jueves, 6 de abril de 2017

Camisas, cubiertas y guardas: otros espacios narrativos en el libro-álbum


Anatomía narrativa del libro

De unos años a esta parte el objeto libro, es decir, ese libro que habla por los cuatro costados y no sólo a través de las páginas, está tomando mucho protagonismo, más todavía si estamos charlando de álbumes. El álbum, esa creación donde palabra e imagen se unen en pro de las ideas, echa mano de toda su anatomía para narrar, para desbordar el mensaje no sólo a un nivel cognitivo, sino también físico y manipulativo.
Es así como muchas de las partes o elementos del libro ayudan a descodificar (¿será esté el verbo adecuado?) la historia, su discurso. Faja, camisa, tapas, guardas, portadas, portadillas, lomo, cortes, páginas de cortesía o de créditos, se encuentran al servicio del mensaje desde hace décadas, cuando a partir de los años 40 los artistas se internaron en el mundo del álbum a consecuencia de los llamados libros de artista o libros-arte. Muchos pintores, diseñadores gráficos e ilustradores son los primeros que juegan con zonas tradicionalmente exentas de interés narrativo para ofrecernos nuevas sensaciones allende la lectura, para que esa conversación entre dos actores, libro y lector, trascienda más allá de las páginas y se derrame por todo el contexto espacial que recibe el nombre de “libro”.


John Alcorn y Murray McCain. ¡Libros! Editorial Gustavo Gili.

Aunque generalmente son elementos que pasan desapercibidos por la mayor parte de los lectores, conforme nuestra mirada empieza a educarse en estos detalles, prestamos más atención a estas geografías que, además de servir a ciertos propósitos prácticos, complementan, inician, concluyen, e incluso, sintetizan el discurso.
Es decir, todas estos elementos se podrían adscribir a tres grandes grupos (no exclusivos, claro está): los epitextuales, aquellos que no se relacionan de manera directa con la historia recogida, los peritextuales, unos que sí tienen cierta relación con lo que nos cuenta ese libro, rodean la narración y la complementan de algún modo, y los intertextuales, que sí tienen relación directa y forman parte necesaria del discurso, para captar el mensaje en su totalidad.
Es por ello que he creído oportuno abrir un espacio en este sitio repleto de monstruos para darle más visibilidad a todos los elementos que rodean a la tripa (aunque suene mal, se llama así) o cuerpo del libro propiamente dicho, ese que se vertebra de páginas.


John Alcorn y Murray McCain. ¡Libros! Editorial Gustavo Gili.

Camisas o sobrecubiertas

Si nos aventuramos a internarnos en los libros y desde la zona más externa hacia la más interna, hemos de empezar por la camisa o sobrecubierta. Se define a esta parte del libro, muchas de las veces opcional o complementaria, como la hoja fabricada en papel o cartulina que protege la cubierta y contracubierta de un libro, suele estar ilustrada y es de quita y pon (Yo lo asemejo al guardapolvo del maestro, a la bata del médico). Se adhiere a la cubierta o tapa gracias a dos solapas o lengüetas que se pliegan hacia la zona de las guardas.
En un principio y como todas las demás partes del libro de las que hablaremos hoy, las camisas tenían una función de protección que posteriormente daría lugar a una función más explicativa y por último, la que hoy tratamos aquí, más narrativa. La camisa no es un elemento muy frecuente en los álbumes, pero sí encontramos algunos ejemplos. De entre estos, el aquí mirón se ha fijado en tres títulos que están muy inter-relacionados ya que toman como excusa el objeto libro para crear sus narraciones (¿Casualidad?).


