martes, 23 de junio de 2015

De viejas noches, de nuevos ocasos


Me huele a sal la noche. Al cantar del grillo, al rocío rezumando… Así son los ocasos del verano, tan extraños que, cuando los ves en el horizonte, tienen cierto halo inverosímil, un silbo raro... por lo que dejamos atrás, por lo bueno, por lo malo.
Me iré sumergiendo en nuevas olas, en nuevos mares, lento, calmado, para que los recuerdos llenen mi voz y susurren pausados. Para que vuelen libres durante el día y, en la noche, queden callados. Porque la brisa sobre la negra arena, no mueve la honda pena, pero sí agita su canto…

Lluvia del cometa
en la arena.
Salimos a buscar piedras
para la rayuela.

Gastadas
pulidas
aplastadas.
Monedas de luna
en los bolsillos,
no pesan
nada.

Laura Forchetti.
En: Donde nace la noche.
Ilustraciones de María Elina.
2015. Pontevedra: Faktoría K de Libros.


jueves, 18 de junio de 2015

¿Es arte la ilustración?


Mary GrandPré. 2015. El sonido de los colores (Texto de Barb Rosenstock) . Editorial Juventud.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de traer a este espacio otro de los debates que actualmente se plantean dentro del mundo de los álbumes ilustrados, un soporte en el que la imagen tiene un valor muy significativo y en el que se está haciendo notar (a mi juicio más que en ningún otro producto) cómo la ilustración está alcanzando cotas de identidad propias que plantean si abordarla como parte del Arte en mayúsculas, o como una entidad menor que solapa en algunos puntos con las disciplinas artísticas clásicas. He aquí el dilema…
Seguramente para ahondar en una cuestión tan profunda como esta deberíamos apelar a varios conceptos… Tenemos el de “arte”, uno que en estos días se ha extendido a toda la esfera de la “imagen”, instrumento del que se sirve el “diseño” para abrirse camino entre la “sociedad” como “símbolo” de la “cultura”… Pero para hacer más llevadero este lío, les propongo tres peros al Arte desde la Ilustración:
Si atendemos a la definición estricta podemos decir que la ilustración es el uso de imágenes, de creaciones que ensalzan el valor de la palabra escrita, que la iluminan, es decir, complementan su significado. Hasta ahí, todos de acuerdo. El problema viene cuando la ilustración tiene un valor intrínseco que viaja más allá del texto, y por tanto tiene un sentido propio, algo que se incluye dentro del concepto de “arte”… Primer pisotón.
Muchos dirán que las obras de arte son únicas, que son entidades irrepetibles y que en ellas no interviene la duplicidad, es decir, un planteamiento comercial, por lo que una ilustración que se lleva a la imprenta para formar parte de un libro ilustrado tampoco sería arte…, ¿o sí? Discrepo diciendo que son de sobra conocidos algunos ejemplos de obras de arte con varias copias “originales” como El beso de Rodin o Los girasoles de Van Gogh. Véanse de igual modo los llamados libros de artista, objetos artísticos de los que pueden circular muchas copias. Por último decir también que los arreglos de la Novena sinfonía de Beethoven o las diferentes ediciones de La isla del tesoro de Stevenson son considerados arte a pesar de sonar repetitivas. Vamos, que  lo que le importa al Arte es su capacidad narrativa, su lenguaje y los diferentes estadios interpretativos. Segundo pero.


Vincent Van Gogh. 1889. Jarrón con doce girasoles. Museo de Arte de Filadelfia (Estados Unidos).


Vincent Van Gogh. 1889. Jarrón con catorce girasoles. Museo Van Gogh, Amsterdam (Holanda).


Vincent Van Gogh. 1888. Jarrón con doce girasoles. Neue Pinacotek de Múnich (Alemania).

