viernes, 31 de octubre de 2025

Personajes nocturnos


Llevo un desbarajuste monumental por culpa del cambio horario. Esto de despertarme a las cinco de la madrugada no es para mí. No hay derecho a la tortura que nos regalan los mandatarios europeos cada octubre. Debería tener graves consecuencias electorales.
Un día te levantas a planchar, al siguiente pones la lavadora, el otro te da por guisar… A este paso tendré la casa como los chorros del oro. Eso si no me topo con alguno de los monstruos que gustan de la noche y tengo que salir cortando como alma que lleva el diablo. O quizá no... Que estos engendros también sufren los males de la oscuridad. Y si no, que se lo digan al elenco que aparece en el magnífico catálogo elaborado por Javier González y el gran Lluïsot.


Ideal para celebrar esa fiesta anglosajona tan de moda en todo el mundo, este poemario habitado por brujas convertidas en cocineras mediáticas, extraterrestres enmadrados o niñas lobo que se desviven por la danza clásica, nos invita a jugar con las palabras (y las situaciones insospechadas) gracias a la ocurrencia de sus autores, una gran dosis de surrealismo y unas ilustraciones más que acertadas (la que aparece en la tapa es mi favorita). ¡Auuuuuuuu!

Acostado en su cama, Frankenstein
llama: ¡Papaaaaaaaaa!
porque tiene miedo y no puede dormir.
Entonces llega su papá, y mientras acaricia
la cabeza con tornillos de Frankenstein le dice:
No tengas miedo hijo mío,
levantarse los lunes para ir al colegio
solo existe en tu imaginación.

***

Los días de verano cada vez más largos.
Son las diez de la noche y todavía es de día.
Son las once y todavía es de día.
Son las doce y todavía es de día.
Son las veintisiete y todavía es de día.
Son las doscientos cuarenta y todavía es de día.
Son las siete mil y todavía es de día.
Los días de verano cada vez más
largos. Los vampiros
no se aguantan más las ganas de ir al baño.

Javier González.
Terror nocturno y Solsticio.
En: Mi padre es un hombre lobo.
Ilustraciones de Lluïsot.
2025. Madrid: Pastel de Luna.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Blexbolex vs. Rosalía


Berghain de Rosalía. No sé si le han echado un ojo. Yo sí y concluyo que es una intentona exagerada de esas quimeras pop que tanto ahondan en la provocación. Que si lo sagrado, que si lo mundano, que si la Virgen María y la anunciación del Señor. Ella, ella y siempre ella. Comprando, fregando, planchando. Mozart para empezar y Björk para terminar. Le ha faltado invitar a Wagner y David Guetta en ese horror vacui que se ha marcado. La catalana, sin jamón, que a fin de cuentas, es de lo más insulso.

Cuando Madonna coleaba, el mundo era un lugar mejor. Cuando Mónica Naranjo se dejó el agua oxigenada y le dio por la lírica, lo hizo dignamente. Hasta Lady Gaga supo embutirse en sus John Galiano y no terminar desnucada. Al menos hacían lo mejor que sabían, no como esta empresaria metida a cantante que se ha sacado el revoltijo que tenía en las tripas y lo ha servido en bandeja de plata a ofendiditos, tullidos emocionales y aspirantes a culturetas.

Haciendo gala de esa espiritualidad casposa que rellena occidente, los que hace unos años pedían la cabeza del Papa, ahora toman el té con esta beata contemporánea y se dan golpes de pecho como mártires de vanguardia. Al menos Britney Spears y Mariah Carey lo tenían claro: creyentes, pero a rebosar de miseria. Nena, si te humillas y te blanqueas, corres el riesgo de terminar como Katy Perry en una fiesta de mormones.

A mí, personalmente, la excentricidad siempre me ha parecido de un empobrecimiento creativo sin parangón, porque cuando la honestidad se recubre de esa pátina recurrente por la que tanta pobreza asoma, mejor retírate. Que a la larga, vivir cegado por tus pedos de colores suena a pataleta. Resumiendo: prefiero el one hit wonder sonando en bucle, a toda una vida dedicada a la mentira, ¡so’ pretenciosa!


Y desde esta sala de despiece en la que disfruto escuchando a Frank Ocean, Rusowsky o la Paquera de Jerez, me aferro a mis convicciones artísticas gracias a El tiempo del capitán Brett, lo último de Blexbolex (Libros del Zorro Rojo). Y es que este señor sí que sabe dar en el clavo sin tanto aspaviento.

