jueves, 17 de enero de 2019

¿Y tú de quién eres? Librería tradicional, cadenas de librerías o librería virtual.


De unos años a esta parte el mundo de la compra-venta de libros se ha diversificado enormemente. Si queremos adquirir un libro, cada vez tenemos más alternativas. Unos se decantan por la librería de su barrio, la de toda la vida. Los que no tienen tiempo para pasarse una tarde ojeando libros, prefieren echar mano de una de las centenas de librerías on-line que abren sus puertas en la Red. Y los que quieren el típico best-seller, acuden a una de esas librerías que, como supermercados, se ubican en las grandes y medianas ciudades. Al final, los tres tipos de compradores verán satisfechas sus expectativas, tendrán su libro, pero, ¿qué diferencias existen entre unas librerías y otras?


En primer lugar hablaremos de la librería tradicional, un espacio físico habitado por libros de diferentes tipologías (no olviden que esto acarrea un coste añadido por la compra/alquiler del local y su mantenimiento). Pueden ser libros viejos o nuevos, para adultos o para niños, que compren médicos o poetas. Generalmente se ubican en los centros de las ciudades o en los barrios de la periferia (estas hacen las veces de papelería). La clientela suele ser fija y alternan con el dueño y/o los dependientes de tal manera que se admiten sugerencias y alternativas, es decir, recomendaciones de todo tipo. 
Es curioso como algunas de estas librerías se han asociado en comunidades y redes que se prestan servicios unas a otras o que desarrollan propuestas interesantes por la lectura (Por citar un ejemplo español, se me ocurre el Club Kirico, una iniciativa de CEGAL para el fomento de la literatura infantil). Hace años, si pedías un libro que no tenían en las baldas tardaban unos días en traértelo, hoy día, aunque es variable, es algo más inmediato. 
Sobre la exposición de los títulos diría que es mucho más caótica (para el cliente, pues un buen librero sabe qué tiene en cada montón), pues se hallan limitados en lo que a espacio de exposición y almacenaje se refiere.


Vamos a por las segundas… Foyles, Waterstones, Gonvill, Casa del Libro, Fnac o Barnes & Noble, toda una serie de grandes librerías que operan en países como Inglaterra, México, España, Francia o Estados Unidos respectivamente. Todas ellas funcionan de una manera similar, ya que basan su negocio en los superventas, las novedades y la literatura de consumo. Incluso algunas de ellas dependen de los grandes grupos editoriales que participan de su capital. 
Aunque el aspecto físico de estas suele ser bastante similar por cuestiones de mercadotecnia, se despojan de esa imagen de almacén de libros para pasar a ser espacios amplios y diáfanos donde el comprador disfruta de los diferentes productos que se le ofrecen (fíjense en la colocación de los libros, la ordenación y exposición de estos, etc.). No suele haber problemas si el cliente quiere algún título que en ese momento no se halle sobre las baldas, pues cuentan con la logística suficiente como para facilitarte el libro 24-48 horas después (generalmente..., que siempre hay excepciones). Lo más de lo más es que muchas de ellas han incorporado entre sus servicios la impresión a la carta, es decir, usted elige el título y le hacen su ejemplar en los cinco minutos que tarda en tomarse un café allí mismo.


Por último tenemos las librerías on-line, un tipo de librerías que han supuesto cierta revolución en el sector pues prescinden de un local físico en el que desarrollar el "cara al público" (no en lo que se refiere al almacenaje pues todas necesitan un lugar donde guardar los ejemplares) y plantear la venta a través de espacios virtuales (páginas web, blogs o redes sociales) a los que el cliente puede acceder durante el descanso laboral o mientras espera su turno en el dentista. Una vez adquirido el libro deseado, llegará al buzón mediante una empresa de transporte o paquetería, lo que puede conllevar gastos de envío adicionales (generalmente si el pedido es grande no supone desembolso adicional para el cliente) y un tiempo de espera muy variable (si compran algo en Estados Unidos de Norteamérica unas dos semanicas no se las quita nadie). 
Las librerías on-line pueden ser tan diversas como las tradicionales (de literatura de adultos, de literatura infantil, académicas o de viejo) y al igual que estas tejen sus redes bajo portales (véase IberLibro) para ofrecer servicios adicionales a sus clientes que también pueden ser una extensión de los dos tipos anteriores.


Una vez hemos visitado las tres me toca comparar unas y otras, apuntar a diferencias, sacar la lupa y escudriñar las fisuras de un negocio que cada vez está más repartido (Nota 1: Este punto no lo voy a abordar pues me falta información financiera y comercial como para valorarlo. Me basta con saber que este panorama ha abocado a muchas al cierre).
Yo siempre digo que un negocio es una cosa muy seria en la que hay que echar muchas horas y ser muy profesional (o si no lo eres, por lo menos tener a alguien cerca que lo sea). Es por ello que la primera diferencia la encuentro entre el personal de las librerías tradicionales y el de las grandes superficies. 
Teniendo en cuenta que yo me muevo en el ámbito especializado de la LIJ puedo decir que me encuentro con personas mucho más puestas en libros para niños en las librerías de toda la vida que en las que pertenecen a ciertas cadenas. Será por el tipo de contrato (en muchas de estas empresas los contratos son temporales), será por la formación, será porque cuentan con más diversidad de títulos..., pero la realidad (al menos la que yo constato) es esa. Si a ello unimos mi manía personal de sopesar, toquitear, y leer los libros tranquilamente (sin que me asalten cuatro dependientes diciéndome “¿Puedo ayudarle en algo?” en una escasa media hora), lo tengo claro.


