martes, 23 de marzo de 2021

Grandes figuras de la ilustración LIJ (XXV): Mitsumasa Anno


Liberado ya de exámenes y evaluaciones me entrego por entero al blog y la temporada de novedades primaverales, una en la que empiezan a irrumpir con fuerza libros de excelente factura como Ocultos en el bosque del gran Mitsumasa Anno, cuya obra será rescatada durante los próximos meses por Kalandraka. Recientemente fallecido, el autor e ilustrador japonés merece un elogio en forma de biografía dentro de la sección Grandes figuras de la ilustración infantil, y sin más dilación, aquí estoy para homenajear la vida y obra de un hombre que tanto bueno nos ha traído a los libros para críos.


Nacido en 1926, Mitsumasa Anno creció en el oeste de Japón, en la ciudad de Tsuwano, una comunidad pequeña y aislada ubicada en un valle rodeado de montañas en la prefectura de Shimane. Desde bien temprano sintió la necesidad de ver el mundo que se escondía tras esas montañas que rodeaban su aldea. "Al otro lado de las montañas había aldeas con campos de arroz, y más allá de estos campos de arroz estaba el océano, que parecía estar muy, muy lejos", recordó el ilustrador en una entrevista para The Horn Book. "Cuando llegué a orillas del océano por primera vez, lo probé para ver si era realmente salado.” Primero fueron las montañas y después el océano, dos barreras naturales que acrecentaron ese deseo de abandonar las islas y viajar. Aunque mostró una aptitud temprana para las matemáticas (algo que se reflejó en muchos de sus libros), Anno se apasionó con el dibujo en la escuela. Fue en esos años en los que empezó a soñar con ser artista.
Cuando terminó la educación primaria, Anno abandonó Tsuwano para acudir a la escuela secundaria regional. Además de estudiar arte y dibujo, se convirtió en un ávido lector, sobre todo de la obra de Hermann Hesse, una de sus grandes influencias y figura con la que se sintió muy identificado a lo largo de su vida. Una vez terminada la secundaria, Anno decidió prepararse como maestro de educación primaria, pero la Segunda Guerra Mundial paralizó esa idea.



Anno fue reclutado por el ejército japonés. Una vez terminó la guerra, retomó su idea y se inscribió en la escuela de magisterio de Yamaguchi, predecesora de la actual Universidad de Yamaguchi. Tras casarse en 1952 con Midori Suetsugu, prima de la emperatriz japonesa Michiko y con quien tuvo dos hijos, Seiko y Masaichiro, obtuvo el título de maestro de educación primaria. Se mudó a Tokio para impartir clases en diferentes escuelas como profesor sustituto y durante más de 10 años, además de impartir matemáticas, una de sus asignaturas favoritas, desarrolló estrategias y materiales para ayudar a sus alumnos. "Como profesor, traté de elaborar material para los alumnos de manera que pudieran ampliar su comprensión y manera de expresarse. Al mismo tiempo, aprendí mucho de ellos. La forma de ver el mundo de los niños es diferente a la de los adultos... Por ejemplo, el sentido de perspectiva en los niños es diferente al nuestro, en parte porque sus rostros son más pequeños y sus ojos están más juntos. Además, su experiencia es más restringida, por lo que tienen menos en lo que basar su juicio."


A pesar de desarrollar una carrera como docente, Mitsumasa Anno nunca abandonó su faceta como artista y continuó realizando trabajos puntuales hasta que llega su primera oportunidad como ilustrador profesional de la mano de Mysterious Pictures libro donde realizó todo un alarde de perspectiva y que tomó como inspiración las ilusiones ópticas del artista alemán M. C. Escher. Unos juegos de miradas y figuras imposibles que continuaría dibujando para la revista Suri Kagaku (Ciencia Matemática) durante los dos años siguientes.


Estos trabajos menores abrirían camino a dos de sus éxitos, Topsy-Turvies: Pictures to Stretch the Imagination (1970) y Upside Downers: More Pictures to Stretch the Imagination (1971). El primero toma como línea argumental la arquitectura, mientras que el segundo juega con los personajes de una baraja de naipes. Son dos títulos fantásticos donde se rinde al amor por la percepción visual, trastorna las leyes físicas y su lógica, y presenta (ir)realidades engañando al observador. Tanto fue así que Anno contaba la siguiente anécdota para justificar sus trabajos imposibles: “Un profesor de matemáticas afirma que en una sola imagen ha encontrado doce 'imposibilidades' diferentes... Nada es imposible para los jóvenes, no hasta que se ven atrapados en los problemas de la vida y olvidan creer en ello. Quizás estas ilustraciones mías nos mantendrán a todos un poco más jóvenes, ampliarán nuestra imaginación lo suficiente como para ayudarnos a continuar mágicamente humanos. Eso espero, lo creo así, porque nada es imposible".





A estos dos éxitos le siguió Dr. Anno’s Magical Midnight Circus (1972), un álbum sin palabras donde además de incluir esos juegos visuales, desarrolló un universo onírico y maravilloso: el papel es un lugar donde la imaginación y la multiplicidad discursiva campan a sus anchas. Conceptos que trabajará mucho más en profundidad en su Anno’s Alphabet (1974), un libro innovador en el que me detuve con profusión hace tiempo y que pueden conocer AQUÍ y que inspiró otro llamado The A-E-I-O-U Book (1976) donde se describen las sílabas del hiragana japonés.
En 1975 vino su primer libro sobre aritmética, Anno’s Countig Book, un libro en el que, además de aprender a contar, el autor proporcionó una historia acumulativa para los primeros lectores, dando buena cuenta de su compromiso con la civilización, una idea que vertebra toda su obra: la génesis de pueblos y ciudades como un constructo humano.


Dos años más tarde (1977), se publica la que algunos creen su obra cumbre, El viaje de Anno (edición en castellano por Juventud a partir de 1978 y reeditada por Kalandraka actualmente). Como hace tiempo le dediqué una RESEÑA COMPLETA, solo diré que es el comienzo de una serie de álbumes a caballo entre la ficción y la no ficción, de los que su autor comentó que, a pesar de no tener palabras estaba seguro “de que todos los que miran puede comprender lo que hacen las personas de sus imágenes, lo que piensan y sienten."