En esta ocasión nos cuenta la historia de Hyéronimus, un chiquillo que por diversas circunstancias tiene que pasar un verano alejado de sus padres en casa de su tío Timothéus. Advertido por este y Mathilda, su sirvienta, de los peligros que entraña la ciudad, Hyéronimus se lo pasa todo por el forro y decide explorar calles, puertos y canales del lugar y, cómo no, acaba perdido. En esto que, como por arte de magia, aparece un barco pirata con una tripulación la mar de inquietante y liderada por el capitán que da nombre al libro. Hecho prisionero y obligado a participar en sus maldades, empieza una serie de aventuras en las que un secreto familiar es la clave.

La verdad que el libro da para mucho, pues utiliza referencias clásicas de la LIJ. El niño en su soledad, un tío con una vida desconocida y excéntrica, las historias de piratas y fantasmas, animales humanizados, el número 3 (tres encuentros y tres personajes) y un final que da para cavilar mucho. Todo se engrana a la perfección en las 176 páginas que lo componen y permite al lector disfrutar de un relato diferente y muy enriquecido, no solo gracias al lenguaje utilizado, sino a un discurso caleidoscópico en el que caben muchas interpretaciones.

Bernard Granger, verdadero nombre del autor, ahonda una vez más en la simbología para crear una atmosfera sugerente donde realidad y ficción se dan la mano gracias a misterios sin resolver. ¿Quién se esconde tras la máscara de la misteriosa niña que acompaña al capitán Brett? ¿Qué empeño tiene el dichoso capitán en coincidir con él? ¿Por qué Timotheus termina enloqueciendo tras la marcha de su sobrino? o ¿Cómo diantres sale volando una iglesia a modo de cohete? Son tantas las preguntas que se atisban en una lectura mitad juego mitad fantasía, que cualquiera se lo puede pasar en grande.

Y ahora, buceando en el significado profundo que me suscita esta narración pienso en voz alta que el capitán Brett no deja de ser un alter ego de Long John Silver, una reencarnación de ese espíritu travieso que aboga por la maldad, que reside en cada uno de nosotros y nos incita a trasgredir las reglas, a dejarnos llevar por nuestros deseos y abandonarnos a nuestra suerte más subversiva. Un tormento infantil que subyace en cada adulto y que, por arte de magia, puede despertar en cualquier momento por mucho que lo queramos controlar.

Si a todo esto unimos una cuidada puesta en escena que hace las delicias de los amantes del álbum, la novela gráfica y el objeto-libro, la cosa pinta muy bien. Una camisa con forma de mapa (un tanto indescifrable, como la vida misma), montones de referencias artísticas (me encantan los guiños a los edificios de Le Corbusier), una cubierta que simula esa bandera que tanto ondea entre las páginas, un papel de tacto apergaminado y crujiente, la tipografía enlazada y unas ilustraciones donde se intuye una técnica más clásica (lo suyo ya saben que es la serigrafía) construyen esta tarta deliciosa que deben saborear lentamente.

jueves, 23 de octubre de 2025

Asociaciones de ideas


Bien entrado el curso, los alumnos empiezan a sufrir con los primeros exámenes y las aulas se llenan de corrillos de alumnos que comparten sus conocimientos, histeria y miedo. Los hay más nerviosos y más tranquilos, más brillantes y más granujas, más estudiosos y más gandules, pero todos ellos necesitan desarrollar sus propias estrategias de estudio. Repetir como guacamayos, esquemas y resúmenes, montones de colores o memoria fotográfica. De entre todas ellas, mis favoritas son las asociaciones de ideas como las reglas mnemotécnicas.
Una asociación de ideas es el mecanismo mental que conecta pensamientos, imágenes o recuerdos con ciertos conceptos. Unos evocan otros gracias a una serie de principios, concretamente tres. El primero es el de la semejanza y que tanto defendió la Gestalt. Con este nuestro cerebro conecta elementos que comparten características comunes, como por ejemplo las tres franjas de Adidas. El segundo es el principio de contigüidad, en el que vinculamos conceptos que han ocurrido juntos en el tiempo o el espacio, como asociar una canción determinada con aquel campamento de verano. Por último tenemos el principio de causa y efecto que establece conexiones lógicas entre un evento y su consecuencia, como la lluvia y el arcoíris.


