lunes, 22 de febrero de 2010

Segundo aniversario de este blog (o lo que ofrece la vida)



No es poca cosa eso de cumplir años, sobre todo cuando estos no se te incrustan en el organismo a modo de lapas y puedes moverte libremente sin las preocupaciones que dan el deterioro y la enfermedad. El caso es que hoy celebramos el segundo aniversario de este trocito de espacio que les otorgué en su día a los monstruos. A los monstruos como tú y como yo que vivimos encantados por esa magia que tienen los libros infantiles. En un principio pensé que sería uno más de mi larga lista de caprichos con principio desenfrenado y final despreocupado, pero una vez cumplido el par de años en esta empresa, apuesto por definirla como una realidad constante.
Y como no, además de dos velas sobre la tarta, también he de coronarla con una guinda: ¡qué mejor que un libro!... Y en honor a ese, el culpable de todo este embrollo, a quién robé el nombre de este lugar, el título elegido es Dídola, pídola, pon o La vida debe ofrecer algo más, del genial Maurice Sendak (editorial Kalandraka).



Este quizá es uno de esos libros "poco populares" (entrecomillo porque no es del todo cierto) de Sendak, sobre todo porque es un libro en blanco y negro que no llama tanto la atención como sus álbumes coloristas, lo que no quita para que sea un álbum complejo, como todo a lo que nos acostumbra este autor, y que quizá, es el que más fácilmente se puede trasladar al universo adolescente y adulto.
La obra está protagonizada por Jennie, la perra de raza Shealyham-Terrier que acompañó a Sendak hasta el año en el que se publicó esta historia (1967), un tributo en vida hacia una compañera que no sólo apareció en este libro, sino en otros anteriores como La ventana de Kenny, El letrero secreto de Rosie, Donde viven los monstruos y el descatalogado Héctor Protector y Cuando yo iba por el mar.



Como cualquier obra de Sendak, las andanzas de Jennie, entre tanta rima facilota y tanto animalito suelto, pueden parecer estúpidas e insulsas (así piensan la mayoría de los adultos que no han cogido jamás un libro infantil entre sus manos). Lo jodido viene luego, cuando yo afirmo categóricamente que se trata de una gran oda al inconformismo.
Veamos: la perrita Jennie encarna a la típica niña pija que está más que harta de vivir una vida sin fuste y repleta de comodidades, que pasa sus horas preguntándose si merece la pena una existencia tan estática. Al final, como si de una Paris Hilton más se tratase, decide largarse y comprobar que el mundo tiene algo más que ofrecer: aventuras a raudales, sinsabores de todas clases y vértigo, ese vértigo que le da valor al correr de las agujas del reloj (N.B.: Me encantan las palabras que terminan en “j”, ¿a ustedes no?).
Resumiendo: que tanto la Jennie, como la Fani, la Sarai, el Cristofer, la Janira y el Yonatan, necesitan comprobar por sí mismos que el mundo, cuando abre sus puertas de par en par, puede parecer enorme, complejo e incluso paradójico, pero jamás defrauda.



Técnicamente la obra parece más que pensada... Si nos fijamos en el texto -el más extenso de todos los compuestos por el genio Sendak-, se basa en las rimas infantiles de Samuel Taylor Goodrich, y tambien otras ya clásicas como las de Mother Goose, muy típicas en la tradición literaria infantil anglosajona. ´Al mismo tiempo se podría decir que hay mucho de coral en una historia donde se despliegan numerosos personajes "secundarios" que aunque parecen despistar, tienen mucho que decir, sobre todo por ese supuesto caos paradójico que es el mundo, con orden y equilibrio a partes iguales.



La estructura de las ilustraciones, bebe mucho de la secuenciación cinematográfica, más todavía referidas a la comedia muda de la primera mitad del siglo XX que hace gala de lo paródico y lo absurdo, algo que se puede apreciar en las páginas donde se desarrolla la obra de teatro que, con un parco guión y tosca acción, nos hacen esbozar una sonrisa.



Si a esto unimos la elección de la técnica de la plumilla (en este caso blanco y negro), una que vuelve poner en contacto una vez más a Maurice Sendak con los prerrafaelitas, y los guiños a obras de artistas clásicos como Da Vinci (¿Se han fijado en esa Mona Lisa que sonrie detrás de Jeannie? ¿Intentará decirnos algo sobre la fama? ¿Sobre sus mieles y corruptelas?) o a los bosques de los grandes pintores flamencos, tenemos notas de estilo que amplían el enriquecedor universo artístico de Sendak.



Para terminar esta perorata y animándoles a disfrutar del cortometraje que Spike Honze realizó de este libro (lo tienen a continuación), un último apunte…: Como la protagonista de esta historia, nunca imaginé la cantidad de personas que iba a conocer gracias a los libros que enhebran la pantalla de este ordenador. Por ello, reconociendo mi sorpresa por tener tantos y tan buenos lectores, a todos vosotros, gracias.



viernes, 19 de febrero de 2010

Baladas en vez de canciones

A todos aquellos que, desde Latinoamérica, no se olvidan de este lugar.

Una de estas tardes de lluvia (¡miren si son bonitas!), brujuleando entre estanterías, recovecos y catálogos de novedades, me topé con un título reseñable, Narices, buhitos y volcanes y otros poemas ilustrados, con selección –estupenda- a cargo de Herrín Hidalgo y dibujos –vivarachos y gamberros- de Carlos Ortin (editorial Media Vaca). De entre todos los poemas que recoge el título, tenía la intención de transcribir el titulado Cancioncilla, de Horacio Rega Molina, pero me ha sido imposible ya que la desordenada disposición de los versos no me ha ofrecido orientación alguna ni para leerlo adecuadamente, ni para vislumbrar donde empieza y termina el fraseo propio de sus versos (pormenores de las modernas ediciones), por lo que les dejo con una balada de ese mismo autor: la balada que, de niños, todos hemos cantado alguna vez…

Mañana el maestro dará prueba escrita.
(Mi infancia no tuvo sino días malos).
Sentada en un banco mi infancia recita:
Colón ha partido del Puerto de Palos.

Es día domingo. Llovizna. Hace frío…
…el cuarto es muy grande, yo estoy solo en él.
Parece que arrastra en el cuarto sombrío
Su cola de seda la reina Isabel.

Es día domingo.Con una constancia
que más dolorosa no pudo haber sido,
sentada en un banco, repite mi infancia:
del Puerto de Palos, Colón ha partido.

Las seis de la tarde. Se encienden candelas.
Se cierran las puertas. La casa es distinta…
Dan miedo, dan miedo, las tres carabelas,
la Santa María, la Niña y la Pinta.

