en la recámara para constatar, día tras día, que los niños que fuimos quedan ahí.
Mis recuerdos están hechos de bolas de anís, de fritillas caseras, de susos de crema, de carreras por el parque, de paseos en bicicleta, de melón atragantado, de riñas con mis primos, del olor grave de la matanza, de funciones teatrales, de ramos de flores silvestres, de romper el hielo del invierno, de papel y lápiz, e incluso, de Robinson Crusoe.
Seguro que los suyos están fabricados de sopa y chocolate, con la algarabía de los patios de colegio, de trompos, canicas y cromos, y hasta de cicatrices. Unas materias primas que, de golpe y porrazo, prenden en nuestra mente, crecen y van hinchándose hasta llenarnos de gozo…, para irse en un soplo. Puede que sean momentos efímeros, pero la mayoría de las veces, muy hermosos… No sé porqué nuestro cerebro olvida con facilidad aquello inservible y fútil, lo doloroso y triste, para, en cambio, recuperar lo bello y alegre.



Se avecinan fechas que a muchos se les antojan melancólicas y vacías de todo júbilo. A todos ellos les recomiendo un bonito ejercicio: rebusquen en los armarios, la cocina o el salón, recopilen objetos que les inspiren felices momentos, métanlos en una caja de zapatos y, cuando llegue la desazón, hurguen en ella y sigan viviendo el presente con la ayuda del ayer.
 Sigan el ejemplo del protagonista de El diario de las cajas de fósforos, una exquisitez de Paul Fleischman (al texto) y Bagram Ibatoulline (¡Qué ilustraciones!... realistas, evocadoras, ¡fantásticas!... como las de El prodigioso viaje de Edward Tulane-Editorial Noguer-), que, mirando de soslayo al Emigrantes de Shaun Tan, mezcla parte de la historia reciente, con la mirada infantil y el deseo de la escritura en un exquisito viaje a través de los objetos que se guardan en una vieja caja de puros.

No lo duden: escarben en lo más profundo de su corazón y hallen algo que les esboce una sonrisa y, como una flor, préndanla en su pelo para lucirla estos días.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Ilustrísima 2013


Un año más, en este lugar donde moran muchos monstruos que, con pinceles, lápices, tinta, imaginación y penurias (no olvidemos el duro trabajo de los artistas), nos hacemos eco de Ilustrísima, la feria/mercado de la ilustración, ese intento de dar forma a los sueños que otros escriben, para que así a los lectores busquen nuevos caminos en el intrincado camino de las palabras… Exposición de trabajos, venta, talleres para jóvenes y grandes, curiosidades y entrevistas, tendrán cabida en un espacio, el Museo ABC de Dibujo e Ilustración (aunque se ubica en el Paseo de la Castellana, la entrada se realiza por la C/ Amaniel 29-31), durante los días 12, 13, 14 y 15 de diciembre, en este edificio con mucha solera (¡que fachada de azulejos!).
En la segunda edición de este jovencísimo pero importante salón se reunirán obras de autores nacionales y foráneos consagrados –Javier Zabala, Zuzanna Celej, Miguel Tanco o Javier Chavarría -, nóveles, como Patricia Metola, Mar Blanco, María Serrano o Nader Sharaf, y artistas colectivos, que no sólo podrán contemplarse, sino también ser adquiridas a precios asequibles (¡Hagan algo por los artistas de este país… y de paso realicen sus compras navideñas! ¡Regalen arte!). Al mismo tiempo, se desarrollarán varias actividades relacionadas con el mundo del dibujo y la ilustración, entre las que destacarán talleres infantiles, demostraciones o mesas redondas. ¡Visítenla!

lunes, 9 de diciembre de 2013

¿Capitalismo, altruismo o meritocracia?


