viernes, 21 de septiembre de 2012




Dadas las escasas muestras de cariño que se han sucedido tras mi regreso al cibermundo de la LIJ, me han entrado unas irresistibles ganas de echar el cerrojazo y olvidar la llave de todos los libros en el fondo de algún agujero oscuro, polvoriento y recóndito…, pero como soy una bellísima persona, he preferido pensar que seguirán luciendo palmito en alguna playa de la Riviera Maya, recorriendo el Kilimanjaro o compartiendo safari africano con cierto monarca europeo… ¡Y cuidado!, ¡No vayan a matar ninguna jirafa!

De la sabana la grandiosa diosa
vive encogida en una escasa casa,
mientras la vende o la traspasa pasa
las horas como mariposa. Posa

su larga lengua en la olorosa rosa,
muere de amor mientras amasa masa
de pan de avena que a la brasa asa,
pues esta altísima y hermosa osa

ser la más sílfide y fragante ante
los jóvenes de la manada. Nada
mejor para su campesino sino

que otra jirafa suplicante cante
su amor por ella y su camada amada
ponga por fin en su destino tino.

Raúl Vacas.
Niña jirafa. Soneto con eco.
En: Niños raros.
Ilustraciones de Tomás Hijo.
2011. Madrid: SM.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Regresando con monstruos y ogros


Ya era hora de que regresara del irreal mundo veraniego -para lo que he hecho acopio de un gran número de bártulos lingüísticos e irónicos-, y tomara posiciones para los meses venideros, que si no falla la bola de cristal que me he feriado este año, se presentan con bastante oleaje… Pero antes, el mamoneo de rigor: ¿Cómo están ustedeeeeees? Espero que capeando el temporal, ese que arreciará en breve, según cuentan las agoreras cabañuelas. 


La verdad es que la cosa está muy mal y “el conjunto de la ciudadanía” (N.B.: ¿Algún político sabe hablar en este país? ¿Algún periodista puede dejar de parafrasear a los políticos? ¿Algún televidente puede empezar a leer?) prefiere visitar la aldea y hacer jabón con la pringue de los chorizos, que gastarse el “Plan Prepara” en El Corte Inglés… No sufran, aquí viene un servidor, el superhéroe de las letras infantiles, ese que va encorsetado en un refajo manchego (¡Y pensar que algunos de ustedes me hacen de otras tierras!), para rescatarlos de la inmundicia que nos rodea y llevarlos hasta esa orilla donde viven los monstruos.


Y por empezar el curso académico con buen pie, el plato principal de este menú semanal amenizado de ácidos sabores, les recomiendo un clásico con el que me he topado recientemente (seguro que alguno de los blogs amigos ya ha agitado este libro ante sus narices, pero no importa, cuántos más seamos, más se nos oye…), el ¡Shrek! de William Steig (Blackie Books).


Aunque yo prefiero obras como Doctor De Soto, Irene la valiente o Silvestre y la piedra mágicdonde la pericia infantil es más que manifiesta, este álbum ilustrado, se ha convertido en uno de los más conocidos por ser el más alocado de este autor y, sobre todo, por haber sido adaptado al cine de animación de la mano de DreamWorks con ciertas licencias edulcoradas que a mí personalmente no me gustan nada (Por cierto, hagan click en este enlace para más adaptaciones al cine de animación). 


En esta historia, el artista de origen polaco-judío, narra las aventuras de Shrek, un ogro malhumorado, buscaruidos, tontarra y verde que, despedido con una patada en el trasero de casa de sus padres, va en busca de su particular princesa alentado por las palabras de una bruja. En su camino se encontrará con todo tipo de personajes y dará buena cuenta de un carácter horrible.


Echando mano del viaje iniciático, Steig compone una fábula moderna en la que resuenan elementos argumentales de los cuentos clásicos (con una estupenda vuelta de tuerca, claro está) y el Frankestein de Mary Shelley. Como es costumbre en sus obras infantiles, Steig incorpora sus tonadas y rimas para imprimir dinamismo y juegos verbales en las lecturas.
Lo absurdo, la parodia, el humor blanco y los clichés se conjugan a la perfección logrando su objetivo: divertir a cualquiera que se atreva a abrirlo.


Y ya saben, como todo quisqui lo conoce, algún bibliotecario avispado puede echar mano de él para conmemorar el fallecimiento de su autor durante este 2023, y de paso, envenenar con las palabras a los lectores del mañana.

miércoles, 13 de junio de 2012

La realidad del país y los secretos de un maestro



Siempre había creído que el gobernante, como cualquier profesional, cobraba por trabajar para los “ciudadanos” (¡qué palabra tan fea!). Craso error si tenemos en cuenta que la llamada clase política, además de enriquecerse por deshonesta, lo hace por viciosa y corrupta, una evidencia ante la que el público replica “Bienaventurados ellos que pueden hacerlo”.
Mientras los japoneses empujan la industria del videojuego y la economía española se sumerge en mitad de una tempestad en la que unos pocos se mantienen a flote, ideólogos y partidistas de toda inclinación, imponen al funcionario público putadas de cualquier índole basadas en el consabido beneplácito de las clases bajas, ese lumpen corroído por la insana envidia que asola este país. Y así ocurrirá por los siglos de los siglos, amén de una industria diezmada por las reformas europeas y una banca que viste salvavidas estimados en cien mil millones de euros –no se olvide de la fecha de caducidad...-.
También podemos hablar estos días de llevar al paredón a todos los maestros (era raro… no tanto a los médicos, se ve que esos tienen cogida la sartén por el mango -o al toro por los huevos-)… Por gandules, por las vacaciones que disfrutan, por la cantidad de deberes que sufren los alumnos de este país -poco se nota…- y por los coches que conducen (N.B.: ¿acaso no sabrán los envidiosos esa de “rebota, rebota y en tu culo explota”?)… Un servidor, en su sino de maestro, lleva grabado a fuego eso de “pásalas canutas, te lo mereces”; por lo que obviaré todas las horas de estudio, todo el dinero invertido en aprendizaje (no sé si me hubiera aprovechado más un fisioterapeuta), todos los exámenes, todos los kilómetros que acarrea mi cuerpo, todas las noches que duermo fuera de lo que llamo hogar, todas las horas que prescindo de los que me quieren y todo el esfuerzo que he hecho; tomaré buen asiento (allá donde me destierren… ¡como si no tuviera ya bastante!) pondré cara de tonto y, atónito, veré discurrir los acontecimientos que se cernirán sobre este país en los próximos años.
Y a todos aquellos encumbrados por los votantes -que no por el currículum vitae- que piensan que tras mi oficio de maestro se esconde la mejor de las vidas secretas, les dedico un libro gracioso, esta canción de desilusion y un pedo maloliente.