Balada de un domingo de mi infancia.
Horacio Rega Molina.

jueves, 18 de febrero de 2010

Batallas libradas con astucia



Hace un par de días comprobé que es mejor pecar de astucia que dejarse llevar por los nervios. La cosa no sólo está en templar las fibras axónicas como si fuesen cables del mejor acero, sino en que no se note que éstas tiemblan al mínimo roce emocional… ¿Por qué? Hay una razón muy obvia: siempre hay algún zorro agazapado a la espera de que lo hagas para asestarte un buen golpe en la nuca y ganar tu cabeza como si del mejor trofeo se tratase. Y no nos engañemos, raposas hay tantas como conchas en el mar.
No se asusten, todos nos hemos comportado alguna vez como conejos despavoridos. de esos que elevan orejas y cabeza repentinamente, al mínimo tremolar de la yerba, ante un insignificante movimiento…
Pero no nos compadezcamos de nosotros mismos, de eso trata la vida, de aprender. Comprender que el campo no está lleno de orégano, que hay garbanzos negros que amargan el sabor de la olla y que las manzanas podridas son capaces de pudrir el resto del saco. En definitiva, que buena cuenta nos trae estar en alerta ante las amenazas. Porque hoy en día no se estilan las batallas campales de antaño, no son batallas sangrientas del pasado, sino las que se desatan en los despachos, en las comilonas derivadas del trabajo, entre compañeros, en las que penden de los lazos familiares, donde la estrategia se basa en el instinto, en el razonamiento puro y duro, en el lenguaje adornado, en la pantomima, el drama y esas migajas de ironía que llenan nuestras horas.
Y así, con El sastrecillo valiente de Arnica Esterl y las (por cierto, bellísimas) ilustraciones de Andrej Dugin y Olga Dugina -me encantan las imágenes de estos creadores… su aire flamenco, sus filigranas-, les dejo con una buena dosis de sagacidad, muy necesaria para los días que vivimos.

martes, 16 de febrero de 2010

De sentimientos basicos...


Pasado ese día que los grandes almacenes dedican a Eros y habiendo oído a detractores y fanáticos de esta fiesta tan amorosa (ya se sabe lo que da de sí todo este tipo de cortejo florístico), uno opta por dejar de lado esa especie de debates públicos que pasan a formar parte del pan de cada día y que –les aviso- también utilizan los politiquillos de tres al cuarto para desviar las atenciones de su amasado diario.
No es que prefiera los círculos de más alcurnia intelectual, pero es preferible que me dedique a otras empresas más productivas y nos dejemos el amor para la intimidad, esa entre los amantes y las sábanas, porque, a la postre, son los únicos interesados (entre los que me incluyo sin mucha dilación). A lo sumo, señalar que, para formas de amar, los colores. Las preferencias son ilimitadas. Los hay que aman un día y el resto del año ni se acuerdan. Otros prefieren el amor a diario, algunos lo adornan con todo tipo de guirnaldas, piñatas y confeti, y los de más allá prefieren vivirlo en silencio –no se preocupen, ya termino la frase: como las hemorroides-. A los de provincias –véase mi caso- nos encanta hincharnos a chuletas de lechal o, en su defecto, de una buena fideuá, para atiborrarnos de toneladas de calorías y luego desfogar allí donde se tercie. Seguro que otros de alta cuna y mayor abolengo se desviven por una cena de perifollo y porcelana a raudales, tanta, que no se vea ni la comida, para después bailar al son de unos mariachis venidos de la misma Oaxaca.
En fin, todo esto para dejarles con una novedad de esta primavera –ya saben cómo son las editoriales…- que se está haciendo de rogar (a este paso colgarán carámbanos de mis pestañas…). El amor y la amistad, de Oscar Brenifier y Jacques Després y editada por SM, no se puede decir que sea un título de sobrada genialidad, pero sí es un librillo con su aquel… Con un trabajo gráfico muy actual (apto para el gafapastismo más exigente), intenta introducir al lector en dos sentimientos básicos del ser humano…, adivinen cuáles…

domingo, 14 de febrero de 2010

Carnaval


Y como marca la tradición (de este blog y del calendario festivo), estos días, a pesar de las inclemencias meteorológicas, son de mucha alegría, sobre todo esa alegría que va desde la Plaza Mina hasta el barrio de La Viña, desde Puerta Tierra hasta el Castillo de San Sebastián, ahí van unas rimas para que disfruten del carnaval gaditano. Entre otras cosas porque soy carnavalero (ea, sigo siendo un niño), entre otras cosas por hacerles ese regalo: las palabras.

Aunque no han nacido en Cádiz
y hayan nacido en otras ciudades,
sin saber la razón,
un día se engancharon a los carnavales.
Te miran a los ojos, dicen orgullosos:
"soy carnavalero",
porque en su calendario empieza el año nuevo
en el mes de febrero.
Es su pasión y forma parte de su vida,
es una droga que su sangre necesita.
El carnaval le abrió las puertas a la Tacita
que en sus escapaditas
vienen a descubrir.
Empieza la preliminar
con los nervios para escuchar,
retumban sus corazones
y visitan tus rincones
pero a través de las coplas,
después peregrinan aqui
te necesitan sentir
y cuando hablan de su Cádiz
se les llena la boca.
Donde quiera que estés esta noche
escuchando este pasodoble
espero que te llegue al alma
este aplauso que hoy te manda el Falla.
A tí, porque el nombre de Cadiz llevas por bandera
tú que eres la prueba
de que los carnavales no tienen frontera.
Gracias por querer a mi fiesta,
por querer a mi gente,
y por querer a mi tierra.

Francisco Javier Márquez Mateo.
Pasodoble.
Comparsa El G-15.
Música de David Márquez Mateo.
Carnaval de Cádiz 2010.

lunes, 8 de febrero de 2010

Regalo de cumpleaños


A la hora de recordar las fechas señaladas, suelo combinar los dígitos a mi libre albedrío, asunto muy propio que a veces da buenos resultados y otras se resume en sonora catástrofe. También ocurre que en ocasiones, la memoria me abandona por entero y lo único que resta es un vago recuerdo. Creyendo que hoy es mi día de suerte y que he dado con el regalo apropiado, te deseo que cumplas muchos más, pajarico.

Péiname
cuando me peines
con peinecitos de escarcha,
porque los peines de luna
me despeinan las pestañas.

Lávame
cuando me laves
con jaboncitos de trébol,
pues los jabones sin suerte
se escurren entre los dedos.

Sécame
cuando me seques
con un toallón sin puntillas
pues los hilitos finitos
se pegan en mis cosquillas.

Préstame
todos los días
un sombrero para el sol,
un sol para mi sombrero
y una sombrita de amor.

María Cristina Ramos
Todos los días.
En: Un sol para tu sombrero.
Ilustraciones de Raúl Fortin.
1999. Editorial Sudamericana: Buenos Aires.
Ilustracion del post: Isabelle Arsenault.

jueves, 4 de febrero de 2010

Viajes


No me agrada la filosofía de los trotamundos de hoy en día, sobre todo si son de esos que piensan que al no enganchar un Concorde®, es como si no se moviesen del bar de la esquina. ¡Cómo han cambiado los cabezos! En la década de los ochenta, irse de Valdepeñas a Torremolinos era lo más parecido a una turné desde Copacabana hasta Miami, y ahora, con tanta tontería de altos vuelos y tanta pulserita-de-coctel-al-canto, todo lo que no sea vacunarse contra la malaria o sobrevivir a una elefantiasis, se nos figura una castaña pilonga. 