Que el mundo va fatal lo sabemos todos (o eso parece), pero no hacemos nada para remediarlo. Los ricos siguen siendo ricos, y los pobres son más pobres que las ratas. Quizá la solución sea nacer dos veces, una vez rico y otra pobre, y vivir así satisfechos y no sentirnos minus o sobrevalorados por nuestras circunstancias, esas que son la fuente de toda envidia. El problema de semejante entuerto sería que la mayoría no sabe ser rico, algo que sabe todo millonario desde el momento del parto.
Yo he conocido algún que otro rico (no sé porqué, sinceramente) y lo cierto es que los niveles, a pesar del saber estar de estos señores (el mío siempre se ha puesto en tela de juicio…), diferían en sumo grado, cosa que no me ha sucedido con otros advenedizos y estiracuellos aspirantones, que mucho lirili, pero poco lerele…
El rico nace, crece, se educa a golpe de institutriz, no derrocha impunemente, ve reproducir sus ganancias y se muere habiendo catado todo lo imaginable. Si además, el susodicho tiene talento, no hay más que hablar: da igual que tenga cuartos porque, sencillamente, se hace dueño del cotarro.
El pobre, hambriento y poco instruido, revienta antes que sobre, una ley que junto con la de la envidia (ya nos podría dar por el conformismo, un valor seguro), mina el mundo con tanta mezquindad, y por ende, de mucha infelicidad.
Y así pasa, que a veces a uno le da por pensar y constatar que es mejor dejarse guiar por acaudalados ilustrados que contemplar la cena de los mendigos en Viridiana… ¡No se ofusquen y me sobresalten con consignas libertarias y comunistas! ¡No! Sigo sin creer en el honor y la honradez (muy lícitas, por cierto) de un pobre ahogado por tantos y tantos problemas. Sigo creyendo en la ausencia de interés material (no hablo del poder, que siempre corrompe) de aquellos que tienen todas sus necesidades y caprichos cubiertos. Y sigo pensando que necesitamos más ricos preocupados por las carencias de los pobres. Más filantropía. Más humanidad.


Tómense la libertad de leer el Denver de David McKee (Editorial Océano – Travesía), la historia de un billonario que constituye el eje económico de todos sus vecinos hasta que un extraño personaje siembra la discordia entre estos para obligar a Denver a repartir su fortuna… ¡Hasta ahí puedo leer! Es por ello que, den con este libro, desmenúcenlo con cautela y háganme llegar sus opiniones al respecto… ¿Es Denver una oda al capitalismo? ¿Es Denver un símbolo de pensamiento altruista y meritocrático? ¿Es Denver un espejismo? ¿Es Denver una síntesis de nuestra realidad? Decidan por sí mismos, un servidor ya lo ha hecho…


jueves, 5 de diciembre de 2013

Libros y más libros


Aquellos que nos alimentamos de libros (para vivir de ellos la cosa está difícil), vamos saltando de título en título -como de oca en oca- y llevamos a cabo un ejercicio bastante saludable, el de descubrir nuevos hallazgos y dar rienda suelta a nuestra capacidad sorpresiva, más todavía si echamos mano del mundo 2.0, ese que nos enlaza con otros voraces lectores que recomiendan esto y aquello.
Aunque en este mundillo todavía siguen vigentes las revistas especializadas (no con tanta periodicidad que hace algunos años), siguen creciendo los lugares de la blogesfera donde moran los monstruos, de tal manera que la LIJ se enriquece, se retroalimentan las opiniones y los diálogos se hacen más fluidos. Así se da oportunidades a nuevos autores, editoriales noveles, ilustradores escondidos, elegantes ideas, personajes con carácter, argumentos olvidados y, sobre todo, a los grandes lectores. Los títulos pasan de mano en mano, y todos sacan partido de un mercado que sufre sus horas más bajas.
De esta forma, en los cientos de páginas, reales o virtuales, hablamos de libros que llenan vidas, ilusiones y palabras, esas que nos han obligado a crecer, a soñar en el futuro, a aprender de lo pasado y a vivir el presente.


Al final, todo queda en los libros de los que escribimos, libros de otro libro enorme donde cabemos todos. Páginas en las que vamos relatando escritores, artistas, lectores, maestros, bibliotecarios, cuentacuentos y toda suerte de enteraillos (entre los que me incluyo), para reunir en nuestra memoria colectiva las ocurrencias, sonrisas y enfados que nos suceden tras ojear un comic, una novela o un álbum ilustrado, ese que hoy bien podría ser El libro rojo de Barbara Lehman (Editorial Libros del Zorro Rojo), una obra muy premiada (¡Cómo no me habré topado antes con ella! ¡Mea culpa!) que, a través de las ilustraciones y recordándome en cierto modo a Zoom y El otro lado de Itsvan Banyai por sus recursos narrativos, nos enseña algo fundamental: a pesar de todo, todos tenemos un objetivo común, EL LIBRO.


martes, 3 de diciembre de 2013

Esconder los prejuicios



A Javi.