martes, 12 de junio de 2012

Cuando nacen los cuentos...




Cuando un cuento nace, un momento se congela, callan los hombres y una palabra brota. Las palabras se enredan en el alma, se prenden al viento y corren por el mundo. Un mundo de detalles infinitos, sensaciones olvidadas y lugares perdidos. Perdidos y encontrados, fingidos o reales, que vuelven a la vida. Una vida que, a veces áspera, a veces mullida, queda encerrada en los cuentos que congelan los momentos y hacen callar a los hombres.

jueves, 7 de junio de 2012

Preparando la celebración...




Mañana por fin terminaré los exámenes y para celebrarlo, creo que me voy a dar un homenaje gastronómico, aunque sólo sea para consolarme (esperemos no caigan muchas, ¿verdad?)... Y con tal de hacerles sentir cierta envidia, aquí les traigo el menú que Carmen Gil ha ideado para la celebración:


De primero, lo mejor:
arco iris al vapor
con salsa de nubes rosas;
del cielo, las más sabrosas.

El plato fuerte del día,
sonrisa al baño María
con guarnición muy picante:
un rayo de sol brillante.

Como postre, beso helado,
con una galleta al lado.
Y para los más glotones,
tres bombones de achuchones.


Carmen Gil.
Menú fantástico.
En: Versos de cuento.
Ilustraciones de Gusti.
2012. Madrid: SM.

lunes, 4 de junio de 2012

De cómo no morir estudiando




Tras ese paréntesis inaceptable al que últimamente les tengo acostumbrados (¿quién iba a pensar que un servidor llegara a ser tan inconstante?), hago un alto en esa carrera a contrarreloj llamada “exámenes de junio” y me dispongo a comentarles que si hubiera de morir, la forma más cruel sería estudiando… Sí, sí… Unos mueren atiborrados de pasteles y otros de perdigones, unos rodeados de mierda y otros en el fondo del océano, el de más allá, colgado de un pino y ese desgraciado atravesado por un rayo, pero… ¿alguien se imagina diñarla hincando los codos?
Yo he llegado a planteármelo los días pasados, esos en los que las agujas del reloj daban trompicones de vértigo mientras anunciaban como se acababa mi tiempo, mientras vaticinaban que pronto llegaría mi verdugo (mejor llamémoslo examinador) y haría rodar mi cabeza por los pasillos del centro asociado de la UNED… En fin, una metáfora que corretea por las mentes de los malos estudiantes que, como yo, esperan hasta el último momento para memorizar las cuatro cosas que salven su trasero del patíbulo septembrino, última oportunidad para eludir la segunda matrícula con la que Wert y sus secuaces nos castigarán por ineptos y confiados.
No se asusten… Mirándolo con una media sonrisa, siempre podemos hacer lo que ese rey: atrapar a la muerte y olvidarnos de su existencia, para que cuando el último grano de arena cayese de lo alto, nuestra vida (aunque solo fuese la intelectual) siguiera brotando… Un camino que, como bien nos hacen ver Koos Meinderts, Harrie Jekkers y Piet Grobler en La balada del rey y la muerte (Adriana Hidalgo Editora, colección Pípala), no es más que una solución carente de sentido, pues la muerte, sea esta figurada ante un examen o literal en un infarto cardiaco, siempre imprime orden al tiempo y sentido a la vida.

viernes, 25 de mayo de 2012

De copias y originales



Una vez transcurridos cinco meses desde la toma posesión del nuevo gobierno, teniendo en cuenta el modesto número de seguidores que tiene este lugar, y cantando esa de Nino Bravo con mucha cautela, me dispongo a hilar una disertación sobre la creatividad…
Todos nos creemos la mar de originales -yo, el primero…-. En este país nos pasamos la vida inventando cosas nuevas o, en su defecto, robándole las ideas al vecino mientras éste se echa la siesta… Y como en la facultad me enseñaron a aportar evidencias con tal de vislumbrar el ansiado conocimiento empírico, les ilustro esta falta de innovación con una serie de recortes... (¡Ups, perdón!, ¡quería decir “pruebas”!): a) aumentar la jornada laboral, b) disminuir el salario a los funcionarios, c) eliminar contrataciones temporales, d) cobrar el peaje de vías rápidas, e) imponer el co-pago sanitario… Todas ellas, podría decirse que son medidas anticuadas, recurrentes y facilonas que se aplicarán durante una legislatura que, como tantas otras, me ha decepcionado sobremanera… (¡menos mal que se me olvidó votar!).
No se equivoquen, señorías: quien crea, arriesga. Sin cojones, no hay creatividad. Quien no imagina, jamás verá lucir una idea. Y  ustedes, de un bando y de otro, carecen de ellas. El que piensa, quién discurre, puede que se acerque al éxito, en cambio, el hombre pusilánime, el temeroso, está perdido.
Es por ello que el que cree en lo que hace, quien invierte su tiempo en darle otra cara al mundo, obtiene recompensas mayores, aunque estas no sean instantáneas y tengan un reconocimiento tardío, como en el caso de la autora alemana Hannah Höch, una fotógrafa y artista que quiso revolucionar el mundo de los libros para niños y a la que el tiempo, le ha regalado una sonrisa gracias a su Álbum ilustrado (editorial Gustavo Gili), un pequeño catálogo de quimeras y otros seres poéticamente sobrenaturales.