En primer lugar tenemos la camisa de un libro de Jörg Müller, El libro en el libro en el libro (editorial Serres). Está ilustrada a modo de papel de regalo sujeta por un lazo y que, justamente en la esquina superior derecha, simula estar rasgada dejando ver la ilustración de la tapa: la mitad de la cara de una niña. De este modo, la guarda no sólo tiene su función narrativa (el libro como regalo), sino que además de una funcionalidad protectora. Sirve de antesala a la lectura, de mirilla para que el lector curiosee y quede atrapado (¿Quién es esa niña? ¿Qué hace ahí?). En definitiva, abre una historia de universo metaficcional (metaimágenes para ser más exactos) ya que, cuando abrimos el libro y pasamos las páginas, la primera imagen es la de esa niña que, precisamente, está rasgando el mismo envoltorio y encontrando el mismo libro. Ese reflejo favorece la identificación del lector con el protagonista y, de un modo indirecto, lo embebe en el mensaje.



Otro libro del que hay que hablar es uno con el que Blackie Books nos ha sorprendido en 2016, Mi amigo libro de Kirsten Hall y Dasha Tolstikova,un álbum que también trata sobre libros pero que, a diferencia con el título anterior, propone una retroalimentación con el lector desde dos perspectivas, una intelectual (el lector identifica al libro protagonista con el libro que tiene en sus manos, aunque en este caso sea al final de la narración) y otra física, ya que conlleva la manipulación del objeto libro para alcanzar todo el poder discursivo de la historia puesto que la camisa, esa hoja que en principio tiene poca importancia, cobra vida cuando la retiramos de las tapas y descubrimos la sorpresa que guarda.



Por último y en lo que se refiere a camisas tenemos la obra de Barney Salztberg y Fred Benaglia, Abraza este libro, otro título también publicado el año pasado por Phaidon. En él, la camisa supone adentrarse en un juego de palabras, el del propio título (“abraza este libro”) ya que, al dejarlo desnudo descubrimos que ese libro que pulula de página en página y de mano en mano, no es ni más ni menos que el que tenemos en nuestro regazo y cuya tapa va orlada con un gran corazón rojo que lo identifica formalmente.



Aunque todas tienen carácter de elemento peritextual (rodean a la narración) hay que decir que la ideada por Kirsten Hall y Dasha Tolstikova tiene un elevado componente intertextual, ya que pasa a formar parte importante del relato que recoge este título, y la que se refiere a Abraza este libro es más epitextual ya que sirve como elemento distractor a la hora de desentrañar todo el mensaje del libro.




John Alcorn y Murray McCain. Solapas delantera y trasera de la camisa de ¡Libros! Editorial Gustavo Gili.

Cubiertas o tapas

Damos paso así a la tapa o cubierta, un elemento que de forma más común, suele añadir elementos narrativos para con la historia que sostienen. Las tapas o cubiertas, bien sean de cartón o cartulina cumplen una misión de protección y soporte de la tripa del libro, así como, generalmente, recogen los datos básicos de la portada (título, autores y editorial), pero en el álbum constituyen un espacio en el que también se nos pueden anticipar datos referentes al contenido del libro, a su narración.
Aunque en un inicio las cubiertas o tapas eran de color liso y no estaban ilustradas, conforme avanza el desarrollo del mundo editorial empiezan a contener ilustraciones que, en muchos de los casos eran meras reproducciones de las imágenes del interior. Las tapas peritextuales empiezan a aparecer a mediados del siglo XX cuando los autores de los álbumes ilustrados comienzan a idear ilustraciones específicas que complementan o sintetizan las historias recogidas en la tripa del libro, algo de esperar teniendo en cuenta que suele presentar al objeto libro que tenemos ante los ojos.
De entre todo este tipo de tapas me gustaría destacar dos tipologías. En primera instancia aquellas en las que cubierta y contracubierta forman una única imagen que es diferente al del resto de las ilustraciones del libro. Mientras que unas como la del clásico Donde viven los monstruos de Maurice Sendak (editorial Kalandraka) añaden otra magnífica y evocadora estampa a la narración y sitúan al lector, otras desvelan un dato muy importante sobre la narración, como es el caso de la cubierta de Lobo de Olivier Douzou (Fondo de Cultura Económica), que si no desplegamos nunca llegaremos a saber, y algunas sirven como lugar en el que empezar, finalizar y/o continuar la narración, para experimentar y, sobre todo, jugar, como por ejemplo las de El otro lado de Istvan Banyai (Fondo de Cultura Económica).
Seguramente y al igual que las guardas (apartado siguiente), podríamos clasificar todas ellas en varias tipologías dependiendo del tipo de intención o de función discursiva, así que: ¡Al lío! ¡Ya tienen trabajo! ¡Hurguen en sus estanterías!.