Desde niños aprendemos que uno de los juegos más gratificantes (y a la vez peligrosos) de la vida es esconder cualquier cosa a ojos de quienes la buscan. Mientras crecemos nos percatamos de que esa costumbre puede ser divertida, temible, e incluso triste.
Esconder el apetitoso salmón ahumado en la última repisa del frigorífico, ocultar unas grandes posaderas debajo de una amplia falda, o enterrar los lamentables últimos seis meses en una amplia sonrisa, puede ser contraproducente para  cualquiera, no sólo por contagiarnos de brucelosis o gastar más de la cuenta en ingentes cantidades de tela, sino por mantener inadecuadamente nuestra salud mental.
Nos encanta tapar la realidad, no sólo para evitar que se cubra del polvo como si de muebles abandonados se tratase, sino para que otros no la descubran, cosa que nunca sucede ya que siembre hay suelto algún sabueso de increíble olfato que se encarga de escarbar en la tierra y dar con el tesoro que pretendemos conservar bajo llave.
Aunque todos procuramos mantenernos alejados de alcahuetes y correveidiles, no siempre es posible, más que nada porque chismes y cotorreos hacen de este país el patio de vecindad más grande del hemisferio norte. Es por ello que les animo a lavar sus trapos sucios (ya vendrán otros con manchas más negras y duraderas) y desinflar las tripas –y también el cerebro- de tanta mierda contenida… Créanme, al final, todo cae por su propio peso e incluso los tesoros más ocultos, pueden exponerse a la claridad del día tras cientos de años.
Quizá piensen que si el escondrijo se adapta al tamaño, nadie dará con ese secreto aunque pasen más de mil noches con otras tantas mañanas, pero consideren que una tontería del tamaño de una cabeza de alfiler puede acabar con nuestra alegría durante toda la existencia si la acompañamos de prejuicios y otras consideraciones populares.


Y si siguen empeñados en imitar a las vergonzosas avestruces, comportarse como las acorazadas tortugas, o acaparar secretos en las oquedades de los árboles, les recomiendo que echen un vistazo a Cómo esconder un león, un libro de Helen Stephens (Ediciones B, colección B de Block) que no sólo cuenta la historia de la niña que escondió un felino gigante en su habitación, sino de los tabúes, las convenciones y la arbitrariedad humana. ¡Cómo si todos no tuviéramos aspectos de los que sentirnos avergonzados!

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Atrapados por la injusticia


Andando en la tarde de ayer por las calles de esta consternada localidad (no es para menos…) llamada Almadén, me topé de bruces con la Justicia... La pobre, , estaba hecha unos zorros… 

