jueves, 15 de junio de 2017

Amigos imaginarios en la Literatura Infantil


De un tiempo a esta parte vengo topándome con todo tipo de amigos imaginarios dentro de esta parcela fantástica llamada LIJ. A pesar de ser una realidad que en un principio me llamó la atención (aunque es cierto que en mi imaginación cabe de todo, nunca ha existido un hueco para este tipo de entelequias), me he acostumbrado a encontrármelos en las páginas de los libros infantiles.
Tras indigar en las bases de datos y en alguna que otra revista especializada, no he hallado ningún estudio monográfico que se adentre en esta curiosa coincidencia de la Literatura Infantil, así que, una vez más, me lanzo a mis análisis de andar por casa con una serie de apuntes para tal efecto y que comparto aquí para todos aquellos interesados en este punto de convergencia “lijera”.

Unas pinceladas generales sobre amigos imaginarios

En primer lugar hay que preguntarse “¿Qué es un amigo imaginario?” En la mayor parte de los casos no es ni más ni menos que la creación fantástica de un personaje con el que niños o jóvenes establecen una relación lúdica y/o tutelar. Esto quiere decir que un amigo imaginario puede adoptar formas y naturalezas múltiples (desde un dinosaurio con lunares hasta una escoba voladora) con el que surge una relación en la que generalmente existe el diálogo y tiene que ver con el juego infantil o con la toma de decisiones de su creador.
Los amigos imaginarios no sólo se relacionan con la infancia, sino que también pueden presentarse en la adolescencia, algo que cada vez ocurre con más frecuencia. Si tenemos en cuenta que en torno al 65% de los niños menores de siete años en Estados Unidos afirman haber tenido algún amigo imaginario, la cuestión no debe ser tratada como anecdótica, sino como un condicionante más en la etapa infantil y la pubertad.


Las razones de la existencia de estos seres imaginarios son muy variadas y no existe un consenso unánime entre psicólogos y psiquiatras para explicarlos. Algunos estudios aseguran que los amigos imaginarios son otro proceso más en el progreso lúdico-afectivo del niño, es decir, forma parte del desarrollo de aspectos como el lenguaje, el pensamiento lógico-deductivo, la memoria y la inteligencia emocional, es decir, todos aquellos parámetros cognitivos que ayudan a discernir entre el mundo real y el fantástico y que, generalmente, no se afianzan hasta sobrepasar la barrera de los once años.
Otros estudios encuentran su origen en los modelos familiares occidentales donde las carencias afectivas se acrecentan por la abundancia de hijos únicos, la patente presencia del mundo adulto, la ausencia de compañeros de juego de edad similar, y el gran salto generacional entre padres y vástagos (no es lo mismo un padre que roza la treintena que uno con cuarenta y cinco palos). También hay que llamar la atención sobre la omnipresencia de la televisión y los medios audiovisuales informativos y lúdicos, ya que inspiran y fomentan la construcción de estos amigos en los menores por ampliar y desbordar su ideario/imagiario. Es por ello que muchos autores empiezan a notar como la proliferación de amigos imaginarios entre la población infantil ha sufrido un aumento durante los últimos lustros.


Y, ¿cómo es un amigo imaginario? Los expertos los clasifican mediante dos criterios. En base a la toma de consciencia de su irrealidad (hay niños que saben que sus amigos son un mero espejismo y otros que se los toman a pies juntillas) y en base a su presencia física (por un lado están los que sólo ven a estos compañeros en su mente y por otro los que son capaces de dotarlos de una presencia física indistinguible del resto de las personas de su entorno e incluso personalizarlos en objetos).