Sobre la diversidad de géneros no lo tengo tan claro, pues si bien es cierto que una librería tradicional puede estar más especializada en ficción infantil, quizá no lo está tanto en ficción juvenil o en novela gráfica. Por eso entiendo que muchos clientes acudan a estas grandes librerías cuando quieren ampliar su mirada hacia otros géneros o comprar el regalo de cumpleaños a un amigo ecléctico. Si les soy sincero es donde me introduje en la novela gráfica, pues hace años las comictecas brillaban por su ausencia y las tiendas especializadas se dedicaban mucho más al cómic y manga clásicos.
Sobre los espacios no sabría muy bien que decir. Mientras unos son diáfanos, con pocos obstáculos en las zonas de paso, estantes adosados a las paredes, pocos volúmenes y bien colocaditos, mucha pintura blanca y luz para cegar a un águila, los otros son más caóticos. Pilas, columnas de libros, mesas enterradas en libros, esquinas y hasta escaparates tapiados con ellos.  Seguramente Marie Kondo prefiera los primeros, pero en mi caso prefiero el carácter y la personalidad de una librería clásica, donde los criterios de exposición y almacenaje no tengan que ver con criterios de mercadotecnia y venta, sino con los del espacio, el género o los caprichos del librero. Las bibliotecas son como nuestros hogares, que se construyen a lo largo de la vida gracias a los avatares con los que esta nos va marcando.


De las librerías virtuales les diré que: de primeras quiero ver y sopesar (física e intelectualmente) lo que compro (Nota 2: Desde que me sacaron 35 euros por un libro cuyas dimensiones eran 8x8 cm, todavía lo tengo más claro), y en segundo término confieso que el tema de los gastos de envío siempre me ha echado para atrás (será que para un servidor caminar no tiene precio).  En este caso suelo utilizar sobre todo las que se refieren al libro usado o libro extranjero, más todavía cuando el título en cuestión es imposible de encontrar por las vías tradicionales. Si un libro nos resulta imprescindible, habría que llamar a muchas puertas y, sinceramente, es mucho más fácil echar mano de la Red y proveernos de dicha obra.


Para terminar este pequeño planteamiento, ¡cómo no!, hay que terminar con la nota sentimental. Es cierto que el abanico está cada vez más abierto en el universo de la compra-venta de libros, pero también hay que admitir que también se ha colado en él la deshumanización de este mundo globalizado. Para mí, comprar o vender un libro es un acto de complicidad en el que interactúan dos seres humanos gracias a las ideas que un tercero ha escrito sobre un montón de páginas que han quedado encuadernadas en forma de libro.
Quizá sea un nostálgico, pero todavía recuerdo cuando, en mis años de estudiante universitario, muchos acudíamos a la calle Libreros a comprar y vender en la librerías de segunda mano (también clandestinamente) los manuales de cursos pasados y futuros. Seguramente las propuestas en línea de hoy día sean mucho más eficaces y rentables (antes dependían más de la probabilidad y la coincidencia), pero había algo bonito en todo aquello. Más todavía cuando ponías un libro en la mano de otro, te mirabas a los ojos, y sonreías.


3 comentarios:

Raquel Sampedro dijo...

Buenas tardes:
Personalmente prefiero la compra en lugares físicos: también me gusta ojear y hojear los libros antes de decidirme por alguno de ellos. Respecto a si prefiero la librería tradicional a la de los grandes espacios, pues ahí depende un poco de lo que busco. Como dice en su artículo, hay veces que no encuentras lo que buscas en una tradicional, aunque lo piden y lo reciben enseguida. El "problema" que tengo es que como tengo la sección de libros de El Corte Inglés justo al lado de mi trabajo, a veces me paseo por entre los estantes y es muy difícil resistirse. Eso sí, hay una cosa que no soporto de estos lugares: que cada dos por tres te cambian los libros de lugar. En ocasiones, lo que hago es apuntar los títulos de los cuentos que veo o que recomienda en su blog y se los pido al librero del pueblo, al que, por cierto, le he recomendado que le lea.
Un saludo.

Esther Rodrigo Miralles dijo...

Ay! ¡qué te voy a decir! Que yo soy de todo!!!. Tengo mis librerías físicas de referencia, tengo mi propia librería on-line, también compro en amazón y de vez en cuando, me doy un gusto en alguna de segunda mano. Nada en excluyente, y de todo disfruto.

Román Belmonte dijo...

¡Mil gracias por las aportaciones a las dos! ¡Lo bueno es que podemos acudir a todas (y lo malo es que nos dejen con el bolsillo vacío en cualquiera)! :P