Aquí
todo el mundo es valiente..., sobre todo en el congreso. Henchidos de
razón y militancia (¡Qué asco de políticos! ¿De dónde saldrán?
Hay tanto baboso suelto...), se ponen a resoplar desde sus escaños
para montar un nuevo entremés mientras el capital se fuga a otros
paraísos más seguros y certeros. Lo mejor de todo es que nosotros,
los de a pie, cada vez estamos más contentos (esto de tenerlos
entretenidos nos está haciendo mucho bien en el epitálamo) a pesar
de dar buena cuenta de que, en el fondo, son pocos y cobardes.
De
valientes es acabar con la desidia, con los clientelismos, con el
anquilosamiento y la mendicidad. Hay que aupar al espíritu de
superación, al sacrificio personal (que se lo digan a los miles de
inmigrantes que vinieron a este país y aguantan carros y carretas
para alcanzar una vida mejor). Refugiarse en “el estado del
bienestar” para no velar por la riqueza común, es un suicidio
colectivo.
Valiente
es revisar el sistema fiscal de un estado que sangra a las clases
medias, a los funcionarios, a los autónomos y al pequeño y mediano
empresario, para favorecer a multinacionales y otros sectores muy
peseteros y poco loables. E igual de valiente es vigilar la
corrupción, sea a una u otra escala, y penar al que se aferre a ella
para medrar a costa de una sociedad que vive a pesar de estos
lastres.
Proporcionar
a los ciudadanos un sistema jurídico ágil, dejar a un lado las
laberínticas trabas burocráticas que entorpecen el buen
funcionamiento social, y dar una independencia real a jueces y
fiscales en su lucha por lo justo y equitativo, es igualmente
valiente.
Valiente
es actuar sobre la educación desde un prisma realista... Que vele
por los intereses de los ciudadanos, con una formación
participativa, clásica y de calidad, que busque alternativas reales
y aplicables para los alumnos perdidos, que se preocupe del respeto y
de los valores humanos, que no ponga parches, que sea eficaz
académica y económicamente, y, sobre todo, que no apueste por la
ignorancia.
Además
del esfuerzo y tesón de nuestros médicos y demás profesionales
sanitarios, el sistema asistencial español necesita una gestión
real y viable, asentada sobre premisas claras y concisas; nunca
concebidas desde el buenismo o la culpa. Valiente es hacerle frente a
las realidades sociales desde el sentido común pero sin olvidar
jamás los derechos humanos.
Valiente
es revisar los contenidos televisivos, los medios de comunicación de
masas y su omnipresencia. Gestionar de manera plural la oferta
cultural, apostar por lo diverso, no decantarse por el sesgo casposo
o progre, aupar la lectura en todas las edades, poner al servicio de
los viandantes la música, el cine y el teatro. Fomentar el
intercambio de pareceres y, sobre todo, la libertad.
Valiente
es dejar los prejuicios a un lado, alejarse de las tendencias
partidistas, el separatismo, la división, los intereses creados, los
grupos de poder y los corros de patio, para ver la realidad tal y
como es, para avanzar como país dentro de un contexto mutable. Y si
no se es capaz, también es de valientes levantarse del sillón,
dimitir e irse.
Y si
no les ha quedado clara mi concepción de coraje, arrojo u osadía,
aquí les dejo El pollito valiente de Robert Byrd, un título
muy válido, simpático, de corte clásico, tanto literaria, como
gráficamente que, editado por la siempre exquisita editorial
Juventud, nos hace llegar la idea de que un hombre con valor, siempre
hace una mayoría.
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