Y ahora que sabemos todo esto, falta preguntarse ¿Es positivo o negativo tener un amigo imaginario? Como en botica, hay de todo... En muchos niños la construcción de un amigo imaginario ayuda a desarrollar las habilidades comunicativas y la creatividad, ya que estar a cargo de los dos actores, el niño real y el amigo imaginario, enriquece el vocabulario, ayuda a descentrarse, a comprender la realidad del otro, empatiza, alterna puntos de vista, dialoga, especula o revisa interpretaciones, además de facilitar la expresividad y la comunicación verbal de los sentimientos. Resumiendo, un amigo imaginario funcionaría como un modelo catártico del comportamiento.
Por el contrario, en otros niños, tener un amigo imaginario puede suponer problemas a la hora de sociabilizarse con sus iguales como resultado de un ejercicio de timidez e introspección, o por servir como excusa para dar rienda suelta a la agresividad. Ello puede desembocar en desórdenes afectivos, conductas violentas o trastornos de personalidad, algo que es más preocupante en niños o adolescentes que no encuentran su lugar dentro de su microcosmos social.

Grandes amigos imaginarios en la LIJ

Una vez hecho el recorrido sobre estos conceptos básicos de los amigos imaginarios, toca detenerse en aquellas obras de la literatura infantil donde estos seres tienen un protagonismo especial y a los que podemos circunscribir muchos de los aspectos tratados con anterioridad.


Comienzo con Los imaginarios, una novela de A. F. Harrold publicada en España por Blackie Books a la que han sucumbido miles de niños y que resulta ser un gran compendio sobre amigos imaginarios, no sólo por la cantidad de estos entes que habitan sus páginas, sino porque en ella se da buena cuenta de muchos de los puntos que hemos tratado en la primera parte de esta entrada. La aparición de un amigo imaginario, de dónde vienen, adónde van, o la aceptación o no de estos por parte del entorno del niño, convierten a este libro en una oda a los amigos imaginarios contextualizada en una intrigante aventura que auguro tendrá secuela.


También podemos hablar de Las aventuras de Beekle: el amigo (no) imaginario (Bruño), una idea de Dan Santat que en este caso se decanta por hablarnos desde el punto de vista de nuestros amigos imaginarios, dónde habitan, que hacen allí, sus anhelos..., algo que comparte con la obra anterior y que amplía el concepto del niño sobre estas “criaturas”. Una conmovedora historia con final feliz. Un viaje para encontrar a la otra mitad. Una suerte de coincidencias que muchos niños sin amigo imaginario como un servidor, envidian de manera sana (o insana).


Sin lugar a dudas, la obra sobre compañeros imaginarios, y a mi juicio, más compleja es (para variar) el Donde viven los monstruos de Sendak (Kalandraka). En este libro Max insufla vida a un mundo repleto de amigos imaginarios (en este caso monstruos) como parte de un ejercicio de catarsis emocional donde una personalidad dual (miedos y anhelos al unísono) es capaz de tomar una decisión final bastante lógica a pesar de la desaforada violencia inicial. El protagonista expone ante sus súbditos, tanto el conflicto que lo ha transportado allí, como las diferentes versiones de sí mismo, sopesa pros y contras, y, por último, decide. Quimérico y humano. Una genialidad, vamos.


Otros amigos imaginarios, en principio con honda tristeza, son los Lenny y Lucy de Philip C. Stead y Erin E. Stead (Océano Travesía). Aunque tangibles gracias a estar realizados con objetos tales como edredones, mantas y almohadas, el protagonista de esta historia les insufla cierta vida para no sentirse solo dentro de un nuevo vecindario. Su nacimiento, aparte de cierta compañía, supone el establecimiento de una amistad real con una niña, es decir, Lucy y Lenny son el vehículo para establecer relaciones sociales tras nacer como un supuesto refugio a la soledad.


En lo que amigos imaginarios tutores se refiere tengo una preferencia irrefrenable por el Gorila de Anthony Browne. Para mí es el “suplente imaginario” por excelencia. La falta de la figura paterna hace crecer a un pequeño gorila de juguete que se convertirá en su compañero durante toda la noche. Tras la aparición del progenitor real a la mañana siguiente, este padre imaginario de naturaleza simiesca recobra su tamaño real (más y más pequeño). Ya no es necesario porque la hija recupera la atención perdida de su ser querido.


