Este fin de semana,
mientras me sentí un tanto perdido entre la muchedumbre que ha
empezado a agolparse en el centro (¡qué angustia pre-navideña!),
fui empujado hasta un par de librerías y di buena cuenta de que no
doy a basto para reseñar todas las cosas que se agolpan en mi agenda
lijera. Así que, con cierto estrés, les aviso de que me esperan
unos días de vértigo con tanto libro ilustrado, selecciones de fin
de año y pensamientos varios. Así que, ya saben: ¡Ni canto, ni
bailo, pero no se pierdan mis tontunas!
La primera de este lunes
tiene como protagonista a las ideas sobre-explotadas en la literatura
infantil, más concretamente a nivel de ilustración, algo de lo que
me he percatado en los últimos años y que viene siendo una
constante temporal. No sé cómo, a veces, los astros se confabulan y
podemos ver en las secciones de libros LIJ muchos títulos que
parecen mellizos (decir gemelos sería mucho decir...). Seguramente
sea mera casualidad, pero hay que señalar que, cada vez más, hay
recursos artísticos repetidos en muchos libros que, por un lado
restan originalidad al producto editorial, y por otro lado, confunden
al cliente a la hora de adquirir la ansiada novedad.
Seguramente exista una
explicación menos etérea, como pueden ser los cursos que muchos
ilustradores realizan (todos los profesionales necesitan formación,
y el mundo del arte no iba a ser menos...), o bien puede estar
relacionada con la llamada globalización, una que viene sostenida
por las redes sociales, las comunidades y el mundo de los blogs y las
páginas web (la inspiración suele venir de una única fuente que se
dispersa y diversifica gracias a estos canales), pero lo cierto es
que da lugar a propuestas literarias muy similares.
Uno de los ejemplos que
me ha llamado más la atención últimamente es el uso de diferentes
tintas de colores a la hora de elaborar ilustraciones (azul y roja,
por ejemplo) que, junto con el uso de diferentes filtros (el clásico
papel celofán enmarcado en gafas o lupas de cartón), consiguen un
efecto óptico que, a la hora de diseñar libros ilustrados en los
que buscar elementos o establecer diferencias puede ser un recurso
añadido como juego, es bastante interesante a la hora de diseñar
libros ilustrados.
Todo esto está
divinamente..., el problema viene cuando este recurso obliga a que la
literatura pase a ser paraliteratura, una en la que el juego eclipse
al valor de la palabra y no la complemente (soy más partidario de un
libro-juego y/u otro informativo sin palabras, a estos libros que no
sabrías en qué grupo encasillarlos). Sí, no voy a negar que son
divertidos y que tienen mucha aceptación entre el público (todo lo
que sea manipular elementos y descubrir cosas nuevas, tiene gran
acogida entre los niños), pero para mi gusto, es difícil hablar de
ellos como literatura.
No obstante, aquí les
dejo tres títulos de nueva hornada, bastante aceptables y más que
aptos como regalo navideño para lectores inquietos.
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