lunes, 22 de abril de 2019

Imaginación contra la aplastante rutina



Lunes. Lunes de Pascua. Mientras algunos se hinchan de chocolate y otros preparan el traje de huertano, los de aquí nos despedimos de las vacaciones, unas que han sido excesivamente cortas y poco agradecidas (en el sureste español lo hemos tenido crudo para ver el sol, pues hace más de cincuenta años que no se recordaba un abril tan lluvioso). Creo que voy a ponerme a llorar, pues cualquier plan sería bueno excepto el de volver a las aulas (y no me vengan con que los docentes somos unos llorones), todavía más teniendo en cuenta que las semanas de curso que nos restan van a estar llenas de exámenes (y todas las horas extra que eso conlleva), nerviosismo y algún cabreo.


Todavía no entiendo como hay gente que está deseando volver al curro (será que están muy mal en sus hogares empeñando su tiempo en otros menesteres más desagradables). Yo lo admito abiertamente: no me gusta trabajar aunque lo necesite para vivir e intente hacerlo de la mejor manera posible.
Prefiero estar leyendo, escribiendo, pintando, paseando, disfrutar de mi familia y amigos, echarme la siesta, nadar, cuidar de mis plantas (que por cierto las tengo muy abandonadas… Ahora que me acuerdo, ¡me toca plantar un esqueje de Monstera deliciosa!), viajar, conocer gente, o dormir (que es muy bueno para el cutis y los años empiezan a echarse encima).


En fin, intentaré rezar un rosario, ponerme en modo zen o dejarme llevar por los efectos psicotrópicos de la ayahuasca, el caso es sobrevivir un año más al final de curso sin dejarnos la salud mental en ello. Un sabio me dijo una vez que lo mejor era utilizar la imaginación y reconstruir la realidad a nuestro antojo, pues eso es lo que hacen los niños para hacerle frente a un mundo difícil y frustrante en el que debemos adaptarnos con cierta laxitud.


Uno de los mejores ejemplos de esta práctica lo tenemos en Roland, un álbum de Nelly Stéphane con ilustraciones de André François, editado el otoño pasado por la editorial Niño. El libro nos habla de un niño que gracias a un lapicero y una palabra mágica, hace que sus dibujos, sobre todo de animales, cobren vida. De esta manera comienza una  aventura donde un tigre, una cebra, unos visones, tres osos negros, veinte pinos, una muñeca y su amiga Isabelle tendrán mucho protagonismo.


Con ilustraciones del autor de El pequeño Brown, este libro publicado por primera vez en 1958 además de tener un claro acento vintage (fíjense en las ilustraciones a tres tintas y en la influencia de las vanguardias del XX), recuerda a otros títulos como Harold y el lápiz morado de Crockett Johnson, un álbum clásico que vio la luz unos pocos años antes y que también utiliza el mismo recurso ficcional para que el personaje se enfrente a la dictadura de los adultos y lidie con el aburrimiento que esto le produce.
Sin lugar a dudas creo que he hecho bien en leerlo durante el día de hoy, necesitaba una sonrisa con la que sumergirme en la aplastante rutina. Menos mal que mañana es el día del libro…



martes, 16 de abril de 2019

Haciendo frente a la climatología



Si se han pasado los tres últimos días en la calle disfrutando de parques y terrazas, y habían empezado a guardar abrigos y paraguas en el fondo del armario, les he de informar que la cosa no pinta tan halagüeña para el gran puente de Semana Santa pues mañana hace acto de presencia un frente atlántico que, asociado a una borrasca, promete anegar gran parte de la península y no precisamente de almíbar.


Llantos y tristezas aparte (lo siento por capillitas y otros cofrades), les recuerdo que la primavera, aunque corta por estas latitudes, además de pros, presenta estos contras y el agua, casi siempre necesaria a orillas del Mediterráneo, es inesperada y no entiende de calendarios. 


Sé que es una jodienda, pero les animo a que se tomen estos contratiempos con buen humor, pues probablemente sea la mejor manera de hacerles frente. Tragar saliva, hacer acopio de mucha filosofía y adaptarse a los cambios repentinos de la atmósfera. Si hace frío, organicen una cata de vinos en la casa de un amigo, si hace calor, no viene mal tostarse al sol. La cuestión es que el tiempo no pase en balde y de paso, que le demos utilidad, como nuestros protagonistas de hoy...


Aunque hace poco incluí estos libros en este pequeño monográfico sobre álbumes-serie y en esta otra selección de la nieve en los libros-álbum, he creído conveniente dar más visibilidad a Nieve y Sol, dos de las cuatro historias escritas e ilustradas por Sam Usher que han sido editadas recientemente en nuestro país por Patio (faltarían por ver la luz en castellano Rain y Storm).