Lo suyo es irse a pasarlas canutas, dejarse las cervicales en honor de una mochila prestada (o heredada que es peor) y arrimarse a cualquier chambao para dedicarse un pestañazo, pero no… Todavía recuerdo aquellos deliciosos manjares de cuando me dio por viajar en la lozana juventud: tortillas francesas a base de claras, páprika de la Bohemia checa o garbanzos portugueses…, es decir, nada comparado con lo que se lleva ahora: las cenas típicas pakistaníes (¿y el “fresisuís” del badulake?), la cena de gala(midad) del capitán o el ritual de iniciación sexual del Sudán. Pero bueno, los que “semos probes”, todavía nos podemos conformar con limpiarnos la baba mientras disfrutamos de los hoteles del catálogo, las secciones viajeras de la prensa dominical o con las anécdotas de aquel que se fue a Madagascar a comer gorgojos con gabardina. Al final diré como mi madre, que pa’ viajar, los libros…


Menos mal que en los últimos días he dado con un libro álbum de kilométrico alcance. Tokio, de Taro Miura (Editorial Media Vaca), es un excelente libro de viajes, sobre todo si tenemos en cuenta que no todos podemos ir a Japón (cosa que me encantaría… queda muy snob y aporta un toque de distinción a las reuniones de tutores del primer curso de la E.S.O….) y que son Mito, una niña bien lista, y unos animales la mar de salaos, quienes nos cuentan las curiosidades de esta enorme ciudad del Imperio del Crisantemo.


martes, 2 de febrero de 2010

De funeral...



No es lo mismo estar deslenguado que ser lenguaraz. Al desvergonzado nada le puede si mantiene la boca cerrada, mientras que el mutilado, si abre dicho orificio, la caga y su derredor se figura contenida carcajada. Paradojas del lenguaje y mofas aparte, hoy les invito a un entierro. No creo que sea esta una despedida triste, créanme, hay funerales que parecen un festín… No por la alegría contenida de unos, ni por el mar de lágrimas que derraman otros, tampoco por la de grescas que se lían por los bienes a heredar, ni por ese par de tórtolos que han encontrado el mejor lugar para dedicarse unos arrumacos. Este entierro tiene, más que gracia, ironía (no se asusten, no es comparable a L’elogio funebre de Alberto Sordi). Ironías de la vida, ironías por el que ha muerto. J. D. Salinger.
Jerome David Salinger fue un hombre de paradojas, mofas e ironías. Paradojas por desear un éxito que, a la postre, lo recluiría como un eremita, apartándolo del mundo y aislándolo en el ataúd de la vida. Mofas por su prosa, lúcida, radiante, vertiginosa, inmediata, sencilla y directa, riéndose de esa otra que se le antojaba de segunda clase, riéndose como se ríen los adolescentes que todavía son niños, como se ríen los adolescentes que aún no son adultos. Ironías las de sus palabras, las de sus personajes, las de las situaciones narradas, las de hoy, nunca las de ayer, esas que pertenecen a otro siglo.
Salinger fue un autor moderno, tan moderno que fue americano, como la sociedad moderna de hoy. Quizá Holden Caufield era de otro momento, pero su gorra roja sigue tan vigente como cualquiera de las de hoy día.
Hace años que leí El guardián entre el centeno. No me sugirió nada del otro mundo. Me pareció irremediablemente simple, tanto, que se me figuró tonta. ¿Qué podía aportarme un chico que vagabundeaba entre prostitutas, taxistas y vividores…? Hoy ya he cambiado –o eso creo- y sé que Holden era dueño de algo que me faltaba en aquel momento: lucidez. Por eso Salinger lo eligió guardián, nuestro guardián.

No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se ha muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.

jueves, 28 de enero de 2010

Sátira merecida


Una vez abortada la misión que ayer tomé por bandera -pretendía responder a ciertas opiniones vertidas sobre este espacio, jocosas, hay que decirlo- y habiendo escuchado los noticieros noticiosos que me ha “regalado” la radio durante el camino al trabajo, he decidido terminar la semana (mañana es día festivo en honor de la onomástica que hoy se celebra, Tomas de Aquino, santo patrono de la enseñanza) con unas buenas dosis de ironía que, al fin y al cabo, es lo único que me queda para sobrevivir a tanta desfachatez.
Estos días, los españoles nos lo pasamos en grande con dos temas soberanos: la necesidad de la energía nuclear y la caída bursátil. Del primero, algo sé, del que le sigue, apuntes mínimos (ya me gustaría saber más de lo segundo, tener un vestidor, alicatar de mármol de Carrara hasta el techo y poder ignorar a todos esos ecologistas que me tienen hasta las narices), así que me dedicaré al asunto nuclear…
No cabe duda que el desastre de Chernobyl marca un antes y un después en la carrera nuclear, sobre todo por el impacto que las radiaciones tuvieron en la población, así como los efectos sociales y económicos que en aquella región de la Ucrania actual se suceden hasta día de hoy, y que, por ello, los gobiernos deben velar por la seguridad de los ciudadanos en caso de que se apueste por este tipo de energía. Con la vida humana no se juega. No. Lo que no admito es que esos grupos ecologistas que llevan al extremo de la política sus creencias (luego decimos de los talibanes) den lecciones morales cuando, ni tan siquiera ellos siguen sus preceptos a pies juntillas… Que si desastres ecológicos, pérdida de biodiversidad, especies en extinción o emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera…, pero luego, cuando se trata de enriquecer a ciertos supermercados comprando el pan pre-cocido y fabricado con harinas transgénicas procedentes de Rumania, la moral no existe. Y porque no hablo del reciclaje…, esa penitencia que la mayor parte de los ayuntamientos nos imponen a instancia de diversas empresas adjudicatarias de los servicios de recogida de residuos, todas ellas regidas por simpatizantes del régimen de turno con un único fin: que unos se llenen los bolsillos mientras los otros, los más, se hernien a base de cargar cartón, envases y vidrio.
Y dicho esto, solo me apena que Jonathan Swift siga bien enterrado en su Dublín natal y no pueda novelar temas como este. Con toda seguridad, a este seglar venido a escritor satírico de primera fila, no le temblaría el pulso si tuviera que ironizar con las paradojas a las que nos tiene acostumbrada la especie humana, mas todavía en estos reinos de ciegos, donde, siento decirlo, el tuerto es el rey.
Y como a falta de pan, buenas son tortas, les recomiendo su obra cumbre, Los viajes de Gulliver, de la que, seguramente, no será la primera vez que hable.
Un pequeño juego para el fin de semana: ¿Qué palabra inventada por Swift y recogida en esta novela es hoy el nombre de una conocida pagina de la Red?

martes, 26 de enero de 2010

Un cuestionario especial...


