jueves, 10 de junio de 2021

"Donde viven los monstruos" o la infancia de Maurice Sendak


Hoy es 10 de junio y toca celebrar el cumpleaños de Maurice Sendak, ese genio que nos regaló obras tan trascendentales como la que da título a este espacio. Para una vez que me acuerdo (soy muy malo para las fechas), he creído conveniente hablar de la infancia de este hombre y de algunas curiosidades de su libro más conocido. ¡Que 93 velas no se soplan todos los días! ¡Empezamos!

El padre de Sendak, Philip, llegó a Estados Unidos en 1913, en busca de una chica de la que se había enamorado en Polonia, pero fue demasiado tarde: ella ya se había casado. Poco tiempo después, se enamoró de nuevo, esta vez de la madre de Sendak, Sarah, otra inmigrante polaca. Ambos se conocieron en una boda mientras ella leía un pasaje del gran escritor yiddish Shalom Aleichem como parte de la ceremonia. Después de casarse, Philip y Sarah comenzaron a traer a los parientes de Sarah a Estados Unidos.
Cuando iban a cenar durante los fines de semana, Maurice Sendak, un niño estadounidense al uso, quedaba impresionado por la apariencia, el habla y los modales de sus tíos europeos. En su mente se convertían en figuras grotescas: “Fumaban puros, sus dientes eran terribles, y tenían pelos saliendo de sus narices, ¡¿qué les pasaba…?! Esperar a que mi madre preparara toda la comida -y ella siempre tardaba-, significaba que esta gente podía comerte. Si tuvieran suficiente hambre, te comerían", comentó. Un momento en la vida de Sendak que inevitablemente lleva a pensar que esa sea la razón por la que algunos de estos monstruos tienen nariz humana, y al mismo tiempo me recuerda a un pasaje de Donde viven los monstruos, ¿adivinan cuál? Sí, ese que dice "... ellos rugieron sus rugidos terribles y crujieron sus dientes terribles y movieron sus ojos terribles..."


En alguna ocasión, Sendak bautizó a los monstruos que protagonizan esta obra tan conocida de la Literatura Infantil. Si se fijan en la imagen siguiente, les diré que los dos de la izquierda llevan el nombre del propio Sendak. El primero es Moishe, Maurice en yiddish, mientras que el segundo, el que se parece a un toro, es Bernard, su segundo nombre. Los tres monstruos de la derecha son Bruno, Emil y Tzippi. Este último era el nombre de un amigo de la infancia de Maurice, de cuando vivía en Brooklyn a los siete años.


Sendak afirmó que el título del libro se inspiró en una expresión yiddish. Como él mismo explicaba, "Vildechaya es literalmente, "monstruo”, y es lo que casi todos los padres y madres judíos le dicen a sus hijos: "¡Estás actuando como un vildechaya! ¡Para ya!”, algo que viene al pelo si recuerdan el comportamiento de Max, el protagonista de este libro, antes de la cena.


Una de las escenas más memorables de Donde viven los monstruos (editorial Kalandraka) es la “fiesta salvaje”, esa en la que Max y los monstruos se desatan. Si se fijan, es la única imagen de todo el libro en la que los monstruos apartan los ojos de Max y se centran en la luna llena, un símbolo misterioso en sí mismo y muy importante para Sendak (pueden encontrar muchas referencias a nuestro satélite en sus libros), y que también recuerda a las leyendas de hombres lobo y otras bestias que se deleitan bajo su luz.


El barrio de Sendak, Bensonhurst, era una comunidad mayoritariamente judía e italiana. Cuando era joven, Sendak pasaba mucho tiempo en la ventana, observando y dibujando niños y adultos en su vecindario. En sus primeros libros dibujó niños traviesos de cabello oscuro como Max o Rosie. Eran los mismos niños inmigrantes que pululaban por su vecindario. Unos personajes que rompieron con los estereotipos establecidos en la industria editorial sobre cómo los niños estadounidenses debían ser y comportarse.


