Durante las últimas semanas tenía muchos cuentos sobre la
mesa (más de los habituales), así que me he decidido por abrirles un hueco en este
espacio, concretamente durante esta semana, a la que, para darle un toque de
cohesión, he llamado “semana de los cuentos” y así hablarles un poco de este
tipo de narraciones que tanto bien han hecho por los monstruos.
Empiezo por los Cuentos
de la Selva de Horacio Quiroga, una serie de relatos que el autor uruguayo
dedicó a los pequeños lectores y que cumplen cien años en este 2018. Nórdica Libros ha querido celebrarlo con una
nueva edición de este ya clásico de la literatura en español acompañándolas de
los delicados dioramas del artista y escultor Antonio Santos, y yo, tan bien
mandao, me los he releído en la hamaca durante el verano.
La primera vez que leí estos cuentos fue allá por los
noventa, cuando estaba sumergido de lleno en la literatura latinoamericana,
sobre todo con el realismo mágico del XX y, hurgando en textos anteriores,
llegué hasta estos cuentos con los que cumplí (en cierto modo) un sueño de
juventud: viajar a la selva. Sólo me transporté y me dejé hacer. Yacarés,
coatís, tortugas, flamencos y loros me acompañaron en un hábitat umbroso y
húmedo. Me divertí, lo pasé en grande.
Esta segunda lectura y casi veinte años después me ha
permitido valorar otras cosas… En primer lugar he conocido a Quiroga (un poco,
que este hombre era muy intenso), y he visto su capacidad para mirar el mundo,
trasladar su belleza. Me he topado con una mirada infantil, sencilla, quizá un
poco triste, atormentada también (no demasiado teniendo en cuenta que su vida
estuvo rodeada de tragedias y suicidios), que nos muestra un universo onírico y
nos deja comprender el mundo.
También he constatado lo que según muchos estudiosos, era el
afán de Horacio Quiroga, crear una literatura de relatos con carácter
latinoamericano que se alejara de las corrientes europeas. Mientras que sus
coetáneos intentaban copiar de autores como Edgar Allan Poe o Rudyard Kipling,
máximos exponentes de este tipo de literatura al otro lado del Atlántico, el
escritor desarrolló un lenguaje rico y exuberante, mágico y selvático, nuevo.
Si bien es cierto que Quiroga escribió estos relatos con una
dirección eminentemente infantil, es la obra que más ha trascendido de él, no
sólo en el ámbito de la infancia, sino en la literatura para jóvenes y adultos.
Intelectual de gran magnitud, creo una obra en parte ecologista que puede
extrapolarse no sólo al ámbito literario, sino a otros muchos. Su empeño por iluminar
y contagiar a los lectores con su amor por la tierra, bien merece un aplauso.
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