miércoles, 18 de enero de 2023

Dormir como unos benditos


Dormir es un placer. Más todavía cuando te acuestas a tu hora y al día siguiente no tienes que despertarte al maldito son del despertador, ese aparato del demonio que a veces hace de las suyas y tienes que salir corriendo hacia el trabajo con legañas incluidas.


No es que yo sea muy dormilón, pero llevo a rajatabla mis siete u ocho horas diarias. Tampoco abuso de las siestas. El fin de semana y poco más. Y no es porque no esté cansado (que los años ya pesan), sino que prefiero hacerlo de noche y del tirón, que parece que uno se levanta de otra forma.


Cuando se acercan las once y emito el tercer bostezo, dejo de hacer porra, aparco lo que estoy haciendo, modo avión al canto, y me dirijo al sobre a ver si al menos, dejo volar mi imaginación y mis deseos se convierten en sueños, que ya es bastante en estos tiempos que corren.


Y como se me han acumulado sobre la mesa del salón unos cuantos álbumes sobre cuestiones nocturnas, he decidido traerlos aquí para que cojáis ideas, no solo dirigidas a los lectores más pequeños, sino también para los grandes, que eso de leer un poco antes de ponerse a roncar, es una delicatesen de agárrate y no te menees.


El primero de este quinteto es Sueños en la noche, un libro de Laurent Moreau que fue publicado por Pípala hace unos años, pero del que nunca había hablado. Para quitarme la espinita (este hombre me encanta), acudo a él en este día, para que apuntéis este libro en la lista de la compra.
Una niña acaba de meterse en la cama y sus padres se despiden de ella hasta la mañana siguiente. De repente, todo un universo de fantasía se despliega en la oscuridad de su habitación y ella decide salir de la cama y sumarse a la fiesta.


Casi sin palabras (apenas trece) este libro es una secuencia de imágenes donde la imaginación y los sueños tienen mucho que decir. Cada escena se divide en dos partes, mientras en la izquierda aparece la puerta de la habitación entreabierta y recordándonos que al atravesarla entramos en el mundo real, en la derecha sucede sucede la acción, una que poco a poco también conquista ese universo adulto.


Formas geométricas, sombras chinescas, montones de quiméricos, personajes quiméricos y una mariposa que nos guía en mitad de la noche, llenan una historia donde paredes, mobiliario y juguetes tienen un papel esencial.


El segundo de a bordo es un libro de Bjørn Arild Ersland y Lene Ask titulado En el bosque y publicado en nuestro país gracias a la editorial Galimatazo. Adscrito a la categoría de foto-álbum (álbumes donde las ilustraciones son fotografías), este libro se adentra en esa experiencia tan infantil de dormir en el exterior.


Maya y su hermana deciden dormir bajo la tienda de campaña del jardín durante esa noche. Todo va bien y al día siguiente deciden hacerlo en el bosque. Pero bajo los árboles la cosa es diferente… Las siluetas oscuras de los árboles, ruidos extraños… Incluso una visita inesperada. ¿Quién será?


Cotidiana y sencilla, esta historia nos invita a experimentar desde la mirada infantil. Imágenes evocadoras donde los planos generales y los primeros planos se van alternando en una suerte de escenas evocadoras donde la tenue luz del atardecer se filtra por los cabellos rubios de sus protagonistas para trasladarnos al norte de Europa


Continuamos la selección de hoy con ¡A dormir! (como animales), un álbum de Kjersti Annesdatter y Mari Kanstad que acaba de publicar Pípala y que se centra en el ritual de momentos que rodean el momento de irse a la cama.
Bo, su protagonista, es un chaval con mucho desparpajo al que le ha llegado la hora de irse a la cama. Mientras el crío se prepara para meterse en el sobre –cena, baño y piruetas varias- va relatando con la ayuda de su madre las diferentes formas en las que muchos animales duermen (o eso se cree) al mismo tiempo que desarrollan juntos diferentes juegos. ¿Logrará echarse a dormir?