Probablemente si nuestra concepción artística viene definida desde el punto de vista del espectador cabría decir que la ilustración, como cualquier otra forma expresiva, necesita de un proceso de percepción o alfabetización artística que permita al receptor reconocer la imagen, identificarse con ella y analizar su contenido a través de la experiencia o la imaginación, algo que sucede de manera evidente en los lectores de álbumes ilustrados que son capaces de reconocer ciertos códigos inherentes a ese arte. Así que, tercer y último pescozón.
Hasta aquí, ganaría la Ilustración como arte, pero no se envalentonen algunos que ahora viene el contrataque del Arte a la ilustración…
Cañonazo 1. Existe cierto contrasentido que diferencia a un cuadro y una ilustración: si el primero no es entendido o se le dan múltiples explicaciones por parte del público, no importa, mientras que si la idea o el concepto de la ilustración no llega al receptor y no queda clara, ésta concluye vacía. Es decir, ilustrar es comunicar e interviene en un proceso global en el que el diseño y la estrategia tienen mucho que ver, algo de lo que estrictamente no entiende el Arte.
Cañonazo 2. Entonces, ¿podemos decir que el ilustrador no es un artista? ¿Es un mero comunicador? ¿Un diseñador gráfico?... No cabe duda que debemos afirmar rotundamente que es un artista ya que la creatividad envuelve toda la génesis de su obra. El apelativo que cada uno, nuestros conocidos o la sociedad quiera colocarnos es independiente de nuestra labor.  ¿Qué más da cómo nos llamen…? A lo largo de la historia del arte se conocen muchos ejemplos de ilustradores a los que el tiempo ha terminado colocando entre los mejores pintores de su época (véase Daumier, Egon Schiele o Norman Rockwell), pero que, como los artistas de hoy, necesitaban ganarse la vida de algún modo, algo que no debe extrañar -mucho menos ahora-, puesto que la ilustración y el diseño gráfico constituyen uno de los campos creativos más boyantes.



Honoré Daumier. 1853. Nadar elevando la fotografía a la altura del arte.

Cañonazo 3. A pesar de estas dos cuestiones hemos de añadir que, la mayoría de las veces, debemos entender un álbum ilustrado en toda su extensión, es decir, hay que visionar toda la obra para comprender el mensaje, su significado artístico, algo que entraría dentro del llamado “arte secuencial”… Son muy pocas las veces que una sola imagen tiene sentido por sí sola ya que se encuentra descontextualizada, por ello, esa ilustración perdería su naturaleza artística… Seguramente se le vendrán a la cabeza imágenes de álbumes ilustrados que son capaces de establecer un diálogo con usted, con el receptor, que por sí solas, nos hablan de toda la  obra (a un servidor, por ejemplo, se le viene a la cabeza la imagen del barco del Emigrantes de Shaun Tan), pero seguramente, si indagan en el proceso creativo, descubrirán que el ilustrador se ha inspirado en obras que poseen un lenguaje artístico más potente y elevado, por lo que no dejan de ser ecos o calcos de esa obra de arte primordial (en el caso de mi ejemplo decir que, para elaborar esta ilustración, el genio australiano se inspiró en cuadros y fotografías anteriores).



Shaun Tan. 2006. Emigrantes. Barbara Fiore Editora.


Tom Roberts. 1886. Coming South. National Gallery of Victoria (Australia).


Roberto Innocenti. 2010. Las aventuras de Pinocho (Texto de Carlo Collodi). Editorial Kalandraka.


 Pieter Brueghel El Viejo.1565. Los cazadores en la nieve. Museo de Historia del Arte de Viena (Austria).


 Pieter Brueghel El Viejo.1565. Censo en Belén. Museos de Bellas Artes de Bruselas (Bélgica)

Cañoñazo 4. Por todo lo anterior podríamos llamar a la ilustración como un “arte incompleto”… Si yo quisiera ilustrar Moby Dick, no podría expresar mi ideario, mi mundo interno al cien por cien, ya que estaría guiado por el cauce que Hermann Melville creó previamente, es decir, sería un arte encorsetado y no podría expandirse libremente a pesar de sus connotaciones estéticas. Quizá es una diferencia sútil, pero que marca a fuego al Arte, un concepto que obedece a necesidades primarias y no a una funcionalidad.



Rockwell Kent. 1930. Moby Dick (Texto de Hermann Melville).

Cañonazo 5. La ilustración también es independiente del medio que utilicemos para darle vida a las ideas ya que se utiliza un medio (último) bidimensional, como las páginas de un libro o la pantalla de una “tablet”. Aunque la expresión y el significado no entienden de técnicas digitales, óleo, gouache, acuarela, esculturas, collage, lápices de color, la fotografía o el simple grafito (N.B.: Algo que también pone en evidencia que la ilustración, en el caso de concebirse como arte, debería hacer referencia a las múltiples disciplinas que convergen en ella… ¿Es Arte el “arte multidisciplinar”?), la ilustración sigue restringida al alto y al ancho del papel.