Tras este se publicó Ocultos en el bosque (Anno’s Animals, 1979), el libro que acaba de publicar Kalandraka, un tributo a los bosques que rodeaban su pueblo natal. Un álbum frondoso que además de constituir una oda a la belleza vegetal, dirige al lector-espectador en la búsqueda de unos animales que no se ven por ningún lado. Escondidos entre la maleza, los troncos y las hojas, los niños pueden dibujar las siluetas de montones de aves, insectos o mamíferos (si no los encuentran pueden echar mano del listado final, un elemento que este hombre incluiría en muchos de sus libros, aunque en menos de los que desearíamos). Un alarde visual de primer orden que además de sorprender es capaz de interiorizar ese amor por el mundo natural que lleva implícita su defensa.


A pesar de que la mayoría de estos libros publicados durante esta década presentan la tinta y la acuarela como principales técnicas artísticas, durante los primeros años 70 Mitsumasa Anno practica la técnica del papel recortado y lo utiliza para ilustrar una serie de cuentos japoneses como Momotaro, el niño melocotón o La historia del hombre que hacía florecer los cerezos y adaptarlos al kami-shibai, diseñar juegos de cartas tradicionales y adaptar La pequeña cerillera de H. C. Andersen, un cuento que, como veremos más tarde, inspirará otra de sus obras más personales y en la que incluirá también esta técnica.



En 1981 se publica Anno's Magical ABC: An Anamorphic Alphabet, quizá el libro más extraño de todos. En cada página se observa una letra del abecedario (realizadas por su hijo Masaichiro) y un objeto que empieza por esa letra (en inglés), pero para poder verlas se necesita un cilindro de metal que se coloca en mitad de la página (y que te proporcionaban al comprar el libro) y sobre el que se reflejan tanto letra como imagen. Otra treta que riza el rizo visual.


Durante los años 80, además de añadir títulos a su colección de viajes, da vida a otros libros...
Libros matemáticos como Anno’s Counting House (1982; existe una edición en castellano llamada Diez niños se cambian de casa publicada en 1991 por Juventud), un libro sobre aritmética que se desarrolla en el interior de dos casas de clara inspiración centroeuropea donde diez personajes hacen vida y acompañan al lector en la búsqueda de los números mientras se mudan de una a otra, y Anno’s Three Little Pigs (en castellano se puede encontrar como Sócrates y los tres cerditos en Fondo de Cultura Económica), un álbum publicado en 1985 y escrito por Tuyosi Mori sobre análisis combinatorio y estudios probabilísticos que puede sacar loco a más de un adulto.


Libros llenos de detalles como Anno’s Flea Market (1984), un álbum delicioso donde los protagonistas se internan en un mercadillo que tiene lugar en una pequeña ciudad amurallada (¿Quizá Francia, los Países Bajos?), cada doble página se detiene en una zona diferente del mercadillo. Los hay de todo tipo: libros usados, máscaras africanas, figuras animales, antigüedades, juguetes, plantas, candelabros… Todo lo que imaginemos ahí está, incluso personajes conocidos y guiños históricos. Ojalá tengan a bien editarlo en nuestro país.



Libros sobre conceptos complejos como su primer libro pop-up, Anno’s Sundial, también llamado Earth Is a Sun Dial (1987), donde se dirige al lector más experimentado para explicarle conceptos complejos como la latitud, la longitud y la división temporal.
Libros muy especiales como All In A Day (1986), un proyecto que coordinó el japonés y en el que participaron otros nueve artistas internacionales de la talla de Eric Carle, Raymond Briggs o Ron Brooks. En él se pretende dar una visión de la vida cotidiana de los niños de diferentes culturas y países utilizando para ello la óptica y estilo variopinto de estos creadores, y representa una de las mejores tentativas de la incipiente globalización que se vislumbraba en el horizonte y que tan manida esta en estos momentos.



Libros de no ficción como El mundo medieval de Anno (1986, existe una edición ya descatalogada en Juventud) un álbum que además de adentrar las revoluciones científicas de una época donde Copérnico y Galileo no fueron entendidos, nos presenta un panorama donde creencias y costumbres del último medievo y primer renacimiento se relacionan con otros avances industriales (la imprenta) o agrícolas. Sin duda hace un ejercicio estético magistral donde las ilustraciones se llenan de indumentarias, arquitecturas, estilos y composiciones a rebosar de símbolos y filigranas que te transportan al pasado. Tengo pendiente una reseña a conciencia de este título.



Libros de ficción como The King’s Flower (1986) o In Shadowland (1988). El primero narra una historia a modo de cuento clásico en la que Anno plantea a sus lectores una pregunta “¿Lo grande es siempre lo mejor?”. En la estela de El traje nuevo del emperador, Anno discurre por senderos donde las diferencias dimensionales sorprenden y dirigen un discurso con múltiples interpretaciones. 


Teniendo en cuenta que sobre la nieve es difícil ver las sombras, Anno aprovecha el segundo para contarnos dos historias en paralelo. Una y como ya hemos hecho referencia antes, es la de La pequeña cerillera, el personaje de H. C. Andersen, y la otra trata del guardián del mundo de las sombras. Ambas se presentan en la misma doble página -para lo que utiliza técnicas de ilustración diferentes-, y conforme avanzamos, observamos cómo se entremezclan ensalzando la unión indisoluble que luces y penumbra acarrean desde antiguo.



Y libros para prelectores como Anno’s Peekaboo (1988), Anno’s Faces (1989) y Anno’s Masks (1990), libros que buscan la interacción con el niño que aprende cómo es el mundo y que necesita productos interactivos. Acetatos, troqueles, frutas y emociones se internan en estos álbumes menos conocidos.


Después de esta etapa tan prolífica, llega la década de los 90, una a la que Mitsumasa Anno da la bienvenida con seis de sus libros matemáticos. La primera es la trilogía Anno's Math Games, tres álbumes con juegos matemáticos de diferente dificultad que nunca han sido editados en castellano. Por otro lado tenemos tres historias de ficción-no ficción que desarrollan conceptos de mayor complejidad. Todavía se encuentran editados en castellano por Fondo de Cultura Económica. Trucos con sombreros (publicado por primera vez en 1993 y con texto de Akihiro Nozaki), Las semillas mágicas (1995) y El misterioso jarrón multiplicador, que realiza junto a su hijo Masaichiro en 1999. El primero trata de resolver problemas mediante el análisis y los juegos de lógica, los otros dos hablan de factoriales y multiplicaciones varias. 