En segundo lugar he prestado atención a aquellas tapas manipuladas físicamente, como por ejemplo las cubiertas troqueladas, unas que, como en el caso de las camisas, pueden ser una perfecta antesala para dejar entrever lo que va a suceder cuando levantemos este primer lugar en el que establecer contacto visual o para constituir un espacio narrativo de primer orden. De entre las que he encontrado por los rincones de mi hogar les traigo las de El pequeño rey de las flores de Kveta Pacovska (Kókinos), El gran libro de los miedos del ratoncito y ¡Otra vez!, ambos de Emily Gravett (editados por Picarona), y La historia de Erika de Ruth Vander Zee y Roberto Innocenti (Kalandraka).
En El pequeño rey de las flores, el troquel en forma de ventana de la cubierta y la contracubierta, además de un espacio donde se presenta a los protagonistas, está actuando como puerta sintética de lo que se narra en el interior, aunque en la contracubierta, la autora, bastante previsora y para no desvelar el final de la historia a través de la tapa, añade una pestaña o solapa que oculta la imagen final. Algo similar sucede con la cubierta de El gran libro de los miedos del ratoncito, donde vemos un troquel con forma de mordisco sobre la tapa delantera que funciona como carta de presentación de nuestro narrador, el ratoncito.




Sin embargo en ¡Otra vez!, y como ocurre en lo que hemos hablado de las camisas, se establece una relación intertextual entre la tapa troquelada y la acción que se desarrolla en el libro, es decir, se le da protagonismo al objeto libro y lo que acontece fuera y dentro de él para establecer un feedback con el lector.




Para finalizar con estos ejemplos les he traído La historia de Erika, un libro donde tapa y guarda interaccionan. Aparentemente la tapa es lisa y en ella se puede observar una escena en color gris, pardo ceniciento que no nos dice mucho. Lo interesante viene cuando nos fijamos que se ha troquelado la tapa con forma de estrella, abrimos el libro y extraemos esa figura. Tras cerrar la tapa sin ese elemento de nuevo observaremos como se pueden ver las guardas de color amarillo a través del hueco que ha quedado: una estrella de seispuntas en color amarillo, el símbolo con el que los judíos eran enviados a los campos de concentración nazis. Lo que en un principio era una cubierta monocroma que no despertaba demasiado interés, nos descubre de modo simbólico de los horrores que trata esta historia.



Guardas

Finalmente llegamos a las guardas, unos elementos sobre los que más atención se ha prestado en los últimos tiempos, probablemente por ser una de esas partes del libro menos visibles o llamativas (ya saben esas hojas de papel que, escondidas tras las tapas, las adhieren a la tripa del libro). Es bien sabido que estas hojas han evolucionado notablemente a lo largo de todos estos años, han crecido en forma, estilo o función.
No soy el primero que se ha fijado en estos lugares, es por ello que les remito a los artículos académicos de Lawrence Sipe y Carolina McGuire (Picture endpapers. Resources for literary and aesthetic interpretation), de Emma Bosch y Teresa Durán (Una tipología de las guardas de los álbumes) o los de Elena Consejo Pano (Peritextos del siglo XXI. Las guardas en el discurso literario infantil y El discurso peritextual en el libro ilustrado infantil y juvenil), el ejemplificado de Anna Juan Cantavella, la coleccionista de libros-álbum (Entre la anticipación y la ampliación: de peritextos y álbumes), la nota curiosa de Ana Garralón (Cómo se “guardan” los libros: un pequeño homenaje) o el artículo El que guarden les guardes del vlog Biblioaprenent de Xavier Querol, por lo que, lejos de parafrasear a todos estos autores y resultar redundante, sí les traigo una pequeña miscelánea sobre las guardas que más me gustan y que he encontrado en mi biblioteca personal y en la colección de álbumes de la Sección del Libro y Programas de la Red de Bibliotecas Municipales de Albacete. ¡Gracias! (N.B.: ¡Tengan cuidado a la hora de estampar el sello de la biblioteca, el código de barras o el número de registro, ya que pueden ocultar un detalle hermoso!). 
Como se aproximan las vacaciones y estoy algo vago, esta entrada de hoy tiene concurso: enviaré un álbum ilustrado al primero que escriba todos los títulos de estas guardas en los comentarios de esta entrada, los acierte, y su dirección de correo postal se adscriba al territorio español. El plazo límite es el 21 de abril de 2017. ¡Aprovechen que hoy estoy que lo tiro!






