Koen VanMechelen. 2005. Juul (Texto de Gregie de Maeyer). Editorial Lóguez.

Aunque en esta batalla gane el Arte, como conclusión cabe decir que vivimos un tiempo en el que la ingente proliferación de productos creativos (léase pintura, escultura, música, cine o fotografía) nos impide distinguir una obra de arte de otra que no lo es y, la ilustración, un ámbito de relativa reciente hornada, no es una excepción (dense cuenta del enorme número de ilustradores que hay hoy día y de la desorbitada cantidad de imágenes que producen), por lo que habrá que esperar unos cuantos años para que el tiempo ponga en tela de juicio todas esas creaciones y establezca (o no) cánones artísticos para la Ilustración.


Mary GrandPré. 2015. El sonido de los colores (Texto de Barb Rosenstock) . Editorial Juventud.

Epílogo: Y como toda esta retahíla de pros y contras teóricos no valen nada sin un punto final, les diré que un servidor, de naturaleza mucho más científica y menos prosaica, prefiere la práctica y disfrutar de las imágenes que algunos interpretan por y para mí, que abren nuevos caminos a mi propia imaginación o que imprimen su visión en nuestros cerebros para el deleite de los cuentos, historias o leyendas que, de otra forma, podrían perecer en mi memoria.

miércoles, 17 de junio de 2015

Diversidad y riqueza



De un tiempo a esta parte, un aroma distinto me embriaga. No creo que sean ni mis “perjúmenes”, (que ya saben que el que huele, debajo lo tiene…), tampoco las glicinias, ni las adelfas, ni siquiera las violetas: hay algo en el ambiente que me huele a cambio… Y no me refiero precisamente a esos salvadores de nueva hornada que, como ya vaticiné (¿será el oráculo de los álbumes ilustrados…?), poco difieren de aquellos que queríamos quitarnos de encima (Tanto Monta, Monta Tanto, Isabel como Fernando)… A las pruebas me remito, señorías: ahí tienen a dos eminencias que haciendo alarde de antisemitismo (¿Saldrá su apellido en el listado de apellidos sefardíes en el que aparecen los de media España?) y asaltando capillas que no usa ni El Tato, se las dan de intelectuales (cualquiera ya dice que lee, que para eso están las ferias del libro…) y progresistas (Cuánto tonto suelto, y encima ¡gobernando!...).


Caricaturas aparte, me refería a que las becas Erasmus empiezan a dar sus frutos (algo que parecía mentira si atendemos a la cantidad de universitarios que las utilizaban para quitarse en el extranjero algunas asignaturas que aquí eran infumables, y de paso, rular por el continente); veo que cierto sentir europeo toma las riendas de una sociedad que empieza a comprender que el “gracias” y el “por favor” tienen más que ver con la cortesía que con la instrucción; denoto como la gente –sobre todo en las ciudades- empieza a plantearse las cosas, a dudar, a andar, a pasear por los centros culturales, a hacer uso de lo público, de la inversión que suponen sus impuestos (antes los que íbamos a las bibliotecas éramos unos pobres o unos usureros) y a dejar a un lado los complejos del pasado.


Quizá nos quede mucho aún para ser capaces de pensar por nosotros mismos (aun seguimos contaminados por las dos Españas), de abrirnos por completo al mundo (no hay mayor mal para el español de a pie que su provincianismo triunfalista), de vivir las cosas en la propia piel y reconocer que todo lo que reluce ahí fuera no es oro (recuerdo cuando nos vendían Cuba como el paraíso sexual de los pegamoides mientras los cubanos se echaban a llorar de alegría cuando entraban en el Mercadona©, una pena…). Pero para eso lo que hay que hacer es tratar con unos y con otros, no mirarnos tanto el culo, percatarnos de lo diverso que es el mundo, de que hay mucha gente ahí fuera que nos puede abrir la mente, de que somos muchos y diferentes, y de que hay que dejar los prejuicios a un lado. Y para ello, qué mejor que dos álbumes ilustrados, Pájaro amarillo, de Olga de Dios y publicado por la editorial Apila, y Gente, de Peter Spier y editado por Patio (existe otra edición antigua de Lumen), que nos hablan de lo ricos que somos y de lo que nos queda por aprender.

jueves, 11 de junio de 2015

Sobre el mañana...


A mi amigo Pablo, que abandona la soltería.

