lunes, 20 de enero de 2025

Copia que te copia


Últimamente me he aficionado a preguntarle a mis alumnos (sobre todo ellas) qué novelas están devorando. De tanto en cuento acudo a las librerías y ojeo los títulos. Mucho amor, bastante drama, humor blanco y todo muy políticamente correcto. Parecen calcos unas y otras. Lo único que cambia es el contexto y cuatro elementos lingüísticos. Leída una, leídas todas.
Lo más curioso de todo es que no se cansan de leer una y otra vez lo mismo. Quizá tenga que ver con esa tendencia tan pueril de la insistencia y la recreación, quizá sea un trastorno obsesivo compulsivo. O puede que todas esas copias estén tan logradas que logran encandilar a cualquiera.


A lo largo de la historia no han sido pocos los que han copiado. De hecho, el mundo de las ideas está lleno de copias. Tanto es así, que se piensa que solo unos pocos han sido verdaderamente originales. El resto solo han ido mejorando poco a poco lo que otros inventaron previamente.
Si bien es cierto que la copia mal entendida es un lastre para cualquier oficio, copiar tiene un lado muy positivo. De hecho, los que nos dedicamos a esto de la didáctica, creemos que es un ejercicio inmejorable, pues el que aprende se fija en los detalles, entiende el proceso creativo y afronta los problemas mucho mejor. Del mismo modo, ayuda a mantener nuestro patrimonio tanto científico, como humanístico.
Si nadie hubiese copiado los pergaminos y códices de la Antigüedad, ahora no tendríamos ciertas obras disponibles. Si los artistas no pudieran ir a los grandes museos a copiar a los grandes maestros, las jóvenes promesas no aprenderían las técnicas más refinadas y serían incapaces de utilizarlas en sus propias obras.


Quizá eso es lo que nos plantea Guridi en La copia, su último libro. Publicado por la editorial almeriense Libre Albedrío, este álbum de formato vertical en el que Guridi se divierte de lo lindo, no solo con la geometría y los guiños que construye a base de ejes de simetría y detalles mínimos, sino con ese juego en el que los espectadores se sumergen para buscar las diferencias entre unas ilustraciones que parecen haber sido duplicadas digitalmente, ¿o no? No subestimen la capacidad de los artistas para duplicar con exactitud. Todos han copiado mucho…


Del mismo modo, el texto se fragmenta a cada golpe de página y echa mano de las repeticiones para crear un efecto del eco muy acertado que resuena en unos lectores que entienden lo que quieren. Del mismo modo, si leemos las páginas izquierdas por un lado, y las derechas por otro, se abren dos nuevas historias, porque las copias, por muy copias que sean, también tienen su propia historia.


Aguadas negras, pupilas que se mueven, siluetas que se superponen y formas angulosas que contrastan sobre fondos circulares construyen una fábula, tan surrealista como inquietante que nos invita a pensar sobre el fenómeno de la repetitividad desde diferentes puntos de vista.

jueves, 16 de enero de 2025

Álbumes reflexivos


Alucino con la cantidad de personas que, parece ser, han descubierto la pólvora en los últimos años. Lo que más me sorprende es su necesidad de comunicárselo a los demás. Será que como un servidor se dedica profesionalmente a esto del aleccionamiento, cala pronto a quienes sienten una atracción desmedida por explicar al mundo sus vivencias.
Pero lo peor de todo ha llegado con esa tendencia de publicar esas vidas ejemplares. No teníamos bastante con las sobremesas en las que cuñados, místicos y enteraos se procuraban una atención desmedida, que ahora publican libros y dejan constancia documental de sus miserias.


