Hurgando en esta casa de monstruos me acabo de dar cuenta de que nunca les he dicho que me encantan los títeres, las marionetas. Desde bien pequeño, me dejaban embobado. Recuerdo cuando, de niño, iba a la feria y era capaz de ver varios días seguidos la misma función. Una y otra vez. No me cansaba.
Mi programa favorito de la parrilla televisiva era Fraguel Rock, una fantasía creada por Jim Henson donde las marionetas eran las protagonistas. También estaban las de Barrio Sésamo, la bruja Avería y los electroduendes o el Topo Gigio, pero como los Fraguel, ninguno.
Mis padres estaban metidos en todos los fregaos culturales de entonces y conocían a gente que los hacía, como Pepe Otal, gran titiritero de origen albaceteño afincado en Barcelona. Y un servidor, que le gusta manipular e idear, se afanaba en trastear con ellos sin mucho éxito.
La cosa no se quedó ahí pues allá por los primeros años del nuevo milenio, pasé una temporada en la República Checa y aprendí técnicas sencillas con las que fabricar marionetas. Piñas, troncos, restos de madera y un poco de alambre eran suficientes para darle vida a personajes que engatusaran a cualquiera.
Todavía no entiendo cómo algunos sufren la llamada pupafobia o miedo a los títeres. Lo único que me falta es regalarme un fin de semana en el Titirimundi segoviano, la mayor fiesta de marionetas de España y a la que acuden las mejores compañías del mundo para deleitar a pequeños y grandes con este arte.
¿Y a ustedes? ¿Les gustan? Seguro que sí. Por eso Ediciones Modernas El Embudo nos alegra esta primavera tardía con Hagamos títeres de cachiporra. De cómo Cristobita con destreza, no deja títere con cabeza. Un título muy largo para un libro muy necesario en el panorama de la llamada literatura Infantil y escrito por Rodorín, nombre artístico de José Antonio López Parreño, todo un monstruo en esto de aunar los títeres y la narración oral.
Acompañado por las fotografías de Perdinande Sancho y las ilustraciones de Elena Odriozola, el otrora maestro, nos sumerge en una de sus historias y de paso nos enreda en un libro a caballo entre la ficción y la no ficción, entre el manual temático y el álbum de conocimientos.
Nos habla de la cachiporra, de la lengüeta, de títeres allende nuestras fronteras, de cómo hacer nuestros propios títeres, con objetos cotidianos, servibles o inservibles, con mucha imaginación y destreza. Nos cuenta también como fabricar un teatrillo y planificar una obra sencilla.
Todo esto y mucho más desde un planteamiento práctico y muy lúdico del que nadie puede escapar. Una joya sin parangón, le pese a quien le pese.
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