En este mismo instante, detengo mis dedos, alzo la vista y, mirando a una pared que se asemeja al infinito, pienso “¡La de cosas que he dejado atrás!”. Seguro que no soy el único y ahora usted rememora un sinfín de momentos que han formado parte de su vida… Recuerda aquel batacazo que, además de muchas lágrimas y una pequeña cicatriz en la rodilla, fue la prueba de fuego que no le hizo rendirse ante ese vehículo de dos ruedas que llamamos bici. Tampoco ha olvidado las tardes de verano en las que, junto a una caterva de adanes con la cara llena de granos, iba detrás de aquella pandilla de pavas que se habían atrincherado en los columpios del parque. Háblenos de sus profesores, de lo parias que eran, de las primeras borracheras, de su primer beso. De lo amargo que fue despedirse de él, y de las ganas con las golpeó un balón que, nadie sabe cómo, entró en el minuto justo y en el sitio adecuado. Sí, tiene razón: tantas cosas nos han pasado que hasta que otro no las dice, a uno no le vienen a la cabeza. Pero en eso consiste el paso del tiempo: en acordarse de lo pasado y dejar paso a lo nuevo.


Me exaspera oír aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y prefiero comulgar con el poeta, más sabio, menos irascible y, sobre todo, más desprendido. Abrir la puerta, tomar nuevos caminos y dejar que te sorprendan, es un ejercicio de altruismo, no sólo para aferrarse al pasado con una sonrisa, con una caricia, sino para despojarse de las heridas, de los lastres que nos duelen a cada uno. Ya se encargará el futuro de las nuevas penas y alegrías, de otros besos y otros llantos, pero el tiempo está para eso, para pasarlo. Ya, ya sé… Me hablarán de los cambios, de los miedos, de muchos otros quebrantos, pero si lo piensan bien, todo cambio a la vez es útil y a la vez es vano… Fíjense lo poco que significa el tiempo, que lo que un día nos parece increíble, al siguiente se torna vulgar, y lo que otrora era ceniciento, hoy tiene un colorido especial.


Todos los libros nos hablan del ir y del devenir, de cómo cada cual elige la mejor forma de pasarlo, pero si hoy tuviera que elegir uno, sería Con el paso del tiempo, del ilustrador colombiano afincado en Argentina José Sanabria (Ediciones La Fragatina), una fábula dividida en tres partes y realmente hermosa, donde confluye el tiempo desde dos puntos de vista que al final se torna uno solo, el del mañana…, algo que no deben olvidar, porque lo único que podemos hacer, es eso: saber que está.

miércoles, 10 de junio de 2015

De huérfanos y cariño familiar


Si este momento aterrizara un brujo pirujo (que los hay) y, como por arte de birlibirloque, me dejara caer en otra familia que no es la que conozco, probablemente saldría más loco de lo que estoy. Y es que, claro, los parientes, además de para aguantarse (¡Que aquí sufrimos todos la mala leche, locuras, excentricidades y llantos de todos!) están para arroparse (o eso creo)… Seguramente en su casa tengan una manera de darse cariño totalmente diferente de la que tenemos en la mía, y en la de más allá, otra, y en aquella, otra (N.B.: Hay tantas formas de amar en el hogar que se sorprenderían al toparse con ciertas rarezas que envuelven al afecto), pero en todas, aunque mínimamente, se reconocen los lazos que nos unen a los nuestros.


Sería extraño andar en pos de una familia (no es lo mismo buscar un zapato debajo de la cama, la cartilla del banco o la pareja de este pendiente), aunque son bastantes los que se embarcan en esta tarea, tan dura, tan tediosa… Fíjense en los orfanatos, esos lugares en los que viven muchos chavales que, a pesar de los amigos o los compañeros de correrías, sienten un vacío que, aun no pudiendo explicar, imagino lleno de soledad maternal, paternal o fraternal.


Aunque si bien es cierto que muchos de estos niños perdidos encuentran un hogar en el que crecer y sonreír, en el que confluye gente a la que abrazar y apegarse a pesar de no compartir lazos sanguíneos, también hemos de hablar del fracaso que supone el que muchos otros no terminen de hallar su lugar entre sus familias adoptivas. Son aquellos que añoran a sus padres biológicos, viven cuestionándose, atormentados, y terminan sus días vagando en busca de una explicación verbal o carnal que les sosiegue este anhelo.