Al empezar el nuevo milenio, Anno baja el ritmo en sus proyectos personales. Termina con un par de volúmenes de sus viajes y realiza ilustraciones para otros autores, experimentando con nuevas técnicas como el grabado japonés en bloques de madera, un tipo de ilustración que destaca en libros como The Animals: Selected Poems y The Magic Pocket, dos obras del poeta japonés Michio Mado que supusieron un desafío para él ilustrador nipón teniendo en cuenta que la poesía posee una elevada carga estética per sé y hacer “ilustraciones descriptivas para un poema mostrarían realmente una falta de gusto." Anno dixit.


A pesar de ser conocido por su obra gráfica dirigida a la infancia, Mitsumasa Anno también desarrolló el campo de las artes pictóricas para adultos. Algunas de sus obras se pueden contemplar en el museo que se erigió en 2001 en Tsuwano, su ciudad natal, y que lleva su nombre. Dado que pilla bastante lejos, también pueden disfrutar de él en The Unique World of Mitsumasa Anno: Selected Works (1968-1977), un libro que incluye cuarenta de sus obras más aclamadas. Entre estas destacan las obras que Anno elaboró con la técnica tradicional del emakimono (pigmentos y oro sobre seda) para ilustrar El cuento de Heike, un clásico de la literatura japonesa del siglo XIV, la serie de 79 ilustraciones que realizó para la revista Books durante siete años, o las coloridas acuarelas sobre paisajes urbanos y rurales cercanos a Kioto que se incluyeron en el periódico Sankei Shimbun entre 2011 y 2016 y que tituló Dentro y fuera de la capital.



Además de ser el protagonista de varias exposiciones entre las que destaca la realizada en la Japan House London en 2019, recibió numerosos premios nacionales e internacionales entre los que destacan la manzana de oro de la Bienal de Bratislava, varios reconocimientos en la Feria de Bologna, una mención en el certamen Kate Greenaway y el Hans Christian Andersen, el llamado Nobel de la LIJ, en 1984.
Anno continuó su vida como leyenda viva de la ilustración hasta que el día de Nochebuena de 2020 falleció víctima de una cirrosis hepática, noticia que no se hizo pública hasta pasadas unas semanas de la despedida en la más estricta intimidad.


Como verán, les invito a conocer a este genio de la ilustración que ha sido reconocido por lectores de todas las edades, pero que en los últimos años parece haber caído en el olvido. Por su originalidad, por sus juegos de perspectiva, por su capacidad de desarrollar la observación y curiosidad, por hacer fáciles los conceptos más difíciles, por su hondo compromiso con el mundo científico y la infancia, por su humor sutil y sobre todo, por la universalidad de su trabajo.
Anno apuntó en cierta ocasión que alguien dijo al ver sus dibujos "Te diviertes engañando a la gente" A lo que él respondió, "No puedes dibujar sin un espíritu travieso... Mis dibujos son como mapas que quizás sólo yo puedo entender. Por eso, al seguir mis mapas algunos viajeros se pierden. Hay quienes se enojan cuando descubren que han sido engañados; pero también hay quienes entran en esos laberintos de buena gana, en un intento de explorar su precisión por sí mismos."



lunes, 22 de marzo de 2021

De putas, inquisidores y escondites


En los ochenta los parques estaban a reventar de críos y, mientras nosotros hacíamos el mono, las madres (por aquel entonces muchas no trabajaban fuera de casa) solían hablar de los temas que les preocupaban. El consumo de heroína o la prostitución eran cuestiones con las que los chavales del barrio estábamos muy familiarizados. Encontrábamos jeringuillas por cualquier lado y algunos vivían en un callejón atestado de prostíbulos.
Estas mujeres que habían visto cambiar España con la Transición hablaban sin tapujos sobre legalización de drogas y putas. Por un lado estas prácticas pasarían a tener un mayor control gubernamental y económico, y por otro, el declive del mercado negro dificultaría el entramado mafioso que tanto daño había hecho a familias de toda condición.


En el caso de la prostitución se dejaban misas y prejuicios a un lado para decantarse por una vis más práctica. Avanzar tenía mucho más sentido que dedicarse a señalar a otras mujeres que, por diversas circunstancias, se habían visto abocadas a ejercer la profesión más vieja del mundo. Estaba comprobado que diferentes países que habían regularizado esa tarea estaban controlando un negocio donde chulos y meretrices ejercían de dueños y señoras de la explotación sexual, y de paso dar un giro a las redes de trata de blancas. Un futuro diferente en el que, al menos, esas mujeres adquirieran unos derechos laborales y sociales gracias a un trabajo que llevaba existiendo miles de años.


Y ayer me entero de que la vicepresidenta del gobierno, en aras de su corona de santa, anuncia que su partido, autodenominado “progresista”, va a presentar una ley para “abolir” la prostitución. ¿Mandeeee? Lo primero es que la prostitución en España se define como ilegal/alegal (dependiendo de quienes la ejerzan o consuman) y por tanto el termino "abolir", aunque se refiere a una tendencia legislativa sobre esta problemática, es incorrecta. Lo segundo es preguntarse qué pretenden. Alucino con la banda de demagogos que está al mando. Son capaces de darle la vuelta a la tortilla para seguir sin regularizar una situación que podría beneficiar a muchos sectores. ¿Qué pretenden? ¿Continuar cooperando con los cárteles de la prostitución? Se ve que les interesa... Y seguro que tampoco se olvidan de exprimirnos a impuestos para, supuestamente, ofrecer alternativas a la prostitución y quedar como ¿salvadores de la integridad humana?
El problema de la prostitución es complejo y hay que tener en cuenta muchas consideraciones. Veamos unas cuantas... Hoy día ha dejado de ser un problema exclusivamente femenino y tampoco se circunscribe a los estratos sociales más desfavorecidos; interacciona con otros ámbitos como el de la inmigración, el acceso al mercado laboral, el turismo, la economía sumergida, la religiosidad o la liberación sexual; y plantea problemas éticos y morales del tipo: Si alguien quiere ejercer la prostitución, ¿no puede hacerlo porque es una forma de "esclavitud"? ¿Y quien quiera consumirla, un "esclavista"?
Ideólogos de pacotilla, hay que vivir en el mundo real, ver lo que yo veo en las redes sociales, en las universidades o en los despachos de las grandes multinacionales. Dejen de mirar a otro lado y háganse cargo de los problemas en vez de lanzar peroratas a sus palmeros.