¡Nena,  cuánto tiempo! Te veo un poco acabada…
- Ay, Román, ni que lo digas… estoy hasta el moño de tanta corruptela, jueces marioneta y procedimientos infinitos… Esto es pa’ mear y no echar gota…
- ¿Qué ha sido de esa toga de Armani que gastabas hace tiempo? Con lo pulcra que has sido desde chica… ¡Te voy a cargar la romana de jabón de sosa porque a esas trazas que me llevas, no hay derecho!
- ¡Ay, qué despropósito, qué desatino…! Todos (Gallardón, Belloch o Aceves) me prometieron y prometen un lavado de cara… Más juzgados donde asearme y cambiarme de bragas (que llevo las mismas desde el levantamiento), darme a conocer a todos los ciudadanos -no sólo a ricachones y poderosos… esos mucha guita pero poca vergüenza, ¡ni que fuera la zorra de España!-… En fin: promesas que no valen nada… Me siento decrépita, deleznable y cansada… No tengo ni para la pelu, ni para la venda de los ojos…
- Ojiplático me dejas… ¡Cuánta desazón! Pero ¿y los jueces?... Alguno te dará alguna propinilla pa comprarte unos trapos…
- Ni por asomo… Garzón, Bermúdez, Ruz, Grande-Marlaska sólo quieren protagonismo… ¡Me tienen la mar de descuidada! Ponerse a tono con las cámaras, abrirse camino en la política de los veinte duros, embadurnarse de gomina hasta el vello púbico, echarse unas risitas en los cursos de verano, tirar la piedra, y esconder la mano es su único sino… Ya sólo creo en esa señora que los tiene jodidos a todos, bien cogidos por la entrepierna… Ayala se apellida… ¡Qué estilo! ¡Qué templanza! ¡Qué poderío!... Al final acabará aburrida, ¡como si lo viera…!
- Mujer…, algún abogado de oficio te invitará a gambas con gabardina…
- No sueñes… ¡Ni que fuera Ally McBeal!
- ¡Odo! No te compares con esa anoréxica… Con unos brochazos estarás aparente…
- Sí, de rodillo… Ya nadie me quiere…  ni los de la Haya, ni los de Estrasburgo… ¡Sólo pongo palote a talibanes, parricidas, etarras, violadores y pederastas! ¡Hasta dónde hemos llegado!
- Y será verdad…
- ¡Na! Qué iluso eres… To’ la vida aguantando hijoputas y, ¿¿ahora te enteras de que estamos atados de pies y manos??...
- ¡Anda, anda! ¡Con lo honrada, ética y equitativa que eres! ¿Cómo los juzgas así?
Me han exprimido, martilleado y vapuleado… No queda nada de mi esplendor pasado, ese que brillaba cuando los griegos me insuflaron vida. Sólo telarañas que me atrapan, como a las cometas en los árboles, impidiéndome volar sobre los inocentes, sobre los culpables. Grilletes en los tobillos que nos atrapan en la injusticia democrática, esa que desvirtúa a los ciudadanos y los hace esclavos de sus propios castigos


Oliver Jeffers. 2013. Atrapados. México: Fondo de Cultura Económica.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Vestirse para la ocasión


Yo, un gran defensor de la libertad de atuendo, me vi envuelto hace unos meses en cierto episodio desagradable que, definitivamente, me hizo sopesar la idea del “somos lo que vestimos”. Por ello, he aquí mi oda a la ropa…
En cierta ocasión y a consecuencia de una mordedura de avispa, acudí con mi padre, alérgico y de manera urgente, campestre y harapienta,  al centro de salud más cercano, donde uno de esos médicos ¿altruistas? (al menos, en ese barro se rebozaba el susodicho…), boicoteadores de la salud pública y con cara de cura, nos leyó la cartilla por indocumentados y guarros, mientras a mi progenitor le entraban los sudores de la muerte y la presión arterial disminuía a ritmos cadavéricos. Finalmente, con un poco de mala hostia y un esfingomanómetro, el susodicho, cagado a la pata abajo, se apiadó del pobre hortelano y todo quedó en susto (y enfado monumental).
La indumentaria, espejo del alma contemporáneo, nos ofrece todo tipo de bisbiseos y quebraderos de cabeza a tenor de la envidia de los compañeros de trabajo… ¿Saben aquel que “diu” que llego una profesora con un abrigo de Armani® a la sala de necios y conjuras para recoger unos libros y, a su salida, un corro de cacatúas vestidas de Desigual® la tacharon de elitista y derrochadora? ¿Y este otro que habla de un maestro de gimnasia que un día lavó el chándal, se colgó unos vaqueros y tres quinceañeras casi se matan por sus huesos?...
Noto con cierta frecuencia que soy más guapo con una camisa, un chaleco y un abrigo de paño, que cuando visto vaqueros y sudadera… ¿Será que estas prendas afectan a mi constitución mandibular, mi arco supraorbital o el color de mis ojos? Hasta donde yo sé, sólo me he duchado y cambiado de ropa… ¿No decían que aunque la mona se vista de seda, mona se queda? Pues estoy harto de constatar que cuantas más putas se empapelan de señoras, más tontos se quedan sin un duro…
Está claro que uno no se puede vestir con la ropa de su abuelo, luego llegan los llantos y el crujir de dientes por fracasos estrepitosos en lides reproductoras. ¡Deje a un lado los tonos cenicientos y los tejidos tristones! ¡Dé color y forma a sus curvas! ¡Explote su silueta! ¡Y a todo bicho viviente, arrime la cebolleta!