Como homenaje al buen hacer, la originalidad y la pasión de Sfer en su Librosfera, uno de los mejores blogs sobre lectura y libros que hay en la red de blogs española, publico y comparto mis respuestas a la serie de preguntas que la revista BLOC ha recogido en su número 4... Para que las palabras y los libros viajen sobre otras alas que no sean las páginas.

1.- ¿Se puede saber quién eres y a dónde vas?
[Frank L. Baum. Espantapájaros a Dorothy. El mago de Oz.]
Quizás soy muy joven para saberlo o muy viejo por haberlo olvidado. El caso es que soy y voy, no hay mejor manera de vivir.
2.- ¿Y eso es divertido?
[Michael Ende. Momo a los niños. Momo.]
Cualquier cosa es divertida, depende de ti el decidirlo.
3.- ¿Qué es una vida humana?
[Michael Ende. Hombre gris a hombres grises. Momo.]
La unión entre dos células, largas horas de camino, caricias y algún trompicón, bondad y susurros a partes iguales, unos kilogramos de amor, una pizca de locura y la luz al final del túnel…, lástima que todo ello se corrompa al echar a andar por el mundo.
4.- ¿Crees que un muerto está muerto para siempre, o crees que puede resucitar?
[Robert Louis Stevenson. John Silver a Jim Hawkins. La isla del tesoro.]
Todos morimos para siempre. Sólo algunos viven eternamente.
5.- ¿Qué buscas?
[Miquel Rayó. Marisa al protagonista de el tesoro. El tesoro del Capitán Nemo.]
La sonrisa que se esconde tras tus labios.
6.- ¿Qué es lo que no consentirías?
[Astrid Lindgren. Tommy a Pippa. Pipi Calzaslargas.]
La envidia. El peor de los males.
7.- ¿Te cae simpática la reina?
[Lewis Carroll. Gato de Chesire a Alicia. Alicia en el país de las Maravillas.]
No “sepo”, no contesto.
8.- ¿Te gustan los perros?
[Lewis Carroll. El ratón a Alicia. Alicia en el país de las Maravillas.]
No en exceso… Si en vez de pelo tuvieran plumas, si en vez de hocico tuvieran pico, si en vez de patas tuviesen alas, si en vez de ladrar piaran…, quizá… ¡En ese caso serían ruiseñores!
9.- ¿Por qué el ocho va después del siete?
[Daniel Nesquens. Marta a papá. 17 cuentos y dos pingüinos.]
Por la misma razón que la E sigue a la D.
10.- Tengo ocho cocos, ocho monos y ocho niños. ¿Cuántos imbéciles tengo en total?
[Roald Dahl. Truchbull a Wilfres. Matilda.]
Sólo uno: tú mismo.
11.- ¿Te has encontrado alguna vez con una bruja?
[Roald Dahl. Niño a abuela. Las brujas.]
Todos los días… Si no me crees presta atención: suelen conjurar en las colas del supermercado.
12.- ¿Crees en las hadas?
[James Barrie. Peter Pan a los niños. Peter Pan.]
Creo en cualquier cosa, otra cosa es que exista.
13.- ¿Sabes lo que es un beso?
[James Barrie. Wendy a Peter Pan. Peter Pan.]
La prueba de que las hadas existen.
14.- ¿Qué es el tiempo, de verdad?
[Michael Ende. Momo al maestro Hora. Momo.]
Es un regalo. Es una cruz. Es una espera. Es aire.
15.- ¿Es así eso de ser adulto? ¿El hacer y decir cosas que no entienden los niños?
[Henning Mankell. Joel a si mismo. El perro que corría hacia una estrella.]
No tengo ni la más mínima idea, ¿podrías formularme la pregunta de nuevo? No la he comprendido…
16.- ¿De qué sirve un libro si no trae estampas ni diálogos?
[Lewis Carroll. Alicia a sí misma. Alicia en el país de las Maravillas.]
Que tenga o no, estampas y/o diálogos, no debería de importarnos mientras nuestras vidas estén repletas de LIBROS.
*
P.D.: Anímense y envíen sus respuestas, es otra forma de que los libros nos unan.
Imagen: Boopsie Daisy (Flirck)

miércoles, 20 de enero de 2010

De golpes de pecho...


Ante los destrozos con los que la vida zarandea, uno se suele sentir desvalido, casi impotente, sensación esta que a veces se torna acción y otras, las más, mero espectáculo. Seguramente, por quedar bien y emular los pasos de “San” Vicente Ferrer, les diría que prefiero la primera opción…, pero luego, aprovechando que los demás no miran, tropezaría con la realidad y me pasaría el día como los pájaros bobos ante el televisor ahogado en sollozos.
En estos días, lo de tomar parte en los asuntos de los demás se nos hace cuesta arriba, que bien pensado es lo que corresponde al mes que vivimos. Arrimar el hombro, lo que se dice arrimarlo, lo arrima Cáritas, los demás ponemos la lágrima y el golpe de pecho mientras nos hinchamos de chuletas o nos gastamos el sueldo mensual de un nepalí para colocamos unas gafas ortopédicas y quedarnos embobados con la última de James Cameron… De todos modos, hágame caso y no se sienta culpable: ¿Qué podemos hacer nosotros ante tanta injusticia? Seguir votando, que para eso nos mantienen con vida esos que nos gobiernan, o si no, ¿a qué cree que se debe la ilegalidad de la eutanasia en casi todos los estados modernos del planeta?
Pese a lo poco animado de esta entrada, hoy miércoles les traigo la historia de un chaval muy aguerrido que, con un palo de hockey, un ventilador, un paraguas y un cable con enchufe, logra salvar de las peores situaciones a una ancianita, un marinero y un cazador, ¡total na’!... Pero para empaparse bien de la historieta tendrán que leer El palo de hockey volador de “Jolly” Roger Bradfield, un álbum ilustrado clásico en lengua inglesa que hace un par de años la editorial Encuentro ha sacado a la venta en castellano.
Tomen buena nota: ayuden a quien más a mano les pille, también tiene su recompensa… ¿Y quién sabe? Incluso puede que tenga su repercusión en aquellos que sufren a miles de kilómetros de distancia…

Banda sonora original: Hotdogs and hamburguers, John Cougar Mellencamp.

lunes, 18 de enero de 2010

Lo que hay y no debería haber



En este mundo (no conozco otro) hay mucha misería, muchos desastres, terremotos y erupciones descontroladas, mucho dolor, demasiada tontería, muchas muertes, mucha gente interesada, políticos a puñados, gente desesperada, pobre, triste, mucha corrupción, mucha necedad, ignorancia a manos llenas, pocos rebeldes, menos dignidad, sentido crítico mínimo, muchos recuerdos, pocas enmiendas, ningún perdón y albedrío a raudales. ¿Y sobre lo que no hay y debería haber? Eso ya nos lo dice Michael Ende...