Personajes autosuficientes, valientes, inteligentes y juguetones; situaciones que mostraban la ira, la frustración y la soledad, unas emociones que clásicamente se habían considerado inapropiadas en la Literatura Infantil, cambiaron la perspectiva de la sociedad hacia la infancia. Todo esto gracias a la realidad más humilde de los barrios obreros estadounidenses y los niños que, como Maurice Sendak, desarrollaron en ellos sus primeros años de vida.


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Nota bibliográfica: Gran parte de la documentación para la elaboración de este post procede del catálogo de la exposición In a Nutshell: The Worlds of Maurice Sendak organizada durante el año 2011 por la American Library Association Public Programs Office junto al Rosenbach Museum & Library de Philadelphia, institución que atesora gran parte de las obras originales de Maurice Sendak.

miércoles, 9 de junio de 2021

Selección de Boardbooks 2020-2021 (Segunda parte)


Aunque este junio tampoco abre sus puertas la Feria del Libro de Madrid, el mayor escaparate y punto de venta editorial de nuestro país (dicen que volverá en septiembre de este año…, veremos…), un servidor sigue fiel a la cita con sus selecciones de formato y publica las segundas partes. Hoy es el turno de los libros de cartón (también llamados “boardbooks” o “toddler books” en este mundillo tan anglosajón) para darle un poco de visibilidad a estos libros para prelectores y primeros lectores (entre 0 y 4 años de edad).
Como no son tan abundantes como los álbumes convencionales y no se les da tanto bombo en las librerías, invito a padres primerizos, trabajadores de los jardines de infancia, guarderías y educación infantil, a hacer click en los siguientes enlaces y consultar la primera parte de la de este curso, las selecciones del 2019-2020 (parte 1 y parte 2), 2018-2019, 2017-2018, 2016-2017 y la del 2015-2016, para ofrecer alternativas de lectura a las criaturas.
Antes de empezar con los títulos ordenados por orden alfabético (apellido del primer autor), un puñado de consideraciones:
- Como la mayor parte de estos libros suelen ser híbridos entre las categorías de ficción y no ficción, no considero oportuno darle relevancia a dicha división
- Como siempre, señalo aquellos que me han encantado con mis tres estrellas.
- En esta ocasión he incluido un par de títulos que, aunque no se adscriben al formato puro del libro de cartón, son lecturas dirigidas a los prelectores.
- Aunque intento no dejarme ninguno en el tintero, siempre puede haber olvidos, así que no duden en apuntármelo en los comentarios o enviármelo (llamada a editoriales).
- Si ven algún título de esta lista en rojo, hagan CLICK sobre él, les enviará al vídeo que he preparado sobre ese libro en el instagram de los monstruos.
Sin mucho más que decir, ¡he aquí esta segunda parte de la selección 2020-2021 de libros de cartón!


Albertine. Serafina. El cumpleaños. Libros del Zorro Rojo. (***) Damos el pistoletazo de salida con un libro de gran formato. Sin más palabras que las del título (y alguna pancarta), la última Premio Andersen de ilustración nos invita a sumergirnos en el peculiar mundo de Serafina y compañía durante el día de su cumpleaños. Amigos para parar un tren, fiesta, adornos y tarta se despliegan en unas páginas a rebosar de detalles que descubrir y de paso, dar rienda suelta a la imaginación.



Virginia Álvarez. Quiero teta. Thule. Simpático y colorista, este pequeño libro de cartón aborda el tema de la lactancia materna desde el prisma de los propios lactantes, unos bebés que, con mucho humor, se empeñan en mamar de la teta y prescindir del manido biberón. Habrá que preguntarle a las madres que son la otra parte contratante…



Anna Aparicio Catalá. El abecedario travieso. TakaTuka. (***) Aunque puede parecer un abecedario al uso en el que cada doble página nos presenta una letra del abecedario acompañadas de figuras cuya denominación empieza por la citada letra, este libro también nos invita a jugar y aprender. Por un lado hay que averiguar el objeto intruso que no empieza por la letra representada y por otro, amplia el vocabulario del lector, así como presenta las letras en braille y código morse. Me encanta.