lunes, 21 de mayo de 2012

La justicia por su mano





Durante el fin de semana pasado, además de podar (no se me ocurre otro verbo más visual) mi barba, cortar el poco pelo que cubre mi cabeza, ejercitar un poco los músculos y bucear entre toneladas de ropa sucia, he sido testigo de primera mano de un hecho que me ha dejado atónito y que, a continuación, les relato… Estaba yo compartiendo risas y alguna cerveza vespertina con unos amigos, y dos de ellos decidieron salir fuera del local de copas a tomar el aire para dedicarle unas bocanadas de humo al cigarro, cuando la persona (por llamarle de alguna forma) sobre la que recae la (in)seguridad de dicho bar, decidió propinarle un empujón y dos galletas a uno de ellos. Evidentemente, entre las hostias y el cigarro, hubo unas palabras, de incitación más que amables, de este individuo hacia mis amigos, cosa que no convenció a los policías nacionales que al lugar de los hechos acudieron, ya que, en vez de defender al magullado, se dedicaron a ofrecer todo tipo de gestos cariñosos y alabanzas al homínido encargado del derecho de admisión. Ante semejante estampa, uno se debate entre empuñar un machete y descuartizar a los que integran los llamados Cuerpos de Seguridad del Estado (N.B.: Y que según el Sr. Rajoy no se merecen la bajada de salario que nos aplican al resto de funcionarios…) o enrolarse en la marina mercante e irse lejos de una nación cutre en la que cualquier ex­legionario de los países del Este que cuida del orden de un garito que apesta a colonia barata y al que cualquier chotona minifaldera podría asesinar con un caramelo bañado en cicuta, tenga más credibilidad que un ciudadano de comportamiento intachable… Así nos va…
Por todo ello, haciendo alarde del individualismo más castizo y siguiendo el ejemplo de ese oso serio y firme que va buscando su gorro rojo en la obra de Jon Klassen, Yo quiero mi gorro (editorial Milrazones), les conmino a que en época de crisis, aboguen por tomarse la justicia de su mano (antes de hacerlo asegúrense de no estar bajo los efectos del alcohol o los psicotrópicos) y repartir equitativa, proporcional y severamente los castigos que crean menester.

viernes, 18 de mayo de 2012

Abecedario minero



Hoy no hablaré de cómo se dejó de extraer el cinabrio en Almadén a instancias de unas directivas europeas que encubrían una estrategia especulativa por parte de estadounidenses y chinos; tampoco hablaré de la intención de cerrar la Escuela de Ingeniería de Minas de Almadén tras 235 años de historia; ni mucho menos les haré saber que cuando a un pueblo se le despoja de identidad, sólo le queda la esperanza… Hoy, únicamente les hago llegar este abecedario, para que sepan que todavía quedan palabras que saben a mina… y que hay ojos que siguen llorando mercurio.

Z de Zaca
V de Vírgula
T de Trasdós
S de Solera
R de Rondana
P de Picayo
N de Nivel
M de Malacate
L de Legra
J de Jufa
I de Inundación
H de Hitones
G de Galga
F de Forzado
E de Entibar
D de Desatierres
CH de Chiflón
C de Cangilón
B de Baritel
A de Almadén*

*Díez De Revenga Torres, Pilar. El léxico de la minería a través de un diccionario inédito del siglo XVIII.
*Díez De Revenga Torres, Pilar & Puche Lorenzo, Miguel Angel. La Colección de voces usadas en la minería, edición y estudio de un manuscrito anónimo del siglo XIX.

martes, 8 de mayo de 2012

Cuando mueren los monstruos...



Sigo soñando con esos monstruos amables que se escondían en mi niñez, deseando ser uno de ellos… Y así rondar por la vida de otros, deambular con la tranquilidad de los ancianos y la ligereza de los niños, ser libre, sentirme especial… Así son los monstruos… Únicos. Irrepetibles… Y por mucho que nos pese, no hay razones que expliquen esta naturaleza…
Cuando un monstruo nace, una ventana se abre, y deja pasar a su través toda suerte de vendavales que, envolviéndonos en un agitado vaivén, nos impregnan de él, de su infinito lenguaje, esa magia que no desaparece de este mundo, aun cuando cruza a la otra orilla pagando un triste peaje…
Sic tibi terra levis, Maurice Sendak.

lunes, 7 de mayo de 2012

Yo no conocí a Muelle...