Adscritas al álbum de corte anglosajón y con un estilo desenfadado pero muy pensado, estas historias protagonizadas por un nieto y su abuelo nos adentran en un mundo fantástico muy especial donde realidad e imaginación parecen diluirse en un universo narrativo singular.
Hay tres ideas generatrices que vertebran toda la serie. Por un lado, la alusión a los fenómenos climatológicos más típicos de cada estación del año, más concretamente la nieve del invierno y las olas de calor que nos achicharran en verano. Por otro lado la dicotomía entre el hogar, un espacio cerrado y estable que se relaciona con la familia y con una realidad más cómoda, y ese mundo exterior que, abierto y sorpresivo, nos invita a la idea de que todo es posible, incluso las aventuras más descabelladas. Por último hay que llamar la atención sobre la relación intergeneracional entre los protagonistas, una en la que el abuelo parece ser el cómplice perfecto para el disfrute de su nieto, un chaval cuya imaginación se desborda por los cuatro costados.


Teniendo en cuenta esto, ya podemos fijarnos en las particularidades de unas historias que bailan entre lo humorístico (me encanta esa escena en la que el niño quiere ser el primero en pisar la nieve y alguien se le adelanta), lo hiperbólico (¿Alguien se imagina que la en la Tierra se alcanzara la misma temperatura que la superficie solar?), las fórmulas de repetición tan típicas de las retahílas (¿Qué estamos buscando, abuelo?), el sinsentido (Se imaginan una batalla de bolas de nieve contra una jirafa y un elefante?) y lo poético (esta parte se la dejo a ustedes).
Lo dicho, disfruten de estos días, pues ese es el objetivo pase lo que pase.



lunes, 15 de abril de 2019

¡Feliz Día del Arte!



En pleno Lunes Santo, tras el estreno de la nueva temporada de Juego de tronos, y con un servidor de vacaciones, me acabo de enterar de que hoy es el Día Mundial del Arte, un día que la Asociación Internacional del Arte decidió conmemorar el 15 de abril por ser la fecha en la que nació Leonardo Da Vinci, genio universal y uno de los artistas más carismáticos conocidos.
Según esta entidad, durante esta jornada se pretende el reconocimiento del ejercicio artístico, no sólo como ejercicio creativo y multidisciplinar, sino como símbolo de libertad, fraternidad y multiculturalidad. Pues el arte, no sólo contribuye a desbordar la belleza de nuestro el mundo, sino que ayuda a otras disciplinas humanísticas o científicas, algo que, tanto el genio del Renacimiento, como muchos otros artistas, nos han revelado a lo largo de la historia.


Siempre he estado a favor de esta idea, no sólo porque me encante la literatura, la música o la pintura, sino porque entiendo que la ciencia bebe en muchos casos de las áreas artísticas y que, por tanto tienen una relación indisoluble, pues el mundo se puede contemplar desde diferentes perspectivas sin que pierda ni un ápice de sorpresa. Si además la cosa se traduce en un reconocimiento monetario, estaría de traca, no sólo porque apoyamos al creador, sino porque damos credibilidad a su trabajo (me saca de mis casillas que la gente pague por copias chinas y no apoye al artista y su obra original).


Como no podía ser de otra forma, a los monstruos nos toca celebrarlo con libros infantiles, para lo que he elegido ¡Qué obra maestra! Una de esas maravillas que en esta ocasión nos han regalado Riccardo Guasco y la editorial Combel.
Aunque tenía pensado en incluir esta álbum sin palabras en la segunda parte de la selección de álbumes informativos de este curso, me ha parecido muy adecuada para darle alas a muchas grandes obras de arte que llenan museos y galerías de todo el mundo y que el autor italiano nos recoge en sus páginas.


Este libro nos cuenta la historia de un niño que debe contribuir con uno de sus cuadros a una exposición muy especial. Pudiera ser la historia cotidiana de cualquier persona. Dormir plácidamente, escuchar el despertador, desayunar, coger el transporte…, pero el caso es que conforme nos asomamos a cada doble página, nos encontramos con multitud de referencias. Nos vienen a la cabeza cuadros, fotografías, esculturas y hasta objetos que hemos visto en los libros de texto, la televisión o las revistas. Unas nos resultan más familiares que otras. Empezamos a ponerles nombres. Es un juego divertidísimo.