Amaia Arrazola. Animales fantásticos. Flamboyant. (***) He aquí uno de esos libros de pestañas móviles que tanto divierten a los prelectores. Con más de 100 combinaciones posibles, este libro-juego invita a descubrir el lenguaje de animales de sobra conocidos a base de elementos móviles y pequeñas dosis de humor. Con líneas que recuerdan al tatuaje old school y la escuela francesa de ilustración, los colores planos y brillantes de estas ilustraciones captan la atención del lector y dan para recrearse de lo lindo.




Mar Benegas y Alberto Albarrán. Cosas que parecen cosas. Combel. (***) Troqueles, imágenes luminosas y de líneas sencillas, adivinanzas en forma de verso… este libro tiene todos los ingredientes para dejar embobados a los pequeños lectores. Magia entre las manos para descubrir que las formas no son lo que parecen. Con tan solo el pasar las páginas y una voz que acompañe el viaje, puede llegar a ser el mejor sustituto de nanas y canciones.


Ross Collins. ¡Hay un oso en mi silla! Dr Buk. ¿Qué harías si llegarás a tu casa y encontrarás a un oso apalancado en tu silla favorita? Lo primero te cabrearías como una mona, y lo segundo, cualquier cosa por hacer que levante el culo de ella. Precisamente esto es lo que pasa con el ratón que protagoniza este libro con mucho humor y situaciones un tanto locas, que al final termina con un toma y daca.


Marta Comín. Bienvenida. A buen paso. (***) No podía existir mejor título para un libro como este. En él, la dulce prosa, las figuras que se esconden en sus páginas y los colores pastel, dan la bienvenida al mundo a cualquier bebé. Mientras despliegas los animales que saludan al prelector no puedes dejar de esbozar una sonrisa. Tierno, delicado e interactivo a partes iguales.



Marta Comín. Flip, flap, ¡DISFRAZ! Combel. Como la Comín está que se sale, aquí otro de sus títulos más recientes. Si en el anterior transforma las páginas en animales, en este juega a los disfraces desplegando solapas. Robots, calaveras, cerditas y reyes. Una forma bien simpática para que Ernesto y todo el que está invitado a su fiesta, de rienda suelta a su ingenio y creatividad.



Patricia Geis. Ulises / Moby Dick. Combel. (***) Es cierto que estos libros están hechos de gomaespuma y plástico, pero como merecían un hueco en esta casa de monstruos, no he podido evitar meterlos con calzador en esta selección, sobre todo porque me maravilla cómo se han sintetizado dos obras maestras de la literatura tan complejas, incluso para el lector adulto. Apenas unas páginas, oraciones sencillas e ilustraciones de formas y colores planos son los acompañantes perfectos a la orilla del mar o chapoteando en la bañera.




Véronique Juffre. Animales en movimiento. Pípala. (***) Verbos como trepar, descender, agazaparse o erguirse se entienden mejor cuando los relacionamos con animales que suelen realizar estas acciones. Es lo que hace este álbum informativo que además nos presenta un buen puñado de animales exóticos. Las ilustraciones, una maravilla del diseño. Agotado en un abrir y cerrar de ojos, esperemos que lo reimpriman pronto…


Emmanuel Lecaye y Marc Majewski. Palabras pintadas. Libros del Zorro Rojo. (***) Continuamos con otro diccionario de verbos que alejándose del realismo, echa mano de ilustraciones con cierto surrealismo. Cargadas de simbolismo y contraste, son una invitación al optimismo y la fantasía como pocas. Ideal para regalar a lectores intensos y de mente volandera, que al fin y al cabo, es  la mejor forma de mirar lo que nos rodea.