En fin, que si de calcetines, calzones, bragas, sujetadores, vestidos, trajes y corbatas hay que hablar no puedo más que recomendarles La filarmónica se viste, con texto de Karla Kuskin e ilustraciones de Marc Simont (Editorial Corimbo -siento las imágenes de la edición inglesa pero de la española pocas imágenes de calidad he encontrado), uno de los títulos que lucha por erigirse el más curioso e informativo de la temporada, ya que aúna higiene, ropa, información musical y humor en un vaivén de situaciones donde los casi ochenta componentes de una filarmónica son los protagonistas.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Encontrar el camino


Terminando una semana que mal empezó gracias a las desafortunadas decisiones que la universidad tiene para conmigo (es deplorable que el sistema educativo superior de este país desangre y castigue a los estudiantes por el mero hecho de enriquecerse para hacer frente a la insostenible gestión económica), me permito el lujo de dedicarme unas rimas que me insuflen algo de fuerza para la lucha que se me viene encima, esa que suena a estar en paz con uno mismo.

“Ese es mi mal: soñar…”

Peregrino que vas buscando en vano
un camino mejor que tu camino,
¿cómo quieres que yo te de la mano,
si es mi signo tu signo, Peregrino?

Pasa y olvida.
Rubén Darío.
En: Rubén Darío y los niños.
Selección de Teodoro de Vega.
Ilustraciones de José Ruiz Navarro.
1988. León: Everest.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Tejiendo las calles de color


Se dice, se comenta, que España va saliendo de la recesión, algo que, sinceramente, me extraña dada la descorazonadora tasa de paro que acarreamos desde ya-ni-se-sabe, pero, en fin, si lo dicen los políticos, con no creerlos es bastante… Se supone que lo que nos va achicando el agua de este consabido hundimiento son las exportaciones, sobre todo las alimentarias y automovilísticas, sectores punteros en nuestra nación (ya podrían crecer otros, como son tecnológicos y textiles, más rentables y vistosos), algo que agradecemos a países sin sol, huerta, ni ganado. Mientras tanto, el resto de la economía se basa en el sector servicios, el consumo doméstico y el pequeño comercio, uno que, a golpe de autónomo, ha crecido a base de desesperación.
Si tuviera que señalar un tipo de comercio que esté floreciendo hasta en la recóndita España, diría que el comercio artesano. Toda una suerte de zapaterías, jabonerías, tiendas de costura, de lanas y ganchillos (¡increíble el poder de lo "hipster"!), pastelerías artesanas, herreros, comercios de pequeños y exquisitos muebles, ceramistas, restauradores y sombrererías, empiezan a poblar las esquinas de plazas, calles escondidas y centros comerciales. Todos ellos, oficios de antaño que empiezan a reinventarse y a valorarse de nuevo, aportan color y calidez humana a los núcleos de pueblos y ciudades, y nos recuerdan que en el pasado también supimos trabajar con nuestras manos y ganarnos el pan a diario.
Siempre he afirmado que admiro a todo aquel que vive gracias a su tiempo, a sus habilidades y, por encima de todo, gracias a su imaginación, la mayor de las materias primas y una fuente de infinita inspiración. Piezas únicas, de calidad y duraderas empiezan a desterrar, gracias al comercio electrónico, las agencias de transporte y la confianza de los consumidores, a los productos de quita y pon que multinacionales y otros entes de consumo masivo nos han metido por los ojos.


Demos oportunidades a la creatividad que empieza a pintar callejas y avenidas, una hebra alegre e infinita que, como la tejida por Anabel en Hilo sin fin (medalla Caldecott y uno de los títulos imprescindibles para este año), con texto de Mac Barnett, ilustraciones de Jon Klassen (para mí, el nuevo Leo Leonni) y publicado por la editorial Juventud, cubra el tono grisáceo de este mundo y aleccione a poderosos y ambiciosos que con crueles artimañas quieren apropiarse de las bellas ideas de otros.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Blog muerto por sentimientos encriptados