Solo tienen que echarle el ojo a las páginas de los periódicos locales… De tanto en cuanto entrevistan al personaje de turno que ha escrito un libro para exorcizar su particular infierno con los malos tratos, la cocaína, el alcohol, el cáncer, la adopción subrogada o la crianza. Toda una serie de avatares que, según ellos, nos pueden servir para hacer frente a los nuestros o, según se mire, cortarnos las venas.
Que yo esté a favor de la pluralidad, no significa que cualquier testimonio tenga calidad literaria. Sea ficción o no ficción, lo que se publica debe estar escrito con una miaja de mínimo gusto. Luego vienen la maquetación, la impresión, la ortotipografía, la encuadernación y el papel, pues también debo señalar a todas esas editoriales que han aparecido de unos años a esta parte y buscan sacarles los cuartos a todos estos incautos con la coedición de sus penurias y recetas de autoayuda.


Como la LIJ no es un género aislado, se agradece encontrar de vez en cuando libros reflexivos que tengan un mínimo de elegancia. Este es el caso de los tres títulos que saco hoy a la palestra para que algunos tomen nota si tienen intención de regalarnos sus reflexiones. No solo basta con abrirse en canal y deshacerse en intensidad, sino encontrar un equilibrio entre la víscera y la estética.


Allá donde vayas, mi amor irá contigo es el libro de Birgitta Sif con el que damos el pistoletazo de salida a este pequeño monográfico. Editado por Andana, este álbum narrativo con más de cien páginas se divide en ocho pequeñas reflexiones que, a modo de fábulas ilustradas, nos acerca visiones personales sobre la vida que su autora ha querido regalar a sus dos hijas y de paso a todos los lectores que se acerquen a él.


Reflexiones sobre la esperanza, la amistad, los sueños o la valentía llenos de metáforas visuales en las que el protagonista encuentra nuevas oportunidades tras el derrumbe de la torre que ha construido previamente o que no es necesario ser bueno en todo, solamente hay que encontrar la magia del comienzo y dejarse llevar.


Si bien es cierto que la autora se desliga de su estilo más reconocible, en este libro se deja llevar por la frescura en la que se entremezclan las pinceladas rápidas y los tonos pastel. Un libro poético con el que muchos lectores pueden establecer numerosos paralelismos a partir de su propia experiencia. Cabe destacar que este libro representa una suerte de legado vital que la autora entrega a sus hijas y a todo aquel que lo reciba independientemente del género o la edad.


El segundo es Diario de una mamá, un libro de Eunyoung Seo publicado por Tutifruti. Con el subtítulo de Reflexiones sobre el amor, la crianza y la vida, la autora coreana se confiesa y comparte los pensamientos que la abordaron al ser madre por primera vez. Si bien es cierto que muchos de estos son entrañables, otros son extrañamente confusos, incluso algo turbadores, una sensación algo suavizada por unas ilustraciones ciertamente encantadoras.


Elaboradas con técnicas tradicionales y protagonizadas por una familia de gatos antropomorfos, hay escenas familiares de todo tipo. Evocador y simpático, esta personal creación que aglutina marinas, una Alicia en el país de las maravillas, dos cuadros de Vermeer y muchas metáforas hipnóticas, no le falta de nada.


Cinco capítulos bien armados en los que podemos leer no solo reflexiones, sino una serie de misivas dirigidas a su hijo. Aunque podríamos hablar de un cuaderno de notas personal, lejos de resultar incómodo eso de infiltrarse en la vida privada de la autora, este libro permite desligarse de esa denominación y tomar cierta distancia de elementos que a más de un progenitor le resultarían vergonzantes.


Como en el caso anterior, encontramos mucha intimidad y un lenguaje poético que, lejos de concretar nada (he aquí esa vis oriental tan etérea), se vierte en un lector que puede encontrar un significado propio, algo que lo ensalza como un gran regalo en el día de la madre.


Por último, tenemos Volver a empezar, un nuevo álbum de Oliver Jeffers que acaba de publicar Andana, la que se ha convertido en su editorial de cabecera en nuestro país. Según cuenta esta estrella de la LIJ, la idea de este libro surgió tras Estamos aquí, un libro similar, pero con una línea más infantil. La necesidad de lograr una perspectiva más amplia de la experiencia humana, lo llevó a girar sobre un argumento un tanto complejo. De ahí que este extenso álbum sea ciertamente inclasificable.