Y como los libros infantiles y la vida se funden en esta casa de monstruos, he aquí una creación para ilustrarles… Bastien Contraire, autor de genialidades como El intruso, se lanza de nuevo a la experimentación para sorprendernos con un álbum conceptual de formato considerable que se interna en los mecanismos discursivos en el ámbito del libro dirigido a prelectores y primeros lectores.
Así, cuando abrimos Los animales (editorial Kókinos) nos encontramos que cada página recoge un animal, pero el único rastro que podemos encontrar de él es su color. Ni líneas ni formas (¿Para qué? Si ya los conocen). Obviando la fisionomía de cada uno de ellos, el autor se centra en círculos cromáticos a través de los cuales hacemos pequeñas asociaciones de ideas que nos los presentan. Incluso se atreve a establecer diferencias en lo que a tonalidades se refiere. Entre el gris elefante y el gris ratón, el verde de la rana y el del cocodrilo, también juega con el blanco del oso polar (¿Acaso no es el mismo que el del papel?) y termina con un troquel que abre la imaginación gracias a un animal experto en camuflaje.


Quizá los adultos piensen que el público infantil puede recibir con extrañeza una obra como esta, pero lo cierto es que la abstracción supone un plus en lo que al aspecto lúdico del álbum, ya que ayuda al constructo de las ideas desde un prisma menos convencional y más creativo (cada cual que proyecte su idea como le dé la gana) en el que la curiosidad siempre es santo y seña. Así, da lugar a divertidos juegos de adivinanzas con el niño que, desde bien temprano asocia colores y objetos, igual que palabras y cosas.


Por último, un apunte… Aunque la edición en castellano opta por una tipografía en mayúsculas que es muy útil y facilita el aprendizaje, los amantes del diseño echamos de menos la original, ya que el autor hace todo un ejercicio creativo a base de letras ligadas que aportan calidez y personalidad al resultado final.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Jubilación, ¿suerte o desgracia?



Trabajo en un cementerio de elefantes. Sí, así se les llama a los centros educativos donde más de la mitad del profesorado roza la edad de jubilación. Y no es que sea gerontófobo, pero sí es cierto que las conversaciones que más abundan en los corrillos se refieren a ese tema.
¿Y tú, cuándo cumples los sesenta?... A mí me quedan tres años para cobrar la máxima… ¿Treinta y siete años en el cuerpo?... Pues yo pierdo seiscientos lereles si me jubilo… He escuchado de Fulano va a solicitar el reenganche, ¡qué avaricia! No, mujer, es que tiene a los dos hijos en paro… Todo así. Y yo, mientras los escucho, me planteo si la jubilación es una suerte o una desgracia.


Por un lado, hay gente que se encierra en su casa, se hunde en el sillón y ve pasar los días enfrente de la tele y de espaldas al mundo. Quizá porque ya no es nadie (N.B.: Los hay que necesitan palmeros), quizá porque se siente inútil, deprimida o deshauciada. El caso es que hay personas que se desconectan de la vida antes de tiempo y pasan las hojas del calendario con mucha desidia y resignación. Y si te pones tonto, te zampan a los nietos: el castigo a la inacción.
Por otro, tenemos a los que rejuvenecen lo nunca visto. Gente que se pasaba de baja año tras año, de repente, se ponen como toros y sonríen a la vida. Otros se lanzan como cuervos a las agencias de viajes, los clubes de jubilados y las universidades populares. Una suerte de vitalidad que abre las puertas a aficiones olvidadas o descubre nuevos caminos que transitar.


Sí, amigos, la jubilación se parece a un décimo premiado del Euromillón. Si tienes esa suerte (no olvidemos que algunos no llegan), actúa como si no pasara nada y déjate llevar por la actividad o de lo contrario, estás perdido. Aunque dejemos de ser productivos para el sistema capitalista, tenemos que seguir comiendo, bebiendo y socializando, como la protagonista de la última joya de Anouck Boisrobert y Louis Rigaud que ha publicado este otoño la editorial Kókinos.
Los tesoros de la hormiguita, que así se titula este leporello, es uno de esos híbridos entre ficción y no ficción que tiene mucha chicha. Cuenta la historia de una hormiga que a lo largo del camino de vuelta al hormiguero, va encontrando diferentes elementos. Una semilla de diente de león, una ramita, una larva extraviada y una pluma son los actores secundarios que participan de esta aventura cotidiana y que le sirven como excusa para interactuar con otros animales y establecer pequeños diálogos durante el recorrido.