Un paleta de color potente y llamativa, líneas un tanto grotescas, mucho movimiento y miradas cómplices entre madre e hijo, son las mejores bazas de unas ilustraciones donde se cuelan guacamayos, osos panda, murciélagos, ardillas y jirafas que invitan al descubrimiento antes de cerrar los ojos


El cuarto en discordia es Buenas noches, mundo, un libro de Sachie Hattori publicado por la editorial Pastel de luna. En este álbum la hora de dormir se acerca y mientras una niña se pone el pijama, su madre la invita a decirle buenas noches a todos. "¿A todos?" se extraña la protagonista. Como buena criatura se lo toma al pie de la letra y, ni corta ni perezosa, acude a despedirse de todo quisqui.


Una situación cotidiana sirve como interruptor de una acción que rebosa imaginación. Un canto onírico que da empaque y consistencia a la ceremonia de irse a la cama. Escenarios coloristas que contrastan con el sempiterno cielo estrellado, situaciones fantásticas que invitan a la ensoñación y una frase de fondo que simula las retahílas.


Ya saben: si tienen algún niño (o adulto) al que le cueste dar las buenas noches, no pueden hacerle mejor regalo que este, porque seguramente acabarán despidiéndose de todo quisqui.


Por último toca hablar de El rebaño, un álbum de Margarita del Mazo y Guridi publicado hace una década y que recupera NubeOcho. Esta historia, en cuya primera edición tuve el privilegio de participar,  tiene mucho humor, una pizca de magia e incluso una sorpresa final. 
El bueno de Miguel quiere dormir y decide ponerse a contar ovejas. La primera, la segunda, la tercera... La cosa se pone fea cuando la oveja número 4 no aparece. No hay quien la encuentre y no puede seguir. ¿Dónde diantres se habrá marchado? ¿Conseguirá conciliar el sueño este niño?


Escondites, rebeldía y hasta una carta, aparecen en una narración que se resuelve con una vuelta de tuerca donde la ruptura del marco de lectura y el sinsentido nos sacan una sonrisa (hubo una primera versión que era todavía más surrealista). Sí, los dos autores del álbum patrio consiguen ese toque vivaracho que también nos regalaron en Las gafas de ver, y añaden además una de prejuicios (en este caso ovino) con mucho ritmo. 


Y si estos os parecen pocos libros, siempre podéis acudir a la etiqueta Álbumes y buenas noches y a esta selección de libros para irse a la cama que, a pesar de no estar muy actualizada (perdónenme pero es tanto lo que me llevo entre manos que me es imposible tener todos los recovecos de esta casa como me gustaría), les ofrece más posibilidades sobre este tema.

lunes, 16 de enero de 2023

Que queden los recuerdos



Recordar es importante, sobre todo para el ser humano. Aunque muchos desearíamos olvidarnos de todo, otros piensan que los recuerdos son un bálsamo. Pero, ¿qué son los recuerdos?
Los recuerdos son ideas que se forman a partir de experiencias, se almacenan en el sistema nervioso y se pueden recuperar. El conjunto de todas esas ideas es lo que llamamos memoria.
La biología define dos tipos de memoria, la memoria a corto plazo (nuestra agenda diaria, un número de teléfono o el estribillo de una canción) y la memoria a largo plazo (recuerdos de niñez o conducir un automóvil). Ambas son procesos muy intrincados en los que intervienen diferentes áreas del sistema nervioso central y de los que queda mucho por conocer.


Sabemos que los recuerdos son ideas complejas en las que intervienen las imágenes, los olores, los sonidos o las emociones. También sabemos que recordamos mejor sin estrés o cansancio, ya que el sueño es uno de los procesos que fija la memoria.
Al contrario de lo que opina mucha gente, los recuerdos no se suelen perder, sino que se almacenan de diferente manera, esto hace que unos se recuperen más fácilmente que otros. Esa es la razón por la que ciertos estímulos (un olor característico, por ejemplo) nos hacen recordar de manera repentina episodios que creíamos olvidados.
Además, recordar depende en gran parte del dónde y del cómo nos sentimos. Por eso cuando visitamos un lugar por segunda vez, solemos experimentar recuerdos que se relacionan con el mismo sitio en el pasado, un hecho que tienen muy en cuenta los médicos a la hora de tratar a aquellas personas que sufren amnesia o pérdida de memoria.