Lezampo el libro a mi padre. “A ver si tú conoces obras de arte que yo no identifico…” Él se pone al quite. Da con algunas. “Esta me recuerda a Modigliani… Aquí tienes la portada del Abbey Road de los Beatles… El exprimidor de Starck…” “Es que yo soy más clásico, papa. He visto a La primavera de Boticelli, varios Van Gogh, un Escher y un De Chirico... ¡La cosa está difícil! Menos mal que al final nos echa un cable el autor con un par de actividades, que si no…”
Y mientras me pongo con los lápices y pinceles para dar vida a mi obra maestra particular (la guarda trasera nos invita a crearla), les deseo un muy feliz Día del Arte, que bien lo vale.

viernes, 12 de abril de 2019

Miserias educativas



Mientras muchos alucinaban ayer con la caperucita amordazada de cierta escuela catalana (paradojas de la llamada libertad que me encantan), yo tenía un encuentro en la tercera fase con el mundo educativo (ni entre los extraterrestres hay tanto malaje).
Tras una dosis de mierda, me fui a mi casa tiznao pero contento, pues mi conciencia quedaba tranquila tras unas votaciones manipuladas (N.B.: Estas son las tretas que se gastan los magnánimos educadores para decidir sobre el futuro de su alumnos. Espero que nunca les toque). Pensé en escribir un libro que llevase por título La mentira educativa y volcar en él muchas de las miserias vividas a lo largo de estos años como docente. De repente me dije: “Nene, olvídate de estos mediocres y disfruta de tus vacaciones. Tú eres lo más importante.” Y en ello estoy, despidiéndome de frustrados y envidiosos. Deseando que llegue la tarde para regalarme una plácida siesta sobre la hierba. Y despertarme con Lorca en el regazo, entreabierto y recitando. Pues en este mundo impío hay palabras que son remanso.  

Maestro
¿Qué doncella se casa
con el viento?

Niño
La doncella de todos
los deseos.

Maestro
¿Qué le regala
el viento?

Niño
Remolinos de oro
y mapas superpuestos.

Maestro
¿Ella le ofrece algo?

Niño
Su corazón abierto.

Maestro
Decid cómo se llama.

Niño
Su nombre es un secreto.

(La ventana
del colegio
tiene una cortina
de luceros.)

Federico García Lorca.
Escuela.
En: Manos de primavera. Antología poética.
Ilustraciones de Aitor Saraiba.
Selección de Ana Belén Ramos.
2019. Montena: Barcelona.


martes, 9 de abril de 2019

¿Langosta o potaje?



El mundo está lleno de hambrientos. Gente que harta de hincharse a panchitos y cerveza de marca “La cabra”, aspira a tomarse un vermú como Dios manda. No sea que se mueran y se queden con las ganas. Yo los entiendo, la verdad. Como buen morrifino que soy, les diré que no es igual beberse una buena cerveza (Si me lo permiten, les recomiendo cualquiera de Cervezas 69, hechas en Chinchilla, cerquita de casa. Sólo lúpulo, agua y cebada) que cualquier otra, edulcorada a base de maíz u arroz (las mayoritarias).


En este punto entran en juego las bonanzas y dificultades económicas de cada uno, unas que pueden limitarnos a la hora de disfrutar de la buena gastronomía. Convengo en que un pobre de solemnidad tiene que echar mano de los productos baratos y no ponerse demasiado exquisito para llenar el buche, pero no me negarán que contar con una buena cuenta corriente no es sinónimo de paladar bien entrenado, pues les podría citar a más de un rico que bebe leche de tres al cuarto.
Yo lo tengo claro. Delicado no soy, pero si puedo, no voy a escatimar en alimentarme. Prefiero dejar a un lado los lujos secundarios, léanse coches, ordenadores y trajes, que hincharme a mortadela y choped. Más todavía considerando que un buen potaje, unas lentejas o el arroz con pollo no son tan caros. Y enlazo aquí con que el buen comer, además de buena materia prima, necesita mucho trabajo (¡Que se lo digan a las abuelas y alguna que otra madre!)


De hecho, si lo piensan bien, proporcionalmente cuesta más un trozo de lasaña ultracongelada que hacerse una tortilla de espinacas. Vayan a un supermercado, escojan un sitio privilegiado junto a la caja, observen durante diez minutos y hagan su estudio de campo: ¿Quién compra productos naturales? ¿Quién echa mano de los elaborados? ¿A cuántos da de comer un paquete de lentejas? ¿A cuántos una bandeja de canelones?
Pienso en que todavía hay mucho que hacer por la alimentación, más todavía cuando te das cuenta que muchos se alistan en los partidos políticos soñando con langostas y bogavantes. Pienso que hemos encumbrado ciertos productos por no estar siempre al alcance de nuestra mano en vez de valorar si son sanos o, por el contrario, venenosos para el organismo.