En esta creación, los autores franceses optan por una historia a doble cara en la que el exterior y el interior terrestre se aúnan en un mismo objeto. Por un lado tenemos el suelo de un bosque cubierto por la hojarasca y por otro descubrimos un mundo subterráneo gracias a las galerías y madrigueras que tanto las hormigas, como otros animales utilizan como hogar.


En lo que al formato se refiere, el dúo formado en Estrasburgo incorpora un nuevo concepto al libro-acordeón utilizando dos pliegos unidos que les permite establecer juegos interactivos en los que solapas y troqueles permiten crear una sensación de profundidad gracias a esa apariencia de capas superpuestas donde la realidad se funde con la ficción.



Del mismo modo, eligen la técnica de la acuarela para la elaboración de unas ilustraciones que rozan el naturalismo gracias a una paleta de color muy acertada y que nos permiten diferenciar con claridad las especies de insectos que habitan este universo edáfico tan logrado. Una aproximación al concepto de ecosistema que merece muchas lecturas en esos ratos de (in)actividad que todos tenemos para transformar la obligación en trabajo placentero.

lunes, 20 de octubre de 2025

¡Bendita geología!


¡Dichosa geología! ¡Todos los cursos lo mismo! ¿Por qué a nadie le gusta esta ciencia tan útil y lógica? Ya sé que rocas y minerales pueden resultaros de lo más estáticas, pero, al menos, deberíais conocerlas, pues en ellas está la base de nuestra existencia.


La formación de la Vía Láctea, el origen del Sol, la teoría de los planetesimales, la estructura de nuestro planeta, cómo nos ayudan a conocerla los seísmos o el campo magnético terrestre, la dinámica de las capas que la componen la geosfera, los agentes geológicos externos e internos, su intervención en el modelado de la superficie terrestre, el clima y el suelo, los grupos mineralógicos, los tipos de rocas y el ciclo de estas, lo que aconteció en el pasado y los que sucede en el presente…
¿Qué no os parece interesante? Y si no las aplicaciones que tiene todo esto en nuestra vida diaria. Los sistemas de geolocalización, la planificación y edificación de obras públicas y viviendas, las prospecciones mineras, la intervención en las políticas de medio ambiente y planificación del territorio, los materiales de construcción, metales nobles y joyería, la fabricación de vidrio, la extracción de áridos, la prevención de riesgos naturales o el conocimiento del paleoclima son algunas de ellas.


Y mira que muchos intentamos darle alas a esta ciencia tan útil y estratégica, pero nada, tendremos que resignarnos un año más a ver las mismas caras de aburrimiento y desidia mientras Estados Unidos pretende explotar las tierras raras de Ucrania, China impide la independencia del Tibet para controlar el abastecimiento del agua potable, siguen los conflictos entre Perú y Ecuador para hacerse con una zona rica en petróleo o en Liberia y Sierra Leona continúan asesinando a cuenta de la extracción de diamantes.


Yo solo os invito a disfrutar del libro de hoy y darle una oportunidad a una aventura ambientada en el interior terrestre. Pataslargas, que así se llama el último libro de Matthias Picard que acaba de publicar Fulgencio Pimentel en su catálogo, nos cuenta sin demasiadas palabras las correrías de un personaje que, tras llegar a una isla, encuentra una cuerda que sobresale de la superficie del agua. Desciende por ella y se adentra en un pozo que lo lleva hasta las entrañas de la tierra.


Tras las aventuras de Jim Curious (o Curiosón) bajo el océano y en la selva, Matthias Picard nos ofrece una nueva y espléndida aventura tridimensional que, acompañada de las típicas gafas, nos sumerge en un universo subterráneo que, como en sus anteriores trabajos, tiene mucho de la obra de Julio Verne. Esa isla donde habita el volcán Snæfellsjökull, el orificio de entrada a las profundidades terrestres, esos bosques fúngicos, inmensas formaciones cristalinas, el mar subterráneo… Sin duda, este el reflejo del Viaje al centro de la tierra del escritor francés.