Un muchacho muy viejo,
y tocino sin grasa,
ladrido de conejo,
y hielo que se abrasa,
un círculo picudo,
un mar sin orilla.
un griterío mudo,
un sillazo sin silla,
y salceda sin sauce,
y arroba que no pesa,
y río sin su cauce,
y delgaducha obesa,
y padre cuya edad
no llega a la del hijo,
feo sin fealdad,
y hercúleo canijo,
o el treinta y uno de febrero,
o una obra sin un obrero,
o la mitad mayor,
o el ensueño sin soñador.


Michael Ende.
Hay cosas que no las hay.
En: El libro de los monicacos.
Ilustrado por Rolf Rettich.
2009. Barcelona: Noguer.

martes, 12 de enero de 2010

Guasa para el frío invierno




Tras los chuzos de punta que, desde aleros y cornisas, han atemorizado a mas de uno estos días, regreso a la rotunda actualidad, no tan níveo como la meteorología de los días pasados -cierto es-, pero sí gris como las nubes que se avecinan esta semana y que auguran buenas dosis de líquido material (no de origen sanguíneo…, al menos eso espero…).
Quizá el tiempo sólo sea un mero reflejo de la actualidad política de estos días porque, seamos claros, entre la presidencia española de la Unión Europea y los graznidos de la Sinde, ando algo aturdido… Si hay que tirar del carrete, prefiero hacerlo de la segunda cuestión, con más miga y tirón, porque lo que es Zapatero, a estas alturas de la película, me resulta incluso aburrido… La Sinde es tan cérea, tan sugerente y tan traviesa que podría encarnar al mismísimo doble de Dita Von Teese, aunque en plan progre, malvado y pérfido. No sé de qué laboratorio genético habrá salido, pero la cuestión es que debería elegir entre aderezarse las mejillas con un poco de carmín o desfilar para John Galliano, que últimamente le van las tétricas a lo tira cómica en vez de las patatas al montón. Resumiendo: una elementa sin igual…, tanto, que el único cometido durante su reinado de ministra (luego decimos de Miss Torremolinos…) es jodernos a base de bien.
La censura está servida amigos míos. Y ella es su viva imagen. ¿Por qué? Porque le sale del pepe. A lo que yo me pregunto: “¿Será ella quién venga a esposarme?”… Tela de morboso sería si a la postre me obligase a echarles pienso a todos los trepas que, sin hacer un amparo, como ella, viven del erario público. Así pasa, que la libertad se coarta, que la libre información no fluye, que se arrasa con las opiniones contrarias a los regimenes y se pierde la pluralidad. Pero bueno, arrieros somos y… escribiremos con burla, sorna, guasa, gracia y salero hasta conseguir un libro que, como El apestoso hombre queso y otros cuentos maravillosamente estúpidos (Jon Scieszka y Lane Smith), le deje claro que, como dijo Twain, nuestra raza, en su ignorancia, tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa.

jueves, 7 de enero de 2010

De caminos que comienzan...



Una vez hemos dado fin a los polvorones (es extraño que muchos todavía sigan atragantándose con ellos, aunque sostengo que las próximas navidades su consumo va a ir en crescendo), los regalos, la sidra a raudales y los cientos de besos con los que solemos felicitar el Año Nuevo, hemos de levantarnos al alba y regresar a los quehaceres diarios, por ello, aquí estoy. ¡Comenzamos!...
He de confesar que estas fiestas les he hecho poco caso (el caso es que intuyo que tampoco he tenido tiempo de hacérmelo a mi mismo…), asunto que siento enormemente, pero he de ponerles sobre aviso de que, durante los próximos seis meses, no tendré tanto tiempo como hasta ahora para dedicarlo a esto de la LIJ, puesto que tendré que poner codos a la obra y estudiar a piñón fijo y sin bajarme de la bicicleta. Por todo ello la frecuencia de actualización de este Donde viven los monstruos será menor… Ea, es lo que tiene este año 2010…
Les sorprenderá si les comento que estos días, además de corromper los lóbulos hepáticos con todo tipo de ingredientes tóxicos, he leído bastante. Intenté hacer una selección variada que incluyese libros más o menos breves, de diferentes autores y temática diversa..., pero he de reconocer que uno de ellos me colapsó hasta un punto insospechado. El camino me colapsó por muchas cosas… Por el humor que desata (a veces demasiado), por cómo compagina las tres edades del hombre pese a estar centrada en las situaciones de la niñez y juventud, la claridad en la exposición, los estupendos giros del lenguaje utilizado y por, si fuera poco, ser imperecedera. Insospechado fue porque ya había leído varias obras de Miguel Delibes, su autor, y ninguna me había calado tan hondo como esta última, cuestión que me sorprendió notablemente. Por último he de añadir que le encontré cierto regusto al costumbrismo de las obras de Juan Farias –o al revés…, ya se sabe quién es más talludito-, cosa que también es de mencionar, sobre todo para aquellos que adviertan una inclinación hacia este tipo de narrativa.
Empiecen el año con esta novela. Es casi una orden. Si no fuese así se perderían un cachito de ustedes mismos.

martes, 5 de enero de 2010

A manos llenas con los e-books




Se ve que, menos de trabajo –lo más necesario durante este enero de aguda pendiente y tortuoso recorrido para muchos que sufren el yugo del paro-, los reyes magos vienen cargados de todo tipo de manufacturas e instrumental (esperemos que no sea quirúrgico… ya saben de mi pánico a los objetos punzantes), e incluso dicen las malas lenguas que vienen cargados de libros, libros electrónicos, los conocidos como e-books, última revolución que va a dejar en mantillas al mismísimo papel. De eso no hay duda. Lo que pongo en entredicho es que este invento vaya a elevar los índices de lectura hasta cotas insospechadas o nos salve de esa horca llamada analfabetismo. ¿Será capaz de cegarnos como el teléfono móvil o por el contrario nos dejará ciegos? (Sutiles diferencias) Vayan pensando en proveerse de los cuidados de un buen oftalmólogo si están pensando en regalarse uno, porque eso de leer tras la luz de una bombilla dará no pocos problemas a nuestra vista… El caso es que, como todos los avances, se puede contemplar desde varias perspectivas… Los libros electrónicos actuales no exceden de los 250 gramos y son capaces de almacenar unos doscientos títulos, lo que los hace enormemente prácticos a la hora de viajar en metro, ponerse al día con la prensa (también electrónica) o desechar este o aquel libro sin que ello sea demasiado costoso, por no hablar de las repercusiones en lo que a almacenaje se refiere, una de las peores taras del libro actual. No podemos olvidarnos del abaratamiento en el proceso editorial, otra de sus bazas. Aunque no sabría decidir si es preferible enriquecer a Planeta, Anaya y Penguin, o a Microsoft y Apple. Cosas del mercado, pormenores del consumo… Pero, ¿dónde queda el libro actual? Debo confesar que soy un romántico de la letra impresa en papel, del polvo que se acumula en el canto de los libros, del leve paso de las páginas, de los dobleces que marcan la lectura en aquel o este título, de manosearlos hasta que se desgajen como las barajas de naipes o de apartarlos de la mesa para después llevarlos a la estantería y viceversa.
Para terminar y no interferir mucho en sus compras navideñas (otros nos esperamos a las rebajas), les recomiendo que regalen un buen libro, la elección del formato la dejo a su antojo.
P.D.: Si tienen tiempo, aprendan alemán y realicen las traducciones de las viñetas que acompañan a esta noticia... y de paso háganmelas llegar mediante un comentario. (¡¿Por qué serán tan avanzados los germanos?!)

