martes, 27 de junio de 2023

Jóvenes y fachas


Con las elecciones generales a la vuelta de la esquina, los medios de comunicación (¿Alguna vez fueron neutrales?) comienzan a lanzar sus consignas para que sus respectivos partidos se hagan con el pastel. Entre los mensajes con los que nos bombardean estos días me ha llamado mucho la atención las noticias que se refieren al aumento del llamado sentimiento ultraderechista entre los jóvenes de nuestro país, y con una clara intención de voto hacía partidos como Vox.


En mi opinión, y en contra de lo que muchos medios afirman, nada tiene que ver con TikTok o con que los candidatos electos de estos partidos se estén adueñando de las concejalías y consejerías de educación. Lo primero porque esos puestos son los que no quiere nadie (Poca pasta con la que especular y prevaricar: olvídate), y lo segundo, porque el ámbito educativo está gobernado por la secta del progresismo más recalcitrante y no hay quien meta mano en ella.
Los que chupamos pizarra lo tenemos claro: los jóvenes se acercan cada vez más a la derecha, pero por motivos a los que muchos colegas llevamos apuntando cierto tiempo y que no pocas veces he traído a esta casa de monstruos (ver AQUÍ y AQUÍ algunos ejemplos).


Antes de empezar con el desguace, les diré que este no es un hecho aislado, sino que se correlaciona con la tendencia que se observa en países como Alemania, Francia, República Checa, Hungría o Italia. Por esto, debemos suponer que la Unión Europea ha propiciado un situación favorable gracias a las políticas económicas y sociales que se están llevando a cabo durante los últimos años. No obstante, cada país tiene sus peculiaridades y el nuestro no iba a ser menos…


En primer lugar, debemos referirnos al contexto histórico. Si bien es cierto que podríamos hablar de montones de situaciones, me centraré en dos hechos más o menos recientes: el fiasco de la izquierda y el sentimiento patriótico.
Hasta los más anclados en el comunismo se han visto defraudados por unas políticas que nada tienen que ver con aquel llamado espíritu del 15M en el que, echando mano de pensadores como Zygmunt Bauman, nos vendieron como cuña publicitaria la revolución social y otras falacias. Si tenemos en cuenta que aquello sucedió hace 12 años, los adolescentes de hoy día han sido los espectadores del ascenso al poder de esos salvadores y su posterior cataclismo a consecuencia de otro proceso de corrupción más que sufre cualquier partido político con el paso del tiempo. Desencanto, llámenlo desencanto.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la selección española ganó el mundial de fútbol en 2010. Y por mucho que a algunos nos resbale el deporte rey, fue la primera vez en décadas que el fervor por la nación recorrió todo el país, un hecho histórico que marcó a toda una generación de niños embelesados por un espíritu triunfalista donde el orgullo, la base de muchos movimientos como el LGTBI, era el santo y seña. Fue entonces y solo entonces, cuando la bandera, emblema que había caído en desuso y olvido, se recupera y reinstala en una sociedad que ya no se embebe de los prejuicios pasados.
Aunque estos dos hechos pueden parecer una solemne estupidez para analistas y tertulianos que todo lo solucionan con el desempleo y la falta de oportunidades, lo que esta claro es que los jóvenes no se mueven por los intereses creados del mundo adulto, son más viscerales y pasionales, entienden el mundo desde escalas de valores más básicos, aunque igualmente profundos. Aplauden la autenticidad y castigan la hipocresía.


El segundo aspecto que debemos tratar es la acción-reacción. Teniendo en cuenta, y como ya he dicho, la omnipresencia de los discursos y programas progres en el ámbito educativo, las aulas se llenan de perspectiva de género, #blacklivesmatter y cambio climático. 
Esto no ha cambiado desde tiempos inmemoriales en nuestro país (hace más de 20 años que yo abandoné el pupitre y ya entonces era igual) y los jóvenes de hoy día, unos que toman más distancia de la política (para bien o para mal) gracias a un modus vivendi donde redes sociales, individualismo y capitalismo son su credo, optan por desligarse de un discurso donde no se ven incluidos ni representados. Algo que recuerda al Get woke, go broke que ha diezmado las ganancias de compañías como Disney o Budweiser a cuenta de la corrección política.
Mujeres, negros, chinos, transexuales, discapacitados, pobres y huérfanos conviven en las aulas de uno u otro modo y no perciben esos muros que se esgrimen desde el poder para la división social. Ellos ven otro catequismo más. El mismo que otrora esgrimían la sección femenina y las JONS, es leído actualmente por hipster de capa caída que se debaten entre Sabina, Rosalía y Amazon.


Por último, hay que hacer hincapié en lo reaccionario. Los jóvenes viven enfrentados a las normas impuestas por sus padres, en particular, y por el universo adulto, en general. Rebeldes e insumisos, los teenagers siempre han ido en contra de los dictados de sus progenitores y profesores.
Pósteres del Che, tatuajes, septum o peinados mohicanos han sido el fruto de una naturaleza contestataria a ese conservadurismo adulto que hace décadas representaba el crucifijo y hoy se fundamenta en el arco iris. Es algo visceral, cuasi instintivo que invita a imponer un nuevo orden, el suyo.
Si buscan un símil en el ecosistema adulto, ahí tienen las agencias de verificación de datos que tanto proliferaron durante la pandemia para amordazar a ciertos sectores y blanquear el relato que interesaba a las altas esferas. Y así les fue…


Por todo ello y desde esta reflexión, deberíamos plantearnos si ese bombardeo temático por el que abogan muchos sectores de la LIJ progre y bienhechora que tanto nos quiere, ayuda al cambio social, o si, por el contrario, genera el efecto diametralmente opuesto en unos lectores que se debaten entre su verdad y lo políticamente correcto. 
Teniendo en cuenta que las reglas del juego están cambiando y ciertos partidos ofrecen propuestas mesiánicas renovadas, urge considerar cuestiones como esta, dejarse de credos buenistas y otros mantras para evitar que nuestros lectores pierdan ese espíritu crítico del que tanto hablamos todos.

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Todas las imágenes que acompañan a esta entrada son obra de Ephraim Rubenstein y pertenecen, concretamente, a su serie Used and Discarded Books.

4 comentarios:

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