Ese intrépido y silencioso monigote bautizado como Pataslargas contrasta con el realismo de los decorados diseñados por el autor para un libro en el que conviven técnicas muy dispares como el dibujo, la fotografía o la cinematografía. Rotulador, esculturas de yeso, instantáneas a diferentes distancias focales y muchas modificaciones dan vida al pequeño gabinete de curiosidades que constituye el escritorio de un niño grande desde una perspectiva lúdica y sorprendente que embelesa a todo tipo de espectadores.

viernes, 17 de octubre de 2025

Autoestima contra el bullying


Acoso escolar. Regresa la polémica y, lamentablemente, otra vida se pierde. Todos damos buena cuenta de que la sociedad sigue sin funcionar, mientras enteraos de toda condición llenan los telediarios y los programas de actualidad para culpabilizar a este o la otra, alentar al linchamiento público y recetarnos montones de soluciones infalibles.
Como los docentes sabemos por dónde va la hebra, preferimos la cautela, dejar de frivolizar y sopesar las trabas que, desde el ámbito escolar, se nos plantean frente a un suceso de estas características.


Y es que el llamado bullying es un problema muy difícil de acatar por diferentes cuestiones. En primer lugar, abrir un protocolo de acoso supone un trastorno monumental, no solo para los implicados, sino para todo el ecosistema escolar. Entrevistas con acosadores y acosados, sus respectivas familias, compañeros varios, profesorado, mediadores, inspección educativa…
En segundo término, quiero apuntar a la inestabilidad de esa línea sobre la que discurre todo el conflicto. Delgada, elástica y sobre la que se balancean montones de actores y percepciones difícilmente valorables. Se lo digo porque, como tutor, he tenido dos experiencias de este tipo y el conflicto está asegurado. Una guerra en toda regla en la que, en vez de israelitas y gazatíes, están implicados vecinos, amigos o primos.
Por último, decirles que la culpa de todo no siempre la tiene la escuela. Aunque los centros educativos tienen autonomía, conociendo el funcionamiento y la estructura de un instituto, no se crean que es poco haber podido cambiar a las alumnas de grupo. Si cambiar de compañeros, profesores, itinerarios educativos y/o materias optativas son trastornos que muchas familias no están dispuestas afrontar, ni les cuento el traslado a otro centro.


Vamos, que la cosa no es tan fácil como nos la pintan en los medios, ya que son decisiones que están sujetas a montones de personas con criterios e intereses muy dispares. Por eso, yo siempre digo que, aparte de ponerlo en conocimiento del entorno escolar y tomar medidas oportunas e inmediatas, lo mejor en estos casos es alimentar la autoestima de los hijos y enseñarles cómo gestionar sus conflictos para que le den la vuelta a la tortilla. Quizá por eso, me ha gustado mucho el libro de hoy…
Titulado Yo soy Simona, este álbum de Antoine Dole y Magali Le Huche que acaba de publicar la editorial Kókinos, nos cuenta la historia de Simona, una niña de la que sus compañeros de colegio se mofan constantemente en el patio del recreo, ese lugar de libertinaje escolar donde suelen empezar las peleas cuando los profesores de guardia no están revoloteando. La llaman Simona la fea (Merece la pena echarle un ojo al título original y adivinar el guiño que se hace a una de las top models menos agraciadas de la historia) pero ella, extrañada, no entiende las razones que les llevan a pensar eso.


Cuando llega a su casa, se mete en el baño, se pone delante del espejo y es muy feliz con los maravillosos reflejos que ve de sí misma. Simona es una consumada científica, también es la mejor enfermera del hospital, un ninja astuto y veloz, una reconocida astronauta, la aguerrida exploradora que muchos quisieran ser o una domadora de fieras sin parangón. Tiene muy claro quién es y hasta donde llegará.


Con algunas referencias visuales (¿Han visto a Superwoman o los frescos de la Capilla Sixtina), unas cuantas personales (Simonas de toda condición) y mucha imaginación, los autores de este libro le dan una vuelta de tuerca a los dimes y diretes escolares para, con mucha inteligencia, transformar la realidad de la víctima en un universo lleno de orgullo con el que tapar la boca de quienes la insultan y critican, pues en esta vida, todo opinión es subjetiva.