Para darle forma a este libro, Jeffers se dedicó a observar los pormenores del comportamiento humano refiriéndose en ocasiones al contexto histórico. Desde la adquisición del lenguaje y la escritura, hasta las grandes guerras que han comprometido nuestra razón, el autor construye un canto a la esperanza donde la división y el poder no tienen cabida.


Ilustraciones secuenciadas que recuerdan al cómic, composiciones que abordan el formato horizontal estupendamente y una gama de colores que abarca el magenta, el violeta y el azul ultramar, se van desplegando a un ritmo muy estudiado que, con muchos bodegones y metáforas varias, nos invita a descubrir un parte de nuestra naturaleza sin acusarnos individualmente, aunque a veces suene algo aleccionador.

miércoles, 15 de enero de 2025

Benditos preguntones


Preguntar puede ser bastante incómodo, pero al mismo tiempo gratificante, sobre todo si recibes una respuesta nutritiva (cosa que no siempre sucede) y nadie te propina un zarpazo por haberte inmiscuido en la vida privada del otro.
Las preguntas pueden ser inocentes o con mucha enjundia. Hay preguntas fáciles que pueden ser laberínticas y preguntas muy complejas que la mayor parte de las veces tienen una solución más que sencilla. Las hay inocentes y con mucha maldad. Hay preguntas delicadas y otras que se hacen a bocajarro. Indiscretas o sutiles, también. Las más divertidas son las picantonas y las más esquivadas las monetarias.


Preguntar bien es todo un arte, por eso no sabe hacerlo cualquiera. La mayoría de las personas preguntan para matar la curiosidad, no para enriquecerse con nuevas preguntas. He ahí la clave. Preguntar para aprender, aprender preguntando, algo que echamos de menos los que enseñamos, sobre todo en un tiempo en el que la inteligencia artificial, las redes sociales o San Google capacitan a cualquier inepto para sentar cátedra.
Es extraño el poder de las preguntas. A veces nos aúpan y a veces nos derriban. Un hecho tan cotidiano como el extrañamiento, esa entonación que las acompaña, puede acabar con la carrera de un político, dejar patidifuso a un profesor o despertar el letargo de un premio Nobel.


Y pregunta a pregunta, me detengo en las que nos proponen Mac Barnett y Christian Robinson en su último álbum. Publicado por Libros del Zorro Rojo hace unos meses, este libro titulado Veinte preguntas nos propone un juego donde la imaginación y las posibilidades se combinan para interpelar al lector.


Y es que conforme vamos pasando las páginas, nos encontramos una imagen acompañada de una pregunta curiosa que interpela a los lectores desde el extrañamiento. Algunas suponen escondites ilustrados, nos invitan a identificar animales o descubrir formas sencillas, algunas nos seducen con la aritmética y la mayoría invitan al disparate. Interruptores fantásticos que desde el surrealismo nos hacen reír y ponen a prueba nuestra inteligencia en un escenario donde todas las respuestas son posibles.


Preguntas e imágenes se articulan en una propuesta muy lúdica donde, además de lecturas muy variopintas, genera un discurso diferente con cada lector-espectador. Una especie de algoritmo narrativo en el que caben montones de suposiciones (y por tanto historias) diferentes. Incógnitas y surrealismo, detalles (¿se han fijado en las guardas?) y estampas bucólicas e inquietantes se columpian en un álbum sencillo que bien puede servir para entrenar a los escritores y guionistas del futuro.