Yo no conocí a Muelle, era muy joven. Pero sí a otros. Otros que firmaban en los muros de mediados de los 90, otros que pintaban cualquier resquicio de las tapias recién enlucidas… Por aquel entonces no había hip-hop en nuestra lengua y los aficionados se volvían locos en las tiendas de discos buscando a Kriss Kross, Def Jef, Snoop Dogg, Salt’n’Pepa o 2Pac, cantantes y grupos que muchos importaban gracias a los canales de pago, el único programa radiofónico especializado, o a través de amigos que se habían ido a hacer las Américas. Entonces, ser un b-boy, era, más que costoso, caro.
El hip-hop en castellano llego luego, con Ari, SFDK, Violadores del Verso, Frank T o Nach. Rimas variopintas que fueron calando en juventudes que, pese a la cercanía, me iban quedando lejanas. Los grafiteros perdieron la esencia, buscaron la estética y encontraron la notoriedad: nuevos estilos, nuevas huellas del arte callejero que, alejándose de la clandestinidad, no hurgaban en los sueños de una adolescencia que empezaba a cambiar. Un estilo de vida, una religión, había pasado a ser, sin más, una moda en la que Pull & Bear y Berska habían hundido su inmensa zarpa.
Queda poco ya del sonido de la bola de metal que zurría en los espráis de pintura, quedan ya pocos trazos rápidos y mágicos sobre el hormigón desnudo de los puentes… Tan sólo los vagones de mercancías tapizados por cientos de firmas que se amontonan a las entradas de las grandes ciudades, dan fe de aquellos pioneros que, como Muelle, fueron testigos de un movimiento juvenil que tomo la calle como escenario.
Es difícil creer que otra cultura urbana sea capaz de aunar disciplinas artísticas, como música y pintura, bajo un mismo concepto. Es difícil creer que los hombres del mañana aporten semejante montaña de libertad colectiva bajo el individualismo que predica un solo nombre, un solo tag… Es por ello que, hasta que otros jóvenes inventen otro modo de hacerse oír, hasta que, de una tierra abonada de descontento, broten otras flores de otros colores (más que harto me tienen los que abogan por resucitar republicanismos, jipismos, nazismos, marxismos, fascismos y pacifismos… ¡un poco de imaginación!) seguiré acunándome con esa que dice “… ¿Quién es un héroe? ¿Un auténtico, único, que cuida cada día de ti sin ningún pánico? Grande, rápido… ¿No sientes sus latidos? No busques otro Superman que el tuyo va contigo. En la calle, en el trabajo, donde quieras, hay una persona que mientras vivas estará a tu vera. ¿Qué te esperas? ¿Alguna historia peliculera? Piensa, recapacita, ¿o es que no te enteras? Tú eres tu héroe…”.

GÓMEZ SOTO, Jorge. 2010. Yo conocí a Muelle. Madrid: SM. Colección Gran Angular. 256 pp.

miércoles, 2 de mayo de 2012

¿Conducir es fácil?



A todos aquellos que no tienen permiso de conducir o han sufrido horrores para obtenerlo


¿Es el carné de conducir una bendición o un castigo? De entre las obligaciones que marca nuestro Estado, es, con muchos honores, la más democrática, ya que, tanto los de alta cuna, como los de baja cama, tienen que apoquinar el precio estipulado por las tan odiadas autoescuelas, y presentarse a los exámenes tantas veces como sea menester para obtener la deseada calificación de “apto”. Esta claro que el sistema de obtención de esta licencia en nuestro país es un negocio en toda regla… Tráfico, inspectores médicos, profesores de autoescuela…: todos quieren que aflojemos la cartera, y así pasa, que en época de vacas flacas, ni El Tato se saca el dichoso carné.
En cualquier caso, analicemos el tipo de personal que acude a las autoescuelas del país, seguramente la mejor de las materias primas para elaborar varias tesis doctorales… Por norma general, el alumnado en estos centros de formación, ronda los veintitantos, aunque siempre hay alguno en primera fila que sobrepasa la cuarentena y que, a base de preguntas que jamás saldrán en el examen y pagar las tasas una docena de veces, obtiene ese papelote que otrora lucía rosa. Entre inmigrantes necesitados y algún que otro energúmeno becado por el INEM (¡menos mal que ya se acabaron tales subvenciones!), destaca esa niña bien del barrio a la que papá le ha regalado un Mini, un automóvil que terminará por conducir el novio de turno. También esta Pepito, ese chico tan majo que, aunque no obtendrá el certificado de E.S.O. jamás, está la mar de aplicado en estos menesteres, actitud que propiciará el henchido orgullo paterno y los desmesurados deseos carnales de las “honeys” del barrio. Más allá, jugando con el móvil, está La Mari… Incorregible… Se ha matriculado cinco veces en la autoescuela y se ha desmatriculado otras tantas, debido a inconfesables razones que, sobre un péndulo, la acercan y apartan del maravilloso mundo del automovilismo. Dos amigos, en un alarde de sacrificio, han decidido invertir los ahorros de toda una vida para intentar circular con un camión y así facilitarles las cosas, una vez que esto despegue en septiembre… Y así, uno tras otro, llegamos a un chico que sin saber porque, pasará los dos meses de verano intentando hacerse con un trozo de plástico que, según todos dicen, le abrirá nuevos caminos, nuevas sendas, que den alas a su libertad.

Pérez Hernando, Fernando. 2012. Conducir es fácil. Barcelona: A buen paso.

lunes, 30 de abril de 2012

Viajando con los alumnos



A mis alumnos de 1º y 2º de E.S.O.

Lo de viajar se ha convertido en una moda espantosa que corre como la pólvora entre todos los estratos sociales. Agencias de viajes, paquetes de vacaciones, vuelos baratos y todo tipo de ofertas se agolpan en el ciberespacio esperando que algún desairado decida invertir sus ahorros en unos días de placer -o sufrimiento…- con tal de desconectar de la tan odiada rutina (¡con lo que a un servidor le gusta!). Ahora todo el mundo quiere andar dando tumbos por lo más recóndito del mapa y empaparse, como decía Kapuscinski, de humildad.
Aunque parezcan lo mismo, hacer turismo y viajar son dos acciones diferentes. La primera, más vulgar y quebradiza, está al alcance de cualquiera, la segunda, profunda y cargada de hondas emociones, sólo la experimentan unos cuantos afortunados. Esto no quiere decir que el turismo, puntualmente, se vista de viaje, cosa que rara vez ocurre... ¡Y menos mal!, porque son tantos los que prefieren el sol, la playa, los barcos de siete cubiertas y la cena del capitán, que ya nadie da un paso adelante para vivir un poco más, ni tan siquiera los embobados jóvenes que vegetan en los pupitres de nuestra nación… Afirmo esto cabreado por la desidia y dejadez, que no sólo, ha envenenado a mis alumnos, sino a toda una sociedad, en la que incluyo a padres sobreprotectores y absurdos y a docentes hastiados y egoístas, que deja pasar trenes ante sus narices, que probablemente no estén llenos de lujo y glamour, pero sí acarreen algo de experiencia y humanidad.
Señores y señoras. Niños y niñas. Cuando un maestro viaja con sus alumnos, no sólo está depositando su tiempo y confianza en los que le acompañan, está intentando dejar su poso en el recuerdo, regalando su huella al futuro…, para que los que cumplan años crezcan y para que aquellos que envejecen no pierdan la esperanza.