Eva Montanari. Un día en la playa. Juventud (***).  Regresan este par de cocodrilos para traernos las mejores experiencias a la orilla del mar. Los sonidos de las olas, los peces, los cangrejos  o la arena se arremolinan en torno a un niño que descubre lo que le rodea acompañado por su padre. Un historia de aprendizaje que con buen humor y muchas onomatopeyas se puede convertir en una estupenda lectura veraniega.


Angels Navarro y Teresa Bellón. ¡Mira dentro! Combel. Aquí traemos otra propuesta de libro informativo para los más pequeños. Descubrir lo que les rodea levantando y bajando solapas siempre es un mecanismo agradable. Así quedan al descubierto montones de objetos que los prelectores pueden conocer y nombrar. Ideal para guarderías y jardines de infancia donde los críos aprenderán a base de ilustraciones simpáticas la vida cotidiana.



Elena Odriozola. El huevito. Ediciones Modernas El Embudo. (***) Con un formato novedoso, la Premio Nacional de Ilustración da una vuelta de tuerca a una canción que todos hemos entonado cuando éramos pequeños para disfrute de los productos avícolas y las cosquillas juguetonas. Merece la pena detenerse en la caracterización de los cinco personajes que se van desplegando ante nosotros y reencontrarnos con esa patria común que es la infancia. Y el que no lo haya hecho todavía, ¡está tardando!



Estrella Ortiz y Nuria Gallardo. Sol solito / Tres ovejas / Luna lunera. Libre Albedrío (***) Continuando con la estela que abría Cinco lobitos, esta primavera se publican otros tres títulos que beben de la tradición oral. Tres coplillas que, acompañadas de las creaciones minimalistas y simbólicas realizadas en tela por Nuria Gallardo, regresan a las estanterías para que no se olviden entre los devaneos del tiempo y las modas.


Verónica Prieto y Scarlet Narciso. En la verde colina. Ekaré. (***) En la verde colina había una gallina. ¿Qué había en la colina? Una gallina. También un pavo, un pato, un gato y una rana... Pero... ¿qué hacían allí? Para descubrirlo tendrás que pasar las páginas y repetir esta historia de fórmula hasta llegar al final y ponerte a disfrutar con todos ellos. Animadas y con trazo agradable, no se pierdan unas ilustraciones que también cuentan mucho.


Cèdric Ramadier y Vincent Bourgeau. El libro que tiene pupa. Lóguez (***) Como todos sus antecesores, léase El libro que duerme o El libro enfadado, las páginas de este libro miran al pequeño lector e interaccionan con él de igual a igual. Empáticos y curiosos seguro que lo entenderán y buscarán una solución a los males que afligen a este pobre libro. Quizá le tengan que preguntar a alguna madre, ellas son expertas en consolar...


Sabina Schürmann. Zim zam. Pípala. Una pequeña abeja va descubriendo en su libar un fruto, la hierba del campo o una piedra. El camino hasta la luna puede ser una estupenda antesala para una canción de buenas noches. Ilustraciones agradables y tranquilas, y un texto donde la onomatopeya acompaña al sueño son las piedras angulares de un libro dulce como la miel… Zim… zim… zam… zam…



Frèdéric Stehr. ¡Chin Bam Bum! / El día del abrazo. Kalandraka. En un jardín de infancia cuatro polluelos lían la marimorena con cualquier idea que se les ocurre. Tan pronto montan una orquesta, como no paran de abrazar a sus peluches. Dos álbumes que cogen de la mano al lector y lo invitan a disfrutar de historias tiernas y cotidianas con las que no se debe olvidar que juntos, somos mejores.