El extraordinario entramado de las redes sociales, está cambiando el mundo de las relaciones sociales, tanto, que este blog ya no tiene apenas comentarios. Desde que abrí sendos espacios en Facebook© y Twitter© el número de seguidores ha ido en crescendo pero mis relaciones con ellos han decaído estrepitosamente… Algo por lo que estoy bastante enfadado…
Todos quieren ser mis amigos… Editoriales, autores, ilustradores, maestros y bibliotecarios se afanan por invitarme a sus respectivas páginas y enriquecerse de esta labor altruista que hago por amor al arte, pero son incapaces de comentar un libro, una entrada del blog, exponerme sus contrariedades o polemizar sobre los temas aquí tratados. Señores, señoras: ¡Quiero movimiento! ¡Enriquecimiento mutuo!
Con el “me gusta” y el “re-twitteo” lo solucionamos todo… Si vemos una ilustración bonita, le damos al pulgar levantado y ya hemos cumplido, si nos mola lo que dicen ciento cuarenta caracteres, los incluimos en el próximo “twit”... Y no hay más que rascar… Sinceramente, me estoy planteando seriamente si abrirme una cuenta en Pinterest©… ¡Y menos mal que no he de echar mano de tiendas on-line como Etsy© o DaWanda©, porque no engañaría ni al Tato!
En definitiva: sí, las redes sociales te dan visibilidad pero interacciones, sentimientos y apreciaciones, pocas. Así pasa, que todo queda encriptado en los gestos, algo que queda a la libre interpretación de los demás y que provoca numerosos altercados amorosos, familiares y laborales.
Es cierto que la comodidad está ganando a la intención y el diálogo, que tenemos poco tiempo (algo paradójico porque un cuarto de España está parado), que prima la inmediatez de las imágenes,  y que tenemos que controlar a los tres mil doscientos siete amigos que tenemos en nuestro anuario on-line…, pero sean humanos y digan lo que sienten, lo que piensan, lo que les aflige, lo que les hace sonreír, los que les aburre y lo que les conmueve. Es imposible seguir siendo humanos dejando al albedrío de la tecnología nuestras interacciones, esas que nos convirtieron en animales sociales desde tiempos inmemoriales. Inténtenlo: déjense seducir por la palabra.



No me obliguen a echar mano de El mundo es tuyo, un bello diccionario iconográfico de sensaciones y sentimientos elaborado por Riccardo Bozzi y Olimpia Zagnoli (editorial Juventud). Comenten mis estupideces, discrepen conmigo, y diviértanse, porque si no lo hacen, tendré que echar el cierre, irme a los bares y apuntarme a terapia de grupo, en definitiva, comprarme amigos, algo triste e innecesario.

viernes, 15 de noviembre de 2013

El otoño llama a la puerta...



Tan, tan.
¿Quién es?
El otoño otra vez
¿Qué quiere el otoño?
El frescor de tu sien.
No te lo quiero dar.
Yo te lo quiero quitar. 

Tan, tan.
¿Quién es?
El otoño otra vez.

Federico García Lorca.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

España: otro cuento putrefacto


En época de abundancia unos se enriquecen a manos llenas y otros, como aves carroñeras, se desviven por recoger los despojos, una suerte de limosna de la que muchos pobres en este país han vivido durante años. Pesebreros, chupópteros, llorones y lameculos, se han servido de planes de empleo, subsidios, subvenciones, y toda índole de ayudas para subsistir a costa de que otros se hagan de oro; es por ello que, sobre esta idea, afirmo que la mayor parte de los ciudadanos de este país tenemos la culpa de una crisis económica que nos retrotrae, tanto social, como monetariamente, a décadas pasadas.
Es muy fácil embestir a Bárcenas, a los responsables de los ERE’s ilegales andaluces, o a Urdangarín & Cía., cuando la verdadera responsabilidad de todo este estercolero recae sobre cada uno de nosotros. Mirábamos hacia los montones de ropa del imperio Inditex, se nos hacía la boca agua con mariscadas y vermús de trescientos euros, aspirábamos a chalets de alto “standing” en la Costa Dorada y pedíamos préstamos desorbitados para amueblar casas y adquirir coches de alta gama, en vez de prestar atención a los que se forraban las chaquetas de billetes, no vigilábamos nuestros impuestos, ni nos preocupaba nuestro futuro, mientras las apetencias y caprichos del hoy quedasen más que cubiertos. Y hoy nos lamentamos con amargura de nuestras colas del INEM, de la suerte de nuestros hijos, del capital humano que emigra, de nuestro nefasto sistema educativo, de las becas Erasmus, de la sanidad y los sanitarios, de las bajadas de sueldos y de la estructura del Estado.
Eximiéndonos de toda responsabilidad y como viene siendo una tradición en este país, echamos la culpa a otros, llámense ministros de educación, de sanidad, de empleo, o de fomento que, a golpe de urna y beneplácito social  han sido ensalzados como nuevos saprófitos del tesoro público.