lunes, 13 de enero de 2025

Álbumes invernales


Este año parece que no va a nevar. A pesar de los días fríos que se han sucedido durante las últimas semanas (pocos y mal avenidos), se supone que este año hidrológico va a ser más seco de lo normal. Cosas del cambio climático y el empeño de las multinacionales por explotar el sinfín de recursos que hay en los polos… Mientras nos hacen creer que esto del clima es cosa nuestra, ellos se pasan por el forro todas esas convenciones y pugnan por exprimir el limón.
Lo peor de todo es que la Navidad, San Antón o Jueves Lardero, festividades donde las hogueras, el calor humano y las viandas calóricas tienen mucho protagonismo, ya no son lo que eran. Ni siquiera en los libros infantiles campa la nieve a sus anchas. Todo cambia y nada parece creíble. Yo solo espero que esto no sea más que otro óptimo cálido medieval y los carámbanos que disfrutamos en las páginas de la LIJ, vuelvan a los aleros de los tejados.
Mientras tanto, sumerjámonos en el invierno gracias a un puñado de títulos que, como de costumbre, he incluido en mi selección de álbumes nevados, pero que diseccionaré brevemente en este post vestido de blanco.


El primero es Lobo en la nieve, un libro de Matthew Cordell publicado hace unas semanas por Océano Travesía. Ganador de la Medalla Caldecott en 2018, este libro sin palabras (algún aullido y poco más), nos habla de dos historias paralelas que se entrelazan un atardecer nevado. Al salir del colegio, una niña se encamina hacia su casa, pero es sorprendida por una tormenta de nieve, todo se desdibuja y se pierde en mitad del bosque. Del mismo modo, un pequeño lobezno se separa de su familia y se topa con la niña. Esta lo recoge y protege de otros animales, hasta que la loba aparece delante de ellos. ¿Qué sucederá? ¿Logrará escapar la niña? ¿Sobrevivirá a la tormenta?


Con muchos recursos propios del cómic, el autor nos habla de la cooperación entre humanos y animales y de cómo la inocencia infantil es capaz de sortear los peligros. Desde un prisma realista, esta historia bien resuelta y enternecedora, tiene un puntito que recuerda a clásicos como El libro de la selva. En el apartado técnico hablar de la simetría narrativa, una portadilla muy cinematográfica y unas guardas peritextuales que se convierten en álbumes de fotos familiares.


El segundo libro que nos encontramos es Jugamos en la nieve, el tercer álbum de Verónica Fabregat publicado por Akiara que va enriqueciendo una pequeña colección de libros sin palabras (NB: pueden ver otros aquí o aquí) en los que un grupo de chavales disfrutan de sus correrías en mitad de la naturaleza. En esta ocasión, el invierno se abre camino con una nevada monumental y los protagonistas se lanzan a disfrutar de los trineos, las charcas heladas y las batallas de nieve.



Como en los títulos anteriores, los detalles, las secuenciaciones y la omnipresente naturaleza (¿Han visto a ese zorro?) son los recursos y escenarios narrativos que hacen de los juegos un relato coral en el que cada niño tiene mucho que aportar. Diferentes situaciones que, por muy cotidianas que sean, me despiertan la necesidad de volver a esos momentos de felicidad a esa patria compartida que es la infancia.


Llegamos al ecuador de esta pequeña tanda de libros invernales con Un regalo de invierno, un nuevo libro de Concha Pasamar (Bookolia). Siguiendo la estela de Tiempo de otoño, la autora navarra publica una nueva historia ambientada en el invierno (¿Será este el comienzo de una tetralogía dedicada a las estaciones del año?). Un niño desea volver a disfrutar con la nieve. Al regresar a casa contempla la noche fría y nublada mientras se prepara para ir a la cama. ¿Encontrará su deseo hecho realidad a la mañana siguiente?



Con una prosa delicada, Pasamar se adentra en el universo de las mínimas cosas, esos pequeños sueños que alientan las ilusiones infantiles. Acompañada de unas ilustraciones que recuerdan a la precuela, toda la historia se llena de una plasticidad íntima y bastante tranquila donde resuena otra época en la que no hacían falta fuegos de artificio con los que disfrutar de lo que nos rodeaba.