Anna-Clara Tidholm. ¡Toc, toc! Océano Travesía. (***) Por último aquí les traigo una propuesta estupenda que aúna el descubrimiento y los conocimientos. Páginas que son puertas (o mejor dicho, puertas que son páginas). Cada una de un color. Nos invitan a llamar. Las abrimos y encontramos escenas fantásticas que, además de contar e imaginar, nos invitan a soñar. ¡Buenas noches a todos!


martes, 8 de junio de 2021

Carambolas de la vida


Hemos empezado la temporada de evaluaciones y cuanto más repaso las notas de mis alumnos, más claro tengo que muchos de ellos han aprobado de carambola. Y no es para menos teniendo en cuenta que se arriesgan lo suyo. Son especialistas en jugársela.
Con estrategias o sin ellas, compran alguna papeleta para esta tómbola que es la vida, y esperan pacientemente el resultado. Salen a la pizarra sin haber hecho los ejercicios, se prestan a responder preguntas al tun-tun, hacen trabajos de última hora… La mayoría de las veces no suena la flauta –es lo que tienen las prisas y la falta de trabajo-, pero otras tienen la suerte de lado y algún que otro cinco les cae del cielo. Afortunados…


El azar es así, unas veces se gana y otras se pierde, lo importante es dejar que pase. Todavía hay gente que piensa que ahí, apoltronados en un sillón desguazado o sin explotar su lado amable, van a encontrar el trabajo de su vida o el príncipe azul de turno. No es imposible (que cosas peores he visto) pero sí bastante difícil.
De uvas a peras hay que darse empujoncitos y quedar a merced de la corriente. Y si además, esa pizca de suerte, va rodando por el camino como la bola de nieve, puede que se vaya haciendo más grande, hasta que al final nos encontremos con una avalancha de buena estrella.


Yo no es que sea el rey de la potra, que lo que tengo me ha costado lo mío, sobre todo un poquito de sudor y alguna lágrima, pero no voy a negar que, de vez en cuando, el destino y la casualidad me hayan regalado alguna que otra alegría… y tristeza. Porque bien pensado, siempre que hablamos de la buena suerte, lo hacemos en modo grandilocuente. Loterías, oposiciones, viajes, propiedades inmobiliarias o cestas de navidad, pero ¿y si nos quedarnos como estamos? ¿Acaso no es eso positivo?
Habrá que darle una vuelta a ciertos planteamientos, porque eso de la buena estrella tiene bastantes teclas, muchos frentes abiertos, y debemos mirarla con mucha cautela, sobre todo porque lo que para unos es un chollo, para otros no lo es tanto. Que la perspectiva también dice lo suyo en esto de las chiripas.


Por todo ello, en este martes veraniego, les recomiendo El lenguaje secreto de las piedras, un álbum escrito por Victoria Pérez Escrivá, ilustrado por mi querida Ester García, y publicado por Thule que nos habla precisamente de las carambolas que da la vida, de la capacidad que una simple piedra tiene para cambiar las cosas aunque no seamos capaces de verlo. Algo que les sucede a los protagonistas de este libro.
En plena naturaleza (Ester siempre la borda), la historia de un oso, un cazador y una urraca nos retrotrae a la fábula clásica donde, además de enseñanzas universales y atemporales, encontramos mucho ritmo (la parte central del texto me parece una delicia para repetirla hasta la saciedad en forma de retahíla) y bastante simpatía.
No se la pierdan y, en época de exámenes, léanla junto a niños, adolescentes, universitarios y opositores varios, porque la suerte es aprender que ganar no es siempre perder.