Mientras les dejo pensando en ello, hoy me dedico a un libro que trae cierta frescura al panorama del álbum ilustrado. Lenny Langosta se queda a cenar de Finn y Michael Buckley e ilustrado por Catherine Meurisse (Libros del Zorro Rojo) es uno de esos libros con los que el lector lo pasa bien, divinamente. El punto de partida es bastante sencillo, pues a Lenny, una langosta bien elegante, la invitan a cenar a un ágape de postín. Todos lo esperan con los brazos abiertos, con mucho boato y todas las atenciones. Le han preparado un par de gomas para sus pinzas pues él ¡es plato estrella!
Cabría esperar que la cena terminase con el crustáceo despedazado y las barrigas llenas, pero en el momento crucial de la narración, los autores, utilizando el recurso de “elige tu propio final” dejan elegir al lector “¿Desmembramos a Lenny o no?” Así es como el lector-autor-espectador en un alarde de sadismo o compasión, decide que es lo que más le conviene a este señor colorado. Si a estos dos recursos narrativos añadimos que la historia se llena de disparates y sinsentidos varios, la cosa está más que bien, para contarla y para leerla, of course.


Sobre las ilustraciones cabe decir que priman dos colores, el rojo y el azul turquesa, dos colores llenos de contraste que le dan cierto toque vintage (recuerden los libros a dos tintas de los años 40) y ayuda a ensalzar la figura de un protagonista que seguro nos vuelve a dar que hablar.
Por cierto, me acabo de acordar que nunca he probado la langosta, ¿qué tal estará?

lunes, 8 de abril de 2019

Aventuras alpinas



Provengo de la meseta, más concretamente de la submeseta sur. Una vasta planicie que se extiende a una altitud considerable sobre el nivel del mar. Donde los inviernos son duros y el estiaje ocupa la mitad del año. Cuando el viento sopla lo hace con violencia. Son los llanos, los que dan nombre a mi ciudad desde el tiempo de los árabes. No tenemos montañas, esas que atemperan los valles, tampoco el verdor de los bosques. Sólo hay un ancho horizonte.
Así nos pasa a los manchegos, que vemos un poquito de monte y nos entusiasmamos. Los Picos de Europa, Cazorla, Navacerrada o Gredos, el Teide y los Pirineos. Es llegar a sus faldas y ya estamos con la boca abierta, no sólo por la afrenta (N.B.: Aunque acostumbrados a desplazarnos, lo nuestro no son los planos inclinados. Se hace tedioso el camino con la pendiente. Una vez para arriba y otra para abajo), sino por ver cómo la tierra se eleva, se llena de plantas y nos enseña sus arrugas labradas durante millones de años.


Decía la Maruja, la que me enseño tanto, que subir en altitud es como bajar en latitud (esto es un principio de la geobotánica) y vemos como la vegetación va cambiando a cada paso. Primero aparecen los bosques mediterráneos, le siguen los caducifolios, hayedos y robledales, le siguen los de coníferas como el pino y el abeto, el matorral de alta montaña, con piornos, brezos y montones de geófitos, hasta llegar a los prados, la antesala de las nieves perpetuas, donde se instalan los glaciares, que como desiertos de hielo, coronan la cima de las montañas.


Y ese recorrido mental, el que tantas veces he contado a mis alumnos, es el que me ha venido a la cabeza cuando leía La increíble conquista del Mont Blanc, un álbum de Pierre Zenzius editado en nuestra lengua por Siruela. En él se cuenta el ascenso que Horace-Bénédict de Saussure, naturalista y geólogo suizo del siglo XVIII, realizó al pico de los Alpes, fundando así la disciplina del alpinismo (ya saben, subir a la cima de una montaña, aunque se pierda la vida en el intento).
Aunque bien podríamos encuadrarlo dentro del álbum informativo, este libro tiene más de poético. Sin descuidar detalles históricos (les invito a contar a los personajes que aparecen en cada doble página, pues es el mismo número que las que ascendieron en la expedición de Saussure), en cada doble página se nos presentan unas frases breves y concisas que resumen las ideas que este aristócrata recogió en sus libros más conocidos.


Cabe señalar que las ilustraciones del autor, aunque bastante esquemáticas y sinuosas, nos hablan de la geomorfología del terreno pues las primeras páginas exhiben un paisaje más llano y las últimas más escarpado. Además se detiene en el tipo de formaciones biológicas y geológicas (abetales, praderas de alta montaña o lenguas glaciares) que pueden servir como inmejorable escaparate de estos fenómenos.