La penúltima reseña es para El deseo de topo, un álbum de Sang-Keun Kim, editado por Pastel de luna. Aunque es la secuela de Cuando estés preocupado, esta historia protagonizada por el mismo personaje se puede leer de manera independiente. Topo acaba de llegar a la ciudad y se siente solo. En su regreso a casa, se encuentra con una bola de nieve con la que decide sincerarse. Tanto cariño le toma que decide llevársela a casa en el autobús, cosa a la que se niega el conductor. Es por eso que el topo urde un plan: le dará forma de oso polar e intentará colarla en el siguiente autobús. ¿Lo conseguirá?





Terminamos con Alessandro Montagnana y su Corazón de invierno (NubeOcho), una historia navideña que también pueden encontrar formando parte de esta gran selección. En ella nos encontramos con una pequeña bandada de petirrojos que echan a volar con las primeras nevadas. Chip, se ve sorprendido por una ráfaga de viento y termina perdiendo el rumbo. En mitad del bosque encuentra iluminada una pequeña casa. Es el hogar de Lula, un zorro que lo invita a entrar y compartir con él los preparativos navideños. Entre tanto, los hermanos de Chip regresan a por él y se marchará dejando a Lula muy solo. ¿Encontrará con quién celebrar la Navidad?




miércoles, 8 de enero de 2025

Aprendiendo de LIJ. Obras de referencia y consulta. 3ª Parte.


La Navidad, y esta con mucha más razón, se presta a los vicios. Si a eso añadimos la inactividad laboral que disfrutamos los docentes, además de dedicarnos a menesteres tan gustosos como la gastronomía o las reuniones sociales, el aquí firmante puede consumir más lectura. 
Lo cierto es que estas vacaciones han sido bastante productivas en este quehacer, pues tenía una buena pila de libros divulgativos y ensayos sobre cuestiones relacionadas con la literatura infantil y la lectura que quería considerar. Sí, me ha cundido mucho. Por eso, he aquí este puñado de reseñas presentadas por orden alfabético que espero les sirvan de utilidad a la hora de valorar obras teóricas de este mundo monstruoso.
Ni que decir tiene que si están aquí, es porque todas me han gustado en mayor o menor medida, pues a esta relación de títulos debería añadir otros dos que me han parecido infumables. A decir verdad y siguiendo mis propias normas deontológicas, prefiero omitir que hablar mal del trabajo de otros, pues al fin y al cabo, eso, el trabajo, siempre conlleva una respetable inversión de tiempo que no siempre fructifica a gusto de todos (léase mi caso). No obstante, lo importante es participar y darle vueltas a los engranajes de los libros para niños, que es de lo que nos ocupamos los monstruos.



María Isabel Borda Crespo (coord.), Aurora Gavino, Carmen Niño, María Isabel Borda y Rocío Antón. Ilustraciones de Pilar Ríos. El álbum ilustrado: pasen y lean. Los cuentos con palabras e imágenes. Pirámide. Siguiendo la línea de obras como álbum(es) de Sophie Van Der Linden, este monográfico se adentra en el universo del álbum desde diferentes puntos de vista. Especialistas, mediadoras y lectoras urden un libro dividido en cinco apartados, que aborda temas como la definición del libro-álbum, su estructura o sus tipologías.
Alternando cuestiones técnicas sobre el formato o los recursos narrativos, su relación con las competencias educativas, experiencias individuales, colectivas y académicas, las autoras de este manual a todo color ensalzan el valor que supone este tipo de libros en diferentes contextos y situaciones. Recursos electrónicos (¡Mencionan este blog! ¡Qué alegría!), una amplísima bibliografía (les confieso que me he topado con muchos libros desconocidos) y un enfoque multidisciplinar muy útil, hacen de este libro una necesidad para cualquier especialista y mediador. Además de entender los mecanismos que se utilizan en este tipo de literatura gráfica, conocerá obras clásicas y de renombre para llenar sus estanterías (lo que voy a hacer yo) o enseñárselas a otros.
Recomendadísimo a todos los padres, maestros y bibliotecarios que quieran una primera toma de contacto con el universo teórico-práctico de este género.