Quizá un servidor no comparta tales decisiones (la mayor parte de las veces hay que querer a quien te quiere y olvidarse de estigmas y otros despojos humanos), pero son comprensibles desde la necesidad de identificarse con los propios orígenes. Al fin y al cabo, todos tratamos de buscar los momentos felices junto a los nuestros aunque a veces nos entren ganas de matarlos (figuradamente, claro), de disfrutar de lo que tenemos y no pensar en lo negativo, algo que Gastón el protagonista del álbum ilustrado de Kelly DiPucchio (Andana Editorial) descubre tras un brusco vaivén.

martes, 9 de junio de 2015

De álbumes ilustrados para adultos


Transcurrido un fin de semana la mar de agitado, no sólo por el convulso (y repetitivo, era de esperar…) panorama político y los torpes comentarios que algunos futbolistas se marcan para alimentar ego y otras ínfulas que poco tienen que ver con la elegancia, sino porque a un servidor el tiempo no le da de sí, necesitaba un lunes para redimirme de mis pecados y estructurar una semana que se presenta más vertiginosa que la anterior, así que aquí me tendrán martes, miércoles y jueves (¡triplete!) para hablarles de lo que se me ocurra, que no es poco.
Tras pasearme por las ferias libreras de Madrid y Zaragoza (¡lo que uno puede hacer en las redes sociales! ) y constatar que el libro infantil tiene su tirón y somos muchos quienes lo aupamos pese a todo, hoy me he pasado al otro bando, ese de los ¡libros para adultos… (Nota: no se queden boquiabiertos, que hay truco)… ilustrados!
Ya saben que, a pesar de mi afición por los libros para niños, de vez en cuando también gusto de prestar atención a los álbumes ilustrados dirigidos a un público más instruido (o eso queremos creer…), que como niños, se interesan por la comunión entre letras e imágenes, un enlace que aúna dos lenguajes en un mismo formato en el que se pueden construir múltiples historias sobre argumentos más “maduros”, más variopintos, una idea tan válida como otra cualquiera pero que, sobre todo a la hora de la comercialización, tiene sus problemas.
En primer lugar deberíamos hacernos una batería de preguntas sobre este género tan minoritario pero 
1. ¿Existe el álbum ilustrado para adultos? Sí, sin lugar a dudas existe, pero hay que encontrarlo.
2. ¿Qué es un álbum ilustrado para adultos? Aunque muchos confunden el álbum ilustrado para adultos con la novela gráfica, otros con la novela ilustrada, los menos con el cómic, y una minoría, con un capricho editorial, les diré que álbum ilustrado para adultos es aquella obra literaria que aúna texto e ilustraciones, de peso equilibrado y con valor artístico similar, en un corpus que no sobrepasa las 50 páginas y que por su naturaleza es poco o nada comprensible para el lector infantil en todos o la mayoría de sus múltiples niveles semánticos.
3. ¿Qué diferencias existen entre el álbum ilustrado para adultos y el dirigido al lector infantil? Si atendemos a un criterio literario, podríamos decir que toda la buena literatura adulta es extrapolable a los niños (¿y viceversa?), salvando el carácter lingüístico (aunque podríamos vender y/o encasillar Moby Dick dentro de la novela de aventuras, cualquier niño -por no decir ninguno- no se podría leer hoy su edición íntegra) y paratextual (en el Alicia de Carroll hay tantas sutilezas perversas y encriptadas que un lector principiante no se da cuenta de éstas), sabemos de sobra que la literatura infantil, esa de la que todo el mundo habla (ya saben que me da mucha rabia esta concepción tan pobre…), está ligeramente dulcificada, trata de ser inofensiva y adolece de mucho constructivismo (¡Más madera!), algo que obvian estos álbumes. Además, en este caso, debemos de añadir otro elemento: el tipo de ilustración. Generalmente, las imágenes del álbum ilustrado para adultos son diferentes a las del álbum ilustrado infantil. ¿Cómo de “diferentes”? Sinceramente no sabría definirlo (N.B.: No me quiero meter en brete diciendo que son más complejas, más detalladas, más grises o más estudiadas, porque mentiría y tendría una jauría de ilustradores insultándome en los comentarios, y no es cuestión… Así que me quedo con “distintas”).
4. ¿Dónde podemos encontrar el álbum ilustrado para adultos? Estos libros, como otros cualesquiera, hay que buscarlos donde viven, es decir, librerías, bibliotecas, grandes almacenes, ferias del libro, etc. Aunque déjenme avisarles de que, en este caso, no tienen sección fija, bien porque el librero no los lee, bien porque no tiene espacio, o bien porque el bibliotecario decide que estos dibujos tan bonitos están hechos para niños, algo que repercute negativamente sobre la visibilidad y valoración de estos libros por parte del público en general. Les ilustro… Si un niño (estándar, que sé que los hay muy listos) ve uno de estos libros en la estantería de literatura infantil se escuchan comentarios como “¡Qué libro tan raro!” “¡Qué dibujos tan feos!” o “Mamá, ¿de qué va este libro?”. Por el contrario, si un adulto se topa con ellos en la sección apropiada, aunque al principio se muestre reticente y le parezca algo muy sencillo para su ¿tan formada? inteligencia, interaccionará con él sin tantos prejuicios, de una manera más natural, y puede que establezca un vínculo con ellos a pesar de constituir un formato transicional entre el cuento/la novela clásica/la novela gráfica/la novela ilustrada.
Asimismo también podríamos destacar la influencia del “contexto lector”, es decir, la aceptación que un mismo álbum ilustrado puede tener en distintas sociedades. Hay álbumes ilustrados que en Japón son comprendidos por los niños, mientras que en Italia son leídos por los adultos. Cosas de la cultura y otras realidades geográficas...
5. ¿Algún ejemplo de álbum ilustrado para adultos? A pesar de que muchas editoriales los rehúyen, otras más valientes optan por ellos dentro de sus colecciones y aquí abajo encontrarán una buena muestra de álbumes ilustrados de reciente hornada que, bajo mi criterio (parte de él se lo acabo de exponer pero otra parte subyace en mí y no encuentro palabras que me ayuden a vomitarla) reúnen una calidad más que aceptable. Con ellos, esperando que compartan muchas veces este post que me ha llevado más de una hora redactar y animándoles a que los ojeen en esas ferias del libro que llenan la geografía española, les dejo hasta mañana, que será otro día.
N.B.: Y si ven algún vástago mío en esta selección, no se extrañen; a los hijos hay que cuidarlos aunque sean de papel.