Con esta nueva Inquisición al mando (tan progre, como retrógrada... ¡qué paradoja!) he decidido buscar un buen escondite y salvaguardar mi integridad mental y física, no sea que me abduzcan con celeridad y ya no pueda deleitarles con nuevos descabellos. 
Lo mejor que he podido hacer es coger Escondites. Manual de lugares secretos, un álbum de Mateusz Wysocki y Agata Królak, un catálogo inmejorable de lugares secretos que publicó Limonero hace un par de años.
Si tienen que ocultar algo (o por el contrario, descubrirlo), deben leerlo, pues les proveerá de muchas claves para que nadie lo vea. O si lo ve, para volverlo a esconder. Lugares tan habituales como el altillo, debajo de la alfombra o sobre el estante más alto (mi padre es especialista en usar el del frigorífico para almacenarlo todo para que se eche a perder) y tan poco sospechosos como la boca, un bolsillo agujereado o detrás del espejo.
Y de paso que nos inspiramos, descubrimos los pequeños rincones de lo cotidiano con mucha poesía y una pizca de humor, algo que últimamente escasea. Escóndanse y sean libres, que cada día que pasa, lo somos un poco menos.

viernes, 19 de marzo de 2021

Lo que duelen las palabras


Más de 70 millones de personas en el mundo tartamudean, es decir, un 5% de los humanos. De estos, un 4% son niños y un 1% adultos, lo que quiere decir que esto de hablar a trompicones, realizar pausas inesperadas o atropellarse con ciertas palabras es mayormente un problema infantil que se soluciona con el paso del tiempo en la mayoría de los casos.
Actualmente este problema de la sincronización del habla se relaciona con factores neurológicos y empiezan a desterrarse las creencias clásicas que consideraban otros factores como una lengua y laringe defectuosas, ataques de ansiedad y timidez, diferentes tipos de traumas o incluso una mala crianza. Aunque todavía queda mucho por estudiar, los científicos piensan que existen interferencias en las conexiones de diferentes áreas cerebrales que impiden que el discurso sea fluido.


Probablemente si tus padres tartamudearon cuando eran pequeños o lo siguen haciendo, tú tienes todas las papeletas para hacerlo también, ya que este problema tiene un alto componente genético, más todavía en los hombres –dos terceras partes de los tartamudos son hombres-.
A pesar de ser tan común, la mayor parte de los tartamudos se sienten estigmatizados socialmente, un rechazo que en parte tiene que ver con las mofas recibidas durante la infancia por parte de amigos y compañeros que no comprenden el problema, sobre todo cuando se trata de casos muy extremos.
En realidad, debería darles igual. Ser tartamudo o no, no está relacionado con la capacidad intelectual. No quiere decir nada. Personas tan inteligentes como Oscar Wilde o Marilyn Monroe eran tartamudos, así que nervios y vergüenza fuera.


Personalmente, siempre me ha parecido un mal menor que con mucho respeto, una pizca de paciencia y alguna técnica que otra se puede corregir sin demasiado sacrificio. Como siempre, lo grave llega cuando todo se magnifica y quienes sufren el problema se vuelven demasiado introspectivos, se refugian en los complejos y quedan sepultados por sus propios miedos.
Es ahí donde entramos en juego los adultos, los encargados de aligerar el lastre de los niños, de hacer ver que la perfección es inhumana, y sobre todo, de acompañarlos en su camino interior. ¿Cómo? Es muy difícil saberlo. Desde una bronca monumental, hasta una simple metáfora pueden ser el empujón que necesita un crío para oscilar del miedo a la aceptación, de la tristeza a la alegría. Las palabras duelen, pero también curan.


Prueba de ello es Hablo con el río, un libro de Jordan Scott y Sydney Smith que se convirtió en la sorpresa del mercado angloparlante el año pasado. Publicado en castellano por Libros del Zorro Rojo, esta historia autobiográfica se adentra en los problemas que el autor tuvo durante la niñez debido a su incipiente tartamudez. Narrada desde la primera persona esta catarsis en forma de álbum, también quiere ser reflejo y agradecimiento. Reflejo para todos aquellos se sufren el mismo problema y agradecimiento para un padre que encuentra el resorte necesario para moderar el dolor e insuflar entereza.
Poderoso y complejo, este álbum lleno de detalles transita caminos difíciles gracias a un texto directo y sobrio donde el río, metáfora del habla, vertebra turbulento, quieto o sinuoso una narración llena de sinceridad. Acompañado de unas ilustraciones donde la luz, el enfoque y los juegos de planos se antojan matices discursivos de primer orden, tenemos un producto enriquecido muy necesario para todas las edades.


Si a todo ello añadimos la tipografía y el desplegable central que a modo de puerta nos sumerge en los recuerdos del protagonista, el lector-espectador desarrolla una óptica evocadora que, además de deleitarnos estéticamente, favorece la apropiación emocional de la obra, algo muy necesario en este tipo de álbumes donde la visibilidad de los problemas infantiles supone un problema narrativo añadido.


Desnudez, indefensión, expiación, culpabilidad, entendimiento, o superación. Toda una suerte de vericuetos sentimentales que ensalzan las relaciones entre padres e hijos, y que se agradecen más que nunca en un día como este, 19 de marzo.



jueves, 18 de marzo de 2021

Duelos inacabados


Uno de los temas que más se ha velado y silenciado durante la pandemia ha sido y es el de los problemas sociales que está trayendo el duelo mal gestionado. Han sido muchos las personas que han perdido la vida durante estos meses en los que el virus ha campado a sus anchas, y muchas otras las que no han podido despedirse de sus seres queridos del modo deseado. Padres, abuelos, hermanos, primos y amigos que se fueron y ya nunca volverán han dejado rota la vida de personas que todavía siguen encontrándose en un limbo emocional muy difícil.
Lo creamos o no esto tiene graves consecuencias, no sólo personales, sino también sociales, pues el duelo es una reacción interna, la respuesta natural y saludable frente a la muerte. Es verdad que cada duelo es un mundo, un proceso único e irrepetible, pero por lo general se establecen una serie de fases que todo doliente suele atravesar.


Debido a la situación restrictiva que padecemos, mucha gente se ha visto privada de asistir a los actos y rituales de despedida física de los fallecidos, y al mismo tiempo tampoco han podido experimentar alguna de esas fases de las que hablo, sobre todo las denominadas duelo agudo y el duelo temprano. Es por ello que no han sido capaces de elaborar y construir una respuesta completa a la pérdida.
Algunos han hecho lo que han podido llorando sobre las plantas que su madre cultivaba en el balcón o leyendo los libros de su padre a la luz de unas velas que titilan por el recuerdo, pero nada es comparable a un acto de conciliación real donde vivos y yacentes conversan sobre lo que fue y lo que será.