miércoles, 2 de junio de 2021

Escapadas campestres


Después de que ayer entrará en nuestras vidas la nueva factura de la luz (mucho meme, pero ningún sindicato u asociación de usuario organiza manifestaciones en contra de una medida tan malvada), hoy el gobierno nos viene a decir que mayo ha sido un mes maravilloso y 200.000 nuevos cotizantes vuelven a la seguridad social para pagar todos esos servicios que ellos, la casta, se están cargando desde hace décadas.
Estas estrategias de lavado cerebral me enervan… Si ayer nos trataban como esclavos de los monopolios eléctricos, hoy se dedican a salvar nuestra economía y de paso nos van a hacer ¡ricos! ¿Mandeeee? Les recuerdo que además de imponernos el IVA energético más caro de toda la Unión Europea, se dedican a trincar lo que pueden en los consejos administrativos de todas las multinacionales y bancos que controlan el país. ¿Para qué se creen que han pedido los 40.000 millones de euros? ¿Para el autónomo? ¿Para el currito? ¿Para los más de 3000 trabajadores del BBVA que se van a ir a la puta calle? No, señores, los quieren para ellos y lo que sobre, para limosnas de pesebreros varios.
En vez de pedir cuartos a mansalva, que se aprieten el cinturón, que no expriman nuestro bolsillo para devolver préstamos innecesarios y bajen una de las presiones fiscales más altas de toda Europa. Porque mientras ellos se compran chalés de todo lujo, la sanidad y la educación pública de este país se van a la mierda, se lo dice un usuario y trabajador de ambas que está harto de tanto héroe y tanta medalla.


Con este panorama, de lo único que me dan ganas es de irme a mitad del campo a dar un largo paseo. Hacer caso omiso de la tecnología y las preocupaciones consumistas, y prestar atención a los trigales, los campos de amapolas, alternar la sombra de los olmos con el rumor de la brisa. Llenarme de la luz del sol y el trinar de los pájaros, eso es lo único que nos queda en este mudo atestado de intereses maquiavélicos y necesidades ridículas.


Sí, ya sé que yo tengo el campo cerca, que para otros es más difícil orearse de esa guisa. Pero urbanitas, no tiren la toalla tan pronto, que hoy les traigo un álbum que huele a plena siega. Traducido del inglés por Ellen Duthie y publicado por primera vez en España de la mano de la editorial Galimatazo, La excursión del señor Gumpy, nos trae eso y mucho más. No es de extrañar, pues muchos de los éxitos de su autor, el inglés John Burningham, transcurren en plena campiña inglesa.


El señor Gumpy vive a orillas de un río y sale con su barca a dar un paseo sobre el agua. Los primeros en apuntarse a la excursión son los niños, después el conejo, más tarde el gato, también el perro… Todos quieren subir a la barca, pero el señor Gumpy que se las sabe todas les pone sus condiciones. Pero como todo en vida, surgen los imprevistos y…


En este, uno de sus primeros éxitos, el esposo de la también ilustradora Helen Oxenbury fallecido hace un par de años, nos regala una historia a modo de retahíla que nos adentra en un juego visual con mucho ritmo, no sólo en lo que a texto se refiere, sino también con sus ilustraciones, ya que cada animal tiene su propia doble página (denótese que el animal queda representado a color y en primer plano en la de la derecha, la principal, mientras en la de la izquierda vemos el plano general con todos los participantes en blanco y negro con el característico trazo a plumilla de su primera época artística).


Sí, tengo que dedicarle un monográfico a este señor para hablar de su lenguaje gráfico, tan universal, como potente, de su obsesión por los personajes sonrientes y el mundo natural… Pero hasta entonces, les dejo con este libro, uno que espero lean como se merece. Cuando lo hagan, no se olviden de escribirme y adivinar cuáles son mis dos imágenes favoritas del libro. Sólo les puedo daré una pista: una me recuerda a otra ilustración del genial Arthur Rackham y la segunda es una fantasía en amarillo.

martes, 1 de junio de 2021

Lista de cosas que debo hacer el curso que viene


Siempre se ha dicho que cuando un nuevo año comienza, hay que hacer una lista de cosas que quieres cambiar para que el futuro te sonría o, al menos, se intente. A mí, personalmente, las “New Year’s resolutions”, que así las llaman los ingleses, no me van, más que nada porque mi ciclo vital es otro, ese que se solapa con el curso escolar. Como para un servidor las vacaciones de verano son un remanso espiritual en el no hay que permitir que nada ni nadie te busque las cosquillas, suelo hacer mi personal listado de cosas que debo cambiar (la felicidad es una cosa muy seria) cuando el fin se a de cara al curso que vendrá. Es 1 de junio, hemos tenido tiempo de catar todas las miserias habidas y por haber durante este 2020-2021, y sabemos las que no queremos para el que viene. Sin más dilación, aquí tienen mis intenciones para el 2021-2022. No será que no les aviso...