Paula Bravo López. Yo leo. Descubre el poder de la lectura y cómo fomentarla desde la infancia. Autoedición. Aunque este librito no ha sido escrito por una experta en la materia, me alegra leer a Paula Bravo, madre y licenciada en Traducción e Interpretación que nos brinda su experiencia como mediadora en el seno de su propia familia.
En un manual muy bien traído nos explica técnicas muy sencillas para llamar la atención de los pequeños de la casa hacia los libros y así ponerlos en valor dentro de un contexto esencial en la mediación lectora. Cómo relacionar la escritura con la lectura, qué tipos de libros podemos encontrar en una librería, un anexo donde recoge sus imprescindibles o el capítulo dedicado a sortear la omnipresencia de las pantallas, son los puntos fuertes de este libro de recetas lectoras.
Me gusta porque no hay nada de pretencioso en él. Es honesto y se deja a un lado los fuegos artificiales que muchos intentan vendernos en otras publicaciones de este tipo. Una propuesta muy recomendable para padres que no saben cómo inculcar la lectura, tras la que se esconde el trabajo y dedicación de una persona como tú y como yo.



Ana Garralón. Las incursoras. Las afueras. Llegamos a uno de esos libros que, lejos de abrir un debate feminista (si eso es lo que esperaban, olvídense), pone nombre y apellidos a la gran cantidad de mujeres que han contribuido a engrandecer el universo de la LIJ desde diferentes parcelas.
Autoras, bibliotecarias, recopiladoras, ilustradoras, editoras… La Garralón se interna en los recovecos de la historia para contarnos la vida y obra de Mary Norton (a quien hace un guiño en el título de este estupendo ensayo), hablar de la singularidad de Ursula Nordstrom, recordar la labor poética de Gabriela Mistral, Carmen Conde o María Elena Walsh, ensalzar el nombre de investigadoras de LIJ como Bettina Hürlimann, Virginia Haviland o Carmen Bravo-Villasante, y dedicar un capítulo a todas las fotógrafas que crearon historias infantiles utilizando sus instantáneas.
Bien escrito y muy cercano (se lee de un tirón), este libro que cabe en un bolsillo (ideal para llevarlo de viaje) llena un vacío documental sobre una realidad que los enteraos y especialistas en libros para niños sabemos desde hace mucho tiempo: el gran papel que muchas féminas de toda condición social han desempeñado en la literatura para niños.



Daniel Goldin. Los días y los libros. Kalandraka. Con el subtítulo Divagaciones en torno a la hospitalidad de la lectura, la editorial gallega recupera uno de los primeros libros de este editor y bibliotecario mexicano archiconocido en el universo de la LIJ hispanoamericana.
Construido a base de diferentes conferencias y artículos, este ensayo trata temas muy interesantes desde perspectivas algo controvertidas, sobre todo para todos aquellos que se acercan a los libros infantiles con esa condescendencia que amalgama buenismo y utilitarismo. Los libros de su niñez, la mirada literaria desde la paternidad, reflexiones en torno al concepto de infancia y su evolución histórica o la relación entre lo multikulti y la lectura, son algunas de las cuestiones que se abordan en él.
Por si no fuera poco, Goldin incluye en esta nueva edición un capítulo titulado Reverdecer o fenecer. Una perspectiva procesual de la LIJ y sus dilemas, hoy. Esta quizá sea para mí la parte más interesante, ya que en ella tiene la oportunidad de opinar de las realidades, paradojas y sinsentidos que vive actualmente el universo de los libros para críos, una suerte de prospectiva que el autor se encarga de diseccionar con prosa sesuda y elocuente no apta para lectores lineales.



