Cuando un servidor andaba por Madrid, mis compañeros de
clase solían decirme que seguramente yo conocía mejor la ciudad que ellos. Según
ellos mucha gente de la capital vivía en microcosmos como Aluche, Alto de
Extremadura, Usera o Virgen del Cortijo y pasaba tres kilos de lo que les
ofrecía el resto de la urbe. Algunos incluso admitían que nunca había estado en
lugares tan emblemáticos como el Museo del Prado o como la Biblioteca Nacional
(eso sí, el Cortilandia no les faltaba).
Si bien es cierto que la magnitud de la ciudad es
proporcional al desconocimiento de la misma, no es algo exclusivo de las metrópolis,
sino que ocurre en la mayor parte de los casos, pues no pocas veces he
descubierto rincones todavía inexplorados en mi propio ecosistema. Valladolid, Pontevedra,
Alicante, Málaga o Cáceres nos pueden ofrecer la misma sensación de aventura
que la que se experimenta en una población de varios millones de personas, la
cuestión es lanzarse a las calles y dejar que estas te impregnen.
Capillas, grafitis, fuentes, bares, plazas, jardines y un
sinfín más de detalles pasan desapercibidos en el día a día, y porqué no
(ricemos más el rizo, que me parece muy interesante) también personas de
nuestro entorno. Abogo por esos lugares y gentes invisibles. Esos seres humanos
que viven cerca de nosotros, meros desconocidos con los que nunca hemos mediado
palabra. ¿Por qué no correr el riesgo de llamar, entrar y disfrutar? Siempre
hay algo de hermoso en esa falta de cautela.
Dejen de ir vagando por la calle con los ojos vendados,
miren hacia un lado y otro, como los niños escudriñando los detalles. Pues esas
cosas que creemos nimias, perdidas, pueden desplegarse ante nosotros como las
colas de los pavos reales. Y si no me creen presten atención al libro de hoy,
uno que nos habla del entorno y las miradas con atención. Y es que Dominika
Lipniewska nos presenta En la ciudad
(editorial Cocobooks), un álbum para primeros lectores que nos invita a
sumergirnos en los entresijos de una ciudad llena de formas geométricas,
mientras despierta, cuando brilla la luna, en mitad del parque o en los puestos
del mercado. Un entorno colorista y geométrico que nos atrapa en sus líneas
para pasar las páginas una y mil veces. Como debería ser, incluso en la realidad.
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