Para terminar con este libro colorista, divertido y con un final más que evocador, les señalo dos puntos en los que puede que no caigan… Uno: Si creen que la historia está narrada por el propio Saussure, están totalmente equivocados. Descubran quien lo hace. Dos: Cuando cierren la contratapa, no olviden de echarse unas risas con el descenso en clave de humor que nos ha preparado el artista.
¡Feliz lunes!

viernes, 5 de abril de 2019

Mirando (y soñando) por la ventana



Mañana de viernes y cunde el desánimo... 
Parece mentira que, habiendo calificado a los alumnos hace cuatro semanas, sigo enterrado bajo toneladas de exámenes. ¡No hay derecho a esto! Ellos están hasta las narices (tanta evaluación continua vacía almas y calles) y un servidor no les va a confesar hasta donde llega su hartura. Nos quitan septiembre, nos llenan de burocracia (¡Más papeles y reuniones!) y, para más inri, viene la Semana Santa y hay que oír que vivimos de puta madre.
En fin…, no me voy a calentar, que me parece que con esto, una blefaritis, la muela partida y la astenia primaveral, tengo bastante. Así que soñaré mirando por la ventana. Para alejar el frío que se acerca de nuevo a la primavera. Leyendo buenos libros, de esos en los que las palabras bailan, te acunan y uno se adormece a base de caricias...



[…]

Y veo un pez…
con los ojos del revés.
Un flautista.
Una cebra trapecista.

Un castillo.
Un pirata en calzoncillos.
Un mapache… y cachivaches.
Un atleta en bicicleta.

Y un ratón…
con bigotes de cartón.

¡Vaya lío!
¡Tiene gracia!
Lo que veo por mi ventana.

[…]

Antonia Rodenas.
En: ¡Vaya lío de mañana!
Ilustraciones de Paula Alenda.
2019. Madrid: Anaya.



jueves, 4 de abril de 2019

De geología y piedras mágicas



No me negarán que una de las ciencias experimentales más olvidadas que existen es la geología. Esa disciplina que discurre entre la materia mineral, la formación de las rocas, la dinámica de las capas que configuran la tierra o la geomorfología del terreno, es casi desconocida. Con frecuencia nos quejamos de que el currito tiene pocos conocimientos sobre ciencia. Sumar, restar, dividir o multiplicar, la gravedad, la inercia, la velocidad o la aceleración, algo de química de andar por casa, y ese poco de ciencia que nos ayuda a entender al médico, pero ¿sabemos algo de la gran esfera de roca que soporta nuestro peso?
Saltarán con que el sistema educativo está muy mal planteado, a lo que les responderé que no, que esa no es la verdadera razón por la que las ciencias geológicas son tan minoritarias, pues bien es cierto que están integradas dentro del currículo. Sí que llevarían algo de razón al decir que no se imparte, pues bien es sabido que muchos colegas de profesión se escabullen de impartirla, bien porque ellos sienten cierta animadversión, bien porque los alumnos no se aclaran. Volvemos otra vez a las preferencias humanas.


Para hacer carreteras y puentes, para obtener energía es necesario saber de yacimientos, de calizas y granitos, de arenas bituminosas, pero ¿qué tendrá la dichosa geología que sólo es para unos pocos? Hay que excavar en nuestra propia naturaleza, para hallar alguna explicación,. Y es que el hombre, un ser vivo que como otro cualquiera puede desplazarse libremente e interaccionar con su entorno tiene preferencia por otros animales. De hecho, denoto ese mismo desdén hacia otros seres vivos inmóviles como las plantas (díganselo a aquellos animalistas y veganos que tiñen de respeto su discurso), uno que considero deberíamos cambiar en pro del entendimiento de nuestro mundo.
Es por eso que libros como el de hoy me dan la vida, pues en Silvestre y la piedra mágica de William Steig (Blackie Books), se habla de la importancia de las piedras desde dos puntos de vista. La historia parte de cuando Silvestre (sí, el que aparece en las películas de Shrek, que no todo es invención de Dreamworks©), un burro al que le encantan las piedras (primer guiño), se topa con una pequeñita de color rojo en mitad del prado. Tras descubrir que es mágica, la acción toma tiznes trágicos pues Silvestre queda convertido en roca. Así se plantea una dicotomía geológica, pues las dos piedras que constituyen la base de la narración, una que quita y da la vida, otra que desde su condición inerte ve pasar el tiempo, ayudan a un discurso complejo.


Además de estos guiños, Steig inserta en este libro dos elementos narrativos de los cuentos tradicionales: los instrumentos mágicos del héroe y los castigos por error del héroe, lo que enriquece todavía más la narración.
También hay que hablar de la esperanza y el azar, dos claves en una historia que tiene mucho de humano aunque esté protagonizada por animales (otro de los rasgos característicos de las obras de este genio).
Por último, apuntar al mensaje de valores (quizá sea lo que menos me guste a pesar de estar muy bien traído), en el que se ensalza la institución familiar como parte indisoluble de la felicidad real (unas veces sí, otras no, ¿verdad?).