Tabucchi, Antonio & Giandella, Gabriela. 2014. Irma sirena. Barcelona: Libros del Zorro Rojo.


Ranz, Olalla H. & Nafria. 2012. La hierba más verde. Barcelona: A buen paso.


Lunde, Stein Erik & Torseter, Øyvind. 2015. No puedo dormir. Granada: Barbara Fiore Editora.


Lafont, Emmanuelle. 2014. La otra mitad / The other half. Málaga: Canica Books.


Gorey, Edward. 2014. La procaz intimación. Barcelona: Libros del Zorro Rojo. (ver más títulos del autor en la misma editorial).



Delicado, Federico. 2014. Ícaro. Pontevedra: Kalandraka.


Cerro, Miguel. 2015. Dejadez, inconformismo y otros retratos. Córdoba: Libros de un extraño árbol (Autoedición).


Brecht, Bertold & Wagenbreth, Henning. 2014. Balada del consentimiento a este mundo. Barcelona: Libros del Zorro Rojo.


Benegas, Mar & Guridi (Nieto, Raúl). 2014. Abecedario del cuerpo imaginado. Barcelona: A buen paso.


Belmonte, Román & Harnett, Katie. 2014. Tras mi ventana. Fraga (Huesca): La Fragatina.

viernes, 5 de junio de 2015

Buscando personajes...


En ocasiones, mientras los alumnos terminan los ejercicios (yo soy de los que mandan pocos deberes para hacer en casa), cojo el primer papel que veo y empiezo a garabatearlo, buscando alguna línea que me inspire, que me evoque una figura. Continuo con ella buscando los volúmenes, topándome con las sombras, con el gesto, y, tras haber finalizado la obra y levantar la mirada, me topo con las caras embobadas de mis alumnos pidiéndome el sencillo boceto a modo de regalo, a lo que asiento y objeto que no es difícil dibujar algo, es cuestión de encontrarlo…

Con una gran cereza
haremos la cabeza.
Serán tres las hormigas
para hacer la barriga.
Poniendo dos linternas
tenemos las dos piernas.
Un pez y el otro pez,
así quedan los pies.
Con dos bonitos lazos
haremos los dos brazos.
De trigo muchos granos
para que tenga manos.
[…]

Mar Benegas.
En: ¿Le pondremos un bigote?
Ilustraciones de Lalalimola.
2015. Barcelona: Combel.


