jueves, 5 de noviembre de 2020

Con prisas y alguna pausa


Esta semana ha sido de locos. Salir a correr, limpiar la casa (y va y llueve…), trabajar (con este horario tan condensado no hay quien pare), bien de plancha, corregir exámenes, apuntes por aquí y apuntes por allá, comprar viandas, preparar la comida, quedar con los amigos, acudir al dentista (¡esa muela lleva años dándome la lata!) y un sinfín de recados se han agolpado en estos días. Si a ello sumamos un confinamiento inminente, el estrés es doble (hay que ser previsor y evitar las interminables colas). 


Menos mal que no tengo hijos que si nooo… No me quiero imaginar el resultado al combinar mi apretada agenda con un horario infantil de extraescolares y hábitos saludables. En una palabra: demencial. Aunque intento organizarme de la mejor manera para no dejar a un lado temas como el blog o el ejercicio físico (siempre estoy maquinando la mejor manera de optimizar mi tiempo), hay veces que debo rendirme y aparcarlos en favor de las obligaciones. 


Si bien es cierto que al principio me pesa (“Este tema de rabiosa actualidad me encuadraba con este libro” o “Mañana corro el doble), según pasan las horas me doy cuenta que el mundo no se acaba, que nada es imprescindible. Incluso aprendo a disfrutar de ese tiempo haciendo otras cosas o simplemente haciendo nada. La calma y el sosiego se apoderan de mí y me detengo para valorar de otra forma lo que me rodea. 


Precisamente ese es el mensaje que cunde en ¡Deprisa, deprisa! un álbum con mucho encanto y humor de Clotilde Perrin y editado por la editorial Juventud. En él, un chavalín salta de la cama y, raudo y veloz, se viste, se asea y sale pitando de su casa. Coge el bus y después una lancha, todo ello con mucho vértigo y a toda pastilla. Pero las cosas al final no salen como él esperaba y tiene que volver. Al principio va un poco cabizbajo pero conforme contempla el mundo que le rodea y empieza a apreciar la belleza gracias al sosiego y la calma, el paseo adquiere otro cariz. 


El libro en cuestión es bastante redondo y te da en qué pensar, no sólo por la historia, sino también por una serie de recursos que aportan mucha atmósfera a la lectura. Mientras que el formato es estrecho y apaisado dando sensación de continuidad temporal, el texto y la tipografía juegan con el lector-espectador (cuando el protagonista va rápido no hay pausas y cuando va lento las palabras se enroscan en los momentos). 
Y con esto y un bizcocho me despido hasta mañana, viernes, que me apetece rascarme la barriga y desconectar del tic-tac del reloj el resto de la tarde.

1 comentario:

Esther dijo...

Deprisa, deprisa son unas palabras muy malas compañeras, pero qué difícl se hace a veces alejarlas.