jueves, 31 de diciembre de 2009

Fines y comienzos


Para no bajarme de ese carro de insatisfacción del que hago gala durante todo el año, este último día de diciembre les seguiré propinando con ciertas objecciones, entre otras cosas para no perder las buenas costumbres...
Termina un año y empieza a girar otro, aunque si les soy sincero, para mí el tiempo continua, no se reutiliza, recicla o recupera (léanse las tres erres del tratamiento de residuos), solemne estupidez esta con la que nos tienen sorbido el seso todas las cadenas, y no precisamente la del váter, esa y única que todo lo desecha de manera solemne y eficaz. Ya saben ustedes -les considero enormemente inteligentes- que eso de caer en la repetición no es muy loable, la verdad. Se prefiere mirar adelante y abandonar esas carreras a modo de hámster con las que solemos drogarnos a diario. Si el año comienza, que comience, la cuestión no es andar en círculos (o elipses), que para eso ya está la Tierra orbitando alrededor del Sol.
Respecto a esa recomendación que nos hacen desde todos los púlpitos soberanos sobre examinar los trescientos sesenta y cinco días que hemos dejado atrás y valorar lo vivido, no sé si suspirar o emitir una sonora carcajada. Mejor ni lo pensemos, podríamos sufrir un telele de los malos y pasar la Nochevieja en manos de los matasanos, en los cuidados psiquiátricos o en casa de alguna abuela con ganas de cebar a cualquier incauto.
Y por dar el punto final a esta entrada de hoy, tan dicharachera y tajante, les dejo con un álbum ilustrado cíclico (algunos preferirían en término circular) gracias a Svjetlan Junakovic. Sin duda, A mi manera. Una historia de zapatos (Saga editorial) es de lo mejorcito del año -lo bueno se hace esperar- en cuanto a calidad literaria y artística. Una historia con principio y fin, sencillez, notas de tristeza, bastante sorna y mucha calidez. Como la vida misma.
P.D. 1: Espero verles por aquí el año próximo, ese 2010 que seguro nos regalará decenas de buenos libros, noticias muy agradables y no tan agradables, trabajo, mucho trabajo para todos los que sufrimos esta España, y salud (no se olviden de esto último...).
P.D. 2: ¡Y gracias! ¡Gracias por su tiempo y atención!

lunes, 28 de diciembre de 2009

De santos, deformaciones, contribuciones y Literatura


A pesar de la impecable organización con la que me gusta llevar este sitio, a veces cometo ciertos errores (asequibles, todo hay que decirlo). El último ha sido reseñar un libro donde debería estar otro (véase el caso del aquí reseñado y del que se recomendó el pasado viernes). El caso es que he llegado a la conclusión de que me importa un pimiento. Ea... Uno ya no tiene el sistema nervioso para tanto estertor y necesita una pizca de caos. Pero en fin, como no hay vuelta atrás y lo hecho, hecho está, comienzo con la diserta sugerencia de hoy, bastante navideña.
Durante los pasados días he leído (como ven, hago mis deberes... un poquito, no más) el libro no-tan-clásico de Lyman Frank Baum, Vida y aventuras de Santa Claus (editorial Valdemar). Cabe decir que es un título muy sugerente durante estas fechas, pero su importancia reside en otro punto que intentaré explicarles...
Llama la atención que, por lo general, creemos que la Literatura, concretamente el género narrativo, suele basarse en la realidad y que muy pocas veces una novela, un cuento, interfieren en el discurrir de las cosas. He aquí un ejemplo de lo erróneo de nuestro pensamiento... Últimamente, hasta las ardillas creen que Santa Claus, Papá Noel, Joulupukki, San Nicolás o como quieran llamarlo, es uno de esos mitos ancestrales que siempre ha deambulado por los cielos envuelto en un abrigo rojo ribeteado de armiño a bordo de un trineo tirado por no sé cuantos renos para proveer a todos los niños de cualquier latitud de los más variados juguetes y regalos.
Cuando uno lee el libro de Baum, piensa que este buen hombre añadió, allá por 1902, todo tipo de nuevos y desconocidos datos a la biografía de Papá Noel, obviando un poco el mito actual, deformándolo a su antojo, pero, tras indagar un poco en las fuentes de información existentes, uno se da cuenta de que este libro ha contribuido en gran parte a crear la figura de nuestros días, esa que he descrito antes... Baum, los inmigrantes holandeses, la revolución industrial, el avance del capitalismo, la compañía Coca-Cola o Thomas Nast han puesto su granito de arena para configurar eso que hoy llamamos Santa Claus.
Sólo me resta un deseo: esperar que hayan quedado contentos con sus regalos.

viernes, 25 de diciembre de 2009

El día de la víspera


1. Hemos dejado atrás la Nochebuena.
2. La Navidad ha llegado con un Papa lisiado.
3. Cada año nos atiborramos menos de turrón y más de ácido úrico.
4. Estoy harto de tanto alcohol a propulsión.
5. Más harto si cabe de tanta gente deseosa de consumismo.
6. Echo de menos niños pidiendo el aguilando.
7. Me duelen los riñones de limpiar tanto serrín.
8. ¿Qué regalarán en los bares que a todos nos vuelven locos?
9. ¿Por qué en estas fechas nos acordamos de los que no están y nos olvidamos de los que quedan?
10. Se me olvidó la letra de ese villancico...
11. ¿Dónde habré metido el belén?
12. Paz, armonía y mucho interés.
13. ¿Solidaridad, fraternidad o caridad? Pregúntenle a mi padre: se las sabe todas.
14. ¡Qué vuelvan los besos!
15. Aviso: No contestaré ningún SMS insustancial que reciba durante estas fiestas.


Este cúmulo de circunstancias me ha obligado a tomarme unas pequeñas vacaciones hasta nuevo aviso, pero antes les dejo con uno de los mejores cuentos navideños que conozco (este año... el próximo, Dios dirá). 
El regalo de los Reyes Magos, es un relato corto escrito por O. Henry, pseudónimo del estadounidense William Sydney Porter, considerado uno de los maestros del género y que sintetiza de forma magistral el espíritu de la navidad en esta historia de una pareja neoyorquina que sacrifica sus bienes más preciados para hacer feliz al otro en un tiempo de penurias económicas.


