Recién entrados en la primavera, toca hablar de jardines. Lo siento, pero es un tema muy recurrente en esta época del año. Los parques se llenan de plantas y bichos de todo tipo. La vida rebosa por cualquier resquicio y da gusto deambular por los paseos, disfrutar del aroma de las flores, tomar el sol recostado en un banco o leer bajo la sombra de los árboles.
Para mí, los parques son espacios muy especiales, no solo porque representan las naturaleza perdida y recuperada por el hombre, sino porque abordan el sentido agreste de la existencia a través de una óptica mucho más ordenada y pensada.
Desde la Revolución industrial, el gris de la ciudad se volvió omnipresente a nuestro alrededor. Con tanto cemento y ladrillo, empezaron a tomar forma los parques y jardines públicos, espacios en los que las clases bajas y menestrales podían disfrutar de un recreo, hasta entonces propio de la burguesía y aristocracia.
El jardín constituye una especie de refugio ante esa disidencia natural que emerge gracias a la Modernidad. Naturalismo y romanticismo recuperan esa fascinación por lo agreste e incitan a desarrollar lugares que, desde una perspectiva humana servían a nuestros intereses.
Si se preguntan qué es lo que nos mueve a crear un jardín, hoy les traigo dos álbumes con los que ilustrarles.
El primero es El jardín del vecino siempre es más verde, un libro de Gala Pont publicado este otoño por Blackie Books. Nos cuenta la historia de Simona y el erizo. Los dos son muy felices en su jardín. Les encanta descubrir cosas sobre los seres vivos que viven allí, celebran ágapes con todo quisqui, juegan a montones de cosas y disfrutan de la siesta. De vez en cuando, mientras Simona duerme, el erizo va a dar un paseo. Un día, curiosa, Simona sigue sus pasos y descubre nuevos y diferentes jardines. Exuberantes, elegantes o muy ordenados. No tenían nada que ver con el suyo. Son mucho mejores. Muerta de envidia y enrabietada hasta la médula, lo destruye por completo. ¿Y ahora, qué? ¿Dónde desarrollará todas esas actividades que tan feliz la hacían?
Aunque este álbum puede venderse como un “libro para…”, tengo mis dudas al respecto, pues si bien es cierto que la protagonista sufre un ataque de celos, también es muy interesante el discurso que se genera en torno a la belleza, pues es esa concepción y no otra, la que sirve como detonante de un diálogo bastante complejo y se aleja de las típicas situaciones de esos emocionarios reduccionistas que se publican últimamente para “aprender a gestionar” nuestras reacciones.
Además de unas ilustraciones realizadas en acuarela ¿digital? muy agradables, me gusta la idea del anexo final a modo de herbario en el que encontrar e identificar las plantas que aparecen en las ilustraciones del libro, al mismo tiempo que anima al lector a incluir su propia colección vegetal y participar del medio natural.
El segundo es El jardín venenoso de Millie Flor, un álbum de Christy Madin y publicado por Edelvives el pasado otoño que nos presenta un jardín muy especial. Su protagonista, Millie Flor, es una niña enamorada de las plantas un tanto especiales. Se acaba de mudar con su madre a Valle Jardín y su mayor ilusión es plantar un nuevo jardín. Se pone manos a la obra y empieza a sembrar bocas de dragón, tanaceto tentáculos, margarita quejica o la planta araña son plantas cuya belleza solo entiende ella. Da miedo a un vecindario bastante paleto y conservador que prefiere los jardines monótonos. Pero un día, todo empieza a cambiar…
Con una estética un tanto macabra que recuerda a la Miércoles de la familia Adams, el libro se acerca a los conceptos de diversidad y aceptación social desde una perspectiva botánica (¡Pero no crean que existen estos vegetales! ¡La mayoría son una invención!). Con pinceladas de humor blanco e inocencia infantil, he aquí una fábula moderna que apuesta por el individualismo y nos aleja de la uniformidad más sofocante.
Lo más curioso de este libro es que está inspirado en un jardín diferente. Concretamente en el llamado Poison Garden de la localidad inglesa de Alnwick, en el noreste de Inglaterra, un jardín creado por Jane Percy, la duquesa de Northumberland, en el castillo de su propiedad. Durante la rehabilitación que se hizo en 1997 de este jardín fundado por en el siglo XVIII, decidió hacerlo diferente del resto de jardines decorativos que abundan en el país e incluir en él más de 100 plantas tóxicas, intoxicantes y narcóticas que, como reza el cartel de su entrada “pueden matar”.
1 comentario:
Uhyyyy, que sabes que este tema me apasiona. Belleza, jardín, naturaleza.... qué chulos. Gracias, Miriam
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