Otras posibles geografías que cuentan

En los últimos años empiezo a ver como portadillas y portadas buscan nuevos huecos en el cuerpo del objeto libro con diferentes finalidades narrativas y golpes de efecto, fajas (se llama así a ese pedazo de papel estrecho que muchas veces se dispone sobre la camisa de ciertos libros y que las editoriales suelen utilizar como espacio publicitario) en las que se incluyen detalles metaficcionales, cintas marcapáginas que si no existieran no podríamos captar la esencia narrativa, y lomos de libros de una misma colección que conjuntamente son capaces de dibujar nuevas imágenes que nos hablan de esa colección y esos libros.
Todo ello nos lleva a pensar que todavía quedan muchos rincones, muchos países por conquistar en lo que a narrativa se refiere, y que el álbum, ese género en el que se unen dos lenguajes, tiene la capacidad suficiente para ello.  



Adrien Parlange. 2017. La cinta. Kókinos. (Marcapáginas textual / peritextual)


Norman Messenger. 2011. Imagina. SM. (Faja peritextual)


martes, 4 de abril de 2017

Heidi o de prejuicios, tontos y lindes


A pique de perder el tren, salí corriendo de casa como alma que lleva el diablo con una maleta medio vacía y un libro bajo el brazo. Llegué al vagón con la lengua fuera y ligeramente cabreado (conmigo mismo, el peor de los contrincantes). Me dejé caer sobre el asiento y coloqué el libro en el regazo. Heidi de Johanna Spyri. Ilustrado por Sonja Wimmer. Editado por Nórdica Libros. Un clásico. De los de siempre. Como debe ser. Para los que no vemos pasar el tiempo en lo literario.



Román.- Esto cunde de lo lindo. Los Alpes... El abuelo... Pedro... Klara... la sita Rottenmeier... Bastante semejante a cómo lo había visto en la serie de dibujos (Advertencia: No se les ocurra rememorar su infancia a costa de tragarse de nuevo esas producciones de animación de antaño. Si lo hacen: decepción al canto). Sigo pasando páginas. Par. Impar... Descripciones preciosas de los paisajes de montaña. Huelo a heno recién segado... Impar. Par... Escenas costumbristas donde se saborea la leche de cabra, brincas con ellas en los pastos. Flores silvestres... Impar. Par. Acompaño al abuelo mientras la niña está en Frankfurt. Pongo mi mano en su hombro. Él busca un hueco en lo religioso...
Subconsciente de Román.-¡Un momento! ¿Religioso...?
Román.- Sí, cojones, esas cosas de dioses y mortales, de credos y pecadores...
Subconsciente de Román.- ¿En Heidi hay hueco para eso?
Román.- Vamos a ver so' canelo, no sé qué esperabas de un libro de finales del XIX..., ¿que salieran la Dulceida y la pringada de la Esty luchando en el barro? Cuando te sale la vena progre no te aguanto ni yo...
Subconsciente de Román.- No sé... Nunca me lo hubiese imaginado. En la adaptación japonesa no rezaban...
Román.- Mira que eres tontoelpijo, nene... Simplemente lo obviaron, que los japos piensan... ¡Si te parece la sacan haciendo yogui-pilates!
Subconsciente de Román.- (Con cara de ensimismado) ¿Y qué harán los ateos? ¿ Los apóstatas? ¿Los agnósticos y no practicantes?
Román.- Estas un poquito gilipollas, muchacho... ¡Ni que tu sintieras devoción por la pila bautismal! ¡Tontaco!
Subconsciente de Román.- Y lo leo... Es verdad.
Román.- (Resignado) Ayyyyy...
Subconsciente de Román.- Pero pienso en todos esos que ahora se autocensuran, esos a los que se les taladra el globo ocular cuando algo no casa con sus ideas y rápidamente montan hogueras... Por si acaso se les pega lo que leen... Tu sabes...
Román.- Déjalos... Ellos verán... Cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue.
Subconsciente de Román.- Pues llevas razón, mi otro yo...
Román.- De “otro” nada, que el único “yo” que hay aquí ya sabes quién es.
Subconsciente de Román.- No te pongas en modo Def Con Dos, que luego me vienes llorando a lo Paquita Salas...
Román.- Anda, no me marees. Lee y calla, que este señor libro se pone interesante...


