Estaba un día de cháchara con mi padre cuando me salta con
que el mundo se rige por centros de interés demográfico y no por países, algo a
lo que nos han acostumbrado a pensar. Yo suelo hacerle el caso necesario (que
ya saben cómo se ponen los ancianos si les damos pábulo) y tomé nota de la
receta por si acaso.
Meses más tarde me voy a Madrid, una urbe como Dios manda,
metro y búho incorporados y me percato de que allí todo se mueve más rápido. La
gente está puesta. En moda, tecnología, política. Se las saben todas. Lo mejor
de todo es que van a su aire, sin fijarse en el de al lado. “Eso es bueno”
pienso yo mientras admito que mi padre tenía razón.
A pesar de lo tumultuosas y caras que son las grandes
ciudades, convendrán conmigo que también son mucho más enriquecedoras que las
de provincias o los pueblos mínimos, sobre todo en lo que a apertura de mente
se refiere (¿Por qué d’Hondt y sus dichosas circunscripciones no tuvieron en
cuenta esta realidad? ¿Y por qué nuestros políticos no quieren revisar una ley
electoral basada en ello? Es para pensárselo…), algo que en gran parte se debe
a su cosmopolitismo y su condición reeducadora. Llenas de gente variopinta. Pobres y ricos, altos y bajos,
feos y guapos. Personas de todo origen y condición, de aquí y de allí. Las
urbes desbordan multiculturalidad por cualquier esquina.
Con esta realidad enlazo para dedicarle una reseña a un
álbum de Peter Sís que es un canto a la diversidad humana de las metrópolis,
que me encanta y que la editorial Ekaré ha rescatado del infierno de la
descatalogación. Y es que Madlenka es
un gran regalo para los monstruos, no sólo por ese aire de modernidad que
destila una historia donde la niña protagonista viaja alrededor del mundo
mientras visita los diferentes comercios de su barrio, sino por muchos
elementos más que hay que considerar (aparte del estilo tan característico que
destila un autor que mezcla los códices medievales, el puntillismo o los blocs
de notas en sus ilustraciones).
En primer término decir que Peter Sís decidió que su propia
hija protagonizara este libro. Emotivo ¿no?
En segundo lugar me encanta el recurso narrativo del zoom
cinematográfico (Peter Sís también estudio cine, ¿se nota, eh?) que utiliza
para adentrarse en la historia y en la que también intervienen las guardas y la
portadilla (recuerden que este autor juega bastante con estas partes del libro,
véase su El árbol de la vida, y de
las que tienen más información en este monográfico sobre la anatomía narrativa del álbum). Así vemos el planeta tierra desde el
espacio y un punto rojo dibujado en él. Nos acercamos cada vez más: Estados
Unidos… Más todavía: Nueva York… Más: manzanas y manzanas de edificios... Más: el apartamento donde vive la familia de Madlenka.
La tercera luz de este libro es que, aunque generalmente se
encuadra en la categoría de ficción, podría incluirse en la de no ficción, ya
que tiene cierta vis de libro informativo por utilizar cada pareja de dobles
páginas como un pequeño catálogo cultural sobre el país al que pertenece cada
comerciante.
El cuarto punto es que incluye un recurso como los troqueles
(recurso físico y estético), para enlazar escenas consecutivas y abrir ventanas
en la imaginación de Madlenka (y los lectores, porque depende donde se sitúen estos) que, con el pasar de las páginas
(podríamos decir que tiene también carácter de libro móvil… ¡Lo tiene todo!),
se embeba de lo que sus vecinos le cuentan.
Por último llamo la atención sobre que el nombre de la
protagonista tenga tantas variantes como lenguas se presentan en este libro.
Francés, hindi, italiano, alemán, español o tibetano son las que eligió su
autor para saludar a esta niña tan curiosa.
Como propina decirles que mi doble página favorita de este
libro es la dedicada al mundo de los
cuentos de los hermanos Grimm. Cenicienta, los enanitos de Blancanieves, Hansel
y Gretel, el lobo de Caperucita o los músicos de Bremen aparecen en ella.
Tampoco faltan el barón Münchhausen o el Pedro Melenas de Hoffmann.
En fin, una delicia esta Madlenka.
Háganse con ella que les dará muchas alegrías.
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