Una relación parecida tiene lugar en la acción del todavía no traducido al castellano Ted, un álbum de Tony DiTerlizzi donde aparece un monstruo de color rosa con un par de enormes orejas que viene a sacar a un chaval del aburrimiento que conlleva una desidia paterna muy patente. En mitad de mucha diversión y problemas varios, Ted, que así se llama la criatura, le confiesa a su compañero que también conoció a su padre en los años de niñez, una coincidencia con Los imaginarios de Harrold que dan buena cuenta de esa infancia perdida pero instantáneamente recuperada de los progenitores.



Otro de los amigos imaginarios más intimistas que han visto la luz en nuestra lengua es El perro que Nino no tenía de Edward van De Vendel y Anton Van Hertbruggen (publicado por la editorial argentina Limonero). Nino se ayuda de un perro imaginario para hacer frente a la ausencia de su padre. Es este animal imaginario el que le divierte y el que seca las lágrimas hasta que un perro real llega a su vida. Así es como el protagonista, tras darse cuenta de que tener un perro no se parece demasiado a lo que el había imaginado, logrará el equilibrio entre el mundo real y el mundo fantástico que le ha servido de evasión. Terapéutico y hermoso a partes iguales.



Seguramente Kevin, el amigo imaginario en el que realmente puedes creer, de Rob Biddulph (Andana editorial), es el amigo imaginario más pedagógico de toda esta tanda. Con cierto deje a Donde viven los monstruos (el mundo imaginario toma apariencia tras una bronca entre madre e hijo) y Los imaginarios (nos habla de un mundo habitado por estos seres), esta obra se interna en el amigo imaginario como espejo y antítesis del protagonista, Sidney, haciendo que comprenda que los comportamientos poco deseables no nos ayudan a ser aceptados ni mucho menos a ser buenos colegas. Kevin es un amigo de lujo (de color vainilla, lunares rosas y un solo diente) y yo ¡quiero uno igual! (o en su defecto una copia de peluche).


Por otro lado, en El Sr. Pocket. Un amigo imaginario, Susanna Isern y Miren Asiain Lora (editorial Flamboyant) indagan en la necesidad de que adultos y familiares se impliquen en este fenómeno tan infantil. Dar credibilidad a esas fantasías, no solo ayuda al proceso psicológico que está experimentando la protagonista, sino que sumerge a su padre en una aventura muy creíble. Llámenlo intuición, magia o amigo imaginario, pero el caso es que seguir la pista de un niño perdido no es ninguna tontería. Habrá que hablar con la profesora después de esto y explicarle que el Sr. Pocket forma un todo con Noa, esa cría tan especial.


Dejamos a un lado unos amigos imaginarios para divertirnos con otros (esto no quiere decir que los anteriores no tengan su punto tierno, sino que son mucho menos dicharacheros que el que viene). Fred, mi amigo imaginario, es una creación de Eoin Colfer y Oliver Jeffers (también en la editorial Andana) donde convergen, además de risas aseguradas, relaciones de pareja entre niños imaginativos y sus respectivos amigos imaginados. Aunque el final es poco previsible, se puede observar cierta evolución lógica en los protagonistas de este cuarteto atípico. Para mí, una hermosa historia que aúna amistad, amor y, sobre todo, fantasía.


Como el más ingenioso de todos los fantásticos tenemos al Hobbes de Calvin y Hobbes, la tira cómica de Bill Waterson que tanto bueno ha hecho por un servidor (ya saben que me va la sorna canalla con algo de chispa) y tantos lectores que mezclamos en la vida lo caústico con lo crítico. Hobbes si existe, es en realidad un peluche con forma de tigre (que por cierto siempre me ha recordado al Tigre de A. A. Milne) que cobra vida en manos de su dueño, Calvin, un niño ingenioso que tiene mucho que decirle al mundo a través de un amigo que, cuando no le conviene, adopta su forma más inanimada.


