martes, 17 de diciembre de 2019

Disfrutando del día a pesar del oficio



Comienza la cuenta atrás para las vacaciones de Navidad. Menos mal porque cada día me veo más decrépito y desbaratado. Esto de tanto trajín va a terminar conmigo. Y eso no puede ser, oigan. Hay que cuidarse lo que no está escrito, porque lo más importante es uno mismo. ¡Qué pijo los hijos, los abuelos, los nietos o los alumnos! ¡Yo, yo y yo!
No quiero decir con esto que haya que cultivar el egoísmo o ser el centro del universo, sino más bien el amor propio, uno basado en la autoestima y no en la autodestrucción. Porque les diré que hay gente que se quiere muy poco, y eso no puede ser. Hay que empezar desde bien temprano con los cuidados…


Un buen descanso (de unas 7-8 horitas es más que suficiente), desayunos nutritivos (cuando cuento lo que trago muchos no me creen), algo de ejercicio matutino (unas flexiones, unas abdominales), agua y jabón, cepillo de dientes y ungüentos faciales de calidad (para eso les puedo derivar con ciertas maricremas), ropa elegante (incluido su mejor chándal, que es la última moda), perfume (esto siempre se me olvida aunque siempre piense “Yo sin mi Chanel® no salgo a la calle”) y ¡para adelante!


Dirán que soy esto o lo otro, pero me da igual, creo que no hacen falta ingentes capas de chapa y pintura, tampoco echarse encima montones de billetes, ni siquiera horas y horas de gimnasio, tan sólo preocuparse un poco de lo que se meten en el cuerpo (sólidos, líquidos y gaseosos), de mantener una temperatura corporal constante y un adecuado tono muscular.
Es por ello que hoy quiero detenerme en uno de esos álbumes que da gusto regalarse de buena mañana, pues Profesión: Cocodrilo, un álbum de Giovanna Zoboli y Mariachiara Di Giorgio publicado durante este año por Adriana Hidalgo en su colección Pípala nos habla de eso y mucho más.


En este álbum sin palabras con una estructura narrativa que utiliza elementos del comic, se nos cuenta el día a día de un cocodrilo. Este personaje tiene un modus vivendi envidiable. Su ducha, lo primero. Desayuna bien trajeado con tostada de tomate incluida y periódico en mano. Pasea por la ciudad, observa a un lado, a otro, compra un ramo de flores… Sencillamente, disfruta de la mañana.
En un entorno muy mediterráneo (la luz, las calles, la arquitectura, la gente, me recuerda a Roma o a Sevilla… Es algo que no me extraña teniendo en cuenta la procedencia de las autoras), este cocodrilo da buena cuenta de que la vida es bella. Pero ojo, no es el único, pues sorprendentemente, podemos encontrar a otros animales que se camuflan perfectamente entre la muchedumbre ataviados como personas sin llamar la atención lo más mínimo. ¿Qué juego será este en el que nos internan las autoras?


Todo esto nos lleva a un final ¿inesperado? y con cierta sorpresa que se adentra en el subconsciente del lector y le hace dos preguntas. La primera es si esperaba que el cocodrilo desempeñara otra profesión diferente ¿Quizá detective? ¿Quizá gánster? A veces las apariencias engañan si dejamos volar la imaginación. La segunda tiene que ver con el yo, con lo distorsionadas que son las imágenes de nosotros mismos, también con los anhelos de los demás, cómo nos vemos y cómo nos ven.
Fíjense por ejemplo en mí, muchos dicen que no parezco docente… Será la ropa, será que tengo un coche cani, será que me alejo de la típica pose cultureta… Visitadores médicos, comerciales, peluqueras, dependientes de  supermercado, monitores deportivos, camioneros, cocineros, barrenderos y vendedores ambulantes. Yo sólo sé que cualquier oficio tiene lo suyo y lo mejor es disfrutarlo.

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