Lo dicho: después de descubrir el desenlace de esta historia por ustedes mismos, también pueden consultar el porqué de los seísmos que sufrimos en el sureste español la semana pasada.

miércoles, 3 de abril de 2019

¿¿¿Malvado yo???



Dicen que ayer fue el Día Internacional del Libro Infantil o, lo que vino a ser lo mismo, el cumpleaños de Hans Christian Andersen. Seguramente muchos de los que estaban en Bologna lo celebraron por todo lo alto (me consta que unos comieron queso, los más clásicos mortadela y otros brindaron con ron y chocolate), pero un servidor, que está hasta las narices de este segundo y largo trimestre (les aviso por si no se han percatado) no pudo hacerlo pues el deber y las salidas de campo me llamaron. Tampoco se ha acabado el mundo, han sobrevivido a mi falta de previsión respecto a las efemérides y pueden perdonarme pues los libros infantiles construyen este lugar día a día, no sólo uno.
Dicho esto retomo la actividad de un blog que necesita animación (la dichosa astenia primaveral está minando mi inquebrantable voluntad), pues me comentaba el otro día una seguidora que va echando de menos mi maldad, una hoja de doble sentido que de vez en cuando hay que afilar, sobre todo cuando se ciernen comicios, ferias del libro u otros faustos que nos dan mucho que hablar. Yo me sonreí y le prometí artículos más sarcásticos y mordaces, pero que le agradecería que no me metiera en el saco de los malvados, pues hay una diferencia notable entre ser travieso y ser malvado.


Cari, no confundamos. Llámame juguetón, granuja o descarado. Sé un poquito más fina y elegante y déjate a un lado definiciones como maleante o villano. Que esas tienen connotaciones mucho más peyorativas y harán pensar a los futuros monstruos que el aquí firmante es hijo del mismísimo diablo. Yo solo juego, me divierto e intento no hacer daño. Hay muchos otros peores que yo, como muestra, la protagonista del libro de hoy…
La peor señora del mundo era uno de esos libros que tocaba leer. Me llamaba por considerarse ya un clásico de las letras infantiles mexicanas (se publicó por primera vez en 1992 y he visto montones de reseñas de él), por la cantidad de copias vendidas (yo calculo unas seiscientas mil, que en un libro infantil, sobre todo hispanohablante, ya es muchísimo), y por haber sido censurado en pequeños círculos de la media-alta sociedad mexicana (este dato da mucho morbo y tendré que añadirlo a mi monográfico sobre la censura en la LIJ), así que me hice con un ejemplar de este cuento ideado por Francisco Hinojosa, ilustrado por Rafael Barajas “El Fisgón” y publicado por Fondo de Cultura Económica.


A pesar de haber encontrado alguna que otra crítica negativa de este librito (en tapa blanda y muy barato, algo que me chifla), he de decir que el libro me ha gustado bastante, porque con un lenguaje directo, mucho humor y escasas florituras, esta historia sobre una señora que echa jugo de limón sobre los ojos de sus hijos, los alimenta con comida para perros y pega palizas a sus convecinos (violencia y tortura de la buena), nos habla de muchas cosas con la honestidad que se le supone a cualquier buen libro.


En primer lugar he de decir que su estructura tiene mucho que ver con los cuentos populares, concretamente aquellos que hacen alusión a la unión del pueblo contra el antagonista. Si a ello le unimos que la lucha se realiza desde una postura inteligente y  perspicaz, la cosa se tiñe de ejemplarizante (teniendo en cuenta que esta señora es mala, malísima, cabría esperar una cruenta batalla, algo que no sucede), algo por lo que este libro ha sido tildado de antibelicista. Por mi parte no diría tanto, ya que lo exagerado, lo paródico y lo cómico nos evocan cierto regusto amargo, casi compasivo, sobre la figura de esta señora, heroína indiscutible de esta historia que logra levantar al pueblo para expulsarla de Turambul. 
Lean y disfruten, pero no quieran parecerse a ella. Y si lo hacen, apechuguen con lo que les venga... 


jueves, 28 de marzo de 2019

Álbumes-serie: unos apuntes y miscelánea



Como decíamos ayer, hoy toca uno de esas entradas que gastan a muchos, no sólo por el carácter generalista que tiene, sino porque me consta que muchos de ustedes sienten verdadera pasión por esos álbumes que se perpetúan con nuevas aventuras, con episodios protagonizados por los mismos personales, los llamados álbumes-serie.
Seguramente la denominación les sonará a chino (¡Qué cosas dice este Román!), pero creo no errar cuando afirmo que la mayor parte de ustedes, monstruos, han tenido en sus manos uno de estos libros, pues muchos de ellos son de sobra conocidos y leídos, no sólo por cada generación de pequeños lectores, sino por toda la genealogía familiar.