miércoles, 3 de junio de 2015

Del dinero, la codicia y el miedo


Parece ser que una nota de optimismo está floreciendo en todos los noticiarios a tenor de la bajada en la tasa de paro y de lo ¿boyante? de nuestra economía, una que, según los triunfalistas, es el timón de la Unión Europea (me río yo del rumbo de Occidente…). Manda huevos que unos sigan empeñados en hacernos creer que el país está repuntando a base de sacrificios y del buen hacer de todos nosotros (¡Oh, ciudadanos, benditos seáis por vuestro ahorro!), mientras que otros se aprovecharán de semejante tontería para vaciar las arcas de nuevo e ¿invertir? en SU “sociedad del bienestar” (¿En qué se traducirá esto? ¿En becas para gandules? ¿En planes de empleo para los afiliados?... Seguramente en lo de siempre… ¡Más madera!).


Pase lo que pase no duden que la mejor tajada será para los bancos, esos que siempre intentan arañarnos los higadillos y que poco devuelven al pueblo (¡Qué empeño con lavarse la cara a base de obras sociales y otras falacias!). Sin ir más lejos, el otro día tuve cierto altercado con ellos a golpe de tarjeta de crédito (¿Y todavía quieren hacernos creer que son de lo más seguras…?) y les faltó llamarme ladrón… No me reí, como podrán imaginarse, pero me resultó paradójico que, además de tocarme el escroto, se creyeron dueños de mis dineros. No les contaré qué hice porque eso ya es otra historia, pero sí he de confirmarles que el papel moneda nos trae de cabeza.


Todo el mundo intenta amasar grandes fortunas, se desvive por adquirir propiedades, por legar grandes herencias, viven más preocupados por los céntimos y sus logros financieros, que de vivir. Señores, señoras, hay que disfrutar, hacer que el tiempo sea llevadero, leve, ni mucho ni poco, en su justa medida (N.B.: Si alguna vez me ven hecho un andrajoso, no se acuerden de este post y me tachen de codicioso, se debe más a temas agropecuarios que a un mero afán recaudatorio…).


Tampoco soy partidario del derroche (que luego nos vemos como estamos) pero sí tienen que darse un gusto al cuerpo. Decidan ustedes el capricho, pero dénselo. A veces este juego se acaba de repente, en un soplo, y quedará de nosotros en este mundo apenas risas y algún que otro llanto. Y si no me creen, pregúntele a avaros y acaparadores, unos que, más tarde que temprano, denotan que el dinero, a menos que lo gastemos, poco nos da excepto quebraderos de cabeza, enfados y miedo, mucho miedo; algo de lo que nos habla El oro de la liebre (que por cierto tiene una ventana en el ojo, que bien me recuerda a la otra tan famosa de Durero), el último gran libro de Martin Baltscheit y Christine Schwarz (editorial Lóguez) en el que se pone en evidencia que hasta los más feroces y temibles, viven supeditados al yugo de la ruindad y la usura, un poder que nos consume y aplasta, y se extiende entre nosotros como la peste.

martes, 2 de junio de 2015

Soñar en futuro


Aunque evito a toda costa darle rienda suelta a mis ilusiones y sueños mortales, ese niño que habita en mí es muy insistente, y muchas veces, como si de un vendaval se tratase, queda libre y volandero por entre las calles y sus recovecos. No lo puedo evitar y a veces sueño despierto. Unas veces con ser un superhéroe y acabar con la maldad que veo a diario (¡Qué ganas de darle su merecido a más de uno!), y otras veces sueño con lo alcanzable, con lo cotidiano: una playa desierta, una sombrilla, hamaca, un buen libro, alguien que te quiera al lado y mucho té helado. Si muchos viven su tiempo pensando en cambiar lo que ha pasado, un servidor es más de sueños futuros, de los que vendrán (Qué manía tienen muchos de arrepentirse de esto, de lo otro… ¡Que no hay marcha atrás, es siempre hacia delante!).


Cada día tiene sus ensoñaciones… Ayer soñaba con que el día pasara pronto. Esta mañana que el tiempo no fuera demasiado ligero (¡con la de cosas que tenía que hacer!). En estos momentos deseo llegar a mi casa y que no haya ni una mota de polvo (¡Eso sí es soñar!... seguramente tendré que remangarme y ponerme a la faena) y esta noche rezaré por que mañana sea un nuevo día. También es cierto que cada uno sueña dependiendo de sus circunstancias. Unos con ver a sus hijos a la mañana siguiente, otros quieren que sus padres sonrían a diario, el de más allá se conforma con una buena primitiva, aquel pobre hombre con que la muerte le llegue pronto, y los últimos, ni sueñan ni padecen (¡De todo tiene que haber!).