Faber, Arianne. 2012. El viaje. Barcelona: A buen paso.

miércoles, 18 de abril de 2012

Cambiar de residencia


Existen profesiones que requieren cambiar de lugar de residencia constantemente dependiendo de las necesidades del servicio prestado o por otras cuestiones de carácter voluntario como son los concursos de traslados. Policías nacionales, guardias civiles, maestros, auxiliares administrativos, médicos, y un sinfín de profesionales más, están más que acostumbrados a mover su hogar tantas veces sean necesarias con tal de sobrevivir. 
Ello conlleva más de un disgusto, trastornos de toda índole y una rápida capacidad de adaptación (¿Qué acaso valora alguien?), no sólo del individuo en cuestión, sino de todo aquel que le acompañe, sea este cónyuge, hijo, suegra, perro o gato. Y centrándonos en los hijos de estos nómadas de hoy en día, abandonaremos al resto a su suerte…


Cada año pasan por mis clases alumnos que se han recorrido la mitad de la geografía española a tenor de las mudanzas laborales de sus padres. Todos comentan la facilidad que han desarrollado a la hora de entablar relaciones sociales con sus compañeros… “La primera vez es duro”, decía uno, “pero cuando lo has hecho dos, tres y hasta seis veces, ni te lo planteas”… 


Bien pensado, para un crío es impactante entrar por primera vez en un aula en la que no conoce a nadie y todos se conocen entre sí. Sentirse un bicho raro estudiado por la cautela de los demás por unos días, no debe ser plato de buen gusto. Conforme pasan los días, esa sensación de extrañeza va cambiando y se empiezan a atisbar las primeras sonrisas, las primeras palabras amables, para finalmente, formar parte de ese todo que se mueve a tu alrededor. 


Este es el proceso que Jaime Buitrago y Rafael Yockreng han querido utilizar como hilo argumental en su libro Eloisa y los bichos, un álbum ilustrado poco habitual (tiene cierto gusto a ciencia ficción, un ligero sabor kafkiano, la misma gama de color que las obras de Da Vinci…) y editado por el buen hacer de El Jinete Azul, que pretende plasmarlo, no sólo desde un punto de vista infantil, sino también remitirla a adultos que, como un servidor, cambian de lugar de residencia cada curso escolar.

lunes, 16 de abril de 2012

Deconstruyendo mitos... Leyendo realidades....


En varias ocasiones he hablado en este lugar de la Literatura que las distintas facciones ideológicas llaman propia, lo que viene a desembocar en una dicotomía cultural que, más que enriquecer a sus acólitos, los distrae y enreda en una vorágine contradictoria de dimes y diretes. Si a todo ello añadimos el favor que la propaganda presta a estos ismos, el empobrecimiento del lector es tal, que no distingue entre Esquilo y Bernard Shaw…

Todavía no he visto el documental dirigido por ese gurú del progresismo llamado Michael Moore y que se bautizó con el mismo nombre que la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, temperatura a la cual arden los libros. Supuestamente, este director de cine estadounidense intentaba establecer una similitud o paralelismo entre el argumento de esta obra con la política que Bush hijo desarrollaba en los EE.UU. hace unos años, cosa que, aunque sea un despropósito, me parece muy respetable… Como buen norteamericano, sabía lo que el público necesitaba y, automáticamente, fue encumbrado y jaleado por unas masas que jamás leerían el homónimo relato, dejando así su razonamiento y sentido crítico a merced de lo que este señor, bien listo sea dicho de paso, les hiciera creer.

Como un servidor prefiere leer y, a la postre, opinar por sí mismo, aquí me tienen, intentando lavar la imagen de una obra literaria correcta y muy renombrada… En Fahrenheit 451, el casi autodidacta Ray Bradbury, además de plantear un escenario futuro (fíjense en que no he utilizado la palabra futurista… ¡qué malo soy!), minado por la desidia y el despropósito, realiza un gran discurso sobre la memoria, esa que planea siempre sobre el ser humano y que ha sido custodiada en los libros por mero azar (digo por azar, ya que si no hubiese sido en forma de libros, se hubieran inventado otros objetos para ello). Muchos son los que hablan del autoritarismo, de la siembra de la ignorancia entre los ciudadanos para erigirse con el poder o de otras mezquindades, pero a mi entender sólo habla del Recuerdo… Sí, sí, ustedes digan que esa situación nunca pasaría con gobiernos izquierdistas, esos que usan la misma propaganda, deterioran el mismo sistema y emplean las mismas tácticas que sus opositores… Sí, sí, ustedes defiendan a los gobiernos de derechas, esos que aprueban las mismas leyes, dictan las mismas sentencias e ignoran a los mismos ciudadanos que sus opositores…

Sea como sea, Bradbury grita al ciudadano, al lector, que debe emplear su tiempo en leer, para empapar así su memoria del pasado que guardan los libros, los buenos libros, esos que no pertenecen ni a un bando ni a otro, y buscar su felicidad en la libertad del presente, mirando siempre hacia la del futuro.

jueves, 12 de abril de 2012

Reutilizar


Adoro toparme con contenedores abarrotados de escombros y trastos supuestamente innecesarios con los que algún propietario ha decidido dar un giro a su vivienda, y por ende, a su vida. Es muy español eso de arramblar con lo viejo, con lo pasado de moda, y sustituirlo por nuevos enseres carentes de identidad y solera, una práctica primaveral que llena las calles de grandes cubetas en las que uno se para a rebuscar, en vez de cebollas, tesoros enterrados entre molduras de escayola y ladrillos desportillados. Muebles centenarios, vajillas de porcelana, sillas desvencijadas, lámparas setenteras, láminas con encanto, marcos de todos los tamaños, bañeras, pilas y hasta alguna muñeca, pueden resultar útiles a cualquiera que les busque un nuevo cometido o, en su defecto, una nueva ubicación.