Guadalupe Jover. Un mundo por leer. Educación, adolescentes y literatura. Octaedro. Había oído el nombre de esta mujer en varias ocasiones durante el último curso y me decidí a leer su ensayo más conocido.
Ya saben ustedes que, en lo que a enseñanza literaria en educación secundaria se refiere, soy bastante crítico y creo firmemente que debería orientarse en otro sentido. Es aquí donde entra en juego una de las mayores defensoras de los itinerarios lectores, esa suerte de caminos por los que transitar lo literario desde un prisma que combina clásicos y nuevas tendencias.
Con un discurso nada enrevesado, la profesora nos invita a unir la lectura, el mundo real y las experiencias compartidas en sus llamadas constelaciones de lectura (si tienen curiosidad, la imagen de cabecera de este post simboliza una). Estas creaciones contribuyen, no solo a enseñar literatura, sino que ayudan a ensalzar las palabras como un vehículo del que participan los miedos, inquietudes y sueños de unos adolescentes que, a pesar de los cambios generacionales, siguen en sus trece. Pero para eso, señores, los docentes tienen que leer, no solo las lecturas de ese corpus curricular, sino atreverse con muchos otros que, tildados frecuentemente de literatura comercial, establecen sinergias con los primeros. Profesores ¡échenle un ojo!



Felipe Munita. Yo, mediador(a). Mediación y formación de lectores. Octaedro. Tenía muchas ganas de pillar este libro en el que, el poeta y doctor en Didáctica de la Lengua y la Literatura, nos dibuja un panorama muy sugerente sobre la labor del mediador de lectura desde dos perspectivas: la promoción lectora y la enseñanza literaria. Aunque pueden parecernos muy cercanas, suelen excluirse con frecuencia. ¿Por qué? Porque generalmente, la mediación lectora suele echar mano de muchos fuegos de artificio, mientras que la didáctica de la lengua y la literatura necesita del ejercicio reflexivo, cosa que se olvida con frecuencia entre docentes y bibliotecarios, máximos exponentes en esta labor.
Lejos de abandonarnos a nuestra suerte, Munita nos regala una serie de directrices y propuestas que, desde su propia experiencia o la de otros, surten efecto entre los críos a la hora de inculcar esa lectura del disfrute con la que se nos llena la boca. Bitácoras de lectura, conversaciones en torno al Zorro de Brooks y Wild, juegos poéticos que invitan a la disección o novelas que se convierten en proyectos integradores son algunas de sus recetas.
Si bien es cierto que el autor hace gala de ese lenguaje inclusivo que tanto me empalaga, el contenido es muy necesario, ya que pone en tela de juicio una serie de prácticas en torno a la lectura que estamos acostumbradísimos a ver en escuelas e institutos. Pegar, colorear y recortar, tres verbos que hacen reflexionar al chileno sobre cómo debe ser el encuentro entre libros y lectores.



Michèle Petit. Los libros y la belleza. Somos animales poéticos. Kalandraka. Con prólogo de Daniel Goldin (el de tres libros más arriba), este libro se revela (¿o se rebela?) como un ensayo poético sobre la belleza: la que habita los libros y la que los rodea. Dos tipos de belleza que se complementan y que la especialista en LIJ y socióloga francesa ensalza mientras desgrana una serie de experiencias reales desarrolladas en diferentes ámbitos como la escuela o instituciones sociales.
Michéle Petit vuelve a poner en valor la humanización de la lectura desde el punto estético en un librito que se articula gracias a varias de sus conferencias que ha impartido entre 2015 y 2020. Como en otras obras (véanse Leer el mundo o Lecturas: del espacio íntimo al espacio de la lectura), ensalza el impacto de los libros y la lectura sobre personas que sufren todo tipo de miserias, como los migrantes, los habitantes de zonas despobladas, los refugiados o los pobres de solemnidad. Más concretamente, Petit nos habla de la palabra como legado, del valor cultural del lenguaje o del vínculo perdido y recuperado. También de la capacidad evocadora de las palabras, de la descriptiva y sus sinergias, de esos paisajes imaginarios que nos recuerdan a los propios. Tampoco se olvida de las bibliotecas ni de la dichosa pandemia.
Si bien es cierto que a veces me suena un tanto utópica, se agradece esa mirada alentadora sobre el valor de la lectura en tiempos revueltos. Y menos mal, porque los que nos dedicamos a la mediación lectora, muchas veces necesitamos de este tipo de arengas para seguir remando.
Lleno de referencias y muy ameno, es de esos libros que uno puede releer con facilidad para insuflarse una pizca de esperanza lectora y llenarse de preguntas sobre las que reflexionar.

lunes, 6 de enero de 2025

Regalos de ¿reyes?