Teniendo en cuenta que este problema deriva de una decisión sobre la salud pública, es decir, colectiva, sería deseable que fuese la propia sociedad quien se preocupara de ese vacío emocional y psicológico que ha alterado la vida de muchos dolientes. Esto no ha sucedido así y son pocos los especialistas e instituciones que dirigen su esfuerzo a paliar estos daños colaterales.
Si además, entre esos afectados, somos capaces de atisbar la cara de montones de niños -la muerte y el duelo también son su problema- la cosa iría de perlas, no sólo porque son siempre los grandes olvidados en estos temas, sino porque es todavía más difícil la gestión de unas huellas indelebles que imprimen en ellos la ausencia de un padre o una abuela, más todavía si no tienen un patrón adulto y reconocible en el que reflejarse.


No nos hace ningún bien mirar hacia otro lado, pues tomar cartas en el asunto es una responsabilidad de todos para fortalecer una sociedad que, a pesar de parecer repleta de buenismo y compromiso, tiene mucho de egoísta e inhumana. Por mi parte, invito a todos aquellos que tengan niños a su cargo con este problema a visitar el monográfico sobre La muerte en los libros infantiles y por otro, a leer La cabina de teléfono en el jardín del señor Hirota, un álbum muy inspirador de Heather Smith y Rachel Wada recién publicado por la editorial A fin de cuentos.
En él se narra la historia compartida del señor Hirota y el pequeño Makio. Como otros muchos vecinos, pierden a sus familiares tras la gran ola que destruye la aldea. Todo es silencio en las calles hasta que el señor Hirota decide instalar un teléfono que devuelve la voz a todos, incluido el pequeño Makio, para poder comunicarse con aquellos a quienes no pudieron decir adiós.


Con un lenguaje quieto y poético, las autoras dan alas a una creación llena de sensibilidad que se realza gracias a unas ilustraciones de composición evocadora y una paleta de color donde las medias tintas y el gris cooperan en un mensaje triste pero esperanzador. Elaboradas con técnicas que recuerdan al tradicional grabado japonés no podrán dejar de contemplarlas.
Lo más curioso de todo es que este libro está basado en la historia real de Itaru Sasaki, un hombre que construyó una cabina de teléfono en su jardín para hablar con su primo fallecido en 2010. A pesar de ser un teléfono desconectado, Sasaki creía que las palabras podían viajar a través del viento, una manera de hablar con su primo y poder lidiar así con el dolor que le ocasionaba la pérdida. Un año más tarde, cuando el tsunami azotó las costas de Japón, el llamado “teléfono del viento” fue abierto al público y hasta hoy ha recibido más de 30.000 visitas de personas anónimas que buscan un refugio sentimental que es ayude a afrontar el duelo
 

Aunque este primer “teléfono de viento” se halla en Otsuchi, la idea se ha extendido por otras zonas de Japón e incluso del mundo, como Dublín (Irlanda) y los estados de California, Colorado, Carolina del Norte o Massachusetts (EE.UU).
Esperemos que lean y encuentren respuestas, porque al fin y al cabo el duelo es eso, vivir.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Elegir un amor


La primera vez que leí Los tónicos de la voluntad, el ensayo más conocido de Santiago Ramón y Cajal y secuela del discurso pronunciado en la ceremonia de recepción del Nobel de Medicina en 1906, me quedé boquiabierto. Algunas partes me parecieron exquisitas y otras no tanto, sobre todo la que se refería a sus planteamientos sobre las parejas de los científicos. Se despachó de lo lindo dando una buena tanda de consejos a científicos en ciernes para que eligieran esposa de la manera más correcta y esto no lastrara sus logros profesionales. Por ponerles un ejemplo, según él, existían cuatro tipos de mujeres: la intelectual, la heredera rica, la artista y la hacendosa. ¿Y cuál le corresponde al hombre de ciencia? Pasen y vean. Si algunas leyeran algunas de sus perlas, más de una quemaba el librito.


Yo, un veinteañero en pleno siglo XXI, flipaba con estos anacronismos, pero ahora que ha pasado el tiempo, lo veo con otra perspectiva. Lo primero es que el tío dedicó un capítulo entero en reconocer el papel de Silveria Fañanas en todos sus logros. Si su mujer no se hubiera sacrificado para sacar adelante una casa mientras estirazaba de siete críos, él no hubiera pasado de Juan Lanas.
Y lo segundo es que tiene bastante razón en eso de elegir correctamente a la pareja. Dejando a un lado las posturas feministas y haciendo extensivas sus palabras a cualquier tipo de pareja, hace años que constato la necesidad de ser práctico con esto de los sentimientos. No es que yo abogue por los matrimonios de conveniencia, pero sí veo cómo esa diferencia de educación, origen o formación entre los miembros de muchas parejas las aboca al desastre.


Si ya hace falta mucha cabeza y tragar demasiada salida para no echar por tierra cualquier relación, imaginen qué pasaría si diferencias monetarias, formativas, religiosas, raciales o de clase entraran en juego. Pues que a la mínima estalla la guerra, el asunto se deteriora y el cariño termina en cualquier cuneta.
Es curioso cómo en apenas un siglo ha cambiado la forma de emparejarnos. Hemos pasado de una época en la que nuestras circunstancias, llámense estas familia o situación laboral, decidían, a otra en la que nos dejamos llevar por el amor, ese sentimiento tan hermoso como paradójico que nada tiene que ver con lo práctico de la vida. Un fenómeno digno de estudio con el que hoy les invito a conocer Tiffky Doofky. De profesión, basurero, un álbum del gran William Steig publicado en castellano por Blackie Books.


Tiffky Doofky es un perro que deambula de un lado a otro con su camión y recoger todo tipo de basura. Mientras trabaja, Madame Tarsal, una adivina, le invita a entrar en su negocio y le hace saber que ese es el día en el que conocerá a su futura esposa. Con mucho entusiasmo, se dirige hacia en vertedero y ¡voilá!, entre los desperdicios encuentra un collar de esmeraldas. Todo va sobre ruedas (nunca mejor dicho) hasta que un extraño personaje se cruza en su camino y le hace saber que el collar pertenece a quien le va a robar el corazón… Y hasta ahí puedo leer.


