El costumbrismo fue un movimiento artístico que, a finales del siglo XIX, se propuso reflejar las costumbres y actividades cotidianas de una región o país. Juegos tradicionales, música y bailes, fiestas locales y ceremonias, trajes populares, leyendas o labores de todo tipo llenaron producciones artísticas desde la pintura o la literatura.
Esta corriente surgió como una derivación de los ideales estéticos nacionalistas y la nostalgia por las tradiciones que impulsó el Romanticismo, en respuesta al avance de la Revolución Industrial, que amenazaba con suplantar todo ese legado de un pasado rural no tan lejano.
A diferencia del realismo y el naturalismo, el costumbrismo no quería representar lo real con pretensiones de objetividad, sino recuperar el legado cultural de una manera pintoresca, colorida y apasionada. Los costumbristas procuraron así construir una identidad local y generar sentido de pertenencia en medio de la transición histórica del mundo rural al mundo urbano.
Si bien es cierto que podía extenderse hacia zonas más o menos próximas, el costumbrismo es una expresión artística del mundo hispano, es decir, una España en transición y gran parte de las recientes repúblicas de Sudamérica que necesitaban definir su identidad. Iberoamérica se debatía entre una vida rural y colonialista y un mundo industrial con nuevas realidades políticas, siendo el costumbrismo su reflejo.
Entre las características que se observan en la mayoría de las obras literarias que se adscriben a este movimiento, encontramos la yuxtaposición entre unas vidas campesinas nobles, ideales y humanas y el modus operandi de personas urbanitas banales y frívolas. Es decir, habla del choque cultural, pero también de un encuentro entre la nostalgia y la modernidad, en la que la ciudad sale un tanto malparada gracias a políticos, sacerdotes y empresarios, siempre desde un punto satírico y con mucho contraste lingüístico (localismos vs. cultismos).
Si bien es cierto que todo esto ocurría hace más de un siglo, la literatura realista de nuestro entorno actual todavía tiene mucho de costumbrista. No sé muy bien el porqué. Quizá sea producto de una dilatada dictadura, de la llamada guerra cultural o de ese empeño que la Agenda 20-30 tiene en relanzar la “slow life” y lo sostenible. Ahí les dejo que lo piensen mientras me lanzo de cabeza a la edición ilustrada que la editorial gallega Triqueta ha publicado de Tarde dominguera en un pueblo grande, un relato de Federico García Lorca incluido en su obra Impresiones y paisajes, su único libro en prosa y que vio la luz antes de que cumpliera los veinte años gracias a la autoedición y el apoyo familiar.
Prologado por Montse Penas, este proyecto original de Idoia Iribertegui, recoge lo que acontece en un pueblo cualquiera de una España pasada. Si ahora los pueblos parecen deshabitados las tardes de domingo, en aquella época la plaza bullía de gente, se organizaban bailes y se disfrutaba del tiempo en compañía. Niños que juegan, adultos que coquetean, jóvenes juerguistas, curas que pasean y viejas beatas.
Las ilustraciones de la navarra se ambientan en un pueblo andaluz durante los años 20 que se llena de colorido gracias a las luces de la tarde y la cercanía del crepúsculo. Azulejos, fuentes, geranios, alcuzas y abanicos. Las mujeres recuerdan a las de Julio Romero de Torres, en la lejanía se escuchan las voces de la Niña de los Peines y Carmen Flores, también pasodobles y alguna que otra zambra. Hay mucha música en este relato del por entonces pianista, García Lorca.
Iribertegui juega en este álbum con lo cinematográfico, los personajes y los detalles disruptivos. Primerísimos planos, planos generales y primeros planos, contrapicados y puntos de fuga. Todo hace pensar que esta historia es un pequeño cortometraje. Conforme pasamos las páginas nos vamos encontrando con personajes que entrelazan historias paralelas que se continúan, lo que confiere a este libro cierto carácter de novela coral. Los músicos, las muchachas, las niñas con su piara. Por último: ¿Ven a ese perro? ¿A los amantes en la noche? ¿Una txapela en Andalucía? ¿Se habrá perdido o es un guiño a otros pueblos más norteños?
No se olviden de darle la vuelta a la tarde de este domingo, es una suerte de día.
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