lunes, 16 de diciembre de 2019

Impacientes pero contentos



En este mundo que vivimos prima la celeridad. Lo queremos todo de manera instantánea, sin espera y con mucha urgencia. Lo peor de todo es que lo mamamos desde bien pequeños. Los niños ansían que llegue Papa Noel, los Reyes Magos, el Black Friday, su cumpleaños, el del compañero, el carnaval, las vacaciones y la feria de Albacete… Vivimos en un estado de expectación eterno.
Estamos todos como unas maracas, incluido mi sobrino, que sólo saber correr (se ve que no le encuentra mucha miga a eso de caminar…). No tenemos ningún sosiego y desesperamos en el cine y en la sala de espera del médico (¿Habrá ido alguna vez rápida la cosa?) y en la cola de la charcutería (¡Madre, la de fiambre que consumimos!).


Es así como surge el movimiento “slow”, uno que trata de la lentitud y el disfrute. De la comida (que se engorda menos comiendo despacio, oigan), de la bebida y de la piscina (si tengo poco tiempo para nadar no crean que disfruto lo mismo).  No obstante también he de apuntar que la gente demasiado tranquila me pone un tanto enfermo, más todavía cuando dependemos de ellos.
Y con impaciencia, ese mal que nos invade, llegamos hasta uno de los libros que está revolucionando las librerías. No nos debe extrañar, pues La oruga impaciente de Ross Burach y la editorial Lata de Sal, es uno de esos espejos en el que podemos vernos reflejados y echarnos a reír, algo que me encanta de un álbum ilustrado. El argumento es sencillo. Una oruga más que atacada quiere convertirse en mariposa y sigue las instrucciones de sus colegas (como sabrán, lo que toca es fabricar el capullo y dejar que transcurra el tiempo), algo que resultará una tarea titánica para ella.


Se imaginarán el juego que da una historia así y yo les confirmo que es genial por muchos más motivos. En primer lugar porque el autor da con la estructura narrativa perfecta, una que es híbrida entre el lenguaje del cómic y el álbum (podríamos hablar de sketch también), ya que imprime mucho dinamismo a la acción (esa especie de atropello que toda persona impaciente sufre ante una situación de estrés). En segundo lugar es muy adecuado el estilo cartoon y unas tintas vivas que se dirigen sobre todo al público infantil, reclaman su atención y le imprimen un carácter de desenfado y diversión (no todo va a ser trágico e intimista…). Por último decir que me encantan ciertos giros que se dan de forma inesperada que buscan, sobre todo, evitar el didactismo tan manifiesto de muchos libros infantiles y que ensalzan su crítico discurso más allá.
¡Ups, se me olvidaba…! ¿Y la protagonista? ¿Se convertirá en mariposa? Eso sólo pueden descubrirlo si leen de cabo a rabo este fantástico libro que recomiendo a manos llenas.



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