No sólo de pan vive el hombre. También de vino, parrandas,
besos y riñas. Pero sobre todo de picardía, porque en este mundo atestado de
intereses es lo que verdaderamente prima.
Convengo con el padre de Albertito que es la palabra que mejor
define España, porque a pesar de no quedar recogida en nuestra constitución (todo
este tipo de documentos ganarían en esencia si hablaran de lo verdaderamente
importante), nuestra patria común es la jeta.
Andaluces, catalanes, valencianos, vascos, gallegos,
extremeños, manchegos, baleares, canarios, navarros, asturianos, cántabros,
madrileños, maños y castellanos, murcianos, ceutís y melillenses. A todos nos
sobra morro. Para no pegar ni clavo, para disuadir impuestos, para seguir
cobrando el subsidio, para encasquetarle a otros varios muertos. A unos para unas
cosas y a otros para otras, pero todos españoles (¡Que se nos vea a siete
leguas!).
No es que yo esté en contra (¡Líbreme el señor! Que para
golfo, un servidor), pero sí que debemos distinguir entre picaresca y “picaresca”.
La pillería bien llevada, además de elegante, hace gracia. Sin embargo, aquella
que busca el provecho mísero o el mal ajeno, repugna hasta decir basta, porque
por mucho que algunos se emperifollen, sólo buscan basura y mierda.
Sagaces, astutos, hábiles… Son demasiados los personajes de
los libros para niños que defienden esta forma de proceder, sobre todo cuando
se trata de supervivencia. Por el contrario, cuando alguno de estos personajes
pierde los papeles, ya se encarga el cuento de ponerlo en su sitio, para que
aprenda que la inteligencia no es un arma para joder a los demás, sino todo lo
contrario. Algo que en el día de hoy ejemplifico con Paso a paso, un simpático libro de Leo Lionni que recibió en su día
una mención Caldecott.
Bebiendo de las argumentaciones y personajes que recogen las fábulas
clásicas, el maestro Lionni nos ilustra el comportamiento humano con las
peripecias de un gusano muy salao (sobre todo avispao) que intenta librarse de
las garras de un buen puñado de pájaros que quieren echarle el guante.
No se lo pierdan porque bien vale una parada, no sólo por el
mensaje (que siempre nos ponemos muy intensos), sino para echarnos unas
carcajadas, e incluso para hablar de las unidades de medida o descubrir los
sistemas referenciales (esto va para los maestros utilitaristas). Yo, por el
momento, me quedo con las risicas, que son muy saludables.
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