Por todas estas cuestiones y muchas más, me ha encantado Tortuga, el álbum de Ángela Cuartas y Dipacho que ha publicado hace poco la editorial Tres Tigres Tristes. Aunque me hubiera gustado reservarlo para más adelante, tocaba hablar ya de este librito sincero y con un mensaje que cala hondo.
A este un nieto le gustaría hablarnos de su abuelo pero no se acuerda de él, solo de las tortugas. De cómo caminan, de su cabeza, su caparazón, de su piel y de su tamaño. Ni rastro del abuelo. Qué raro… ¿Qué despiste será este?


Con formato vertical, esta narración se construye sobre un texto hilvanado con oraciones breves y unas ilustraciones de composiciones sobrias y elegantes donde la disposición de las figuras y el texto son clave en la elaboración del discurso.
Fondos en blanco y negro ayudan a contar una historia oscura pero a la vez luminosa, con los ojos abiertos y también cerrados, que miran a las tortugas y también a la imagen olvidada de ese abuelo perdido.
Y las tortugas, montones de tortugas que redundan y reverberan en la memoria, un elemento que, bien en imágenes, bien en palabras, es esencial a la hora de entender que da igual cómo se guarden los recuerdos, lo importante es que queden.

sábado, 14 de enero de 2023

De fiestas y mezcolanzas



Ayer me invitaron a una fiesta de cumpleaños y aquello parecía el camarote de los hermanos Marx. No había visto tanto eclecticismo nunca. Cada uno de su padre y de su madre. Que si un ingeniero aeroespacial, un diseñador de zapatos, un recogevasos de Mali, dos traductoras juradas, el funcionario de prisiones no podía faltar y otra vendía tetas de plástico. Un bioquímico con cara de perdido pululaba en busca de una asistente social. Un actor, dos guacamayos y una gallinácea, el que se dedicaba a la logística de una empresa de camiones y el pinchadiscos trasnochado. Todo muy sui generis, pero nos lo pasamos en grande. Así son las buenas jaranas. Desorbitadas, inexplicables y despiadadas.

[…]

La tripulación era completa: incluía un Limpiabotas,
y un fabricante de capuchas y gorras.
Además, un Abogado, traído para resolver broncas,
y, para evaluar bienes, un Corredor de Bolsa.

Un Apuntador de Billar, cuya habilidad era inmensa,
que hubiese podido ganar más de lo que le correspondía,
de no ser por un Banquero, de muy caras expensas,
que a su cuidado todo el dinero tenía.

Había también un Castor, que recorría la cubierta
o bien a hacer lazos de proa se sentaba:
según el Contramaestre, evitó muchas desgracias ciertas,
aunque ningún marinero supo cómo lo lograba.

Otro también era famoso por el número de cosas
que cuando subió al barco olvidó:
su paraguas, su reloj, todos sus anillos y joyas
y las ropas que para el viaje compró.

Tenía cuarenta y dos baúles, cuidadosamente embalados,
Con su nombre, en cada uno, claramente pintado:
Pero, como había omitido comentar el dato,
Fueron todos, atrás, en la playa abandonados.

La pérdida de sus ropas bien poco le importó,
pues disponía de siete abrigos al llegar,
junto con tres pares de botas, pero fue de todo esto lo peor
que ni su propio nombre pudo recordar.

[…]

Lewis Carroll.
Fragmento de Suspiro primero. El desembarco.
En: La caza del tiburiente.
Tradución de Alberto Ruiz de Samaniego y Xabier Meilán.
Ilustraciones de Óscar Villán.
2022. Pontevedra: Faktoría K de Libros/Kalandraka.



jueves, 12 de enero de 2023

Dicotomías (in)necesarias


Estamos hechos a base de dicotomías. Esa palabra de origen griego que se refiere a parejas de conceptos complementarios. Nos debatimos entre lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, izquierda o derecha, arriba y abajo. Opuestos y, parece ser que también, excluyentes, nos abocan a la disensión, una especie de fe que desde tiempos inmemoriales ha tenido a la humanidad muy entretenida.
Muchos lo achacan al maniqueísmo, esa doctrina religiosa cuya esencia está basada en comprender la existencia de dos principios creadores en conflicto constante: el bien y el mal, una idea ha regido el mundo, no solo en el plano teológico, sino en el político y social.