Las grandes ciudades se llenan de traperos con corbata y chatarreros de buen ver (¿me contaré entre ellos?) que, a sabiendas del valor que tienen la cosas, ojean entre amasijos de desperdicios para dar con productos a reutilizar que vistan su vida con una nueva perspectiva… Aunque discrepo en el modus operandi con el que muchos consistorios llevan a cabo el reciclado de ciertos materiales (no me parece bien que empresas subcontratadas se enriquezcan de la voluntad ciudadana y que estos individuos concienciados no reciban nada al respecto cuando las empresas productoras incorporan a los precios finales de sus productos tasas de reciclado), sí estoy a favor de la reutilización, es decir, hacer un uso complementario de las necesidades y la imaginación para no malgastar ni energía ni materias primas. Dar rienda suelta a las ideas para resucitar lo que otros desechan, siempre resulta un ejercicio gratificante para uno mismo y que, por otro lado, colabora con el mantenimiento medio ambiente.

Pero (siempre hay alguno) para llevar a buen término estas acciones, claro está, hay que darle muchas vueltas a todas las posibilidades, destruir prejuicios y levantar andamios para, sobre las ruinas, crear locuras, encender nuevas luces. Por ello, hoy les recomiendo Sombrero, un álbum ilustrado de Paul Hoppe y editado por Flamboyant, que a través de los ojos infantiles, nos habla de la utilidad de las cosas, de las historias que hay detrás de cada objeto abandonado.

martes, 10 de abril de 2012

De pequeños momentos


Es mucha la expectación que conllevan los grandes acontecimientos de la vida, desde la celebración de una boda, hasta el nacimiento de un hijo, momentos todos ellos, normalmente felices. Ello no quiere decir que, simplemente por el hecho de ser importantes, la dicha que acarreen sea directamente proporcional al tamaño de los faustos a organizar, ya que uno, apoltronado en su sillón favorito acompañado de un buen libro, puede ser tanto o más feliz que la noche donde dejó a un lado la soltería. Con total seguridad ocurra lo mismo con otros momentos que se suponen de algarabía y pasión desorbitada, véase la celebración tras una final de la Champions League, y otros más íntimos como ver brotar la primera palabra de la boca de su primogénito.


Si podemos clasificar a los hombres en grandes y pequeños (cada cual dé las connotaciones que quiera a estas categorías), también podemos decir que la vida se compone de grandes y pequeños momentos, todos ellos necesarios a partes iguales, aunque no está de más, convenir en que cada cual es libre de elegir según su apetencia… Si bien es cierto que los grandilocuentes prefieren los excesos de emociones, yo soy de esos que se emborrachan con los mínimos, esos mágicos e inesperados que suceden en un abrir y cerrar de ojos y te arrugan el corazón para darte un soplo de alegría.


Respecto a estos pequeños momentos, he de subrayar que no soy el único que los prefiere, sino que Germano Zullo y Albertine también se hacen eco de ellos en su particular obra Los pájaros (Editorial Libros del Zorro Rojo), una de esas historias que están preñadas de ínfimos y geniales momentos… No sólo por lo evidente que es la generosidad, encontrar un amigo, verte en su reflejo, resignarse a la pérdida, añorarlo..., sino también por lo invisible de la vida, los que subyace en nosotros, nuestros deseos y anhelos, esos que a veces nos hacen volar, como si de corrientes aéreas se tratasen...



jueves, 5 de abril de 2012

¡Feliz No-Día LIJ!


Ya decía que se me olvidaba celebrar algo el pasado día 2 de abril… y gracias a que al día siguiente ojeé todas las bitácoras lijeras que sigo, me percaté de esta efeméride tan señalada en el calendario LIJ… Pero como más vale tarde que nunca, aquí les traigo, además del cartel (el mensaje suele ser la mayoría de las veces tan almibarado y ñoño, que rehúyo la más mínima alusión y/o reproducción del mismo), una personal amalgama de opiniones con motivo del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil…

Según el anuario de SM, biblia estadística y comercial de la LIJ de aquí (¡María, quiero la edición impresaaaa!), la LIJ en España está de suerte: se sigue comprando en cantidades similares a las del último año; por lo que démonos con un canto en los dientes, no sea que los EREs se ensañen con las editoriales, sobre todo para las de pequeño volumen, y la debacle sea monumental…

Me resulta más bien raro, que la crisis no haya hecho mella en las ventas teniendo en cuenta que pocas son las obras de calidad que se editan últimamente (N.B.: sólo me refiero al género del álbum ilustrado, no sean suspicaces)…, aunque bien mirado, con tanto lijero aficionado suelto (si se fija, los desenmascarará raudo y veloz…), tanto apoyo institucional y tanta modernez desbordada, la imaginación de los que crean se ha ido relajando hasta puntos tan insospechados que busca más consolar los ayunos, que excitar el apetito.