Por último y como amigo imaginario patrio, no me puedo olvidar del MOT (o lo que es lo mismo “Movimientos Orgánicos Telúricos”) de Nacho (guión) y Alfonso Azpiri (dibujos), un cómic infantil que comenzó a publicarse en prensa a finales de los ochenta (El Pequeño País) pero que más tarde se editaría en forma de colección (Planeta DeAgostini) y que tenía como protagonistas a un chico y un gigantesco y monstruoso ser. En este caso y aunque en ningún caso se dice claramente que Mot sea un amigo imaginario, las capacidades para abrir puertas fantásticas, adquirir poderes sobrenaturales y escabullirse siempre de la presencia de los adultos, dejan entrever que este personaje es producto de las fabulaciones de un adolescente solitario que muchas veces duda de su misma cordura.

Una consideración para terminar

Seguramente muchos de ustedes sabrán de más amigos imaginarios en esto de la LIJ, seres creados por nuestra imaginación en diferentes contextos. Bien en lo que respecta al mundo de los sueños y deseos, bien por las características de la obra, intervienen de forma directa o indirecta en la acción. Realmente todos los personajes fantásticos, quiméricos o surreales de los libros infantiles podrían ser considerados “amigos imaginarios”, ya que la mayor parte de ellos pertenecen a la esfera de la ficción y nos hablan de nuestro propio yo desde la experiencia como personas y como lectores.

Eso sí, lo más difícil de todo está, como siempre, en verlos.


martes, 13 de junio de 2017

Rimas porcinas


Con lo que me gusta un Lobel no he podido resistirme a la tentación de reseñar la última re-edición de El libro de los guarripios por parte de Kalandraka, un clásico entre los clásicos de este señor que tanto bueno ha hecho por los monstruos de uno y otro confín (Hablo en presente porque para mí, Arnold sigue más vivo que nunca). Ya sabemos que lo de Lobel con los animales se puede definir como pura pasión y que, excepto en contadas ocasiones, deja al ser humano de lado para dedicarse a lo faunístico. Ratones, búhos o elefantes protagonizan unas historias donde, cómo no, no podían faltar los cerdos.
Esta deliciosa creación que viera la luz en 1983 en su lengua original (dentro de nada casi treinta y cinco años), aparte de dar buena cuenta de la creatividad y buen hacer de su autor, es un claro tributo a The book of nonsense, la obra cumbre de Edward Lear por varias razones que he constatado...


En primer lugar llama la atención el título original de la misma, The book of pigericks, muy parecido al original de Lear, al que además se añade una palabra híbrida a modo de juego (cosa muy típica en la lengua inglesa) que hace referencia a otras dos, “pig” (naturaleza porcina de los personajes) y “limerick” (construcción poética de referencia en la obra de Lear que tiene una estructura básica de AABBA y que aquí rescata Lobel).
Aparte de este guiño, Lobel también se decanta por presentar sus versos de la misma forma que Lear en The book of nonsense: un limerick por página acompañado de una ilustración en la parte superior. Si bien el estilo es muy diferente en ambos, si cabe hablar del carácter caricaturesco que acompaña/complementa al texto. De esta forma se suceden las imágenes de una forma rítmica y se imprime un tono desenfadado a la lectura.



Si a todo ello unimos que Arnold y Edwar (en su juventud) tenían un aspecto físico algo coincidente (a continuación dos fotografías de ambos), el juego de parecidos da en qué pensar.


Edward Lear 


Arnold Lobel

No obstante y a pesar de estas similitudes hay que llamar la atención sobre varios puntos en los que Lobel desborda imaginación y sabe integrar todo tipo de recursos nuevos dentro de una creación donde el humor está más que presente. Cabe llamar la atención sobre el hecho de que el autor se autoretrata en tres lugares/momentos de la obra: en la portada, en la primera página narrativa y en la última. En ellos se puede ver a un cerdo con las típicas gafas y el bigote de Lobel en diferentes situaciones y que introducen y concluyen la acción, algo que, en cierto modo, me lleva a la misma estructura de Historias de ratones en la que una serie de historias quedan englobadas en otra inicial. Si a ello unimos que este recurso también e inevitablemente, me recuerda a Sendak, ese genio que protagoniza también su Chancho Pancho encarnado en un alter ego porcino, la cosa ya es de lujo.