Sin lugar a dudas, lo peor que tienen los sueños es ser capaces de darles forma, de lograrlos. Con esfuerzo o sin él, muchos se hacen realidad, pero seguramente para que sucedan hay que intentarlo. Demoler muchos muros, sortear trabas sin cesar, hacer muchos agujeros en nuestros tejados y no dejar que el pesimismo de los demás, ese que cae como una losa sobre ellos, los cubra. Háganme caso: luchen por sus sueños. A pesar de que he visto muchos truncarse, he constatado como otros muchos han brillado en estos tiempos en el que las frustraciones son una constante para muchos. 


Y si necesitan un buen ejemplo les dejo aquí Si quieres ver una ballena, otro hermoso libro de Erin E. Stead y Julie Fogliano (Editorial Océano Travesía), en el que un niño que quería ver una ballena, se acercó mil y una veces a la orilla del mar, se dejó balancear por el vaivén de las olas y asesorar por las directrices de la ciencia, hasta que, finalmente y por sorpresa…


lunes, 1 de junio de 2015

De ferias del libro y postureo cultural


Tras consumir algunas horas de lunes y constatar que voy necesitando unas buenas vacaciones, me sumerjo en las redes sociales y constato que El Retiro ha sido el mejor lugar para perderse este fin de semana. Aunque han llegado libreros, editores, autores e ilustradores desde todos los puntos de España, ¿habrá hueco para los lectores? ¿Los auténticos lectores?...
Está claro que aquí, lo que interesa, es vender, y para vender, además de tener un producto medianamente decente, hay que darlo a conocer, darle visibilidad, exhibirlo, es decir, dejarse querer. Para eso están las pasarelas del cartoné (como la Feria del Libro de Madrid) que ejercen de vivo escaparate en el que lucir cultura y dignidad es el absoluto mandamiento. Por ello los estamentos literarios acuden en masa a tales encuentros, esbozan la mejor de sus sonrisas, se echan fotos con este y con el otro, y regalan muchos autógrafos… Hasta ahí, todo se mantiene dentro de la lógica comercial (que se ve que últimamente es lo que menos importa).


Lo que resulta más fuera de órbita es toda esa caterva de enteraos, meapilas y culturetas que intentan salir de su miseria a base de pasearse entre escritores y otros seres editoriales (¡No se piensen ustedes que los hambrientos son patrimonio exclusivo de políticos y millonarios!). Si no me creen, dense un paseo por las redes sociales y corroboren por ustedes mismos las ganas que hay de decirle al mundo lo cultos y leídos que somos, lo bien que invertimos nuestros dineros en papel impreso, y lo íntegros que somos al enseñarle a nuestros hijos lo que de verdad importa: pan y tinta, aunque sea con sangre (que es lo que más gusta, aunque no sea frita).


Parafernalias aparte (muchos apuntan a la Semana Santa sevillana o el camino rociero, pero pocos señalan el “postureo” que acarrean los eventos culturales… la misma mierda con saetas o sin ellas) cabe preguntarse: ¿Por qué al ser humano le gusta encriptar sus intenciones, envolverlas de un celofán brillante y tirar “p’adelante”, aunque sea con un libro bajo el brazo?
Sigan mis consejos y este verano, en vez de loción solar, embadúrnense de pringue cultural, una que enaltece el alma, nos traslada a un plano quasi-celestial y nos facilita el voto (¿Soy el único que está hasta los cojones de que algunos alardeen de votantes de primera por haber leído cuatro libros?… Qué lata eso de leer a Murakami y mear colonia…). Eso sí, antes de decir cuántos libros se han leído ante una panda de ignorantes (¡Qué costumbre tan mala esa de medirse las fuerzas en desigualdad de condiciones!), aprendan a distinguir entre ensayo y novela, entre un cuento y un relato, entre la rima y la narrativa, algo a lo que puede ayudarles La vaca Victoria, un personaje muy literario creado por Nono Granero (editorial Milrazones/Milratones) con el que bien vale mantener una conversación antes de acercarse por el paseo de coches del citado parque y estrenar moreno intelectual.