Y eso que no voy a rajar de los premios literarios, unos de dudosa credibilidad y otros de fiabilidad intachable, que en vez de buscar la excelencia, se amparan en un mamoneo de sibilina procedencia, para premiar favores en vez de letras. La cuestión es reunirse en torno a un opíparo piscolabis y marujear a todo trapo de unos y otros, que somos españoles, ¡coño!

En fin, que sólo nos queda apoltronarnos en alguna incómoda butaca de cualquier desolada biblioteca (¡qué tristeza!) y esperar que alguien nos sorprenda escribiendo el cuento que todavía no se ha escrito.

martes, 3 de abril de 2012

De gafas y gafotas


Uso gafas desde que contaba seis años. Una historia que, aunque a los adultos nos parezca anecdótica, no es ajena para cientos de niños que ven cambiar su aspecto físico por dos lentes enmarcadas en un esqueleto de plástico o metal que provocan el cachondeo y las carcajadas del resto de la clase, cosa que sigue inmutable desde tiempos inmemoriales… ¡Y eso que hoy día las hay preciosas! De tonos alegres y divertidos, como la infancia de la mayor parte de los mortales… ¡Tendrían que haber visto los primeros anteojos que vistieron mi cara redonda y sonrosada… ¡y sufrir un patatús!

Por mucho que cientos de miopes acomplejados vean en las gafas una antítesis de la belleza, y aboguen por lentes de contacto y operaciones de cirugía ocular, un servidor se erige acérrimo defensor de las gafas y los gafotas, seres de aire intelectual que adornan su cara con todo tipo de materiales sintéticos y naturales para poder verles mejor (como el lobo de Caperucita Roja). No negaré que usé lentillas hace años, sobre todo en esa etapa humanoide llamada pubertad y con fines más etológicos que prácticos, pero a tenor de la aparición repentina del glaucoma, decidí desterrarlas de mi personal moda visual, abandonando así todo tipo de molestias, picores, llantos y disoluciones lacrimales artificiales.

Que si el vaho es una lata… Que si no veo torta debajo del agua… ¡Tonterías, más que tonterías! Las gafas, más que aparato de tortura, añaden valor a la mirada, la realzan y acompañan, aportan cierto toque culto al globo ocular e incrementan los guiños más condescendientes… Sí, sí, es cierto que agrandan o achatan el ojo, y que los entristecen con el tiempo, pero de entre todos los remedios, prefiero aquel de quita y pon, ese que no consista en pasar por el quirófano y que no ponga en peligro la poca vista que me queda. A lo que sólo me resta añadir una razón más: de entre todos los oftalmólogos que he conocido, ni tan siquiera uno ha dejado de usar las gafas en pro de otra solución.

Por último, y tras esta oda en forma de alegato a esas que me han acompañado, tanto en los momentos felices, como en los más compungidos, las gafas, decir que, para mi gusto, sólo les encuentro un intrínseco defecto: perderlas.

Pascual, María. 2012. ¿Dónde están mis gafas? Barcelona: Thule.

sábado, 24 de marzo de 2012

Ese añejo sabor...





En todas las latitudes suspiran los viejos aquello de “nada es lo que era…”, una frase muy recurrente que se percata de la evanescencia del tiempo, ese que cambia el mundo, un mundo en el que apenas ya no quedan zapateros, herreros, sombrereros, esparteros o ebanistas… Y entonces, cuando la madera de sabina deje de labrarse, cuando se apague la última fragua, cuando la última hebra de hilo encerado se termine, cuando la última pieza de fieltro no tome forma, será el momento de que Occidente eche la vista atrás y llore contemplando las cenizas de todos los antiguos oficios que dejó morir, esas labores de artesano que han ido sucumbiendo gracias a un verdugo que se ha especializado en fabricar manufacturas de instantáneo consumo, un verdugo llamado capitalismo.

Se me hace extraño pensar que la puñetera crisis económica que tantos puestos de trabajo ha guillotinado, sea ese soplo de esperanza que salve del paredón a decenas de profesiones que tienen un pasado reconocido, un presente inútil y un futuro incierto. Para que en los años venideros, todo lo que se produzca por la mano del hombre, no sólo le sea útil, sino que también tenga ese añejo sabor que invade las cosas bellas.

Y así, las páginas de los álbumes ilustrados, en vez de diseñarse enteramente con los omnipresentes medios informáticos, podrán llenarse de bordados, de encajes, de imágenes talladas, de figuras de bronce, de engranajes de reloj, de retorcidos barrotes de acero, de sombreros de copa, de mimbre trenzada o, simplemente, de trazos a lápiz, la técnica más sencilla, para hacernos soñar mientras leemos.

Selznik, Brian. 2007. La invención de Hugo Cabret. Madrid: SM.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Amueblando


Si hay algo hoy en día más terrorífico que comprarse un piso, es amueblarlo. Adquirir toda suerte de complementos para el hogar, desde la vajilla hasta las cortinas, pasando por la lavadora, el colchón (de viscoelástica, por supuesto) o la escobilla del wáter, es de lo más tedioso que le puede suceder a cualquier propietario. Carreras maratonianas por las tiendas de todo-a-cien, visitas a polígonos industriales y regalos familiares, configuran la decoración de los hogares españoles, cuevas actuales en las que no puede faltar una mesa camilla.


La del calor del brasero,

la que gana por los pies

las batallas al invierno.


La que te abriga las piernas,

y derrota limpiamente

alternativas modernas.


Al darte el calor humano

de convocar en su entorno

a padres, a hijos y a hermanos.


Vieja y amable sibila

de las cenizas y el fuego,

de la copa y la badila.


La de la humilde alambrera

que colocó el carbonero

y ponderó a la alhucema.


Esta que ahora no da

enchufada en un enchufe,

amor de electricidad.

Rosa Díaz.

La mesa camilla.

En: Los versos del Hablamueble.

Ilustraciones de Luis de Horna.