No hay que olvidar destacar la perspectiva de las ilustraciones, su gran colorido, su composición. Llenas de guiños al texto, a otros hechos, muchos detalles, que lo convierten en un texto enriquecido y más que apropiado para diferentes niveles de lectura.



Por último y apuntando a las dificultades que presenta la edición de un libro como este en lo que a traducción se refiere, mi reconocimiento a Miguel Azaola, porque teniendo en cuenta que este libro se llena de sinsentido y referencias a multitud de aspectos del mundo anglosajón, queda próximo a los lectores en castellano sin irse demasiado de madre.
Y poquito más... Rebócense en el lodo, que teniendo en cuenta el rigor de estos calores, es la mejor manera de buscar fresquito aunque sea gracias a nuestro lado más gorrino.


viernes, 9 de junio de 2017

Fuera de parva: una selección de libros (o no) diferentes


Siempre hay algunas espigas que se escapan a la multitud de la parva, esa estructura típica del norte de España donde se reúne la mies recién segada. Quizá sea la acción del viento, de alguna fuerza extraña o una naturaleza incontrolable que les permite abandonar esa parcela acotada para volar a otros lugares, conquistar otros mundos igualmente necesarios.
Me ha parecido apropiado utilizar esta expresión tan rural para darle nombre a esta selección de títulos poco (o muy, depende de la lente que usemos) ortodoxos que han llegado hasta mis manos durante los últimos meses. Formas literarias poco o nada comerciales, caprichos de sus autores, apuestas editoriales comprometidas o eclécticas que entienden lo literario desde una visión multifacética y alejada de la homogeneidad (para mi gusto) que presenta el actual panorama de la LIJ.
Cuentos tradicionales, micro-relatos, poesía, cómic infantil, juegos y álbumes ilustrados tienen cabida en esta pequeña selección que, a pesar del cansancio (les recuerdo que nos acercamos al final del curso), he logrado coleccionar antes de decir adiós a la Feria del Libro de Madrid.
Y así rezo: Bienaventurados los atrevidos porque nos abren otros mundos.


En primer lugar tengo que mirar hacia el Mapa legendario de Gran Canaria, un complemento delicioso de los Cuentos antiguos de Gran Canaria recogidos por los niños, un libro de Ana Cristina Herreros y María Jesús Alvarado editado por Libros de las Malas Compañías. Me parece una apuesta curiosa por relacionar geografía con narración oral, una forma nueva de entender la diversidad sobre los cuentos y leyendas que habitan una de las islas afortunadas. Lugares como nos contribuyen a nuestro patrimonio verbal desde una apuesta tan vistosa como encantadora.



Si tuviera que escribirte de Alejandra Correa, también editado por Libros de las Malas Compañías, es una colección de momentos, de postales. Cada una de ella recoge una imagen en el haz que se relaciona con el relato del envés. Estático, Poesía, narrativa, literatura epistolar..., lo pueden llamar como quieran, pero el caso es que es una creación más que original que obtuvo el Premio Nacional de Literatura para Jóvenes de Uruguay en 2014 y que puede ser el regalo inmejorable para los enamorados que llenan estos días jardines, patios de recreo y supermercados.



Arte a la carta de Benjamin Chaud incluido en Libros del Zorro Rojo. Aunque el trabajo de este autor no necesita presentación, me ha parecido muy adecuado incluir aquí este catálogo de reinterpretaciones de obras maestras del arte universal. Escatológico, bizarro, erótico. Benjamin Chaud nos sorprende una vez más con un amplio registro que relaciona a los artistas en general, y la pintura y la escultura en particular, con nuestros miedos, monstruos y fetiches, todos ellos enmarcados en el sugerente mundo de la gastronomía.