Honesto, sin pretensiones ni demasiadas recetas, esta historia de acoso en la que no intervienen los adultos (N.B.: Se agradece la ausencia de paternalismo literario. ¡Los padres lo llenan todo de mierda!), aparte de apuntar a esos cazurros que siempre se meten con los demás en un alarde de ficticia superioridad (en el fondo no son nadie), regala una sonrisa triunfal a todo aquel que, ignorándolos, se ha hecho más fuerte.

miércoles, 15 de octubre de 2025

Trabajando por nada


“Creador de contenido”. Es lo que más se escucha en Instagram y TikTok. Pero ¿a qué cojones se refiere esta expresión? Si, a priori, nos ponemos a analizarla, podríamos pensar que son personas que generan ideas o recopilan información útil para determinado público. Parece que se refiere a gente creativa, reflexiva o cultivada en un área determinada. Entonces ¿seré yo un creador de contenido? Tal vez…
Lo chungo viene cuando le pregunto a San Google y me encuentro con algo como “profesional que produce material original y valioso (texto, video, audio o imagen) para plataformas digitales como redes sociales, blogs o sitios web, con el objetivo de conectar con una audiencia, construir una marca y alcanzar objetivos de marketing”.
Es decir, ¿para ser un verdadero creador de contenido he de sacar tajada? Entonces no, no soy creador de contenido. Lo que soy es gilipollas. ¡Con razón veía yo tantos actores porno, nutricionistas, entrenadores personales, psicólogos, fisioterapeutas, peluqueros, médicos y farmacéuticos en estos espacios! Todo el que tiene algo que vender está ahí publicitándose, mientras un servidor trabaja por amor al arte.
Y lo verdaderamente curioso es que mediadores (que sí viven de esto), escritores, ilustradores y editoriales se han acostumbrado a esa circunstancia y dan por hecho que debes seguir ahí por romanticismo, humanidad, compromiso y casi obligación, mientras los "likes" (el único pago que recibo) disminuyen temporada tras temporada. E incluso se creen con la libertad de corregirte, exigirte y censurarte.
Mientras a otros especialistas les montan talleres y charlitas o los “invitan” a semanas, ferias y jornadas, el aquí firmante se come los mocos y trabaja como un negro a cambio de cero. Quizá debería montarme una plataforma de pago o una newsletter en condiciones con la que pudiera monetizar mi trabajo... Ni eso, la peña es tan miserable que no me llegaría para pipas. Lo mejor sería echar el cierre, borrar todo mi contenido y que le vayan dando a todos esos que lo han utilizado sin ser capaces de mostrar una pizca de agradecimiento. He dicho.


Habrá que tomar ejemplo de La mujer multiplicada (o dividida), un álbum de Elena Losada y Amanda Mijangos que publica este otoño Ekaré y que nos cuenta la historia de una mujer alta y robusta que, además de aguantar a sus hijos, cultivar el huerto, alimentar a los animales y hacer las tareas domésticas, ayuda a sus vecinos con las ajenas. Una mujer en tres dimensiones que, deseando multiplicarse para ser más útil, se mira en el espejo y se convierte en dos por arte de magia. Un poco más pequeñas, pero pueden estar en más sitios a la vez. Y así, a base de reflejos y más reflejos llega el día en el que se transforma en todo un ejército de mujeres idénticas pero diminutas que siguen trabajando simultáneamente en un montón de ocupaciones. Pero llega el día en que empiezan a estar hartas y deciden volver a ser una, pero… un momento, ¿dónde está la 128? ¡Sin ella no pueden unirse!


Con un relato que respira algo de tradición (me encantan esas ilustraciones que recuerdan a los tejidos estampados, las frutas tropicales y el modesto mobiliario del otro lado del Atlántico), se podría decir que este libro se podría interpretar como una crítica al "multitasking" femenino y todo el estrés que conlleva. Que alguien sea capaz, no quiere decir que debemos exprimirlo hasta la extenuación. Del mismo modo, anima al descanso y el disfrute tras el trabajo bien hecho.


Guardas peritextuales a modo de prólogo y epílogo, el espejo como elemento mágico sin parangón en los cuentos de siempre, los juegos de simetría y muchas metáforas visuales (esa mujer edificada a base de otras mujeres, la casa de muñecas como reflejo de la realidad o ese guiño a la lectura me han sacado una sonrisa) articulan una historia colorista y vivaracha que merece un hueco, no solo en ese corpus sobre problemas sociales, sino en esa amalgama de obligaciones y placeres que es la vida.

viernes, 10 de octubre de 2025

Leer en los susurros


A veces leo libros que no alcanzo a escuchar con claridad. Unas veces me susurran muy bajito. Otras hay demasiado ruido. Y entre unas cosas y otras me pierdo entre las palabras que los arman. Y no es que no digan nada, pues dicen muchas cosas que te impregnan con fuerza, solo que, como si de otra lengua se tratase, no te envuelve la evidencia. Y piensas que la nitidez es un lastre, pero también un regalo, el de entenderse con la mirada a través de la niebla.


