jueves, 25 de enero de 2018

Ursula K. Le Guin o una imaginación selecta


Sintiéndolo mucho, la actualidad manda y hoy (seguramente mañana también) toca obituario y tributo...
Es una pena que Ursula K. Le Guin haya tenido que morir para que diarios y bitácoras se llenen de alabanzas hacia su obra. Hacía ya cierto tiempo que sus novelas habían caído un poco en el olvido entre los jóvenes lectores (es lo que tienen los clásicos y el omnipresente mundo comercial) y, aunque en ocasiones repuntaron gracias a las versiones/adaptaciones de sus novelas por parte del estudio Ghibli, eran otros productos vacuos y yermos los que le robaban el terreno.


Muy conocida entre los lectores anglosajones, podríamos decir que Ursula K. Le Guin se trataba de una de esas escritoras con solera, no sólo por pertenecer a una familia culturalmente muy activa (era hija del antropólogo Alfred Kroeber y la escritora Theodora Kroeber, de ahí la “K”), sino por poseer una formación académica envidiable en lo que a filosofía, letras y ciencia se refiere. Feminista, anarquista y pionera, la figura de Le Guin rompió moldes en el tiempo que ha dejado atrás.


Los monstruos debemos romper una lanza por Le Guin en varios aspectos. En primer lugar, hay que decir que es una de las creadoras de ciencia ficción y fantasía más completas que han existido, no sólo por trabajar estos géneros con amplitud, sino porque quizá, y sin desmerecer a otros autores contemporáneos, su obra se podría calificar como más profunda y trascendental en lo que al plano discursivo se refiere (abandona la tecnología y el futurismo en pro del problema ético), y diferente por desmarcarse de las típicas geografías y razas ficcionales (elfos, orcos, enanos...) que cultivaban sus coetáneos al enriquecer sus propios mundos imaginados donde destacan dos, el Hainish (o Ekumen, una federación galáctica que construye a partir de El mundo de Rocannon), enclavado en la ciencia ficción, y el de Terramar, dentro del género fantástico



En segundo lugar y como otros colegas (puede leerse Tolkien), Le Guin incluyó en sus obras críticas al belicismo, a la sociedad y a la degradación del medio ambiente (El nombre del mundo es bosque), también defendió la identidad de género (véase la raza nativa de Gueden en La mano izquierda de la oscuridad) y el anarquismo (Los desposeídos). Como tercer punto hay que destacar la omnipresencia femenina en su obra. Mujeres fuertes y capaces sobrevolaban esos territorios imaginarios creados por su pluma, y que más que diferenciarse de los protagonistas masculinos, los complementan, un rasgo que heredarán las generaciones de escritores de fantasía y ciencia ficción posteriores. También hay que decir que Le Guin escribe con claridad y belleza, directa y sutil, abandonando toda esa suerte descriptiva que otros autores del género utilizan incesantemente. Por último, y a pesar de que su obra se ha dirigido tradicionalmente al público juvenil, Le Guin se dirige a cualquier lector, lo que la hace por tanto, abiertamente universal.


Si me piden una recomendación y teniendo en cuenta que un servidor se siente muy inclinado hacia las sagas fantásticas, tengo que hablarles una vez más de las novelas que se desarrollan en el universo de Terramar, de las que he leído Un mago de Terramar, Las tumbas de Atuan y La costa más lejana. Estarían incluidos también en este mundo Tehanu (que aprovecharé para leer estos días, pues obtuvo el premio Nebula en 1990) En el otro viento, y una serie de cuentos breves que se recopilaron en el volumen Cuentos de Terramar. De las tres que he leído les puedo decir que, si bien las dos primeras se podrían definir como los viajes interiores de sus protagonistas, la tercera sería la más épica de las tres. En todas ellas abundan los aspectos éticos y morales, y ahondan en lo profundo de los personajes y su psicología, pero, a diferencia de otras sagas épicas como El señor de los anillos, no existen enemigos externos en esas travesías iniciáticas, sino que el mal procede de uno mismo como consecuencia de sus elecciones.


En resumen, tenemos que leer a Ursula K. Le Guin sí o sí, no sólo porque su obra constituya uno de los mayores exponentes de la literatura para todas las edades del siglo XX, sino por ser generatriz y fuente inagotable de imaginación y fantasía para muchos otros autores. Y si no me creen, les propongo un acertijo: ¿A quién les recuerda Gavilán, el protagonista de Un mago de Terramar, un aprendiz de mago que acude a una selecta escuela donde aprender el oficio de la magia? ¿Acaso creen que es una mera coincidencia...?


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