El Real Madrid contra el Barça, McDonald’s o Burger King, Pepsi versus Coca-Cola, Visa o Mastercard, Apple o Microsoft… Hasta con el vino montamos una guerra ¿Rueda o Verdejo? ¿Rioja o Ribera del Duero? Menos mal que Galerías Preciados quebró y dejó sin competencia a El Corte Inglés, que si no… Cada vez es mayor esta división, una especie de constante desacuerdo que ha calado tan fuerte que puede incluso abocarnos a la más absoluta soledad.
Lo más curioso de todo es que en la lógica tradicional, también se refiere a la ley que establece que ninguna proposición puede ser verdadera y falsa al mismo tiempo. Por lo tanto, esa visión maniquea de la vida nos soluciona más bien poco. Así que déjense de rollos y disfruten de carnívoros y veganos, de


Las polacas Anna Paszkiewicz y Kasia Walentynowic nos traen gracias a la editorial Thule dos libros basados en parejas de conceptos complementarios: Algo y nada y Ayer y mañana.
En el primero tenemos la historia de Algo y Nada, dos personajes representados con acierto, cuya historia gira en torno al lenguaje utilizado por los seres humanos. Mientras que Algo suena constantemente, no sucede lo mismo con Nada. Hasta que un día un niño tiene un accidente en el parque y Nada pasa a ser la protagonista.


En el segundo, las autoras abordan el pasado y el futuro utilizando una pequeña discusión entre Ayer y Mañana, unos personajes que nos inspiran y nos desbordan de recuerdos, no solo infantiles, sino de todo tipo, y de paso presentan diferentes acepciones sobre el eterno concepto del tiempo.


Si bien es cierto que estos libros tratan ideas complejas, no lo hacen desde una posición informativa ni teórica, sino que se valen de la ficción para recrear historias que ayuden a elaborarlas, comprenderlas y valorarlas (dato importante que los aleja de la no ficción) desde un punto de vista muy personal.


Sobre las ilustraciones decir que no es muy común encontrar por estos lares imágenes realizadas con rotuladores de colores, una técnica que, además de ser muy llamativa por su enorme contraste visual y embelesar al espectador infantil, en esta ocasión también me recuerda a la tradición del este europeo donde la iconografía, las figuras y el colorido se funde en un todo.
Con unas composiciones nada casuales y alto contenido metafórico, ahondan en un discurso polifacético que reverbera en multitud de lectores gracias una poética tranquila, pellizcos de humor, un poco de surrealismo, y juegos de perspectiva sin muchas pretensiones.

martes, 10 de enero de 2023

La excusa psicológica


Cuando antaño alguien se comportaba como un gilipollas, se decía que era eso, gilipollas. Hoy en día no sucede lo mismo. Todo el mundo tiene la excusa perfecta para pasarse tres pueblos auspiciado por la psicología televisiva, la inteligencia emocional o la salud mental.
Si cotejan las redes sociales podrán deleitarse con todo tipo de peroratas pseudo-psicológicas que, más que hurgar en uno mismo (cosa que sucedía con los antiguos diarios), buscan una coartada ante sus fechorías. Y lo peor viene cuando algunos jóvenes toman nota de todo esto y las utilizan incluso para pasar de curso, obtener favores académicos o calificaciones poco merecidas. Indecentes y cobardes.
Ansiedad, vulnerabilidad, inseguridades varias, trastorno bipolar, fobias sociales... La peña se ha montado un rollo con esta amalgama de términos. Intentan justificar actitudes que se resumen en otras mucho menos intrincadas como la envidia, la pereza, el rencor o la vergüenza. 
Parapetarse detrás de jergas técnicas me resulta de lo más soez, sobre todo cuando hay gente que realmente lo está pasando fatal por culpa de patologías reales. Sí, la mayoría de todos esos sinvergüenzas puede cambiar su comportamiento si se lo propone, sin necesidad de exhibir sus comportamientos más pueriles ni echar mano de antidepresivos.