Yago, editado por Meracovia, es el segundo álbum creado por María J. Lorente y Antonio Lorente, hermanos que hicieron una primera incursión en este género con La princesa aburrida (Uranito). Con unas ilustraciones llenas de romanticismo y de carácter cinematográfico, se adentran en los sueños de sus siempre pequeños protagonistas. Según sus propias palabras prefieren “huir de las modas pasajeras de algunas editoriales de LIJ” y apostar por las narraciones clásicas en las que los niños se sientan identificados.



El Arca de Noé, de Antonio Lara de Gavilán, Tono, y publicado por Morsa en su colección Aivuk, es una realidad. Los animales que el humorista e ilustrador Antonio fue publicando en Crónica entre los años 1933 y 1936 ya se encuentran reunidos en un sólo volumen gracias a los 241 mecenas de la campaña de crowfunding que la empresa editorial llevó a cabo. Ciervos, ratones, ardillas, jirafas..., unos recortables geométricos, modernos, futuristas, que adquieren su forma otra vez para colarse en las habitaciones de los niños del siglo XXI.


Caja. La fabulosa historia de Mateo y su amigo de cartón de Patrick Wirbeleit y Uwe Heidschötter. La editorial La casita roja se embarca una vez más en la publicación de uno de los cómic infantiles más leídos en los países de habla germana. Una caja, un objeto aparentemente sencillo, cobra vida en las manos de Mateo. Este es el punto de partida de una historia de excelente ritmo llena de magia y aventuras que nos hacen pensar sobre el poder de la imaginación y su capacidad transformadora, uno de los argumentos que viven en los libros para niños de ayer, hoy y siempre.


Homo de Daniel Piqueras Fisk, publicado por Narval. El autor de Glup se atreve esta vez con una historia ambientada en la prehistoria. Utilizando como recurso narrativo cierto flash-back, el Daniel Piqueras nos habla de los orígenes del arte, de como el fuego supuso una revolución en las relaciones sociales del hombre, de la trascendencia de los hechos pasados en los futuros. Todo ello aderezado con una elevada dosis de humor donde dos niños se encuentran en un lapso espacio-temporal distinto.



Moon & Do de Grassa Toro y Ana Yael, editado por Narval, nos trae un libro tan complejo como sencillo (¡Qué cosas!). En él se puede ver como el mundo (relacionen la transcripción fonética de esta palabra con el título) se crea a partir de la nada, o mejor dicho, de una idea que va tomando forma conforme pasamos las páginas, algo que guarda cierta similitud con el Big-Bang y el origen del universo, de las primeras moléculas, de nuestra realidad. Un libro que da bastante que pensar, o al menos, de intentarlo.



Dorothy. Déjale entrar de Javier Sáez Castán y Pablo Auladell en A buen Paso. El flamante Premio Nacional de Ilustración, Sáez Castán, nos descubre su faceta como escritor con una narración a caballo entre el nonsense, el surrealismo y lo metaliterario. La relación entre un huracán y un matrimonio de edad avanzada va construyendo un mundo surrealista que, aunque he de reconocer que al principio se resiste, luego es envolvente y suscita en el lector multitud de preguntas. Si a todo ello añadimos las ilustraciones del último Premio Nacional de Cómic, la obra se presta a varias relecturas que extraigan toda la chicha que se condensa en un libro homónimo a la protagonista de la obra más conocida de Baum.



Allí. Hier de Carmen José, coedición de Rotopol Press y Barbara Fiore Editora. Aunque es raro encontrar una coedición germano-española, más extraño es dar con un libro escrito en castellano y alemán, algo que no podemos entender desde una perspectiva donde no cabe el sentimiento migratorio, ese que nos hace estar en dos sitios a la vez, pensar en dos lenguas a la vez y ser dos personas a la vez. Un extraño aunque muy emotivo viaje que su autora ha trasladado al papel.

martes, 6 de junio de 2017

¿Campo o ciudad?