El de hoy es uno de esos libros que te habla claro y fuerte pero que no logras descifrar completamente. Sabes que en él hay tristeza, hay ensimismamiento, hay aislamiento. Pero también cariño, comprensión y una pizca de esperanza. Quizá ese sea el misterio de la poesía, alcanzar a todos gracias a un idioma ininteligible.


María José Ferra y Mariana Alcántara nos dan una lección narrativa que habla y cuenta, pero que también calla y silencia. Aves enjauladas, paciencia bordada en rojo, mucho espacio, sombras misteriosas, abrazos que consuelan, guardas peritextuales… Todo se articula para que cualquiera lea a su manera, pero todos alcancemos la esencia.

Soplo y despierto al único habitante del lugar.
No lo sabe, pero soy yo quien dibuja las nubes
y las cuelga sobre su cielo con un alfiler.

Yo, el que cada día, imagina una ventana para él.

Dentro de mis lágrimas hay peces blancos
que confunden el agua con el aire.

María José Ferrada.
En: La soledad de los peces.
Ilustraciones de Mariana Alcántara.
2025. Diego Pun: Santa Cruz de Tenerife.

miércoles, 8 de octubre de 2025

¿Espíritu crítico? ¿Dónde?


Este año me toca impartir una nueva asignatura. Investigación y desarrollo científico, que así se llama, consiste en desarrollar en los alumnos el pensamiento científico y ya se pueden imaginar ustedes que, con la juventud que tenemos, la cosa está difícil.
Yo siempre parto de dos premisas: la curiosidad y el espíritu crítico. Lo primero es intentar que ellos mismos se planteen sus propias hipótesis en base a cuestiones o evidencias fácilmente observables. A ojos de la ciencia, el mundo que nos rodea, la realidad es la única forma de alcanzar la verdad. El método científico dixit y así lo llevamos haciendo desde hace siglos. Es la parte que no se les da del todo mal. Lo peor se refiere al espíritu crítico…


A pesar de lo espabilados que son, tienen los ojos muy llenos de pan. La verdad es que ellos no tienen la culpa, sino más bien una sociedad que ha caído en picado gracias a una degradación educativa sin precedentes. La lectura instrumental ha caído en picado. El libro ha quedado relegado a un segundo plano, en parte, gracias a una administración subyugada a los intereses económicos de las grandes multinacionales. Ni textos académicos, ni periódicos. La diversidad de opiniones se ha esfumado porque la información procede de espacios completamente dirigidos como las redes sociales o plataformas digitales como YouTube (si los de mi época nos quejábamos de la televisión, agárrense los machos con Instagram o TikTok que dependen de algoritmos mucho peores). Y para más inri, aparecen unas tecnologías supuestamente facilitadoras. ChatGPT y otras “inteligencias” merman la resolución de problemas y la autonomía en el aprendizaje, minimizan el debate, así como la interacción entre ellos y crean nuevos sesgos (intencionados) u errores.
Por si todo esto fuera poco, no se olviden de cómo se han criado estos chavales: hiperprotegidos e hiperconsentidos. En definitiva, hay poca humildad, todo un lastre para esta faena de lo reflexivo, donde no hay cabida para los egos y las superstars de poca monta.


Estas son las razones por las que cada vez más valoro los libros que nos invitan a explorar senderos desconocidos. Y si lo hacen desde un punto de vista poético, como es el caso de La fábrica de las preguntas, mejor que mejor. Este álbum de María José Ferrada e Isidro Ferrer que acaba de ver la luz gracias a la editorial A buen paso, nos plantea un cuestionario muy juguetón al tiempo que explora el mundo a través de un puñado de animales. Pues como bien apuntan ellos La fábrica de las preguntas aparece a veces en un zapato y otras, entre las flores de la maceta.


Un ratón, un pato, un murciélago, un conejo, un zorro o un tigre se interrogan sobre hechos muy dispares. ¿Las pulgas extrañan el sol durante el invierno? ¿Toman leche las estrellas? ¿Suspiran las cerezas? o ¿Cómo sabe el gusano que hay una casa dentro de la manzana? Preguntas con respuestas de todos los colores y sabores que atraviesan la mente de lectores y espectadores gracias a un juego discursivo que combina dos lenguajes.