Gente que no te responde a los mensajes, que te agasaja en las redes sociales, que te evitan constantemente para no compartir un café, exparejas que te saludan cuando les da la gana, amigos de toda la vida que desaparecen sin motivo aparente... Tenemos que ver cada cosa últimamente, que si no somos fríos y calculadores, acaban con nuestra clarividencia.
A ver si con las "New Year’s resolutions" se dejan el victimismo, se plantean un cambio de actitud y empiezan a comportarse con coherencia, dignidad y respeto, pues no hay cosa más deshonesta en esta vida que autodiagnosticarse y apropiarse de todo tipo de trastornos, para que los demás te consideren un enfermo, des lástima y te vayas de rositas en vez de recibir un par de hostias.
Vamos, nada que ver con gran parte de los personajes de los libros infantiles. Unos que se caen y se levantan, aparcan la condescendencia y abrazan la autosuficiencia, cambian el chip, le ponen voluntad y se enfrentan a la vida sin tanto postureo psiquiátrico. Como ejemplo, el protagonista de hoy.


Caracol, el primer libro-álbum de Minu Kim publicado en nuestro país por Juventud se adentra en el universo de las frustraciones y complejos infantiles de la mano de un chiquillo que está aprendiendo a montar en bici. El quiere seguir a su hermano mayor y el resto de amigotes, pero su poda destreza y los ruedines no le dejan avanzar todo lo rápido que el quisiera, quedándose muy atrás. Con un golpe de mala suerte, el crío cae por un terraplén y desanimado por el percance camina cabizbajo hasta casa hasta que encuentra un caracol y entonces…


En la mayor parte de unas ilustraciones realizadas en blanco y negro, solo destacan dos detalles a color, el casco del protagonista y la concha del caracol, dos elementos que se unen en el color rojo formando una bella metáfora que se desborda en un final más hermoso todavía.
En pocas palabras (de hecho yo hubiera prescindido de ellas) y con recursos del cómic para imprimir cierto dinamismo a ciertas secuencias, esta narración cotidiana y sin pretensiones ahonda en los complejos y sentimientos personales, se deja de indulgencias y buenismos, y apuesta por la resiliencia más humana posible: la del aprendizaje.
Esperemos que cunda el ejemplo porque si no, tocará aguantar carros y carretas en un futuro no muy lejano...

lunes, 9 de enero de 2023

A base de leyendas


Yo no sé cómo la gente, a estas alturas de la vida, todavía no se ha dado cuenta de que los políticos viven a costa de sus respectivas leyendas. En este país donde el bipartidismo sigue siendo la lacra de una democracia insana, se hinchan a costa del relato. Que si unos son buenos, que si otros son malos. Una partida de ping-pong que legislatura tras legislatura sigue en tablas.
La izquierda se preocupa por la sanidad pública y por la educación, va a terminar con el cambio climático, con la violencia de género y el racismo, y va a repartir las riquezas equitativamente. La derecha nos trae bonanzas y trabajo, pone a raya a los nacionalismos, tiene en cuenta el estado de derecho y controla el gasto público.


En fin… Mientras José Mota, Antonio Resines y Ana Obregón se apuntan a la propaganda asalariados por el estado, ese que sirve a intereses partidistas en vez de a los ciudadanos, los que pagamos impuestos, nos ponemos enfermos viendo el resultado.
Ahora que se acerca una inevitable crisis económica, podremos asistir una vez más, a esa división de la sociedad que alimentan los mitos de la derecha y la izquierda, un teatrillo más para continuar con el juego de tronos en el que se ha convertido esta España nuestra desde hace siglos y que dista mucho de ser ese país que muchos creímos que podía ser.


Y así, con tanto cuento, lo mejor que podemos hacer es empezar la semana con Flor de leyendas, una compilación de relatos de Alejandro Casona. Aunque seguro que todos vosotros conocéis alguna edición de este clásico, la que se ha marcado Ediciones Modernas El Embudo es una locura de las buenas.
consiste en una reedición de la primera que se publicó allá por 1932 con once leyendas ilustradas por Francisco Rivero Gil. Como Alejandro Casona añadió tres nuevas leyendas en ediciones posteriores, los de El Embudo no querían que el libro de hoy quedara desprovisto de ellas y le propusieron a Elena Odriozola completar la labor ilustrada con un puñado de nuevas imágenes que siguieran la misma línea que las antiguas, pero al mismo tiempo fueran distinguibles de estas.