Como en otras obras de Steig protagonizadas por animales, este libro se adentra en los tortuosos caminos que llevan hacia el amor no sin antes jugar con la fantasía y los dictámenes de lo prefijado. Por un lado bebe de la magia de lo inesperado, pero por otro se adentra en lo humano y práctico, una mezcla que suele presentarse en más de una ocasión en la vida y que debemos sopesar dependiendo de las circunstancias.

sábado, 13 de marzo de 2021

Un año de peste


Hoy hace un año que nos encerraron. Un año ya, parece mentira. Con este día de primavera queda lejano, pero si lo piensan detenidamente está a la vuelta de la esquina. La pregunta es qué hemos aprendido. La respuesta que la dé cada uno, pero un servidor ha de decir que más bien poco o sencillamente nada.
Virus, pandemias, confinamientos y vacunas nos han acompañado estos meses como si fueran una novedad, pero lo cierto es que hay poco nuevo bajo el sol. Si durante aquellos meses en los que el mundo se paró, tuvieron a bien leer novelas como Diario del año de la peste de Defoe, Ensayo sobre la ceguera de Saramago, el Decamerón de Boccaccio o Los novios de Manzoni, se darían cuenta que todo lo que nos sucedió -y nos sigue sucediendo- es fiel reflejo de la misma historia, una que siempre se repite cuando una enfermedad contagiosa se desata.
Como soy un clásico, me decanté por La peste, una de las obras cumbre de Albert Camus que bien podría haber sido lectura obligatoria para todos los habitantes mayores de 16 años de este país. Entiendo que una prosa tan poco apasionada como la de Camus hastía a muchos, pero el caso es que tiene mucho de certera narrando las bajezas y flaquezas humanas que transitan un escenario tan poco habitual como la epidemia de peste en Orán. A pesar de lo descriptiva y fría, esta crónica logra empatizar con el lector. Despojada de florituras, presenta la realidad tal y como es. Contagiados, fallecidos, sanitarios, políticos y periodistas se funden en una amalgama que resume (y adelanta) de forma magistral todo lo que hemos pasado.
Es por ello que en este día un tanto especial, les traigo una serie de fragmentos de este libro, primero, para animar a su lectura (les recomiendo como aperitivo Mis tardes con Margueritte, una película donde este libro tiene mucho peso), y segundo, para refrescar su memoria, pues el olvido siempre nos hace flaco favor.

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Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas.

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La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan.

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Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas.

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Así fue que, por ejemplo, un sentimiento tan individual como es el de la separación de un ser querido se convirtió de pronto, desde las primeras semanas, mezclado a aquel miedo, en el sufrimiento principal de todo un pueblo durante aquel largo exilio. [...]
Y para todos nosotros, el sentimiento que llenaba nuestra vida y que tan bien creíamos conocer (los oraneses, ya lo hemos dicho, tienen pasiones muy simples) iba tomando una fisonomía nueva.
Así, pues, lo primero que la peste trajo a nuestros conciudadanos fue el exilio.
Cada uno tuvo que aceptar el vivir al día, solo bajo el cielo.

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Además estaba seguro de que durante mucho tiempo los viajeros procurarían evitar la ciudad. Esta peste era la ruina del turismo.

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Comprendo este simpático ardor. Al principio de las plagas y cuando ya han terminado, siempre hay un poco de retórica. En el primer caso es que no se ha perdido todavía la costumbre, y en el segundo, que ya ha vuelto. En el momento de la desgracia es cuando se acostumbra uno a la verdad, es decir al silencio. Esperemos.

jueves, 11 de marzo de 2021

Aguantando tontos


Con tanta susceptibilidad flotando en el ambiente, hay que tener mucho cuidado. No sólo para que los de siempre no se sientan atacados (asunto harto difícil, más todavía si tenemos en cuenta que, hasta sin motivo, no saben hacer otra cosa), sino para velar por mi propia salud mental, que en estos momentos es LA prioridad.
Ya sé que esto de gestionar las emociones puede ser complicado, sobre todo si el resorte flojea, como es mi caso. Da igual que algunos se busquen la ruina por bocazas, simplones, lameculos e ignorantes. Hay que controlarse. Que si no te tachan de violento, maltratador, buscaruidos y hasta malaje. Sí, señores, ellos pueden hacerle la puñeta a cualquiera, porque son enviados divinos, salvadores, demócratas y responsables. Pero, ¡ay de ti como se te ocurra revolverte…! ¡A los leones!


Mira que últimamente exhibo bastante autocontrol, cuento hasta diez y respiro profundamente, pero viendo la de gente absurda y porculera que me rodea, la cosa supone un esfuerzo casi titánico. Sobre todo porque llevo practicando la libertad desde hace mucho tiempo y yo, compromisos, lo que se dice compromisos, pocos.


Digámoslo abiertamente: hay gente a la que todo le viene mal. Como diría mi Gemita “amargados y malfollados”. Sobre todo en situaciones como esta, tan raras, tan antipáticas no saben cerrar el pico. Son capaces de contradecirse a cada minuto con tal de hacerte la contra. Opinadores de todo y expertos en nada, no construyen un discurso lógico ni mucho menos piensan, pues su costumbre es la de repetir como guacamayos la lista de la compra, las consignas de sus respectivos partidos, los titulares de los telediarios, el sermón de la iglesia o las ofertas de La despensa. Lo suyo es rezar, pues su formación -formal o informal- no da para más.


Entrometidos, plastas, ignorantes, analfabetos, aprovechados, cínicos, envidiosos, egoístas e impostores que gustan de rebozarse de la mierda más fresca y nutritiva haciendo uso del cuñaísmo más clásico. Siempre son los mismos. Decirte qué mascarilla debes usar, increparte si no te vacunas, llamar a la policía para que te desbaraten la jarana, y aún encima ¡ellos siempre son las víctimas!


¿Y qué podemos hacer para contraatacar a toda esta panda de jodones? Lo mejor es que presten atención a la lección que David Elliot nos da Oinc, un álbum que vale su peso en oro. Publicado por Océano Travesía las pasadas semanas este álbum sin palabras se desarrolla en la hora del baño. Un cerdito se dispone a meterse en el agua y poner así un puntito relajante al final del día. De repente aparecen la oveja, la vaca y el caballo y se acaba la calma. No paran de parlotear y molestar al pobre cerdito hasta que algo sucede y se produce un desencuentro entre todos ellos.