Por un lado, nos interpela de manera directa gracias a las palabras y por otro, también lo hace indirectamente gracias a unas imágenes elaboradas a base de collages con recortes de papel, cartón estampado y madera pintada que dibujan las figuras de veinte animales más o menos evidentes a los que ponerle nombre. Formas orgánicas e interrogantes líricos que nos sugieren y nos empujan a examinar el universo de las ideas, uno que suele permanecer apagado si nadie pulsa el interruptor.

jueves, 2 de octubre de 2025

¡No me des gato por liebre!


Llevo muy mal que me engañen, sobre todo a la hora de hacer la compra. Eso de que te gastes un dineral en unos tomates esperando que sepan a gloria y cuando les hincas el diente te encuentras con el sumum de lo insípido me saca de mis casillas. O cuando la dependienta te promete que esa camiseta que miras con recelo no va a encoger ni en agua hirviendo y a los dos lavados parece el top crop que llevaba Britney Spears en el parvulario. Y si no, los móviles y derivados…


En definitiva, hay que andarse con mucho ojo porque, a la menor distracción, te la meten doblada. Y no es que yo desconfíe de los comerciantes, pero me gusta estar informado y sopesar pros y contras. Como dice mi padre, soy muy mirado, sobre todo porque me cuesta mucho trabajo ganar cuatro duros, como para que llegue un tendero y se aproveche de mí. Al menos, espero honestidad. Y si no, que se preparen…


Lo primero es que un servidor, con sus cuartos va donde quiere. No le rindo pleitesía a nadie por muchos años que sea cliente suyo. Si reincide en sus amaños y apaños, que se olvide de mí. Lo segundo es que ya sabe el que me conoce, que rostro tengo y lenguaraz soy un rato. ¡Ay de ti si me vendiste los mejillones en mal estado, la silla coja o el reloj escacharrado!


Eso sí, cualquiera puede errar o equivocarse y con una disculpa y buena disposición, el entuerto puede enmendarse. Hay veces que muchos productos vienen defectuosos desde la propia fábrica y procede el cambio, otras que los alimentos no son lo que parecían y hay que compensar al cliente o que simplemente ciertos objetos no son lo que esperábamos cuando los sacamos de la caja y queremos cambiarlos por otros.


Precisamente en esto se basa el ¡Ay, caramba! de Michael Rosen y Helen Oxenbury, un libro con mucha sorpresa y guasa que acaba de publicar la editorial Ekaré en nuestro país. En este álbum, un chavalín va a la tienda a comprar zanahorias y tras esperar una hora, el dependiente le entrega un paquete, pero cuando llega a casa y lo abre ¡se encuentra un loro que no para de parlotear! Más tarde quiere hacerse con un sombrero, pero al abrir su envoltorio se da cuenta de que es un gato que maúlla. Así, los equívocos se suceden una y otra vez, hasta que la casa del protagonista parece un zoológico en el que los animales se llevan a matar. ¿Qué hará para solucionarlo y al mismo tiempo recuperar todo lo que ha ido a comprar?


Los creadores del mítico Vamos a cazar un oso, nos sumergen esta vez en una historia acumulativa donde una concatenación de errores convierte el resultado en un desastre monumental bien simpático. Gracias a rimas sencillas, onomatopeyas animales y los juegos de adivinanzas que esconden las páginas (N.B.: Aparte del objeto-libro ¿se han fijado en las pequeñas pistas que sobresalen de cada paquete?), este álbum con frases mágicas incluidas (Me imagino a todos los niños repitiéndolas, e incluso cambiándolas a su antojo, y reboso de felicidad) es una apuesta inmejorable para prelectores y primeros lectores que quieren jugar e interactuar con las palabras y el disparate.


Ilustraciones de corte clásico que nunca pasan de moda, guardas peritextuales, la alternancia de imágenes enmarcadas y otras que no (les dejo que piensen su efecto en la lectura), fauna doméstica y no tan doméstica (¡Peligro, peligro!), una caracterización inmejorable de todos los personajes (fíjense en los gestos de humanos y animales y esbocen una sonrisa) y el acto cotidiano de hacer recados (¿A qué niño no le gusta ir a comprar el pan o la fruta con las manos llenas de calderilla?) convertirán este álbum en el favorito de muchos lectores. Yo incluido.