Más nos valdría administrar correctamente nuestros ahorros, tener cautela a la hora de desenfundar la cartera, vivir con humildad y sacrificio, y abonar el presente para los años futuros, en vez de lamentarnos de tanta ave de rapiña que, no sólo sobrevuela nuestras cabezas, sino que se sientan a comer en nuestras mesas y que, como bien dice Pepín Bello en Un cuento putrefacto (publicado por Sd Ediciones y con ilustraciones de Manuel Flores) se acostumbran a comer vaca en vez de burro, dicotomía de manjares que nos hacen meditar sobre quiénes son los buitres, ¿nosotros o ellos?

lunes, 11 de noviembre de 2013

Maldita televisión...


Demasiada polémica hay en torno a la cuestión televisiva, esa que genera cierto empleo pero arrastra muchos gastos, todo ella al servicio de un poder basado en los medios de comunicación de masas.
El cinismo de los políticos, como los aviones, llega a límites estratosféricos, un lugar de altos vuelos que, basado en la ignorancia de la gente, limpia, brilla y da esplendor a cualquier cerebro humano que se preste a ver la tele durante unas cuantas horas al día. Desde los inicios, la televisión, esa reina de la imagen hoy día dirigida a paquidermos de manta y sofá (la radio y el periódico son entretenimientos más neuronales), ha sido utilizada por magnates de todo tipo y condición, para vendernos sus productos, llámense estos detergentes, turrones (este año no se va a hacer tarde…), planes de pensiones o propaganda electoral -para lo que mayoritariamente ha quedado-.
Desde cualquier programa de entretenimiento, pasando por los telediarios, o incluso el tiempo de cualquier cadena televisiva pública (manda huevos), nos embuchan cuñas publicitarias, salves y consignas de este o aquel partido político, y son capaces de aburrir al más analfabeto del lugar, una realidad que dice poco a favor de los profesionales de este sector, unos trabajadores que, como putas por rastrojo, se dedican a vender sus servicios al mejor postor, o en su defecto, al cacique/político de turno que amenaza con EREs, despidos y desmantelamientos a diestro y siniestro (aunque bien pensado, ¿en qué lugar de la Administración se destierra toda inclinación partidista?).
Si por mi fuese, cerraría TODAS las televisiones públicas españolas, bien sean locales, autonómicas o nacionales, todas ellas meros púlpitos y escenarios de este o aquel partido que denigran nuestra inteligencia y más que informar, cansan y envilecen.


Por ello aplaudo a todo aquel ciudadano que, sensible a lo que nos acontece, apaga la caja tonta y abre un libro, que en este caso bien podría ser S.O.S. Televisión de Germano Zullo y Albertine (autores de Los pájaros) que, de la mano de la editorial Ekaré, nos acercan al mundo de la imagen y el sonido, a su omnipresencia y a cómo hacerle frente a su ausencia, con una pizca de humor y otra de crítica. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Abrazos sencillos