Aparentemente inofensivo, este libro protagonizado por animales lo tiene todo. Humanidad y humor a partes iguales que se pueden trasladar a otras situaciones del día a día en las que indeseables de todo tipo reciben su merecido. Puntito canalla e inocente que habla de la niñez en su más pura esencia. Y es que a veces hay que ser muy niño para poner en su sitio a todos estos patanes.

miércoles, 10 de marzo de 2021

El valor de la intersección


Es curioso como las diferentes jergas se introducen en el día a día. Expresiones que nunca hubiéramos imaginado se cuelan en nuestras vidas y, sin querer, se instauran en el ideario colectivo creando nuevos conceptos que poco tienen que ver con eso que se llama cotidianeidad. Si “el conjunto de la ciudadanía” o “un libro en verdad” ya me ponen de bastante mal humor, lo de “proyecto de vida” me saca de mis casillas.


Las familias son proyectos, los niños, también. Todo es susceptible de ser planeado, estudiado al milímetro, auditorías y controles de calidad personal y social. Cualquier parcela de la vida se ha convertido en algo que necesita de la corrección política y jurídica, de formalidades y negociaciones, de aprobaciones, de presupuestos, de hipotecas a corto, medio y largo plazo. Sólo nos falta darnos de alta como autónomos y pagar una cuota al estado.
Leo y escucho a todo tipo de majaderos utilizar una expresión reservada al ámbito empresarial, económico, productivo o laboral para referirse a su propia vida. Psicólogos, sociólogos, asistentes sociales y charlatanes han logrado reducir a la mínima expresión algo tan complejo como la propia existencia. Y lo peor de todo es que han conseguido que el resto del rebaño repita como un mantra la dichosa cantinela.


Solo un estúpido podría limitar las innumerables circunstancias que lo acompañan a una serie de factores difícilmente manipulables. Así pasa, que, de vez en cuando, el azar que la vida lleva implícito les propina bofetones que desmoronan esos constructos que se han esforzado por levantar en pro de la arquitectura más efímera y soez.
Incluso lo que puede pecar de producto manufacturado -una bomba nuclear, la famosa vacuna o una maceta-, está supeditado a una serie de factores desconocidos que lo van moldeando paso a paso, día a día. Antojos del tiempo que nos invitan a vivir, pero también a dejarse llevar. Porque quizá, hacer lo imposible para que nuestros hijos estudien una carrera, para celebrar las bodas de oro o para que se vendan un millón de ejemplares de nuestro libro, sean lastres persistentes que solo nos abocarán al fracaso.


Hay que planear algo, más bien poquito, poner la intención, la brújula en camino y nada más. Esa es la razón por la que me rindo y floto. Gracias a la marea, a los impulsos, por culpa de los amigos, también de los sobrinos… Todo eso me arrastra hasta lugares donde no quiero ir pero que, sin comerlo ni beberlo, forman parte de ese hogar informe que me cobija. Les recomiendo esos ejercicios llamados vaivén, quiebro o admiración. Como los que sufre el protagonista del libro de hoy. 
Un arquitecto muy cuadriculado contempla como la construcción del edificio que ha diseñado queda totalmente supeditada a un elemento disruptivo: un árbol. Él hace lo imposible por buscarle los tres pies al gato y salvar esa idea primigenia. Terco como una mula, quiere controlar hasta el último detalle, pero el árbol rompe los esquemas, lo pone a prueba para, al final...


El arquitecto y el árbol, de Thibaut Rassat (Cocobooks), además de ahondar en la relación que el ser humano tiene con lo inesperado, es un especial homenaje a Conical Intersect, la obra de otro arquitecto, Gordon Matta-Clark, que mostró el valor y necesidad de los edificios integradores.
Entren en este libro y trasladen lo que les va diciendo sobre esa dicotomía compleja que llena cada uno de nosotros. Alejándose de lo preceptivo, de las líneas preestablecidas, de todo ese orden aparente que nos enjaula cada hoja del almanaque.

lunes, 8 de marzo de 2021

¿Lenguaje inclusivo en la Literatura Infantil?


Elenore Abbott

8 de marzo y mucho ruido por todos lados. No es que yo vea bien esto de las prohibiciones. De hecho, no estoy a favor de muchas de las medidas que giran en torno a lo pandémico, sobre todo porque observo que los políticos las aplican cuando quieren, véanse como ejemplo las elecciones catalanas. Y menos mal que en estos últimos rifi-rafes, opresores y oprimidos son los mismos, que si no... ¡ardía Troya!
Dejando de lado las paradojas a la española, un servidor se mete en harina y enciende la mecha de otro petardo, el lenguaje inclusivo en la Literatura Infantil, una caja de truenos que quiero abrir desde hace mucho tiempo. Sin entrar en el uso del género femenino en la retórica –véanse palabras como "teniente" o "alcaldesa"-, hoy me gustaría hablar de cómo otras expresiones del citado lenguaje trascienden y se incorporan en la LIJ para, de paso, hacerla infumable.


Ida Rentoul Outhwaite

En las últimas semanas he observado que bastantes libros infantiles incluyen muchas de las nuevas fórmulas que los políticos lanzan en sus consignas. ¿Es eso literatura? 
Si bien es cierto que la literatura es un reflejo del mundo en el que vivimos e incorpora nuevas voces que emergen de él, también lo es que el mundo real (que nada tiene que ver con los hemiciclos, aviso) omite este tipo de expresiones. Si no me creen, solo tienen que acudir a una de mis aulas y dar buena cuenta de que los alumnos no hablan de esa forma, e incluso, empiezan a detestarla (Vean aquí el doble filo de la cuestión...).
También es curioso que muchos afirmen que el lenguaje inclusivo ha nacido de la misma sociedad. Ejem... Les corrijo... Se le ha impuesto a la sociedad desde los núcleos de poder, los púlpitos mediáticos y las redes sociales. A los ciudadanos nos preocupan la trata de blancas, que una mujer pierda su puesto de trabajo por quedarse embarazada, o que cobre menos que su compañero. 
También podrían decirme que la lengua está viva y evoluciona, que tiene mucho de elástica y maleable, lo cual es cierto. Pero no se nos debe olvidar que una de las premisas del lenguaje es que debe permitir el entendimiento de una forma directa y correcta. Y por favor, no me vengan con que la RAE, esa institución obsoleta y patriarcal, ha dicho esto o lo otro... Ustedes pueden escribir como les salga del asunto, pero lo que no puede ser es que midan con distinto rasero unas normas u otras según les parezca. La Literatura Infantil puede y debe ser un vehículo de disfrute y conocimiento lingüístico, pero si quien la escribe no atiende a las reglas, luego no martilleen con el analfabetismo y el informe PISA. Que nos conocemos… 