Si además lo leen en esta edición en formato álbum (editorial Cuatro Azules), quedarán deslumbrados por las ilustraciones de Lisbeth Zwerger, artista austriaca que recibió en 1990 el H. C. Andersen. Unas imágenes de colores cálidos, aguadas sutiles y composiciones estudiadas que, además de aportar movimiento y una estética muy cinematográfica, ensalzan un cuento que, como otros muchos ambientados en esta época, ahonda en la necesidad de compartir humanidad en vez de refugiarse en lo material.


Luminosa, sencilla y escueta, léanla estos días de despilfarro y excesos, que a veces lo más valioso crece en el corazón gracias a las palabras adecuadas.
¡Ah! ¡Y Feliz Navidad!

martes, 22 de diciembre de 2009

Pormenores académicos


A los alumnos que han suspendido mi asignatura esta evaluación.


Bien saben los que me conocen que no es de mi agrado joder al personal sin aparente razón, cosa que, evidentemente, incluye a mis alumnos, esas personas, personajes y/o animalicos con los que comparto seis horas de mi diaria existencia (si lo piensan fríamente me encuentro más atado a ellos que a mi propia familia… ¡para que luego hablen de la conciliación de la vida personal con la laboral!). A pesar de ello, tengo infundadas sospechas acerca de lo que muchos de mis pupilos piensan sobre mi característica manera de mostrar el afecto hacia ellos… Y es que no nos engañemos: los sufro en exceso y me sufren en silencio –a veces… cuando sus atronadoras voces les dejan…-, por lo que de este dolor mutuo, de repente y como el que no quiere la cosa, surge un lazo invisible tejido de malas caras, dictados infinitos, preguntas sin ton ni son, alguna que otra carcajada, muchas palabras impronunciables y demasiada teatralidad.
Casi atragantándome y desatando los cientos de nudos corredizos que atenazan mis cuerdas vocales, lo confieso: adoro a mis alumnos. También me gustan sus dibujos monstruosos, esas palabras que inventan de carrerilla en los exámenes, su capacidad ilimitada para colocarte un buen mote, las perrerías que son capaces de idear, los mil y un pretextos que vomitan para convencerte de esta o aquella cosa o el bullir de sus hormonas esteroideas.
En el fondo y aunque me pese decirlo, los comprendo, lo que no quiere decir que los excuse. Hay asuntos que no tienen perdón, y el peor de todos, con creces, es la pereza, la fuente de todos los males que asolan a nuestros estudiantes… pero en fin, prefiero terminar diciendo que todavía no me he decidido entre un mal estudiante, como el protagonista del libro de hoy –Malvado conejito, de Jeanne Willis y Tony Ross (editorial Océano)-, y un estupendo delincuente… Seguramente pase olímpicamente de estas dos opciones y me decante por las personas de provecho. Y al que no le guste, que estudie.

lunes, 21 de diciembre de 2009

De mimos y otras chucherías


Toda cursilada tiene su momento. Afirmación categórica basada en el buen sabor de boca que queda tras unas jamagosas palabras dedicadas en el instante oportuno, porque, no nos engañemos, cuando los regalos edulcorados se reciben a todas horas, lo más que permanece es un regusto pastoso que atiborra solo de pensarlo. Pese a esta, mi opinión, para gustos, colores… Los hay que se pirran por piropos de pastelería cualquier día mientras otros, los ajenos (más por indigestión que por costumbre), esperamos la situación propicia para sonrojarnos con alguna galguería, lo que no quiere decir que permanezcamos ante estas como gélidos témpanos, porque, ¡oiga, uno tiene su corazoncito!… y pudor, mucho pudor (¡Ja, ja, ja!)… y también es muy machote (¡Ja, ja, ja!)…
Dejando a un lado la nota introductoria (como siga me va a dar la risa y hoy creo imposible pararla de golpe y porrazo… ¡Qué bueno es irse da vacaciones!) y lejos de criticar la de chucherías que recoge la Literatura Infantil (no me lo creo ni yo…), en este lunes en el cual -y finalmente- ha aparecido el sol, les regalo una recomendación de color pastel: Besos, besos, álbum ilustrado de la francesa Selma Mandine que con una estética muy actual (se ve que ahora se llevan los personajes cabezones a lo Tim Burton…) pregona a los cuatro vientos los pormenores y bonanzas de ese pequeño gesto llamado “beso”. ¿Alguno de ustedes sería capaz de diferenciar el beso de su abuelo del que le propinaría su perro? Si no se creen válidos para ello acudan a este libro, y de paso intenten ponerlo en práctica durante esta navidad.

Banda Sonora Original: Used to be the one. Ginuwine.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Madrugar


Después de un día como el de ayer –a desbordar de contratiempos, de tensión, de deberes (los míos), de derechos (los de otros) y de trabajo-, si hay algo que deteste con todas mis fuerzas es madrugar. Lo más gracioso es que hoy me ha tocado hacerlo y, créanme, pensando en el largo y desagradable día que me espera, se me parece la agorera parada de un terrenal vía crucis.
“Mire usted, a nadie le agrada eso de despertarse antes que el astro rey”, pensarán los más racionales. “Nos ha salido señorito el niño…”, dirán los descarados. ¿Y quién soy yo para quitarles la razón a unos u otros…? Sería mucho simplificar eso de establecer dos categorías de trabajadores (aparto a un lado a los ricos y pudientes), los que gustan de madrugar y los que odian hacerlo, pero como esta página es mía, categorizo lo que me viene en gana.
¡Con lo bien que nos sentaría ponernos en pie a partir de las diez! Cutis aterciopelado, ojos brillantes y desprovistos de sombras quemadas, y mente despierta para atizarle con un brindis a la vida. No tendríamos que acudir al médico cada dos por tres, el café no nos provocaría esos molestos dolores gastrointestinales, no inutilizaríamos el cigarrillo tras un par de caladas, por no hablar de ese beso que busca nuestra pareja cada mañana entre el barullo de las sábanas… y que supongo que, con un poco más de tiempo, daría con él…
Mientras se arregla el mundo de los horarios matutinos y nuestros ritmos circadianos se sosiegan, les invito a disfrutar con el madrugador y bien trazado álbum ilustrado de Martin Baltscheit y Cristoph Mett, El despertador del sol, sugerencia con la que pretendo acercarles a las disparatadas ilustraciones de uno (¿habrá sido caricaturista este hombre?) y al dilema que nos plantea el otro: ¿Quién despierta a quién? ¿El sol al gallo o el gallo al sol? Descúbranlo, leer está en su mano.