Así tenemos un señor libro formado por un corpus de catorce leyendas impresas a dos tintas (parda y hierba) que se acompañan de ilustraciones en color verde. Además, se añaden una serie de elementos que la enriquecen, como el epílogo que invita a los lectores a dramatizar estos relatos poniendo como ejemplo una obrita atribuida a Casona, un juego de adivinanzas (¿Sabrían decirme a qué aves pertenecen las siluetas? Si no lo saben encontrarán las pistas en casa leyenda) y la nota del editor que explica todo el proceso que se llevó a cabo para sacar a la luz este libro.


Sin lugar a dudas, una buena excusa para recuperar el legado de uno de los dramaturgos más importantes de la llamada Generación del 27, el director del teatro de las Misiones Pedagógicas que versionó estas leyendas clásicas para que el público infantil conociese un patrimonio cultural necesario a la hora de entender multitud de obras artísticas que han acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales.

La niebla que cubre enero


Las vacaciones llegan a su fin y una extraña niebla lo cubre todo. Parece que los días felices quedaron atrás y ante nosotros se levanta un muro invisible que no augura nada bueno. Lo desconocido, lo incierto. El horizonte no está claro pero seguimos aquí. Tortuosos caminos. Impracticables senderos. Con el silencio y el eco, con la fría humedad calando los huesos. 
Esperemos que se despejen las horas y podamos ver con claridad. Que todo termine en una tarde de paseo.



                                        Salir a la niebla
                                        era como perderse en la nada.
                                        De pie,
                                                  apenas veías más allá
                                                  de tu brazo extendido.
                                        Al agacharte,
                                                  la niebla se acababa
                                                  a la altura de los tobillos.
                                        A ras de suelo,
                                                 podías ver tan lejos
                                                 como te alcanzaba la vista.
                                        El cielo se caía
                                        sobre nuestras cabezas,
                                        pero no
                                        sobre las cabezas de las hormigas.

Alex Nogués.
Niebla.
En: Una masía.
Ilustraciones de Alba Azaola.
2022. Barcelona: Akiara Books.


jueves, 5 de enero de 2023

Un puñado de clásicos ilustrados


De un tiempo a esta parte es bastante frecuente encontrar ediciones de todo tipo de obras clásicas que por una u otra razón son reconocidas dentro del canon literario.
Generalmente esto se debe a la caducidad de los derechos de autor (ya saben, estos prescriben setenta años después de la muerte de quien la escribió), por lo que la obra pasa a ser de dominio público, es decir, puede explotarse de manera libre y gratuita. Aunque hay que tener en cuenta ciertas consideraciones (las traducciones o las adaptaciones de estas obras sí pueden estar sujetas al pago de royalties), es la principal razón por la que muchas editoriales optan por publicarlas de una manera enriquecida para ofrecer al lector una visión más personal y completa de la misma.
Novelas, relatos, cuentos, poemarios y obras de teatro que han trascendido a las modas y siguen vigentes, llenan las librerías. Ediciones ilustradas, comentadas, prologadas y traducidas por Fulano o Mengano hacen más apetecibles la literatura universal y nos amplían la mirada sobre este o aquel autor, aunque también es cierto que hay que tener en cuenta ciertas consideraciones sobre este tipo de libros de los que ya hablé en este post.
Sin más dilación, paso a comentar algunos de los libros de este tipo que han llegado a las librerías este año. Como muchos de ellos son de sobra conocidos, me olvidaré del argumento para centrarme en otro tipo de características que lo realcen como objeto-libro. ¡Allá voy!



Daniel Defoe. Robinson Crusoe. Ilustraciones de Manuel Marsol. Alma. No hace falta que les diga que soy un gran admirador de Marsol, el artista madrileño que nos hace felices a muchos con el uso de la línea y la forma, para mí, sus grandes fuertes. En esta ocasión, además de explotarlas, se sumerge en el mundo de Crusoe desde el punto de vista del naúfrago de tal manera que el lector se puede poner en el lugar del protagonista. No vemos al náufrago, siquiera en alguno de los mapas que se usan como antesala a las diferentes partes de la obra. Contemplamos sus manos como si fueran las nuestras. Señalando, cogiendo caracolas, navegando... Con imágenes a dos tintas (azul y negro), Marsol nos invita a mirar con los ojos de Robinson.




