lunes, 14 de febrero de 2022

Doctor amor


Hoy es San Valentín, el patrón de los enamorados, un día que muchos detestan pero que otros veneran hasta el hartazgo. Románticos o consumistas, empalagosos o prácticos, sea cual sea nuestra naturaleza no solemos preguntarnos sobre las bases biológicas del amor, un sentimiento que altera el nuestro organismo queramos o no.
Hace años se estudiaron algunos de los procesos bioquímicos y fisiológicos que tenían lugar en el cuerpo cuando nos enamorábamos y se definieron tres etapas dependiendo de las sustancias que iban apareciendo.


La primera se denomina enamoramiento o pasión, un estado de intensa atracción sexual y duración variable (hasta 18-30 meses según los expertos) en el que actúa el cerebro primitivo. En él tiene lugar la liberación de los llamados neurotransmisores primarios, es decir, entran en juego la norepinefrina, la dopamina y la serotonina. Estas moléculas son las causantes del estado de bienestar y placer que sienten los enamorados, los pensamientos y conductas obsesivos hacia el ser amado o la pérdida del juicio crítico (ya saben que hay gente que se vuelve loca de amor). Los que nos hemos enamorado alguna vez también experimentamos dificultad para conciliar el sueño, sudor en las manos, rubor en las mejillas, se nos acelera el latido cardiaco o echan a volar las conocidas mariposas en el estómago.
Con tantos “síntomas” no debe extrañarnos que algunos crean que el amor tiene mucho que ver con una enfermedad o, como diría Ortega y Gasset, un periodo de imbecilidad transitoria.


Si la relación continúa, subimos al segundo piso del amor, un periodo de apego y cariño que puede rondar los 10 años y en el que intervienen el cerebro medio y sustancias como la vasopresina y la oxitocina. Mientras que la primera incrementa la preferencia por la pareja, los niveles de cortisol, la atracción y la presión arterial, la oxitocina está involucrada en el refuerzo positivo, es decir, con el placer, incrementando la complicidad, la empatía, el afecto y la confianza con la pareja. Por si no lo sabíais, cuando nos abrazamos, liberamos pequeñas cantidades de este neurotransmisor.


Por último, en la tercera etapa del amor, tiene lugar el afianzamiento de la pareja. Existe una gran atracción, tanto intelectual, como emocional. Esto trae aparejada una admiración por la pareja, la base para ese amor perdurable que no todas alcanzan. En este proceso tiene mucho que decir el neocortex cerebral. Las relaciones que duran 30, 40 o 50 años, además de deseo y cariño, también hay mucha inteligencia. Objetivos comunes, reparto de roles, necesidades personales y colectivas, percepciones similares de la realidad y la toma conjunta de decisiones son algunos ejemplos que ayudan a ese equilibrio afectivo.


Como no podía ser de otra manera, acompaño esta perorata amorosa con el Dos personas de Iwona Chmielewska, un álbum editado por Océano Travesía hace unos cuantos años pero que nunca había traído a este lugar. Toda una suerte de metáforas poéticas sobre las relaciones de pareja que ahondan en todo tipo de momentos e ideas que pueden girar en torno a ellas. 
Un recorrido por todo tipo de parejas, por todo tipo de situaciones cotidianas entre personas que comparten vida, espacio y sentimientos, que la ilustradora polaca plasma sobre el papel haciendo un ejercicio narrativo muy hermoso que merece la pena conocer y regalar. 
Con recursos que recuerdan a otros genios como Norman Messenger o Javier Sáez Castán, la autora de libros como Ojos, El bastón azul-La caja azul o El problema (un álbum que leo y releo) nos lleva de la mano en un paseo donde símbolos, (des)contextualizaciones, mensajes encriptados y surrealismo son algunos de los elementos que irrumpen en el tiempo y el espacio cuando dos deciden ser uno.



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