Banda Sonora Original: Wish I didn’t miss you. Angie Stone.

martes, 15 de diciembre de 2009

Nieve y arena


Ayer nevó. ¡Vaya si nevó! Nieve, nieve y más nieve. No vi otra cosa durante toda la jornada. Y si tenemos en cuenta que recorro parte de La Mancha a diario, la superficie cubierta de blanco era todavía más sobrecogedora. Inmensa. Tanto, que había momentos en los que desconocía mi paradero, confundiendo la submeseta española con las planicies siberianas. Paradojas del clima, paradojas del color, paradojas de lo puntual.
Paradójico es también el cerebro humano… Cuando somos niños, hay algo en todos nosotros –llamémosle curiosidad, llamémosle sorpresa-, que nos hace mirar lo desconocido con una pizca de ilusión. La mirada del niño frente al mar y la del chiquillo ante una nevada comparten ese algo especial que nos invita a empujarles al chapuzón, a la torpe aventura, para que instantes después rían de alegría entre chapoteos o batallas a base de nívea munición.
Por mucho que insistamos en nuestra madurez y responsabilidad, y pretendamos olvidar los revolcones en la nieve o el rodar de las gigantescas bolas con las que fabricábamos el muñeco más grande, todos los adultos guardamos ese germen en nuestro subconsciente cuando se aparecen los primeros copos del invierno tras la ventana. Y es entonces, mientras los vemos guerrear con lo blanco en la puerta del colegio, cuando caemos en la cuenta de que la infancia nunca se muere, únicamente se torna marchita.
¿Y esos niños que nunca han visto la nieve? ¿Y los que jamás han contemplado el mar? ¿Germina en ellos esa semilla? Seguro que sí. Allí donde no hay orilla, allí donde el blanco se termina, queda lo perpetuo del desierto, de la dorada arena que cubre las mil y una noches.

Esterl, Arnica. 2009. Los mejores cuentos de las mil y una noches. Ilustrado por Olga Dúgina. Madrid: SM.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Sucesos sucesivos


Frente al televisor, no por aburrimiento sino por mero afán de tranquilidad, he constatado la de miserias con las que nos ametrallan los medios de comunicación a todas horas. Contemplar tanto dolor ajeno, tanto sufrimiento obsceno, más que enganchar, repugna. No es que uno sea muy delicado a la hora de recostarse en el sofá y hacer ejercicios de monotonía con el pulgar sobre las teclas del mando a distancia, pero el mero pensamiento de verse transformado en un abuelo parapléjico y fetichista de los sucesos casi fúnebres, me obliga a apagar el asunto y ponerme a corregir exámenes (mi gran cometido durante los días que restan). Lo mejor de todo es que no sólo son lágrimas…, tenemos huelgas de hambre reivindicativas, atentados suicidas, manifestaciones de pantomima y hasta destripadores navideños. Únicamente me resta rezarle a la santísima Virgen de Cortes y pedirle que me libere (y a todo aquel que quiera) de tanto niño muerto…, aunque con total seguridad, Ella, desde lo más alto, acallará mis, nuestras súplicas, primero por pecadores y segundo, por no haber hecho ni un amparo, y sentenciará que ya está bien de cuentos, que aprendamos a sufrir la cruda realidad, las cosas que a veces pasan, con la salvedad de que dichos eventos difieran un buen trecho de los que recoge Kestutis Kasparavicius en su último trabajo, publicado en España por la editorial Thule, que, bien mirado, es una buena forma de evadirse de la rabiosa y cadavérica actualidad, por no hablar del nevazo que hoy lunes casi nos quita la vida en honor de los altos cargos educativos… ¡Lo raro es que no pasen más cosas de las que pasan!

viernes, 11 de diciembre de 2009

Idea de niños, mofa de gigantes


Mientras uno es pequeño puede decir todo lo que le apetezca porque nadie prestará atención a su discurso, y en el caso de que algún atrevido ose hacerlo, soltará una risita, despeinará tu cogote y se mofará de las ocurrencias del niño. Entonces, muy serios, torceremos el morro y pediremos en silencio a las fuerzas sobrenaturales que pululen cerca, que le suelten un capón a semejante idiota por reírse de tus inteligentes y bien discurridas ideas… Realidad que se torna paradoja cuando, hoy, siendo adulto (o casi), prefiero que hagan caso omiso de mis palabras, no sea que por tomar uno con demasiada ligereza aquello que opina, sean otros los que le endosen un sonoro bofetón.
Moraleja: Desléngüense durante la niñez, quizá sea menos gratificante, pero también menos doloroso que hacerlo en la madurez.


Ayer me dijeron
que yo era un enano.

Bueno, soy pequeño,
más no es para tanto.
Alcanzo a la mesa,
alcanzo al lavabo,
alcanzo a la caja
de los mantecados,
y cuando mi madre
guarda en el armario
los bombones rojos
que le han regalado,
arrimo una silla,
me empino y alcanzo.

“¡Este enano!”, dijo
mi padre enfadado,
porque estaba haciéndole
cosquillas al gato.
Me dio mucha rabia,
me metí en mi cuarto
y cerré, muy serio
pegando un portazo.

¡Yo ya soy un hombre!
¡Tengo cinco años!


Carlos Murciano.
En: Me llamo Pablito.
Ilustraciones de Emilio Urberuaga.
2004. Zaragoza: Edelvives.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Despotas a base de terrorismo


Todavía, no sé porqué, me sorprende lo que está sucediendo en este país. Ser testigo, día tras día, semana a semana, de las infamias que los unos soportan de los otros me produce vergüenza ajena, sobre todo si tenemos en cuenta que los otros proclaman la libertad y son –según ellos- más buenos que el fuagrás La Piara®, y los unos son peores que la carne de pescuezo, esa que te pone el morro chorreando pringue y deja el estómago de la misma guisa que el estofado de viento.
Esto es un dislate.
Jamás hubiese imaginado esta mente calenturienta (sí, la mía, lo admito) que los mártires pasasen a ser lobos y los mismísimos demonios, carne de cañón. La cuestión es que tanto “buenismo” empieza a tocarme la fibra…, y dejémoslo estar ahí, porque otras cositas son sagradas y prefiero un poco de dulzura cuando se trata de estas.
En fin, que todo este tejemaneje se me figura hasta soez y, por qué no, barriobajero. ¿Qué es eso de azuzar a las masas en contra de un periodista por expresar su opinión? ¿Qué es eso de acallar voces porque contrarían lo políticamente correcto? En una palabra (por cierto muy fea), fascismo. Y al que le pique, que se rasque, que ya está bien de pamplinas.
Y esperando que derroquen a todo aquel que no deje vivir más que a sus acólitos, les abandono hasta mañana, viernes (¡qué semana tan breve!), con un título ganador del Premio Nacional de Literatura Alemana en su edición del año 2007 y publicado en España por la editorial Juventud, Reina Gisela –Nikolaus Heidelbach-, que defiende una buena forma para plantarle cara al despotismo menos ilustrado.