Creo que iba siendo hora de detenerse un poco en este tipo de álbumes que tanto dan que hablar, no sólo por esa vis comercial, sino por reunir facetas sobre las que caben preguntas y respuestas. Hace unos años, a tenor de la secuela de un álbum con cierto éxito de ventas, se me ocurrió detenerme en este fenómeno –AQUÍ tienen el enlace-, pero lo cierto es que muchas de estas creaciones pasan desapercibidas al ojo crítico (y clínico) de muchos estudiosos y enteraos (N.B.: Prueba de ello es que hay muy pocos artículos académicos que se refieran a esta realidad. Les aseguro que he buscado sin mucho éxito. Excepto este número de la revista Fuera de margen, dedicado a estas producciones, las referencias a este concepto son escasas), y es por ello que un servidor, desde su humilde mirada, ha decidido dedicarles un monográfico de andar por casa.


La primera cuestión es la de ¿qué es un álbum-serie? Por lo general, un álbum-serie se refiere a un conjunto de libros, casi siempre de ficción, protagonizados por los mismos personajes y que nos presentan diferentes episodios en cada volumen pero que se relacionan de algún modo.
Llegados a este punto cabría hacerse otras preguntas: ¿Es lo mismo una trilogía que una serie? ¿Es lo mismo una serie que una saga? Generalmente las sagas y las trilogías se diferencian de las series en que las partes o volúmenes que las configuran tienen una mayor cohesión, pues no sólo personajes, sino también hilo argumental tiene cierta continuidad. La saga se dilata más en el tiempo, se refiere más al concepto de epopeya -sobre todo familiar- y posibilita una mayor ramificación y diferenciación de las partes. La tri-tetra-penta-(n)-logía se podría considerar desde un prisma temporal más acotado y una única pieza creativa donde las partes son necesarias para el todo (o no). Como estas se pueden confundir con la series sucesivas, de las que hablaré a continuación, sería conveniente limitarse a sagas y series.
Todo depende con el ojo que se mire. Y así, los libros sobre las estaciones de Rotraut Susanne Berner, la trilogía de las figuras básicas de Jon Klassen o el Garmann de Hole pueden o no entrar en esta categoría tomando diferentes parámetros en lo que a contenido y continente se refiere.




¿Podríamos considerar la trilogía del límite de Suzy Lee o la trilogía de los sombreros de Jon Klassen álbumes-serie?

Sobre las series decir que se suelen distinguir dos tipos, las sucesivas y las seriales. De las sucesivas podríamos hacer un símil con las series de televisión: una historia contada por capítulos de los que podemos extraer dos ideas, una referida a ese capítulo, y otra más general referida a la serie. Sobre las seriales decir que, aunque cada capítulo comparte un nexo común, pueden ser independientes y expresar una idea que no necesariamente debe relacionarse con otra más global.


Las series en literatura, y más concretamente en la referida a los niños y jóvenes, es un formato que ha sido muy explotado desde que la LIJ es LIJ, y tenemos multitud de ejemplos, sobre todo en narrativa de ficción juvenil y en todo lo que atañe al cómic infantil y juvenil de aventuras, un universo que bebe con frecuencia de esta estructura al estar enmarcado en el contexto del “coleccionismo”, algo que, aunque también se observa en la novela gráfica, parece que comienza a dejarse de lado durante los últimos tiempos.


Noddy. Enyd Blyton y Beek.


En el género del libro-álbum hay que decir que la mayor parte de estas series se refieren a la última categoría, pues el objeto-libro también facilita esa diferenciación espacio-temporal por parte del lector, y los autores suelen recurrir a las aventuras, situaciones o acontecimientos aislados.
Otro punto que me llama mucho la atención de los álbumes-serie es su proceso creativo. ¿El autor tenía claros los objetivos de una serie a priori o sin embargo es una decisión editorial y/o comercial? La gran mayoría de los álbumes-serie que conozco han nacido al amparo de un éxito de ventas. Por lo general, es el primer libro el que triunfa entre el público y a este le suceden una serie de secuelas que presentan nuevas situaciones, referencias e incluso personajes que van enriqueciendo la acción en las sucesivas entregas (Abro aquí un paréntesis para apuntar al mundo anglosajón, pues es donde más ejemplos de este tipo de libros encontramos dado el gran volumen de negocio existente). Esta realidad favorece que muchos especialistas resten credibilidad literaria a este tipo de creaciones, pues cumplen con varias premisas a la hora de encuadrarlos en la categoría de paraliteratura, una en la que diseño, formato y estructura hablan bastante de las artimañas editoriales. 
Son pocos los álbumes-serie que nazcan desde el ejercicio creativo, desde el capricho personal, pero tengo claro que los que se crean de este modo tienen una vis literaria mucho mayor y en ellos podemos encontrar historias de similar calidad en todas sus entregas. Sin embargo, las orientadas por las editoriales tienden a desinflarse conforme vamos avanzando en los diferentes volúmenes.