Margaret Evans Price

En cierta ocasión, un "erudito" del universo de la LIJ se dedicó a comentar las faltas que yo cometía en los post de la cuenta que los monstruos tienen en Instagram. Me dio bastante la turra con los intertextos de las redes sociales y no-sé-cuantos-rollos-más. Mi sorpresa fue que, al acercarme a su cuenta, la encontré llena de “vosotros y vosotras”, de “miembros, miembras y miembres”. Y desde aquí le digo: ¿Desde cuándo los circunloquios enriquecen una lengua, cacho votante? 
En otra ocasión y en cierto libro informativo, llegué a contabilizar hasta 27 veces la expresión “niñas y niños”. Mira que el tema era bonito, pero el autor la cagó con tanta reverberación (al menos, conmigo). 
El principio de economía rige cualquier lengua, es decir, utilizar el menor número de estructuras lingüísticas posibles para dar la mayor cantidad de información. Por ello, desde la perspectiva lingüística, la redacción de cualquier texto en este tipo de lenguaje en el que abundan locuciones cansinas y grafemas impronunciables, resulta redundante, exagerado e inoperante. Denota una subordinación del contenido al continente con fines estratégicos, políticos e ideológicos, algo a lo que ya han apuntado figuras como María Teresa Andruetto. 


Elizabeth Shippen Green

Sí, queridos monstruos, el texto literario se rige por normas que ni yo ni otros "señoros" hemos escrito. Si ustedes pertenecen a esos profesionales de lo literario, deberían conocerlas. Y si no es así, aquí les dejo unas cuantas:
- En la literatura prima la función poética o estética que se consigue con el uso de elementos retóricos. Poco o nada tiene que ver con la función referencial que, por ejemplo, ostenta un discurso institucional. 
- Lo literario no se adscribe a un tiempo y un espacio, sino que debe ser comprensible y atemporal, así como estar por encima de modas y tendencias. 
- El mundo creado en lo literario, ese del que hablaba Rilke, es un todo en sí mismo, incluso si comunica algo sobre la realidad exterior. Eso sí, nunca está subordinado a ella.
- Lo literario se sirve de una voz, de una perspectiva narrativa que el escritor elige para contar su historia y que no coincide con su persona. Si el compromiso confunde narrador con autor y viceversa, ¿dónde queda la literatura? Como ya he dicho en entradas como ESTA, cuando un creador antepone un compromiso político al de su obra, esta se ve seriamente dañada.
Por todo lo anterior, señalo: si la literatura se atiborra de un lenguaje que no añade nada a lo estético o lo lingüístico, pero sí a la construcción de un discurso político, pasa a llamarse neolenguaje. No discutiré sobre si es lícito o no (cada cual puede hacer lo que le parezca), pero conmigo que no cuenten para darle vuelo a esos libros aliterarios.



Virginia Frances Sterrett

Y cuidao, porque la cosa no queda ahí. También tenemos a los editores. Si en este debate diferenciamos entre actores profesionales y no profesionales, y además presuponemos que los editores pertenecen al primer grupo, ¿acaso no deberíamos esperar que, como los escritores o los profesores de lengua, trataran lo literario desde un prisma científico y que no convirtieran sus publicaciones en panfletos y soflamas propagandísticas?
Me llama mucho la atención que ciertos editores permitan el lenguaje inclusivo teniendo en cuenta lo cansinos que se ponen con eso de evitar a toda costa el empalague textual. ¿Editores de Literatura Infantil que aborrecen las subordinadas y son capaces de mover cielo y tierra para que el autor las modifique en aras de la “comprensión lectora”, pero tragan con este tipo de desdobles y reiteraciones? Perplejo me hallo. Serán cosas del marketing, la publicidad o el comprador potencial..., porque no olvidemos que el “girl power” vende, y mucho.
Todavía me parece peor que algunas empresas del ramo nos vendan su mirada progresista cuando traducen El principito al lenguaje inclusivo. Es así como nació La principesa (un experimento verídico que habrá vendido lo suyo) y se pasaron por el forro la idea primigenia de Saint Exupery. ¿Hay que empercudir un librito con el que millones de criaturas han construido un discurso personal e intransferible independientemente de su género? ¿Acaso no hay montones de buenas novelas infantiles con mujeres como protagonistas a las que darles alas entre los lectores?


Jessie Marion King

Considero más interesante que los escritores busquen formas correctas, económicas y elegantes con las que dirigirse a todo tipo de lectores (que para eso dominan la lengua, ¿no?) y dejen de emular las soplapolleces que repiten esos analfabetos funcionales que ostentan el acta de diputado. Sí, se puede.
Aunque yo no esté muy a favor de ciertas modas, me parece mucho más productivo y efectivo llenar todas las librerías de biografías sobre mujeres importantes (un amigo LIJ-ero las llama “vidas de santas”), que atender a tontunas lingüísticas que el tiempo termina por borrar.
Por último, y a pesar de que muchos no caigan en la cuenta, aupar la LIJ también es apoyar a las mujeres, pues siempre ha sido una parcela muy femenina donde escritoras, ilustradoras, libreras, mediadoras y editoras trabajan por y para la cultura.
Más vale todo eso, que llenar las páginas de los libros infantiles de una propaganda intragable que sólo pretende complacer a los adultos desde un lenguaje inerte y ceremonioso que nada tiene de literario.


Bertha Lum

Quizá el lenguaje inclusivo sea necesario en una sociedad adulta que aplaude los caprichos de sus políticos o justifica las faltas de respeto para con otros iguales, pero en el universo infantil huele una vez más a doctrina y censura. Pues las falsas ideas que lo políticamente correcto inocula en las mentes infantiles, no sirven para hacerlos más libres, sino para que otros sigan apalancados en los sillones por los siglos de los siglos (amén).
La complacencia se ha convertido en la mejor estrategia para dividir a una sociedad cada vez más llena de ofendidos (a este paso todo quisqui va a necesitar un pronombre), y sin embargo, poco se habla de la igualdad real. No le meten mano a los salarios, ni a las oportunidades, ni a los puestos de responsabilidad. Se centran en la dialéctica, en distraernos, en aplacar conciencias, en gastarse el dinero de los contribuyentes y generar odio. En vez de aportar y conciliar, todo se resume en un lavado de cara virtual a costa del lenguaje, de las palabras.
Y al que se le ocurra decir que todo esto se debe a mi condición de hombre, le regalo mi vida. Que no va a llevar frío.

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NOTA: Todas las imágenes que acompañan este post pertenecen a grandes autoras de la llamada época dorada de la ilustración. Harían bien en poner sus nombres en el buscador y disfrutar del trabajo de estas artistas.