2011. Madrid: Anaya

martes, 13 de marzo de 2012

Reinventando


Dudo mucho que los tiempos hayan cambiado, dado que, de invención, la vida tiene poco… Por mucho empeño que pongamos en idear, diseñar e innovar, siempre se repite la historia. Tomemos como ejemplo la televisión, esa maquina infernal que consume el tiempo como ninguna otra… ¡Se ruega silencio en el plató, que entramos en antena!
La memorable hostia que se zampó la Jenny en “Hombres, Mujeres y Viceversa”, ese escaparate del nivel sociocultural del tronista español, se queda corta frente a la cantidad de perrerías que tres idiotas se gastan con el fin de destrozar piezas únicas del automovilismo... Pensándolo bien, me río, cosa que no sucedía antes de que la televisión digital terrestre llegase a nuestras vidas… Lo máximo en este ranking de estupidez televisiva es ver a un Licenciado en Filología Hispánica guiando a un rebaño de guacamayos en busca de un aspirantón al que despellejar, un cometido más loable que el de ese atajo de madres que buscan pareja para sus Edipos, dejando así en evidencia el omnipresente poder del mangoneo familiar… En fin, siempre nos quedarán concursos inmortales como “Pasapalabra” o ese que presenta Jordi Hurtado plagado de “listismos” y “listismas”… Pero, ¿alguien se ha percatado de que todos estos programas son meras copias de otros que les antecedieron? Intenten adivinarlos…
Y tras este jocoso recorrido por el presente audiovisual con añejo sabor, resumo diciendo que vivimos anonadados ante multitud de productos, engendros e historias que, a pesar de prometernos nuevos sabores y sensaciones, son meras copias de otras que existían hace lustros, por lo que, haciendo gala de inteligencia, es preferirle reinventar los clásicos y dotarlos de un nuevo formato, que exprimirse en limón para dar con algo de mención, lema que ha guiado los pasos del reseñadísimo Anthony Browne en su reinterpretación del clásico popular Ricitos de Oro y los tres ositos, pasándose a llamar Los tres osos (FCE), un buen ejemplo de lenguaje visual, cuidada edición y doble mensaje.

sábado, 10 de marzo de 2012

Bostezando...



(Bostezo) Tengo un sueñoooo… (Bostezo). Así no se puede vivir… (Bostezo). Esto me pasa por crápula… (Bostezo). Seguramente dormitaré en el sofá hasta que algún teleoperador incauto sufra mis desaires… (Bostezo), y al final de la tarde me levantaré para dar con mis huesos en algún rincón que huela a fritanga en el que bostezar acompañado. (Bostezo). Lo peor de todo es el cumpleaños que hay que celebrar esta noche… (Bostezo). ¡Qué pena no poder dormir como los niños al arrullo de una nana!



Niñita de pescadores
que con viento y olas puedes,
duerme pintada de conchas,
garabateada de redes.

Duerme encima de la duna
que te alza y que te crece,
oyendo la mar nodriza
que a más loca mejor mece.

La red me llena la falda
y no me deja tenerte,
porque si rompo los nudos
será que rompo tu suerte…

Duérmete mejor
que lo hacen
los que en la cuna
se mecen,
la boca llena de sal
y el sueño lleno de peces.

[…]


Gabriela Mistral
Canción de pescadoras.
En: Gabriela Mistral para niños y niñas… y otros seres curiosos.
Ilustraciones de Francisco Solé. 2009. Madrid: Ediciones de la Torre.

lunes, 5 de marzo de 2012

Amor en vez de polémica


A lo largo de este fin de semana que nos anuncia una seca primavera -ni a tiros llueve-, he tenido tiempo para pensar en las causas que habrán diezmado los comentarios de este espacio durante los últimos meses… Apuntaba una seguidora que, con total seguridad, se debía a la escasez de polémica… Si bien es cierto que un servidor es bastante mordaz y sabe tocar la fibra sensible de todo aquel incauto que visite estos lares, hace semanas decidí centrarme en la LIJ y dejar apartadas todas las referencias políticas e incandescentes que tanto me gustan, por dos razones que a continuación les argumento.
La primera tiene que ver con la libertad de expresión… A veces no caigo en la cuenta de que muchos de ustedes pueden verse ofendidos con mis palabras, cosa que denoto cuando recibo algún grito malsonante que me hace empalidecer y encomendar mi alma pecadora al Altísimo, no sea que dé con mis huesos en el purgatorio o, lo que es peor, en el patíbulo, sitio muy frecuentado estos días de agitación popular y política, donde un sectarismo efervescente se adueña de todos los círculos sociales, léanse plaza de abastos o clubes de lectura.
En segundo lugar, decir quiero: ¡Mama, quiero ser como el resto de sitios lijeros!... Mientras todos los que vuelcan sus reseñas y noticias de LIJ en la blogesfera ven aumentar sus seguidores y participantes, un servidor se ve relegado a un segundo plano debido a su ¿criticismo?, ¿falta de sensibilidad?... Llámenlo como quieran pero observo que, cuánto más cera se reparte sobre las chepas de autores, ilustradores o editores, más visible es uno, una cuestión de reciprocidad que se acentúa cuando los contenidos se acompañan de clichés, premios varios, temas manidos y cultura de izquierdas (ahora es cuando suena esa de “Los Chichos”… “Libre, libre, quiero ser. Quiero ser, quiero ser libre…”).
Así que, olvidando la polémica que otrora me caracterizó (ja, ja, ja), les dejo con Romeo y Julieta, esa pizca de amor que viene de la mano del enorme Shakespeare y la emergente editorial Casals. Una historia eterna que nos evade de la cola del paro y del poco empleo que se esta creando pese al optimismo de los que llegan y la alegría de los que se van… ¡Manda huevos que siempre paguen los mismos!