¿La vida campestre está sobrevalorada? Sí, sí, que mucha paz y tranquilidad, un rincón lento, un refugio alejado de la urbe, el cemento y el aire acondicionado. Pero todo esto, aunque cierto, no resume un concepto más amplio y en el que tienen mucho que decir los insectos, las alergias de todo tipo, la climatología extrema, la dependencia de los medios de transporte o la escasez de servicios. Y si a todo ello le unes que en el campo te hinchas a trabajar, el resultado no es tan bucólico como parecía al principio...
El campo también es frustración. Que si la llueca abandona el nido a mitad de empollar los huevos, que si un pedrisco se carga toda la cosecha, que si esos pollos comen mucho y pesan poco, que si las alcachofas se han llenado de pulgón con dos días de calor, que si ha sido un año tan bueno que los ajos no han cogido precio ¡prefiero quemarlos a malvenderlos!, y un sinfín de avatares más que a pesar del plus, no sé si bien suman, si bien restan restan.


¡Pero qué dices, chalao! ¡Da lo mismo! Los carnívoros, un poco de guarra en la lumbre (no se asusten, es nuestra típica longaniza), los veganos, tomates como platos y sal al gusto. Y parece que todos esbozan una sonrisa. Disfrutar de la hierbabuena, del piso mojado, del agua que baña los pies en mitad de la reguera.
Las sonrisas suenan mejor con la luz de las luciérnagas, el pan untado con aceite sabe mejor bajo la sombra matutina del emparrado, los amaneceres huelen mejor con el kikirikí del gallo, y los besos que nos propinábamos bajo el nido de las golondrinas tenían aquel otro color, el del trigo recién cosechado.


Alquerías, barracas, bordas, cabañas pasiegas, caseríos, casonas, cortijos, masías o pazos tienen un aire sentimental bruñido de estampas, de recuerdos y momentos, y todo tipo de pensamientos. Nos abrazan en la niñez, una sensación de libertad, también de cobijo, de sincero abrazo. También de misterio, descubrimiento y amigos imaginados.
Animales, plantas, comida... tanto esconde la vida sosegada del campo que enmarca historias tan bellas como El pequeño Brown, una historia de Isobel Harris con ilustraciones de André François y editado recientemente en castellano por Niño Editor. Aunque se trata de un libro muy conocido en los países de habla inglesa, sobre todo en el ámbito norteamericano, no se había traducido antes al castellano, lo que es un acierto por parte de esta casa argentina. El libro trata esa dualidad que encierran lo rural y lo urbano (Una planteada desde que el hombre es hombre. Acuérdense de Esopo...), del desasosiego que imprime la ciudad y la poca libertad física que un niño puede experimentar en ellas (N.B.: Esta ilustración maravillosa lo dice todo...).


También es una de las pocas oportunidades que tenemos para disfrutar de las excelentes ilustraciones de François (André Farkas en su rumano natal), gran artista que además de este álbum, uno de mis favoritos (trazos rápidos aunque estudiados, expresivos, aguadas monocromáticas...), ilustró obras de Jacques Prévert (por ejemplo sus Cartas de las Islas Baladar, editadas en castellano por Kalandraka) o portadas como la que regaló a los lectores de El señor de las moscas en la edición inglesa de Penguin.



Lean y decidan. ¿Campo o ciudad? La cuestión es alejarse del calor sofocante que nos aguarda a la vuelta de la esquina.


viernes, 2 de junio de 2017

Junio o los monstruos salen a la calle


Escaparate de Wild At Heart, 20 Pimlico Road, Belgravia, Londres.

Brilla el sol. Junio ha llegado. Y los monstruos españoles salen a la calle. Me los encuentro por todos lados. De caseta en caseta por elPaseo de Carruajes (¿Quién le cambiaría el nombre?) del Retiro madrileño, morando el bosque infinito de Ríocantos, o contando cuentos en los jardines del Palacio del Infantado de Guadalajara. Cada vez más monstruos salen de su letargo. Y yo me alegro de que también se abra ese armario.

Debajo de la cama
o cruzando el mar,
me llame Alicia
o me llame Max:
¿los monstruos habitan
en un gran armario
o será en este cuerpo
que visto a diario?

Mar Benegas.
Donde viven los monstruos.
En: Versos como una casa.
Ilustraciones de Francisca Yáñez.
2017. España: A buen paso.