1. Abandonar la sanidad pública y solicitar una compañía de sanidad privada. Reconsiderar mi continuidad si me regalan un lanzallamas o el ministro de turno se asegura de que me vayan a coger el teléfono al décimo intento (siendo bastante comprensivo).

2. Recordarles a mis alumnos que se llora por cuestiones de suma importancia. De no ser así, por cada lágrima vertida innecesariamente, un gatito subirá al cielo.

3. La tercera, también para mis alumnos. Queridos míos, los Reyes Magos son los padres, no los profesores. En el caso de tener poderes sobrenaturales y estar iluminados por una estrella fugaz, no estaríamos dándoos clase: trabajaríamos para Marvel.

4. Rezar una vez al mes a cualquier deidad monoteísta para, en caso de que la reencarnación sea efectiva, poder volver a la vida en forma de maestro albañil. Viendo cómo se ha puesto el tema de la construcción, va a ser imposible hacer unas reformillas hasta el 2122.

5. Hacer limpieza de agenda telefónica. El 25% de la gente que tiene mi teléfono solo me pregunta cómo estoy cuando dejan de ver mi foto de estado en el Whatsapp y sienten miedo al no poder inmiscuirse en mis mierdas personales; al 70% le importo básicamente nada. Con el 5% que se preocupa por uno, la vida ya merece la pena.

6. Lo mismo con las redes sociales. Ser el único que no ha estado en las islas Phi Phi empieza a importarme más de la cuenta, ¿debería preocuparme teniendo en cuenta mi patente exotismo?

7. Hacerme el tonto con los compañeros de trabajo. Es preferible que crean que hablan de igual a igual, a que te compliquen la existencia.

8. Jugar a la primitiva todas las semanas y que no me toque. Así son los sueños: castradores pero emocionantes.

9. Buscar un hueco para todos los nuevos libros que han llegado a mis manos.

10. Si no encuentro ese espacio tendré que aprender a echarlos a volar y ellos a batir sus alas.


Si no han tenido bastante con mi lista y quieren conocer alguna otra, les recomiendo que se acerquen a La ciudad de las listas, un álbum de Cristina Bellemo y Andrea Antinori que acaba de publicar la acertada Liana Editorial.
Esta historia ambientada en la ciudad de Rocaperfecta, tiene como protagonista a Fidel Burócrata, un funcionario del ayuntamiento encargado de inscribir a sus habitantes en la lista correspondiente y que así sean alguien, una situación que puede parecer extraña pero que tiene mucha miga. Todo va estupendamente hasta que un día, los 12 alumnos de la clase de segundo B de la escuela primaria del callejón secundario de la Libertad visitan el Departamento de Listas. Ya saben cómo son los niños, que donde dicen digo digo Diego y arman un buen cacao al pobre Fidel Burócrata.


Partiendo de una situación un tanto inverosímil, los autores italianos desarrollan una narración que bebe del nonsense más absurdo, un texto que a ratos suena a Rodari y su Gramática de la fantasía, y otros parece una parodia de todas esas ataduras estúpidas que se autoimpone el mundo adulto. Guardas sintéticas, ilustraciones coloristas y desenfadadas, composiciones estudiadas, personajes locos y algún que otro conocido, le imprimen mucho más carácter.
Se la recomiendo para pasar un rato de lo más simpático y, si a la postre se atreven, también para filosofar sobre quiénes son y cómo se definirían. Siempre pueden echar mano de un lápiz y apuntar algunas ideas en el espacio que el libro ha reservado para ello. Pero no me sean cafres: desordénenlas y cúbranlas de helado, que siempre es un plus.