Jakob y Wilhem Grimm. Blancanieves y otros cuentos. Ilustraciones de Minalima. Folioscopio
Margot Suzanne Barbot de Villeneuve. La bella y la bestia. Ilustraciones de Minalima. Folioscopio.
Aunque los textos no tienen nada que ver entre sí, ni en lo que se refiere al género, ni al estilo, he decidido reseñar juntas estas dos obras porque están ilustradas por el estudio Minalima. Encabezado por Miraphora Mina y Eduardo Lima, diseñadores que centran su trabajo en las líneas visibles, las composiciones geométricas y el uso de los colores planos, se ha editado una colección entera de obras muy conocidas. Auténticas y coloristas vidrieras que hacen de cualquier libro una fantasía. Por si eso no fuera bastante se incluyen elementos pop-up que, a modo de juego interactivo y/o elementos tridimensionales, refuerzan la magia de estos dos clásicos de la literatura infantil.




George Orwell. Rebelión en la granja. Ilustraciones de Quentin Gréban. Edelvives. Regresa esta conocida metáfora ilustrada por Quentin Gréban, uno de los ilustradores belgas más reconocidos a nivel internacional que domina la composición de las imágenes y el uso de la acuarela como nadie. Luminosa y cercana (fíjense en unos personajes donde, además de dramatismo, también hay humor), esta versión tiene poco que ver con esa estética lúgubre y gris con la que se suele representar esta alegoría sobre el totalitarismo. Merece la pena revisitarla con otro punto de vista




Louisa May Alcott. Mujercitas. Parte 1. Ilustraciones de Antonio Lorente. Edelvives. Edelvives incluye este clásico de la literatura norteamericana en la colección ilustrada por el almeriense Antonio Lorente, uno de los ilustradores con más éxito en la actualidad gracias a la estética dulce y aniñada que imprime a sus personajes, el brillo de sus ojos y una estética vaporosa que recuerda a la escuela francesa de Dautremer y Lacombe. Composiciones elegantes (el número cuatro favorece la geometría), retratos con mucho carácter, y desplegables a todo color. Esta edición es un regalo.





L. Frank Baum. El maravilloso mago de Oz. Ilustraciones de Iban Barrenetxea. Combel. Gracias a las ilustraciones del ilustrador vasco, la historia de Dorothy y sus compañeros de viaje, recuerda a un antiguo álbum fotográfico en el que, además de incluir estampas descriptivas, recoge las escenas más conocidas de la narración. Tomando ciertos referentes artísticos del realismo y el gótico norteamericano como Andrew Wyeth o Grant Wood, Barrenetxea sigue fiel a su inconfundible estilo (esta vez menos digital) y nos sumerge en un universo donde priman los colores cálidos que recuerdan al mundo rural y unos personajes muy bien caracterizados.




Mary Shelley. El elegido. Ilustraciones de Beatriz Martín Vidal. Avenauta. A partir de un poema que Mary Shelley escribió a su único hijo vivo tras la muerte de su marido y sus otros dos vástagos, se recrea esta edición que echa mano de las ilustraciones de Beatriz Martín Vidal para construir dos narrativas diferentes. Mientras que el poema apela al duelo y el dolor, la historia ilustrada describe la vida de esa mujer y su familia a partir de una metáfora acuática en la que la protagonista finalmente aparece con su hijo superviviente entre los brazos. Al tiempo que acompaña por esa sensación de dolor calmado, ahonda en los lazos familiares que, al fin y al cabo, es el leitmotiv de la obra. Se acompaña de un prólogo, el texto original en inglés, así como de un fragmento de una carta que Mary Shelley envió a Leigh Hunt.





Goethe. El rey de los elfos. Ilustraciones de Borja González. Avenauta. Este poema de Goethe está protagonizado por un jinete que mantiene una conversación con su hijo mientras cabalgan sobre el mismo corcel hacia su hogar. El hijo avisa al padre que el rey de los elfos los acecha en su carrera, hasta que al final, los alcanza. Con prólogo, el original en alemán y una interesante nota del traductor, este corpus central del libro se divide en dos partes, una primera con el texto y una segunda donde solo aparece una secuencia de ilustraciones en blanco y negro que, a modo de álbum sin palabras, relatan la historia.