Pero, ¿qué lleva al lector a pedir más historias de los mismos personajes, a necesitar del mismo universo ficcional una y otra vez? En la mayor parte de los casos, todas estas series tienen cierta vis cómica, beben de las historietas de situación y son personajes muy bien planteados desde los que puede extenderse lo fantásticos y lo paródico, es decir, son fácilmente enriquecidos por nuevos planteamientos o personajes secundarios que entran en el juego para ofrecer continuidad. Existe una cercanía con ese lector-espectador que se identifica con ellos y su día a día, y establecen una relación (¿podría llamarse amistad?) que se ve aupada por el carácter posmoderno de la imagen, en la que también entran en juego otras narrativas gráficas, el ecosistema televisivo y cinematográfico, así como la repetitividad.
Cabe también hacerse la pregunta sobre la categoría de “no ficción” en el álbum-serie. ¿Se pueden encontrar? Por supuesto. En muchos casos el libro informativo, sobre todo el referido a prelectores y primeros lectores, hace uso de personajes que adentran al niño en conocimientos y costumbres cotidianas. 



También podemos encontrar libros de conocimientos que guardan una estética, formato, e incluso escenario similar, algo que también puede tomarse como ejemplo de producciones literarias seriadas tomando como base el objeto libro.



Los álbumes-serie son cada vez más típicos en nuestras bibliotecas y librerías. Casi cualquier obra que tiene cierta aceptación entre el público tiene sus secuelas. Una, dos, tres o decenas, que  por un lado fidelizan al lector a un producto (estrategias comerciales) y por otro amplían unas ideas o conocimientos (parte más literaria). Sería imposible reunir en esta entrada todos los álbumes en formato serie que se han editado entre los siglos XX y XXI, periodo en el que más han proliferado estos productos, es por ello que hoy solo me centro en aquellos clásicos (si se fijan denotarán que hay bastantes, ¿será por algo?), algunos ejemplos más actuales, y siempre en la categoría de ficción, que están editados en castellano o que todavía no lo están.
Esperando que les gusten tanto como a mí y que me hagan saber si falta alguno de mención, me despido hasta otro día menos seriado.

LOS DE SIEMPRE


Babar. Jean de Brunhoff


Harold y el pápiz morado. Crockett Johnson.


Osito. Else Holmehund Minarik y Maurice Sendak


Ernesto y Celestina. Gabrielle Vincent.


Sapo y Sepo. Arnold Lobel.


El viaje de Anno. Mitsumasa Anno.


El seto de las zarzas. Jill Barklem.


Madeline. Ludwig Bemelmans


Pomelo. Ramona Badescu y Benjamin Chaud.


Oso y Tigre. Janosch.


Topolín. Janosch.


Sapo. Max Velthuijs


Elmer. David McKee.


Willy. Anthony Browne.


Olivia. Ian Falconer


Jorge el curioso. H. A. Rey.


Findus y Pettson. Sven Nordqvist.


Cuentos. Beatrix Potter.



Teo. Violeta Denou.


OTROS MUCHOS ÁLBUMES-SERIE


El pequeño rey. Javier Sáez Castán.


La casa de los ratones. Karina Schampamn.


Los quién qué. Olivier Tallec. 



Flora. Molly Idle.


Max. Ed Vere. 


Imagina. Aaron Becker. 


Poka y Mina. Kitty Crowther. 


Oso y su hijo. Benjamin Chaud.


Triángulo, Cuadrado y Redondo. Mac Barnett y Jon Klassen.


Antonino. Juan Arjona y Lluïsot.


Gaston y Antoinette. Kelly DiPucchio y Christian Robinson.


Garmann. Stian Hole.


La ballena. Benji Davies


Soy el más... Mario Ramos.


Zuza. Anaïs Vaugelade.


Los Quichon. Anaïs Vaugelade.



El ratón que... Petr Horacek.




Pete el gato. Eric Litwin y James Dean. Lata de Sal.


Fox + Chick. Sergio Ruzzier


La paloma. Mo Willems.


Elephant & Piggie. Mo Willems.


Oso. Cliff Wright.


Panda. Steve Antony


Oskar and Mo. Britta Teckentrup.



Los Huguis. Oliver Jeffers.



Nieve y Sol. Sam Usher.


Charlie y Ratón. Laurel Snyder y Emily Hughes.