Mientras todo quisqui abre sus regalos al calor del roscón, yo me levanto como cualquier otra mañana, levanto la persiana y dejo que el sol ilumine mi cara. No hay nadie en el parque. Qué raro… Hace no tanto, el Día de Reyes, las plazas y jardines se llenaban de críos dándole patadas a balones relucientes, montando bicis nuevas o jugando con cualquier otro artilugio. Y tampoco llueve ni hace demasiado frío… ¿Me habré equivocado de hoja del calendario?


Como ya he apuntado en otras ocasiones, el nuevo modus vivendi está modificando nuestro día a día a pasos agigantados, más todavía en una infancia ñoña y desinfantilizada (¡Menuda paradoja!) en la que la superabundancia resta importancia a lo que se supone deberían ser enormes sorpresas llenas de ilusión.
Muchos hijos, nietos y sobrinos únicos en los que volcar nuestras cuentas corrientes llenan sus habitaciones de todo tipo de objetos mientras les hacemos prescindir de tiempo de calidad. Es curiosa la forma que tenemos de redimir nuestros pecados en este siglo de nula religiosidad.
Al final, cualquier chiquillo tiene llena la habitación de coches teledirigidos, muñecas autómatas, drones, patinetes eléctricos, videoconsolas y tablets. Una vacía felicidad que solo entiende de frustraciones paternas (las infantiles y las adultas), caprichos sin sentido e inercias sociales que abocan al sinsentido del agasajo. Quizá sea lo lógico en un país como este donde la pobreza intelectual campa a sus anchas y las nuevas clases medias se aferran a las tradiciones para justificar sus actos... El mundo al revés...


Conmigo que no cuenten. En mi casa no se solía celebrar la Epifanía. Nunca he recibido montones de obsequios siendo un niño. Tampoco me han hecho falta. He aprendido a conformarme con lo que tenía, incluso lo agradezco sobremanera, pues he aprendido a prescindir de lo material, sobre todo de lo innecesario.
Incluso, esas limitaciones, a mis taytantos, son un acicate para las casualidades y transforman lo cotidiano en una verdadera sorpresa. Véase como ejemplo el libro de hoy, uno que me he encontrado en la feria del libro antiguo y ocasión, el único regalo que he recibido aunque me lo haya hecho yo mismo.


El viaje de Lisa, un álbum de Paul Maar y mi admiradísimo Kestutis Kasparavicius, publicado por Fondo de Cultura Económica, es una oda a la imaginación (como muchos otros libros de este tándem de autores) desde que su protagonista se mete en la cama hasta que se despierta a la mañana siguiente. Es así como visita la Tierra de los Círculos, el País de las Mil Esquinas o el País del Color Rojo. Todos ellos son lugares la mar de curiosos en los que desgraciadamente no es bienvenida, por lo que siempre encuentra la forma de escaparse.


Si bien es cierto que la estética es similar a otros álbumes del lituano como El país de Jauja o Huevos de Pascua, en esta historia, los autores hacen un guiño a la línea argumental de Alicia en el país de las maravillas, una niña que se va topando con lugares y sociedades muy particulares y un tanto ininteligibles donde no tiene cabida.


Del mismo modo, Maar y Kasparavicius unen su pluma y pinceles para generar escenas surrealistas donde las formas, los colores y la perspectiva, elementos muy comunes en ciertas etapas del aprendizaje infantil, generan situaciones caóticas en las que el espectador se sumerge y disfruta de los conceptos. Del mismo modo, juegan con esa dicotomía realidad-imaginación que tanto me gusta a base de los detalles un tanto ambiguos que aparecen en la habitación de Lisa (fíjense en los cuadros, el gesto de la muñeca, la posición de sus pantuflas). ¿Todo esto habrá sucedido de verdad?