lunes, 3 de abril de 2017

Los caminos se llenan de flores


Mientras muchos huyen de las flores, al aquí escribiente le encantan. Que si les recuerdan a los cementerios, que si son evanescentes, que si olores penetrantes. Pamplinas y chorradas. Estos órganos reproductivos vegetales tienen mucho aquel...
Me acuerdo de Carmelo, el albañil jubilado que teníamos por vecino en la casa del campo, que siempre decía “Este chiquillo, ¡lo que le gustan las flores!” Y sí, la verdad es que siempre me han resultado muy llamativas. Aunque de un tiempo a esta parte me resultan más interesantes las formas y los colores que presentan (N.B.: ¿Han visto muchas rosas azules? Seguro que no... Hay familias de angiospermas sobre las que prima el azul, en otras el blanco, amarillos o rojos). También son importantes los ejes de simetría, bilaterales (véanse las orquídeas y labiadas) o radiales (cápítulos como los del girasol o la dalia) o la geometría de sus elementos (Hay una coincidencia fractal en la naturaleza más que hermosa). Me pirran del mismo modo la forma de agruparse de ciertas flores en eso que los botánicos llamamos inflorescencias, las cimas escorpioides o los corimbos, las espigas o las margaritas (¿No lo sabían? Pues sí, en la margarita hay dos tipos de flores: liguladas y tubulares). Lo de las adaptaciones para la fecundación cruzada también tiene usía, si no me creen echen un vistazo a aráceas y raflesiáceas entre otras.


Pero antes de que un servidor se adentrase en el mundo vegetal académico, buscaba en las flores otros significados más relacionados con la contemplación de su belleza y que se adscribieran a la esfera de lo emocional. Un beso para mi madre, un regalo para los amigos, para celebrar un nacimiento o cómo decirte “te quiero”. Las flores tienen un lenguaje muy diverso y, aunque generalmente adornen las tumbas o las habitaciones del hospital, siempre podemos encontrar otras posibilidades más divertidas o chanantes. Decía mi admirada Maruja, para los amigos, o María Andrea Carrasco de Salazar, para los desconocidos (las hay que abrevian con descaro, para reírse del mundo aunque sean muy señoras), que si quieres demostrarle desprecio a alguien, nada como regalarle un poto. Y los que sabíamos de qué iba la cosa nos descojonábamos.