Si algo debemos tener claro en esta vida es que nosotros somos lo único que contamos para nosotros mismos… ¿o no? Llámenme egoísta o lo que les apetezca, pero lo que caracteriza a esta estirpe de mortales, es la supervivencia…, y sin egoísmo, no hay vida que resista este mundo cruel.
Tampoco hay que llevar las cosas al extremo, volverse huraño y dejar a un lado a los demás. No. Unos tenemos familia, otros tienen hijos y los de más allá tienen un perro, ofertas de cariño variadas, constantes (más o menos) y plausibles que nos hacen sentirnos queridos y, sobre todo, juntos (a veces, incluso revueltos).
Otra cosa son las sensaciones, esas que nos desconciertan y nos llevan a los más oscuros abismos, a los precipicios más abruptos. Realidades que confunden a cualquiera. Riñas, discusiones, separaciones, entierros, bodas, nacimientos y comidas de trabajo, se suceden en un continuo vaivén que nos hace dudar de nosotros mismos. Palabras, hechos y pensamientos se amalgaman y generan un desconcierto que, a muchos (pobres…), les repercute enormemente y dejan de vivir por el mero hecho de no saber quiénes son, un interrogante metafísico que lleva de cabeza a la humanidad desde tiempos inmemoriales.
Aparcando tanto lío, es más recomendable no pensar tanto y dejarse querer (una de mis abuelas ha alcanzado los ochenta y cinco con este lema por bandera… una razón de peso…), que es lo único liviano que podemos llevarnos al crematorio (porque yo pienso incinerarme en pro del espacio en los cementerios… no sé ustedes…).
Están en lo cierto al dudar sobre la conveniencia de generalizar a la hora de hablar de uno mismo, una actividad que repetimos con frecuencia en nuestra realidad social, pero no deja de ser una salida barata (si no, ya saben: hay mucho psicólogo en paro).



Y si no les he aclarado nada al respecto, siempre pueden echar mano de El abrazo, el álbum ilustrado que el superventas David Grossman y la ilustradora Michal Rovener (Editorial Sexto Piso) han engendrado a tenor de estos miedos, e intentar ordenar sus ideas, unas que, a fin de cuentas, son propias e intransferibles, y que no dejan de ser el sencillo abrazo que alimenta nuestra existencia.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Amansar a las fieras


De amansar a las fieras, algo sé. Si no me creen, les invito a una de mis clases al grupo del segundo curso de E.S.O., ¡toda una delicia!... Que si siéntate bien, que sí deja de chinchar al compañero, que si veo una tiza volando, que si otra de regreso, que si Fulano me insulta, que si Zutano pone los pies en mi silla, que si me levanto a tirar un papel, que si la pizarra me refleja… Todo eso a la vez y un servidor el encargado de administrarlo. Sólo espero no morir en el intento de hacerles aprender el verbo “to be”…
Esconder el lado más salvaje que todos acarreamos dentro de nosotros mismos es una dura tarea que para muchos resulta cuesta arriba (yo incluido). Constatada una naturaleza animal sin precedentes, el hombre ostenta la medalla de oro en cuanto a salvajismo se refiere, un hecho probado a raíz del belicismo, la pornografía, la competencia laboral, y el constante destrozo de todo lo que nos rodea. Para paliar este caos y con bastante inteligencia, griegos y romanos -los artífices de toda cosa bien pensada- crearon la institución educativa, esa que fabrica ciudadanos, y que, con el paso de los siglos, ha ido adaptándose al cambiar de los tiempos y sus necesidades.
A pesar de encargarle ese cometido a la Escuela, la televisión nos ha provisto de programas como “Hermano Mayor” o  “Super Nani” que se encargan de dar buena cuenta del grado de mala educación que, dada la relajación paternal y social, ostenta la juventud de un occidente cada vez más herido. Sólo espero que a estos gurús del constructivismo no les lluevan las hostias de tanto nene desagradecido (o de sus abuelas encabritadas), algo que me extraña sabiendo que los más exitosos en este cometido de inculcar buenas prácticas y normas de comportamiento son madres monjiles, asistentes sociales pusilánimes o maestrillos complacientes, lobos con piel de cordero que saben cómo hacernos caer en sus redes, y a los que junto a niñas rubias, de mejillas sonrosadas y cara de inocentes como Zeralda, la protagonista que el afamado Tomi Ungerer se sacó de esa chistera para reprimir las incivilizadas costumbres de una caterva de ogros, siempre se salen con la suya a la hora de mangonear a los demás.


Y si no encuentra la forma de llevarlos a su terreno, lléveselos de excursión. Siempre hay alguna ocasión para que encuentren el amor y, de paso, convertirse en tiernos cachorritos…

UNGERER, Tomi. 2013. El ogro de Zeralda. Caracas: Ekaré.