Y así llego al libro del lunes, Un camino de flores, un álbum sin palabras con cierta vis de novela gráfica (combina la página y la viñeta como unidades espacio-temporales) cuya maqueta vi en la Feria de Bolonia de hace tres años (¡La de este año empieza hoy!) en el espacio que la editorial canadiense Groundwood Books tenía allí y para la que buscaban coeditores (Que por cierto, no era un negocio muy caro. Más que rentable diría yo teniendo en cuenta que fue incluido en la selección de los mejores del 2015 realizada por The New York Times). Cómo no, me quedé prendado de esta delicia de JonArno Lawson y Sydney Smith que Libros del Zorro Rojo ha publicado en castellano. En él existen numerosos puntos notables donde destaco la simbología floral como vínculo entre las personas o con el entorno, lo lineal de la narración, la crítica a la paternidad y la sociedad tecnócrata (el padre que no suelta el móvil ni a tiros, o esa mujer de la parada de autobús con atuendo floral: es la única que está leyendo.), lo transicional de la atmósfera (de un mundo en blanco y negro se pasa a uno completamente lleno de colores y viveza), el guiño metaficcional al personaje de Caperucita Roja, o multitud de detalles donde destacamos las guardas sintéticas.


En resumidas cuentas, que me encantan las flores y cualquier libro en el que sean protagonistas.


domingo, 2 de abril de 2017

Brindando con la LIJ por el Día del Libro Infantil


La Literatura infantil (para los "lijeros", la LIJ) está que va y viene. Un día esto, el siguiente, lo otro. Tan pronto alegre, más tarde por los rincones llorando. Con ella no hay quien se aclare. No es poco todo lo que ha pasado (UVI, cuidados intensivos y mesas de quirófano) y a la primera de cambio, va y se desmorona... Bipolaridad, depresión, esquizofrenia..., nadie sabe lo que tiene, pero el caso es que suena a crisis de identidad. Vamos, que la pobre no se encuentra... Y no es de extrañar porque la cosa parece que tiene guasa (y no el del móvil precisamente)...


Unos dicen que sí, que la LIJ está ahí, que la ven venir de lejos. “Ha existido, existe y existirá” afirman con rotundidad. Aquellos, los de allá, la miran de reojo, “Yo no me fío de ésta” dicen al verla pasar. “Otro invento, otro producto falaz”, le oí decir ayer a uno mientras se la echaba de comer al perro. Unos cuantos se encargan de ocultarla "¡Shhh! Escondedla detrás de los premios nobeles, de los superventas, en ese estante remoto..." "¡Que no salga en las noticias, ni en los periódicos ni en las radios!". Y los menos, con tanto jodernos, se nos va el santo al cielo. Así que he quedado a tomarme una caña con ella...


“Perdona que no te entienda, LIJ de mis entrañas. A ver, ¿quieres dejar de lloriquear? Aquí sigo, a tu vera, manque pierdas... LIJ, sigues vivita y coleando. Aunque te estén exprimiendo al máximo o te ninguneen sobremanera, permanecerás entera. Que tu eres mu' dura y tienes los huesos a prueba de estadísticas, ventas y otros varapalos. Y a lo que digan, ni caso... Lo mejor es brindar con un chupito... Toma, LIJ de mis amores, que con un trago de ingenio te vas a animar... Tu quiérete mucho y déjate de mandangas, que los que te critican no llevan mucho mejor panorama...”


“Tu haz como yo y deja que te quieran. ¡Eres pura FAN-TA-SÍ-A! ¡Ponte guapa y lúcete! ¡Que las estanterías sean tu pasarela!... Además, no te quejes: Tienes a los diseñadores más originales, las imprentas más modernas, los más frescos autores y unos libreros la mar de enrrollaos. ¿Y tu público? ¿Qué me dices de tus lectores? Sin lugar a dudas los mejores. Agradecidos, sesudos y exigentes. Nada, que te lleno el vaso de nuevo (Ten cuidao no te manches, que te empapas con demasiada facilidad)... ¡Por libro infantil, amiga!”

Y ustedes, lean y aplaudan, que la LIJ y los libros para niños se alimentan de lo mismo que las hadas. 


Nota: Las imágenes que acompañan esta entrada pertenecen a los álbumes:
Barney SALTZBERG y Fred BENAGLIA (il.). 2016. Abraza este libro. Editorial Phaidon.
Jennifer BERNE y Keith BENDIS (il.). 2014. Calvin no sabe volar. La historia de un pájaro ratón de biblioteca. Editorial Takatuka.